Hace muchos años, allá por los sesentas, cada vez que se comentaba sobre la política exterior de los diferentes gobiernos norteamericanos, se decía que esta estaba principalmente dividida entre dos facciones diametralmente diferentes, aquella que apoyaba la guerra y la violencia para enfrentarse a los conflictos mundiales y aquella otra, que decía que lo mejor […]
Hace muchos años, allá por los sesentas, cada vez que se comentaba sobre la política exterior de los diferentes gobiernos norteamericanos, se decía que esta estaba principalmente dividida entre dos facciones diametralmente diferentes, aquella que apoyaba la guerra y la violencia para enfrentarse a los conflictos mundiales y aquella otra, que decía que lo mejor era utilizar la diplomacia y el diálogo amigo para resolver los diferendos entre naciones. Eran los tiempos en que se decía que por los cielos de Washington volaban en armonía las palomas y los halcones, cada uno haciendo sus nidos en el Capitolio, el Departamento de Estado, el de Defensa o en la mismísima Casa Blanca. A pesar que la cadena de guerras contiguas nunca se ha detenido en su crecimiento, ambas facciones lograban, en aquella época, que se estableciera un debate civilizado sobre los temas antes de volver a agregar un nuevo eslabón a la misma.
De aquella época ha pasado mucho tiempo, y definitivamente, los halcones se comieron las palomas. Ahora en los cielos de Washington solo se ven volar a esas inmensas aves, que no comparten sus nidos con nadie. Los halcones se hicieron dueños de la política exterior de los Estados Unidos y no están dispuestos a compartirla. Paloma que llega al poder, paloma que sufre una metamorfosis y se transforma en halcón. Obama es el clásico ejemplo.
El gobierno de EE.UU. acaba de anunciar que, en lo adelante, la ayuda militar que le estaban dando clandestinamente e indirectamente a los rebeldes sirios será entregada en forma directa y pública. Nada, que el Presidente se acaba de quitar la careta, su proceso metamórfico se acaba de consumar.
Es muy curioso que la Casa Blanca haya escogido este momento para hacer tal declaración. Hace solo dos días que salió publicado en la prensa que el ex Presidente Bill Clinton declaró que Obama no debía de seguir haciendo caso a la opinión pública del país, que en su mayoría se opone a una intervención directa de su gobierno en el conflicto sirio, y que tenía que adoptar una posición más fuerte contra los gobernante de Siria.
Clinton criticó a Obama por este estar dejándose influir por esa inmensa porción de la población que está cansada de ver a su país estar dando saltos de guerra en guerra. Básicamente, Clinton le dijo a Obama que lo que piensa la mayoría de los ciudadanos no debe de tener ninguna importancia. ¿Y qué pasa con el gobierno de la mayoría? ¿No se afirma una y otra vez que este es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?
El ex Presidente hizo sus críticas declaraciones con el Senador John McCain parado a su lado, el mismo Senador que trató y no pudo ganarle a Obama en las elecciones del 2008, el mismo que hace solo unos días entró clandestinamente en territorio sirio para entrevistarse con los enemigos del gobierno de aquel país. Por cierto, hay que preguntarse qué hubiera pasado si, por esas cosas del destino, este aguerrido Senador hubiese caído prisionero o muerto a manos de las autoridades legítimas sirias. Perfectamente, cualquiera de las dos cosas pudo haber sucedido. Este come candela Senador, que posa de ser más bravo que el más bravo, pudo haber creado un tremendo conflicto por su irresponsable actividad intervencionista. Pues bien, al lado de este personaje fue que el ex Presidente Clinton hizo sus declaraciones, las cuales le sirvieron a Obama para buscar una excusa y enviar ayuda directamente a los rebeldes sirios.
La excusa que ha alegado el Presidente en esta ocasión es la de que el ejército sirio ha estado utilizando armas químicas contra sus enemigos, una excusa más o menos igual a la que utilizó Mr. W Bush para justificar la carnicería que hizo en Irak con sus indiscriminados bombardeos a las ciudades iraquíes. Da la casualidad que hace muy poco tiempo que salió a la luz pública, por expertos de las Naciones Unidas, que los rebeldes sirios habían sido los que utilizaron ese tipo de armas en contra de la población civil y en contra del ejército. Sin embargo, ahora el gobierno alega que los reportes sobre esas alegaciones eran imposibles de confirmar, pero que el uso de dichas armas por parte del gobierno sí se había probado. Claro que, como lo que se busca es satanizar al gobierno, hay que darle credibilidad a los que más convienen.
Los halcones vuelven a la carga en los cielos de Washington y me temo que no van a parar de volar hasta que no vuelvan a llevar a este país a desembarcar marines en otro nuevo lugar, un lugar, por cierto, muy peligroso y muy riesgoso, un territorio que históricamente siempre ha estado en llamas y de donde es muy difícil no salir quemado.