Recomiendo:
0

Enmienda Platt electrónica

Fuentes: Granma

La primera vez que se utilizó un avión para transmitir una señal de televisión hacia Cuba fue en 1954. Cuando aún no había satélites de comunicaciones, uno de los canales de la TV Cubana ofreció en vivo una serie mundial de béisbol de Estados Unidos. Empleó como puente un avión Super Constellation que estuvo varias […]

La primera vez que se utilizó un avión para transmitir una señal de televisión hacia Cuba fue en 1954. Cuando aún no había satélites de comunicaciones, uno de los canales de la TV Cubana ofreció en vivo una serie mundial de béisbol de Estados Unidos. Empleó como puente un avión Super Constellation que estuvo varias horas sobrevolando, en forma de ocho, entre Cayo Hueso, la Florida y La Habana. Aquello se calificó entonces como una hazaña de los técnicos cubanos.

Medio siglo después, y tras sus reiterados fracasos y gastos millonarios en hacer llegar a las pantallas de los televisores de Cuba la señal de la mal llamada TV Martí, Estados Unidos ha anunciado que dedicará unos 18 millones de dólares para el empleo de esa televisora a través de un avión C-130 dedicado a ello, y también a transmisiones radiales en Onda Media y Frecuencia Modulada. Se trata de una de las medidas que el 6 de mayo pasado anunció la administración Bush en su llamado Informe de la Comisión de Ayuda para una Cuba Libre.

Los planes de utilizar aviones como parte de la guerra electrónica del imperialismo contra Cuba son una página antigua. En 1962, el entonces director de la Agencia de Información de Estados Unidos, Edward R. Murrow, propuso al presidente Kennedy emplear dos aviones DC-6, a una altura de 18 000 pies muy próximos a los límites del espacio aéreo cubano, para enviar propaganda anticubana mediante la televisión. Kennedy consideró que tal medida era muy riesgosa, y no la puso en práctica.

Quince años lleva el Gobierno de Estados Unidos tratando de imponerle al pueblo cubano la señal de TV Martí. Comenzó, bajo la administración Bush padre, haciendo ensayos durante tres meses en 1989. Al año siguiente, el 27 de marzo, iniciaron oficialmente las transmisiones. Decenas de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos se han asignado a ese propósito, que viola las regulaciones internacionales de telecomunicaciones y con el cual se pretende, mediante la manipulación de la información y la mentira, subvertir y desestabilizar el sistema económico, político y social que soberanamente ha decidido el pueblo cubano.

Han considerado todas las opciones para soporte técnico de la transmisión: torre, barco, aerostato y avión. Desecharon, desde un principio, las dos primeras, aunque permitieron a una organización contrarrevolucionaria hacer un ensayo desde un barco pesquero anclado en aguas internacionales, en franca violación de la legislación internacional y las propias leyes norteamericanas.

Se decidieron, en definitiva, por la instalación de un aerostato cautivo en Cudjoe Key, donde existen otros medios similares destinados a labores de espionaje y vigilancia sobre Cuba y para el servicio de guardacostas de Estados Unidos. Pensaron que con ese globo, colocado a una altura de entre 10 000 y 14 000 pies, con un transmisor de alta potencia y una antena adecuadamente diseñada, orientada hacia la región occidental de Cuba, nada ni nadie podría impedir que la señal de TV generada en Washington penetrase en Cuba. Eso fue un rotundo fracaso. Los técnicos cubanos, con pocos recursos y a un costo mínimo, han logrado bloquear de modo permanente la señal de esa televisora pirata. El costo de ese globo lleno de helio ha sido de 25 millones de dólares anuales y, agréguense a ello 15 millones más para su mantenimiento, también anuales.

Después, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos autorizó transmitir la información de TV Martí destinada a Cuba empleando tres canales de UHF (frecuencia ultra alta). De tal manera, usando indistintamente esos canales, pretendió también burlar las señales de interferencia de los técnicos de Cuba. Todo esto, por supuesto, significó la aprobación de nuevos fondos por el Congreso norteamericano. Los que defendieron el cambio arguyeron entonces que iba a «ser extremadamente difícil para el Gobierno cubano interferir efectivamente un sistema de gran agilidad» como el que habían concebido. Tuvieron otro gran fracaso. Lo cierto es que dentro de Cuba los que han sintonizado esas frecuencias solo han podido ver rayitas.

Los promotores de esta agresión electrónica, en fin, no desisten del empeño por una razón esencial: porque no quieren dejar de chupar en la ubre de los millonarios fondos que se asignan cada año a esa emisora de televisión. Que no se vea ni se oiga, eso no les importa. Lo que cuenta, en fin, es la plata de los contribuyentes norteamericanos que va a sus bolsillos cada año. La mafia anticubana de Miami está entre los grandes beneficiados por la supuesta existencia de ese engendro ilegal e inmoral.

Por eso, y ante el crecimiento en los últimos años de las voces que en Estados Unidos ven con mayor claridad que Radio y TV Martí son una farsa, un mal negocio y que su financiamiento debe cesar, se infla el globo de que con la utilización de un avión sobrevolando el Estrecho de la Florida, podrán hacer penetrar en Cuba imagen y voz de manera estable. Su infantilismo, quizás, los lleva a pensar que va a repetirse al dedillo la historia de 1954.

El solo anuncio de que un avión militar sobrevolará las aguas del Estrecho de la Florida para servir de puente a la transmisión televisiva de propaganda subversiva anticubana ha sido causa de preocupación en Estados Unidos y en el mundo, por su carácter provocador y violatorio de las leyes internacionales.

¿Cuándo van a darse cuenta de que este asunto de Radio y TV Martí es una monstruosidad que viola la Carta de las Naciones Unidas y es una inadmisible acción de injerencia en los asuntos cubanos, es un ataque a la soberanía cubana? Se trata, como lo calificó hace algunos años un congresista norteamericano, de «una Enmienda Platt electrónica». Por supuesto, una Enmienda Platt que no podrá, como ocurrió en 1901, incorporarse a nuestra Constitución, porque hace ya 45 años que los asuntos de Cuba no los decide el Congreso de Estados Unidos ni el Gobierno de los Estados Unidos. Los asuntos y la política de Cuba los deciden los cubanos que, desde dentro de Cuba, resisten agresiones, amenazas y bloqueos, y trabajan por una sociedad más justa y solidaria. Nadie más.

Hoy, algunos en el mundo piensan que vivimos días como aquellos en que filibusteros y piratas, los Henry Morgan o los Francis Drake, consideraban los mares exentos de toda ley, escenarios para cometer las fechorías que les viniesen en ganas. Eso es aventurerismo irresponsable. Y es sumamente peligroso.

Frente a esta agresión electrónica, Cuba tiene legítimo derecho, en primer lugar, a estar ofendida en sus sentimientos por el empleo del nombre de José Martí para identificar tanto la Radio como la TV subversivas; y, además, a continuar oponiéndose legalmente y denunciando ese proyecto norteamericano que es violatorio de las regulaciones y normas internacionales sobre las telecomunicaciones internacionales. Invadir y ocupar frecuencias y canales en el espectro radioeléctrico de un país constituye, según las normas y leyes internacionales, una acción contra la soberanía de su territorio.

Para cada acción ilegal norteamericana habrá, como siempre ha ocurrido desde que se pusieron en funcionamiento estas transmisiones subversivas, una respuesta firme y equilibrada del Gobierno y del pueblo cubanos.

4 de julio de 2004