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La muerte a gran escala en Gaza

Entre el horror y la indiferencia

Fuentes: Rebelión

Israel impuesto en Palestina

Un nuevo episodio de horror y contra-horror se vive en estos momentos en la franja de Gaza, esa pequeña lengua geográfica de escasos 362 kilómetros  cuadrados en donde viven hacinados y confinados 2.4 millones de palestinos/as desde hace ya varias décadas. Este drama humanitario a gran escala, sin embargo, no es nuevo, es el resultado de la política segregacionista y de abierto espectro genocida que impulsa desde los prolegómenos de su creación el Estado de Israel.

Los orígenes del moderno Estado de Israel se remontan al periodo del mandato británico, potencia que propició la expulsión del Imperio otomano de la región de oriente  medio, hecho acaecido entre 1917 y 1918. La pérdida de influencia de Turquía en este vasto territorio era la consecuencia lógica de su derrota en la primera guerra mundial, suerte que también correrían otros imperios como el austro-húngaro, el alemán y el ruso.

En su estrategia de expulsión del imperio turco de la zona del Levante, las autoridades británicas prometieron a los entonces líderes del mundo árabo- musulmán declarar la independencia de todos sus territorios, promesa que terminó siendo incumplida. En su lugar, a lo que si dio paso el imperio británico fue al Acuerdo de Sykes- Picot en 1916, tratado con el que ingleses y franceses se dividieron Oriente Próximo en notables zonas de influencia.  De esta manera Líbano y Siria fueron asignadas a Francia mientras que Palestina, Transjordania y lo que posteriormente sería Irak (Mesopotamia), pasarían a ser mandato británico

 Consumado el engaño y repartido los territorios de Oriente Medio a través de la oprobiosa figura infantilizadora de los mandatos bajo la egida del Sistema de la Sociedad de Naciones, el imperio británico creaba mediante la declaración Balfour (1917) las condiciones para dar vida al Estado de Israel en consonancia con los postulados de la Organización Sionista Mundial –OSM– que impulsaba desde finales del siglo XIX Theodoro Hertz. Este singular periodista y militante del sionismo popularizó el slogan un Hogar para los judíos, lo que no dudó en recoger la mencionada declaración como un Estado para los judíos.  Aparte del histórico documento señala:

Estimado Lord Rothschild.

Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo. El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país’. (Corbin, 2017)[1]

La declaración Balfour tuvo como contexto el último gran periodo de violencia antisemita que se produjo en Europa (1881 y 1885), hecho que aceleró la proclama de un Hogar/ Estado para los judíos. Esta realidad propició un incipiente proceso migratorio de población judía hacia palestina, el cual fue estimulado, apoyado y financiado por la OSM e importantes grupos de poder como el representado por el barón Lionel Walter Rothschild, destacado líder judío de Inglaterra. Este significativo personaje promovió la colonización dirigida hacia palestina, la que se dotaría de un aparato de conocimiento como lo fue la creación de la Universidad Hebrea de Jerusalén[2]. Es a este noble al que Arthur Balfour, Ministerio de Exteriores británico, hace llegar el 2 de noviembre de 1917 la carta en donde pone en conocimiento las intenciones de crear en Palestina un Estado para Israel.

Desde este momento la migración judía a territorio palestino adquirió la característica de colonias agrícolas, muchas de las cuales se convirtieron en un fenómeno de colonización armada que se impuso en Palestina a través de una panoplia de mecanismos que iban desde la compra de tierra mediante coerción, engaño, buena fe o violencia simbólica y física. Así, para 1880, cabe precisar, la población de palestina era de 450000 personas y el 95%  tenía un origen árabo-musulmán. Una vez se implantaron las primeras colonias se fue extendiendo el imaginario de la Tierra Prometida — Eretz Israel– para el Pueblo Escogido, todo lo cual era alentado desde un vivo, impetuoso, desafiante  y violento movimiento sionista. Esta forma de agresión sería contestada por la población árabe asentada en Palestina mediante importantes ciclos de protestas.

El diferencial demográfico existente entre la población de Israel en Palestina y la árabe nacida allí provocó que desde 1920 se acelerara la migración judía hacia este lugar, realidad que crece de modo exponencial en el momento previo y después de  la segunda guerra mundial. El creciente aumento de la migración judía elevó el nivel de la confrontación por parte de la población palestina que exigía a las autoridades del mandato británico que cesara la misma. Las protestas pronto se transformaron en acciones armadas que se enfilaron contra los intereses británicos y de modo simultáneo contra la población judía, que se defendió con el terror de las estructuras paramilitares organizadas en las Haganá. Ante la presión, los funcionarios británicos restringieron la migración judía, lo que provocó por su parte que la población de este grupo presionara a los británicos, hecho que minó la credibilidad del mandato por diferentes flancos. Las revueltas que se suscitaron dejaron el siguiente saldo de muertos entre 1936 y 1939:  5000 árabes muertos, 400 judíos y 200 británicos.

En medio de esta situación, el mandato británico que se prolongó entre 1922 y 1947 se encontró preso del dilema de no poder garantizar a la población árabe su autonomía y tampoco dar paso a la creación del Estado de Israel. Este doble incumplimiento se tradujo en reiterados enfrentamientos entre las autoridades del mandato y las poblaciones árabes e israelíes respectivamente, y entre estas a su vez, lo que creó una gran inestabilidad en Palestina. En el caso de las colonias israelíes llama la atención que crearon grupos armados con fines terroristas, — Lejis e Irgún, por ejemplo–,  los cuales desataron una ola de terror orientada a que el Mandato Británico diera paso a la creación del Estado de Israel. Mención especial hay que hacer también de las llamadas Haganá, importantes grupos paramilitares que nacieron, se desarrollaron y multiplicaron desde 1920. Estas formas de organización  tuvieron como misión imponerse en el territorio sobre una estrategia de coacción y miedo de sus oponentes, lo cual tenía como fundamento la afirmación de su proyecto sionista de Estado y sociedad. Hay que señalar que Haganá, Lejis, Irgún y otras fuerzas de esta naturaleza constituirían poco tiempo después la Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que fueron las que asumieron la guerra de 1948.

Creación del Estado de Israel y el surgimiento de la interminable guerra.

Ante la presión, Inglaterra como potencia colonial decide retirarse del mandato y la Asamblea General de las Naciones Unidas en su lugar decide aprobar en noviembre de 1947 la Resolución 181 por la cual se propone el plan de dividir a Palestina en dos Estados: Uno árabe — una auténtica ficción– y otro real y poderoso que es el Estado sionista de Israel. Esta situación sería aprovechada por David Ben-Gurión para proclamar la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. El 15 de mayo de 1947  expiraría el mandato británico. De esta manera, el sionismo militante por la lógica de los hechos y refrendados estos en el escenario de la diplomacia internacional, jugó un decisivo papel en la creación del Estado de Israel.  Desde entonces este país es apoyado por los EEUU, quien se ha convertido en su principal valedor, protector y con quién comparte objetivos estratégicos frente a Oriente Medio y otras zonas del mundo.  Así fue que el sionismo judío cumplió su sueño y que no era otro que crear un Estado para los judíos en tierra palestina, lugar reclamado como territorio histórico y exclusivo de Israel, pero, sin detallar, que la población palestina ya estaba allí cuando se promovió el movimiento sionista que ahora los ha desplazado de su territorio y convertido en extranjeros o refugiados en su propia tierra.

Dicho lo anterior, no hay duda que la creación del Estado sionista de Israel es un acto de injusticia universal en el que intervinieron las principales potencias mundiales de ese entonces y son estas mismas las que hoy miran para otro lado frente a las políticas de etnocidio y genocidio programado que implementa con notoria eficacia el Estado sionista de Israel. Como era de esperarse, Israel aceptó las condiciones de la Resolución 181 de las Naciones Unidas mientras que la población árabe palestina se negó a aceptar la misma. El referido documento fijó que Israel se quedaría con el 55% del territorio ocupado por el mandato británico, lo cual incluiría las tierras del desierto del Neguév y el resto del territorio sería para los palestinos, solo que Jerusalén y Belén serían una zona de protección internacional.

La creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 daría origen ese mismo día a una violenta confrontación entre las Fuerzas de Defensa Israelíes y varios ejércitos árabes: egipcios, iraquíes, sirios, transjordanos, libios, saudíes y yemeníes. El conflicto se prolongó por más de 14 meses (14 de mayo de 1948 a 20 de julio de 1949). Después de este periodo y extenuados por el conflicto, varios ejércitos árabes sucumben. Así, el 24 de febrero Israel firma un armisticio con Egipto, el 23 de marzo con el Líbano, el 3 de abril con Transjordania y el 29 de Julio con Siria. En esta guerra que la dirigencia de Israel denomina de Independencia, este logró aumentar su territorio en un 23% al asignado por Naciones Unidas. Por su parte Egipto logró la ocupación de la Franja de Gaza mientras que Transjordania hizo lo propio con Cisjordania. Sobre este particular Vidal señala que: en “el periodo comprendido  entre 1948  y 1967 se caracterizó por la violación  sistemática de los acuerdos  de armisticio por parte de Israel, siendo el preámbulo de la guerra de 1967” (Vidal:1992, p. 92-94)[3]

Como la guerra ocasionó que al menos 750 mil palestinos tuvieran que dejar su territorio, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 194 que, en su artículo 11, resuelve:  “debe permitirse el regreso a los refugiados que deseen volver a sus hogares  y vivir en paz con sus vecinos y debe pagarse las indemnizaciones por los bienes para aquellos que decidan no regresar”.  Israel desde entonces se ha opuesto a darle cumplimiento a esta resolución, como a muchas otras. Esa injusticia histórica no solo se mantiene sino que se ha ampliado. Hoy y después de más de 70 años, la población refugiada asciende a más de 4 millones de personas, las cuales viven dispersas en Cisjordania, la Franja de Gaza, Jordania, Siria y el Líbano bajo protección del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. Estos millones de personas constituyen generaciones enteras de refugiados que viven fuera de su territorio de origen y son víctimas de la segregación espacial, laboral y del racismo institucional del régimen sionista de Israel, lo que contrasta con la hospitalidad con la que recibe Israel a su población desde 1951 teniendo como base la Ley de Retorno. Esta ley favoreció a las víctimas del holocausto y a otras poblaciones. Este ejercicio de desconocimiento y negación que el Estado de Israel ha hecho de la Nakba—la tragedia y el sufrimiento del pueblo Palestino—, es un hecho que reclama justicia, memoria y reparación.

Hay que recordar que sería este mismo año en que las autoridades del naciente Estado de Israel presentaron a las cuatro potencias que entonces tenían intervenida a Alemania – EEUU, Francia, Inglaterra y la URSS— y a sus dos gobiernos – República Federal de Alemania (RDA) y República Democrática de Alemania—un plan de reparación para las víctimas —y sus herederos–  que ascendía a 1500 millones de dólares.  El canciller Adenauer como respuesta a esta solicitud se dirigió al  Bundestag el 27 de septiembre en los siguientes términos:

 En el nombre del pueblo alemán […] se cometieron crímenes indescriptibles que exigen una reparación moral y material (…)  Estos crímenes se refieren a los daños causados a los individuos, así como a las propiedades judías cuyos dueños ya no están  vivos. [..] Se han dado los primeros  pasos en este sentido. Queda mucho por hacer.  El Gobierno de la República Federal apoyará la rápida conclusión  de una ley sobre restitución y su justa implementación. Se devolverá una parte de las propiedades judías identificables. Le seguirán otras restituciones.  (Kissinger:2023, p.56 citando a Herf, 1997:p.82) [4]

La ley de reparaciones sería aprobada el 18 de mayo de 1953. Kissinger, op cit, p. 56 citando al historiador Herf, 2023, p.1-47)[5] cifra la reparación en las siguientes cuantías.

La entrega que Alemania Occidental hizo a Israel de barcos, máquina herramientas, trenes, coches, equipamiento médico (…) supusieron entre 10 y 15 por ciento de las importaciones anuales israelíes. Según los informes de la República Federal, las restituciones pagadas a los individuos supervivientes de la persecución política, racial y religiosa nazi, la mayoría de los cuales eran supervivientes judíos, ascendieron a 40.400 millones de marcos [alemanes] en 1971. 77.000 millones de marcos en 1986, unos 96.000 millones de marcos en 1995, y sumarían en total unos 124.000 millones de marcos.

Este volumen considerable de recursos unido a los  otorgados por el gobierno de los EEUU, donantes judíos de la diáspora y empréstitos de la banca norteamericana y europea, dieron a Israel la consistencia y pujanza para promover planes de ocupación mediante la construcción masiva  de  vivienda para entregar a la población judía que llegaba de distintos lugares de Europa, EEUU, países árabes y de América Latina, todo lo cual nutrió su aspecto demográfico dentro de una lógica geopolítica y que a la postre lo convirtió en un próspero país con altos índice de desarrollo industrial, militar, tecnológico, científico, social, político y cultural. De este modo, Israel afianzó su posición demográfica en los territorios ocupados del pueblo palestino y el resto ha sido fortalecer la presencia en dichos espacios.

Guerra de los Seis Días (1967) y la expansión de Israel

El abierto y perenne conflicto árabe-israelí tendría otro dramático capitulo en 1967, sobre todo por las diferentes acciones militares promovidas desde Siria contra la población israelí asentada en la zona norte de Galilea toda vez el incumplimiento de Israel con lo estipulado en el armisticio de 1948.  Asimismo, Egipto movilizó  en el mes de mayo grandes destacamentos militares a la región del desierto del Sinaí y obligó a las Fuerza de Paz de la ONU desplegadas allí desde hacía una década a que abandonaran la zona, situación que se hizo más hostil al promover de nuevo  el bloqueo del estrecho de Tirán  y establecer una alianza militar con Jordania.

Frente a esta realidad el ejército israelí lanzó un duro ataque con características preventivas a principio de junio contra el sur de Egipto, la parte oriental de Jordania y los Altos del Golán en Siria. Producto de este enfrentamiento Israel modificó de nuevo a su favor las fronteras y ocupó Judea, Samaria, la península del Sinaí y las alturas del Golán. Además, esta rápida guerra que contó con el apoyo de los EEUU e importantes potencias europeas le permitió a Israel garantizar el paso de sus embarcaciones por el Canal del Suez y los estrechos de Tirán. Este logro se completaría  con la reunificación de Jerusalén bajo el mando israelí como quiera que en 1949 quedó dividida entre Israel y Cisjordania Palestina en Jordania.

Con esta ampliación de sus fronteras Israel  mejoró no solo su posición estratégica sino que fortaleció su ventaja demográfica, al tiempo que su perspectiva de reconocimiento como Estado se amplió.  Producto de esta realidad, Israel centró sus esfuerzos en política internacional en la búsqueda de una paz estable en la región sustentada en lo estipulado en la Resolución 242/1967 del Consejo de Seguridad y en la que se plantea el reconocimiento a vivir en paz y con el mantenimiento y aceptación de su soberanía. La resolución acogida por Israel invoca en algunos apartes que:  el «reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de cada uno de los estados del área y a su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas, libre de amenazas o actos de fuerza«. Efectivamente, Israel está de acuerdo con esta parte de la resolución pero incumple aquella que pide  la retirada  de las fuerzas armadas israelíes de los territorios  que ocuparon  durante el conflicto. En virtud de este incumplimiento es que se fue imponiendo en Cisjordania y Gaza. De esta última zona retiró en 2005 a una gran parte de sus colonos, pero en cualquier caso estas dos áreas son el teatro de agrias y violentas confrontaciones entre el sionismo del Estado de Israel y la resistencia palestina.

Como réplica a la Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la posición árabe  consensuada en Sudán —en septiembre 1967— alimentó la lógica de la “no paz con Israel, no negociaciones con Israel y no reconocimiento de Israel”. La animosidad se mantendría al punto que un año después Egipto e Israel sostendrían un desgastante conflicto armado entre 1968 y 1970 a lo largo y ancho del Canal del Suez, conflicto que acaba con el restablecimiento del cese al fuego entre las partes.

Con la guerra de 1967 Israel aseguró sus fronteras y reconfiguró y amplio las mismas más allá del armisticio de 1949. La guerra de los seis días fue clave para que Israel consolidara la posición que hoy tiene dentro del ajedrez del Oriente Medio pero también es un referente al que muchos países árabes apelan para plantear un restablecimiento de relaciones diplomáticas con dicho país si este decide volver a las fronteras de antes de 1967 (Kissinger:2016. p. 140)

La guerra de Yom Kipur (1973)

Tres años después del contencioso entre Egipto e Israel, Siria y Egipto en una acción coordinada y sorpresiva deciden atacar a Israel el día 6 de octubre de 1973, fecha que coincide con el día sagrado del año judío (Yom Kipur). Así, mientras Egipto cruzó el canal del Suez, Siria invade los Altos del Golán. El conflicto que se prolongó por tres semanas hizo que Egipto se refugiara en su propio territorio y que las tropas israelíes llegaran hasta las goteras de Damasco, capital de Siria. El armisticio se logra después de dos años de negociaciones y en las que Israel decide retirarse de los territorios ocupados durante la confrontación.

La primera y segunda guerra en el Líbano.

En 1964, la Organización para la Liberación de Palestina – OLP— se crea en el Cairo con una inminente vocación  antiisraelí y antisionista. Una serie de actos beligerantes en los que participa contra intereses israelíes da origen a lo que se ha llamado septiembre negro. Después de un tiempo, la OLP se traslada a Jordania, lugar al que intenta convertir en su centro de operaciones.  El Rey Hussein desató una persecución en 1970 contra las estructuras de dicha organización y procedió a expulsar a la población palestina refugiada, cerró los campos de refugiados y a los residentes palestinos los expulsó al Líbano. Una vez en el sur del Líbano, la OLP promovíó ataques permanentes contra las poblaciones ubicadas en la zona de Galilea, norte de Israel. Las constantes acciones de las fuerzas de Yaser Arafat provocaron que el ejército de Israel cruzara la frontera en 1982. Y sería entre el 15 y 18 de septiembre de este mismo año cuando en el marco de la Guerra del Líbano se produjo la masacre de Sabra y Shatila en los barrios de Beirut Oeste. La masacre en la que mueren entre 350 y 3000 personas fue cometida por la Falange Libanesa y las Fuerzas de Defensa  de Israel apostadas en el sur del Líbano.  El hecho  fue catalogado por Naciones Unidas mediante la resolución 37/123 como un acto genocida. (Kapeliouk, 1982)[6]

Al respecto hay que señalar que, una comisión interna del gobierno de Israel – Comisión Kahan—ante la gravedad de los hechos tuvo que reconocer y aceptar que las Fuerzas de Defensa de Israel fueron responsables indirectas de esta matanza, agravada la situación como quiera que tenían conocimiento de que ese criminal acto se produciría. Asimismo, una comisión de la ONU dirigida por  Sean Mcbride, premio nobel de paz, en 1983, determinó que Israel era responsable de lo acontecido porque era la potencia ocupante y quien debía velar por la protección de los campos de refugiados. El informe concluye que el acto  se inscribía en la práctica del genocidio. En estos abominables hechos a Ariel Sharon lo culparon como conocedor de los mismos en su calidad de Ministro de Defensa. El informe Mcbride pidió su destitución y sin embargo Menage Beguin se abstuvo de despedirlo. Participar en este genocidio, sin embargo, no fue óbice para que se convirtiera poco tiempo después en primer ministro del Estado sionista de Israel. 

Si se consideraba que los actos de Sabra y Shatila constituían una de las mayores muestras de barbarie del ejército israelí, con los hechos que acontecen hoy en Gaza y en donde los muertos suman ya 9000, entre ellos más de 4000 niños, el nivel de degradación de este ejército alcanza dimensiones inimaginables. Entonces no pasó nada y hoy tampoco. Israel no puede seguir exhibiendo su impronta de ser víctima del holocausto nazi, cuando él despliega su particular genocidio contra el pueblo palestino so-pretexto acabar con la amenaza que representa  Hamas.    

Y es justamente cuando se está produciendo la masacre de Sabra y Shatila cuando la guerrilla Chii de Hezbolá surge en el escenario político, religioso y militar del Líbano. Esa agrupación de clara orientación iraní fue creada, financiada y entrenada por la Guardia Revolucionaria Iraní y recibe apoyo del gobierno sirio de Bashar al Asad. Los fundamentos ideológicos de esa organización son el antiimperialismo, el antisionismo y un pensamiento panislámico de corte Chii pero que acepta el multiconfesionalismo. Esta agrupación ha incursionado en la política electoral y sabe lo que es ganar elecciones, lo mismo que establecer confluencias y acuerdos políticos con expresiones cristiana del Líbano. En 1997 lideró un proceso pluriconfesional orientado a enfrentar la invasión de Israel al Líbano, lo que ha dado lugar a la libanización de la resistencia.

Es evidente que la conexión Irán, Siria, Hamás y Hezbolá es un frente de guerra y de incidencia política, militar, social y religiosa que reta y desafía al poder de Israel y los intereses de EEUU y de las potencias europeas en Oriente Medio. Israel debe tomar atenta nota que mantener la aberrante y criminal ocupación de los territorios palestinos no solo lo degrada en lo moral y lo político, sino que alimenta las ansias de destrucción por parte de Irán a través de los ataques permanente de Hamás y Hezbolá. Y mientras esto acontece, los Ayatolás consolidan a la antigua Persia como una fuerza regional de primer orden dentro del ajedrez del equilibrio de poder.

Al igual que Israel, también se degradan quienes apoyan sus prácticas sionistas, de ahí que EEUU y a las democracias europeas pretendidamente defensoras de los derechos humanos les queda cada vez más difícil exigirle a gobiernos africanos comportamientos decentes y respetuosos con la dignidad de sus gobernados cuando por acción u omisión callan, toleran o apoyan en centros de decisión mundial la política genocida de Israel en los territorios ocupados. Difícilmente se puede seguir planteando ser demócrata y callar frente a la barbarie civilizada de Israel.   A propósito de los intereses de Irán en contra de Israel, Henry Kissinger señala:

Dentro del Líbano, Siria y los territorios palestinos  –especialmente en Gaza—, los islamistas radicales – Hezbolá y Hamás—tienen un considerable poder político y militar y proclaman la yihad como el deber religioso de acabar con lo que usualmente se denuncia como la “ocupación sionista”. El régimen  de los ayatolás  en Irán desafía […] la existencia misma del Estado de Israel; su antiguo presidente Mahmud Ahmadineyad llegó a pedir su liquidación. (Kissinger: 2016. p.138)[7]

En el primer semestre del año 2000 Israel decide después de 18 años retirarse de modo unilateral del Líbano. El hecho fue visto como un triunfo de Hezbolá, quien exigió que el área de la Granja de Shebaa, un pequeño territorio que Israel había  usurpado a Siria en 1967, le fuera entregado. La no devolución de esa lengua de territorio hizo que esta organización no se desmovilizara como lo exigía las resoluciones 425 y 1559 del Consejo de Seguridad que planteaban el desmantelamiento de esta organización armada y en su defecto la implantación del ejército del Líbano en el sur del país.

La no disolución de Hezbolá siguió y sigue siendo un factor de desestabilización y de confrontación con Israel. Así, desde el sur del Líbano se sigue atacando a la zona norte como lo hizo la OLP. En julio de 2006 una gran crisis surgió cuando Hezbolá secuestró a varios soldados israelíes, hecho que generó un mes de confrontaciones. El CSNU aprobó la resolución 1701 en donde se exigía la liberación de los militares y el despliegue de las Fuerzas Provisionales de Naciones Unidas para El Líbano.   

Operación de Gaza (2008) y la tragedia del “plomo fundido”

Si Israel se retiró del sur del Líbano en el año 2000, en el 2005 lo hizo de la Franja de Gaza y de otros asentamientos en el norte de Cisjordania. Su retiro no amainó las acciones contra Israel, pues desde la Franja se mantiene el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás contra el sur de Israel. Las reiteradas acciones bélicas hicieron que el Estado de Israel retomara las acciones militares con total virulencia a través de la llamada operación Plomo Fundido – 27 de diciembre de 2008 hasta 18 de enero de 2009—en donde se constata de nuevo la destrucción generalizada y los ataques desproporcionados del ejército israelí.

Así, a Israel nadie puede impedirle que persiga y castigue a quien infringe daño a su población, lo que no tiene permitido, aunque EEUU y la UE se lo permite, es que actúe de modo indiscriminado en contra de miembros de la población civil de La Franja de Gaza y Cisjordania, a quienes asesina, confina, encarcela y desplaza de modo permanente. Y, por cierto, son a estas mismas personas a las que derriban sus viviendas y mantienen en estado de tensión de modo permanente.  Es más, cuando el ejército de Israel decide atacar a miembros de Hamás o Hezbolá convierte en objetivo militar a toda la población civil como vemos en vivo y en directo cada vez que se presenta un ataque contra miembros de estas organizaciones. ¿Acaso no hemos observado como en reiteradas ocasiones los bulldozer israelíes arremeten con las viviendas de los palestinos en Gaza o Cisjordania?. Esta denuncia cobró estatura ética y moral universal cuando el prestigioso intelectual Edward Said lo puso de manifiesto en aquella penetrante columna  de opinión denominada La solidaridad con Palestina y que publicó el País de España el primero de Julio de 2003.  Por decir esto ¿Exagero, miento y se me puede juzgar de modo fácil de antisemita? Digámosla sin tapujo: las acciones de Israel son indiscriminadas y no detallan entre población civil y combatiente, como tampoco tienen en cuenta el sentido de la proporcionalidad y la protección de bienes que no pueden ser objeto de ataques por parte del ejército de Israel.

Llama la atención el silencio cómplice con el que la Unión Europea permite que el dinero de la cooperación que dona para reconstruir  la Franja de Gaza, quede pulverizado por las columnas de polvo que causa la artillería israelí cada vez que ataca las edificaciones de la zona. Estos victimizantes hechos, sin embargo, son los que EEUU y algunos gobiernos de Europa tratan de ocultar a través de su ascendencia e influencia en importantes medios de difusión.  En el fondo lo que se pretende con este silenciamiento es que no conozcamos la barbarie que despliega Israel y que consolida su poder y el de sus socios en oriente medio. Al respecto de esta trama de silencio, muerte y ocupación nos dice Said que:

A pesar de los esfuerzos  de Israel  para limitar la información sobre la inmensamente destructiva invasión de las ciudades y campos de refugiados palestinos de Cisjordania, se han filtrado noticias e imágenes. Internet ha proporcionado  cientos de testimonios  directos, verbales y visuales, y también  los han hecho los informativos de las televisiones árabes y europeas, en su  mayor parte inaccesible, bloqueadas o eliminadas por los principales  medios de comunicación estadounidenses. Son  prueba de en qué ha consistido (desde siempre) la campaña de Israel, la conquista  irreversible de la sociedad y las tierras palestinas. (Said, 2002)[8]

La memoria como campo de disputa

Es claro y notorio que la actuación de Israel sobre Palestina ha llevado implícito no solo una guerra de colonización y conquista sino construir y elaborar de modo refinado, astuto y también violento un proyecto de afirmación de la memoria del pueblo judío que invisibilice, desconozca, omita y niegue cualquier atisbo de la memoria del pueblo palestino. Esto ha supuesto una acelerada y efectiva eliminación y destrucción de los asentamientos de los lugares que constituyen la memoria de la población palestina.  De esta manera, el Estado de Israel ha decidido olvidar lo que el pueblo palestino quiere recordar.  Así, el Estado sionista de Israel recuerda de modo permanente su Shoah, sus 6 millones de asesinados por el régimen nazi, hecho que denunciamos y condenamos, pero ha decidido olvidar el sufrimiento y dolor que le infringe de manera permanente a la población palestina al someterles al Nakba – tragedia

El proceso de arrasamiento, muerte y destrucción física y de la memoria del pueblo palestino por parte de Israel se ha expresado, dice Aleida Asmann[9], en la creación de espacios como los parques nacionales, lugares que concitan un importante atractivo turístico para miles de personas por la belleza paisajística y por ofrecer condiciones para preservar la vida en el planeta. Lo curioso, afirma ella, es que estos sitios se han construido arrasando pueblos enteros y haciendo desaparecer mediante asesinatos o expulsiones a sus habitantes, lo que ha implicado de paso el que los nombres de los pueblos palestinos arrasados no aparezcan reflejados en las reseñas o guías ilustrativas para los turistas. Al respecto la autora señala que la ONG Zochrot, integrada por judíos amigos de la causa palestina y por palestinos, hacen pedagogía acerca del sentido que tienen estos parques y el sufrimiento que ha implicado la existencia de los mismos, pues son una auténtica necropolítica como señala Achile Mbembe (2006)[10]

El desarrollo de los trágicos acontecimientos en la Franja de Gaza y Cisjordania —ayer y hoy– nos pone de presente que Israel no solo arrasa y destruye los cuerpo de los palestinos y palestinas, convertidos ellos y ellas en homo sacer[11], en la nuda vida, en la vida que no merece ser vivida, sino que hace de este drama humano colectivo  una réplica trágica y monstruosa de lo que las hordas nazis hicieron con indefensos judíos en los diversos campos de concentración en donde se les vulneró la vida y la dignidad a través de una variada criminalidad de formas. Esto, empero, nos dice, que aquello no fue una expresión irracional de la modernidad y si una forma otra en que esta se puede expresar. En la actualidad Israel en nombre de su afirmación histórica como Estado sionista acaba con el pueblo palestino y también con su historia, su memoria y su capacidad para enunciar y nombrar en su propia lengua los lugares que dan sentido a su existencia. Así, la guerra de colonización, conquista y destrucción que libra Israel contra los/ palestinos/as se inscribe en una disputa por el territorio pero también por los lugares de la memoria.

Dicho lo anterior, Israel pretende instalar el relato de Palestina como territorio vacío, una especie de res nullius. De este modo, Israel  enmarca su guerra de exterminio contra la población palestina en término de espacio, en un proyecto en donde al parecer toma posesión de un territorio vacío, sin huellas, en donde nada tenía nombre y la historia de designar y nombrar empezaba con su presencia. Según el relato de los sionistas judíos, Palestina era un territorio sin historia y sin gente al decir del gran antropólogo Erik Wolf. Esto es lo que explica por qué ha surgido desde hace mucho tiempo un proceso de institucionalización y burocratización que ha supuesto colocarle nombres hebreos a calles, plazas, avenidas y monumentos que antes llevaban nombres en árabes y respondían a la toponimia y a la historia del pueblo palestino, hecho percibido de modo luminoso por la profesora Asmann. La hebraización era y es una forma de aniquilar la otredad palestina, su historia, su memoria.  Expresado en otros términos: designar y nombrar es una forma de afirmar y también negar, y ello nunca es y ni puede ser un acto neutral ni ingenuo.

El último ciclo de violencia y contra-violencia.

Las agresiones o contra-agresiones de Israel contra Gaza y la Franja de Cisjordania se suceden con gran horror. Las más notorias son las acciones de 2008, 2012, 2014 y 2021. Las de ahora superan y con creces todas las anteriores y muestran un cuadro profundamente dramático y desolador, al punto que siete autorizados relatores de Naciones Unidas emitieron una declaración en la que señalan que es necesario prevenir un genocidio palestino después de la criminal agresión de Hamas el pasado siete de octubre en territorio israelí. Este brutal acto se cobró la vida de 1400 indefensos israelíes, decenas de ellos niños, hecho que hay que condenar sin duda de ninguna naturaleza. A esto hay que sumarle el secuestro de 220 personas civiles israelíes, hecho que ha provocado una reacción desproporcionada y criminal de Israel contra la población civil de Gaza que ya lleva  cuatro semanas de permanentes bombardeos, con los cuales dicen, sus autoridades, buscan eliminar la “estructura criminal y el poder de Hamas”. Lo cierto es que Hamas tiene presencia en la población civil de Gaza y Cisjordania, pero la estrategia de ataque de Israel está guiada por el desquite, el odio y no busca a los verdaderos responsables. Lo que en estos momentos se escenifica en Gaza es un acto criminal total  porque el tipo de guerra que lleva a cabo lo que denota es de arrasamiento y  destrucción.

Después de más de un mes de operaciones del ejército de Israel en Gaza, se reportan 9700 muertos, entre ellos más de 4000 niños (El Tiempo, 2023)[12]. Cada explosión causa un enorme desastre dado que hay más de 2.4 millones de personas viviendo en tan solo 362 kilómetros cuadrados, lo que hace que Gaza sea uno de los lugares del mundo en donde el hacinamiento constituye una generalizada forma de vida.  Por las imágenes es fácil advertir que en este lugar de Palestina se están cometiendo  crímenes de guerra y de lesa humanidad, situación que ya ha denunciado Ravina Shamdasani, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado  para los Derechos Humanos.

Sin duda, asesinar a niños/as en masa como acontece en Gaza a manos del ejército de Israel es atentar contra la posibilidad de que futuros palestinos puedan reproducirse y perpetuar el grupo. Esta es una prueba contundente que lo que despliega Israel desde su ocupación a Palestina son actos que podríamos inscribir en la órbita y las prácticas del genocidio. En Gaza no solo mueren niños y niñas, muere la humanidad y el humanitarismo hueco e hipócrita que exhiben los Estados Unidos y algunas potencias europeas que fustigan la actuación de Rusia en Ucrania pero callan o toleran los actos genocidas de Israel en Palestina.  En Gaza como en otros lugares del mundo la ONU ha mostrado de nuevo su incapacidad para detener la barbarie y el genocidio, pues ya lo mostró en Ruanda, Burundi, Yemen y antes en Bosnia. Mientras el Estado de Israel emula y sobrepasa en límites insospechados la barbarie de Hamas, EEUU y otros países aprueban su criminalidad a gran escala, hecho que los hace corresponsables de las acciones genocidas en curso.

La política de la compasión que ha inspirado Israel por el asesinato de más de seis millones de judíos entre 1933 y 1945 cede paso a la indignación global por sus criminales actos contra el pueblo palestino, pues muchos no entienden  que trate a los habitantes de la Franja de Gaza y de Cisjordania del mismo modo en que los nazis trataron a su población. El Estado sionista de Israel cada vez más está impedido ética, moral y políticamente para hablar de genocidio cuando él agencia, estimula y exhibe prácticas de esta naturaleza. Dado los crímenes de guerra y de lesa humanidad que acomete Israel contra la población palestina de Gaza y Cisjordania, ¿con qué moral invitan las autoridades israelíes a visitar el conmovedor, compasivo y solidario Yad Vashem, el emblemático monumento y museo que nos recuerda su holocausto, su shoah, su drama, su muerte, pero también sus esperanzas y resiliencias? Pienso que las autoridades israelíes deben deponer ese sentimiento y práctica de instrumentalizar su drama si no son capaces de entender y empatizar con la nakba – la tragedia, el sufrimiento—del pueblo palestino. Así, invitar a ver el Yad Vashem, el cual está ubicado en la ladera occidental del Monte Herzl, en las entrañas de Jerusalén, es buscar complicidades con el dolor propio pero desconocer o propiciar el sufrimiento en los otros, en este caso, en el pueblo palestino.

A tono con esto, la palabra recordar está presente en los habitantes del pueblo israelí y me parece necesario y oportuno que así sea. Mi solidaridad con la ética de la memoria que ha construido el pueblo judío frente al holocausto vivido, pero no me pidan solidaridad cuando propician la extirpación de la memora del pueblo palestino, al que humillan y desconocen. En estas condiciones el olvido nunca será una opción posible. Incluso, se permiten agredirlo de modo generalizado con total impunidad. Es legítimo, insisto, que Israel se defienda de los ataques de Hamas y de Hezbolá, lo que no es lícito es arrasar a la población civil no combatiente. Tampoco es lícito, subrayo, que quienes cuestionamos el proceder criminal de Israel se nos tilde de antisemita. Causa curiosidad que en el caso de Colombia el prestigioso periodista Yohir Akerman[13] haya cargado tinta contra Marlon Cantillo Borrero –en su columna publicada el 29 de octubre y 2 de noviembre– acusándolo de pertenecer a una red terrorista por el solo hecho de ser musulmán  y defender la causa palestina de las agresiones de Israel. Para armar este relato sorprende que Akerman cite de modo acrítico en apariencia juiciosos informes de la Fiscalía General de la Nación, que parece más interesada en conocer cómo opera una presunta célula islamista de Hezbolá en Colombia e interesarse mucho menos en perseguir y detener a solventes perpetradores criollos.  

Así, el valeroso posicionamiento de Cantillo Borrero  es el mismo que expresan millones de personas en distintos lugares del mundo contra la actuación de Israel, cada vez más solo en su imperturbable tarea de exterminar al pueblo palestino.  Y es el mismo planteamiento del presidente Gustavo Petro, quien no ha dudado en salir en defensa de los derechos del pueblo palestino frente a la barbarie a gran escala mostrada por el Estado israelí.  A este Estado es necesario recordarle, que bueno sería que permitiera la extradición del abominable Yair Kleim, de ingrata recordación por sus acciones al entrenar a paramilitares colombianos, esos mismos que junto a las élites nacionales propiciaron el genocidio de la Unión Patriótica y A-luchar. Frente al calumnioso informe de Akerman, construido con información de la Fiscalía, lo único que estoy en condición de decir es que el mismo ente investigador a través William Guecha Guecha, Fiscal 26 Especializado de Bogotá ante  los Juzgados Penales del Circuito, ordenó el pasado 26 de julio del presente año el archivo de esta investigación porque todos los señalamientos contra Cantillo Borrero de pertenecer a una célula terrorista de Hezbolá no tenían ningún sustento probatorio.  La causa referenciada bajo el código FGN-MP02-F01, con número de consecutivo 50065 y que data del año 2020, fue archivada

Mientras cierro esta nota, veo una inmensa columna de humo y polvo levantarse desde las entrañas de la tierra y a lo lejos edificios completamente pulverizados y otros mostrando su escuálida figura en pie en la martirizada y resistente Franja de Gaza. Esto no parece ser una operación plomo fundido, de esas que Israel acostumbra a promocionar. Aquí lo que vemos fundirse al instante y en masa es la vida de inocentes palestinos y palestinas con la mirada fija y perdida de millones de voyeristas que presencian en tiempo real la orgía de sangre y sufrimiento del pueblo palestino. Hasta hoy se calcula que sobre Gaza han caído 25.000 mil toneladas de explosivos y más de 8 mil edificios se encuentran destruidos. Así, no hay escuela, colegio ni hospital que se haya sostenido en pie y escasea la energía y los medicamentos para atender las emergencias. Gaza es un agujero humanitario y su población refugiada  implora la solidaridad internacional.

Israel reclama que para adelantar un cese el fuego es necesario que Hamas devuelva a los 220 secuestrados. Urge que reine la sensatez de parte de Hamas y del Estado de Israel, aunque no se sabe si este acto coordinado y sorpresivo ejecutado por Hamas fue algo que esperaban las autoridades israelíes que sucediera para que por la lógica de la guerra de tierra arrasada poder lograr tener acceso a un yacimiento de gas encontrado en las costas de la Franja de Gaza. Es racionalmente probable que esta nueva guerra busque sacar a los palestinos por enésima vez del territorio y echarlos en este caso para Egipto. Igual suerte le espera a Cisjordania y su población. Según Baxter Dmitri:

Desde que comenzó la guerra, Israel ya ha otorgado una docena de licencias de exploración de gas a seis compañías petroleras diferentes, incluidas la BP. Van a explorar exactamente donde se encuentra esas reservas de petróleo palestinas, frente a la costa. (…) Existe una amplia gama de incentivos económicos y logísticos para que Estados Unidos e Israel despoblarán Gaza, incluida la construcción de un canal alternativo al de Suez, que les permita dominar el comercio marítimo y les proporciones ventajas militares claves. (Baxter, 2023)[14]

Finalmente, si este nuevo capítulo de este extendido conflicto árabe-israelí tiene esas ocultas motivaciones económicas, minero-energéticas, geopolíticas y comerciales, la guerra adquirirá dimensiones dantescas. Quizás esto es lo que explique el porqué Israel ya anuncia la reocupación de esta zona y gobernarla bajo su autoridad una vez consume la matanza. Ya las tiene. Dado los actores y la geopolítica nacional y regional en juego, el conflicto podría volverse más amplio y profundo, pues toca a Hamás, Hezbolá, Siria y al gobierno Iraní, por un lado, y por el otro  a EEUU, Israel y un puñado de potencias europeas que se mueven entre la hipocresía y los intereses estratégicos en oriente medio. Es muy probable que esta situación de generalizada y criminal violencia con tinte de genocidio sea analizada por Israel más como una oportunidad que como una amenaza, pero lo cierto es que siete década y medias de violencia y muerte obligan a pensar en un proceso estable y seguro de paz para oriente medio en donde sea posible pasar de la hostilidad mutua asegurada entre Israel y los países árabes de oriente medio, a una de aceptación y reconocimiento mutuo. Con Kissinger es preciso decir: 


La cuestión palestina tendrá que ser afrontada tarde o temprano como un elemento esencial del orden regional y, en última instancia, también del orden mundial. (2016: p. 140)[15]

Así, dos Estados seguros y un orden regional e internacional respetuoso del pluralismo y la diversidad es lo que puede garantizar no seguir viendo este deprimente espectáculo de lágrimas, terror y muerte en el que hoy vemos ocupado al Estado de Israel como tantas otras veces, aunque, claro está, hasta que los agredidos o aquellos que dicen defenderlos preparen de nuevo la venganza. Y así se mantiene y alimenta el bucle del horror en oriente medio. Hoy proclamas van y proclamas vienen, entre tanto en Gaza y Cisjordania crecen las víctimas, los muertos, los refugiados, y también el odio ciego de la venganza, del desquite. Altamente estimulante resulta ver a cientos de judíos en las entrañas de régimen sionista denunciando y enjuiciando la brutal acción de Israel en la Franja de Gaza. Hay campo para la esperanza.  A construir la paz para que florezca la vida. Carpe diem.   


[1] Corbi, J (2017) La Declaración Balfour: las 67 palabras que hace 100 años cambiaron la historia de Medio Oriente y dieron pie a la creación del Estado de Israel. BBC, Edición 2 de noviembre. En línea en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-41824831

[2] Fue fundada un año después de la declaración de Balfour y su origen se remonta al año de 1897, pues su creación fue presentada en el Primer Congreso Sionista que se realizó en Basilea en 1897. De hecho, Teodoro Herzl juega un papel destacado en el proceso de consulta con el sultán otomano para su construcción. De su impulso harían parte también Jaim Weizman. En su inauguración estaría presente Lord Arthur Balfour. En dicha universidad dictaría clase Albert Einstein a principio de la década de 1920. Al menos siete de sus investigadores, incluido Einstein, han sido premios nobeles en diferentes disciplinas.

[3] Vidal Martins, S (1992) La Patria Usurpada, Nuestro Tiempo, México.

[4] Kissinger, H (2023) Liderazgo. Seis Estudios sobre estrategia mundial. Bogotá. Debate. Trad Castellano Ramón González Ferris  y Marta Valdivieso

[5] Op cit. P. 57

[6] Kapeliouk, A (1982) La fin des mythes, Sabra et Chatila. Enquete sur un massacre. Paris, Seul.

[7] Kissinger, H (2016) Orden Mundial. Reflexiones sobre el carácter de los países y el curso de la Historia. Bogotá, Debate. Trad Teresa Arijón

[8] Said, E, Lo que ha hecho Israel. El Pías, Edición 19 de abril de 2002.

[9] El trabajo de Aleida Asmann, Una Tierra y tres narrativas: sitios palestinos de memoria en Israel, resulta apropiado para comprender cómo Israel ha desplegado un proceso de afirmación y reproducción de su memoria étnica, cultural, religiosa y política, mientras impide, violenta y niega la creación y construcción de la memoria colectiva del pueblo palestino a través de los lugares.  

[10] Mbembe, A (2006) Necropolitica. Sobre el gobierno privado indirecto.  España. Melusina

[11] Esta expresión es usada por el perspicaz intelectual italiano Giorgio Agamben y hace referencia a aquella condición en el derecho romano que establecía que cuando un hombre cometía un delito grave se convertía en un homo sacer, es decir, perdía la condición de protección del derecho humano, la sacralidad. En virtud de esto se le expulsaba de la comunidad y en consecuencia cualquiera podía sentirse legitimado para actuar contra él y no ser castigado por ese delito.

[12] El Tiempo (2023) Crece preocupación ante posible genocidio en la Franja de Gaza. Bogotá, edición 6 de noviembre de 2023.

[13] Akerman, Y (2023) La operación Hezbolá en Colombia. Cambio, Edición 29 de octubre.

[14] Baxter, D (2023) Enorme reserva de petróleo y gas descubierta bajo Gaza: Israel concede licencias de exploración. Rebelión, Sección Economía. Edición 6 de noviembre. En línea:  https://rebelion.org/enormes-reservas-de-petroleo-y-gas-descubiertas-bajo-gaza-israel-concede-licencias-de-exploracion/

[15] Kissigner, 2016, op cit

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