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Todos los hombres del príncipe

¿Era post-Trump?

Fuentes: Middle East Eye / CTXT - Imagen: Brett McGurk (centro), actual asesor de Biden, con el príncipe saudí y su equipo en 2017, ejerciendo de enviado de Trump para combatir al ISIS. @brett_mcgurk

Biden publicó el informe que señala a Mohamed bin Salman como responsable del asesinato de Khashoggi porque estaba obligado por ley. Pero decidió no actuar y esto le sitúa en el mismo lugar que Trump y Pompeo

¿Quién aconsejó al presidente Joe Biden que no sancionara al príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman aunque la inteligencia de EE.UU. haya constatado que autorizó la captura o el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi?

No sabemos quiénes son todos los protagonistas, ni tampoco podemos reconstruir el debate que tuvo lugar, pero algunas de las piezas del rompecabezas están empezando a encajar. El corresponsal del New York Times para la Casa Blanca y la seguridad nacional, David Sanger, informó de que la decisión de no penalizar al príncipe heredero se tomó después de semanas de un intenso debate interno. Sanger desveló que el recientemente formado equipo de seguridad nacional de Biden había dado el siguiente consejo: “No hay manera de prohibir formalmente la entrada a Estados Unidos del heredero a la corona saudí, o de presentar cargos contra él, sin romper las relaciones con uno de los principales aliados árabes de Estados Unidos”.

¿Quiénes son los principales miembros del equipo de seguridad de Biden para Oriente Medio?

Asesores de Biden

El primero es Brett McGurk, que hace poco fue nombrado coordinador del Consejo Nacional de Seguridad para Oriente Medio y el norte de África. McGurk es un veterano que ha trabajado con tres presidentes: George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump. Su último puesto fue el de enviado presidencial especial de la Coalición mundial para derrotar a ISIS entre 2015 y 2018. Y octubre de 2018 en particular fue una época bastante ajetreada para McGurk: colaboró estrechamente con los saudíes para influir en las elecciones de Irak de mayo de 2018 y luego intentó, sin éxito, formar una coalición que se aliara a los intereses de Estados Unidos y Arabia Saudí para restituir al primer ministro Haider al-Abadi.

Justo antes de que el nuevo gobierno de Adil Abdul Mahdi tomara posesión del cargo, McGurk voló a Riad. Habían pasado solo 9 días desde que asesinaran a Khashoggi en el consulado saudí de Turquía, el 2 de octubre de 2018. Aunque su futuro presidente, Biden, estaba profundamente conmocionado y horrorizado por la carnicería que se había producido allí, para McGurk era un día más. Durante la visita, McGurk se reunió con el ministro de exteriores saudí, Adel al-Jubeir.

McGurk no ocultó en aquel momento sus estrechos contactos con Riad y con Abu Dabi, tuiteó sobre las reuniones que mantuvo y presumió de ellas con políticos iraquíes

Una semana después, el por entonces secretario de estado, Mike Pompeo, llegó a Riad para hablar de lo que todavía se llamaba en aquel momento la desaparición de Khashoggi. Arabia Saudí todavía decía que el periodista había salido vivo del consulado. Cuando llegó Pompeo, el reino se comprometió públicamente a destinar 100 millones de dólares para apoyar las operaciones de EE.UU. en el norte de Siria, y se pensó que quizá fuera un pago para que Trump ayudara a Riad a gestionar las consecuencias negativas de las acusaciones que afirmaban que agentes saudíes eran los responsables de la desaparición de Khashoggi.

McGurk no tuvo problemas en restarle importancia al vínculo entre la llegada de Pompeo y el dinero manchado de sangre que Riad acababa de darles. “Siempre esperábamos que la contribución estuviera finalizada a finales de otoño”, afirmó McGurk en un comunicado. “Esta transferencia de fondos en concreto ha sido un proceso largo y no tiene nada que ver con otros acontecimientos o con la visita del secretario”. Nótese el lenguaje que utiliza McGurk para referirse al asesinato de Khashoggi: “Otros acontecimientos”.

En cualquier caso, McGurk no ocultó en aquel momento sus estrechos contactos con Riad y con Abu Dabi, ya que tuiteó sobre las reuniones que mantuvo y presumió de ellas en sesiones privadas con políticos iraquíes. Para intentar persuadir a los políticos suníes de Irak de que apoyaran a Abadi, McGurk ofreció reuniones privadas con el príncipe heredero saudí. Por ejemplo, el político iraquí Khamis Khanjar, que durante años fue el intermediario de Washington para hablar con los líderes tribales suníes, recordó en una entrevista que concedió a MEE el año pasado: “[McGurk] intentó tentarnos y nos prometió cosas para que apoyáramos a Abadi. En una ocasión me dijo: ‘Iremos los dos, tu y yo, y mantendremos reuniones privadas con MbS y yo presionaré para que los saudíes se abran para vosotros’”.

La simpatía de McGurk hacia el joven príncipe también era correspondida. Según declaró a MEE una fuente saudí que tenía conocimiento de los contactos extranjeros del círculo de allegados de MbS, este ordenó a sus funcionarios que “lo cuidaran”.

McGurk tampoco ha ocultado sus alabanzas hacia el príncipe heredero de Abu Dabi, Mohammed bin Zayed, también conocido como MbZ, que es el tutor del príncipe saudí y el autor del plan para normalizar las relaciones con Israel. En febrero de 2018, McGurk tuiteó lo siguiente: “Intensas negociaciones esta mañana en #AbuDabi con SM MbZ sobre los resultados de las reuniones en #Kuwait y la siguiente fase de nuestra @campaña de coalición contra #ISIS. Gracias a #EAU por su generoso apoyo inicial para estabilizar las zonas liberadas de #terroristas del ISIS”.

Hasta el día de hoy, McGurk sigue elogiando a MbZ. Al New York Times Magazine, que publicó un perfil de bin Zayed, le dijo que inicialmente cuestionaba la intuición de MbZ con respecto al riesgo que representaban los Hermanos Musulmanes y el islam político: “Al principio tenía mis dudas, me parecía extremo, pero llegué a la conclusión de que acertaba más veces de las que se equivocaba”.

McGurk también ha entablado unas muy buenas relaciones con el hermano de MbZ, Tahnoon bin Zayed, asesor nacional de seguridad de EAU, y con Yousef al Otaiba, embajador de EAU en EE.UU. Gracias a ellos, McGurk consiguió obtener decenas de millones de dólares para financiar los proyectos de Estados Unidos en el noreste de Siria. Las relaciones de McGurk con Emiratos Árabes Unidos tampoco se terminaron cuando salió del gobierno por la decisión de Trump de retirar las tropas de Siria en diciembre de 2018. Por lo tanto, fue Trump (y no el asesinato de Khashoggi) lo que hizo que McGurk dejara la administración pública.

En abril de 2020, McGurk comenzó a trabajar en Primer, una empresa de inteligencia artificial con sede en San Francisco. La descripción de McGurk en la página web de Primer era la de un director independiente del consejo que aportaba “una amplísima y poco común experiencia que va desde los campos de batalla en Oriente Medio hasta el despacho oval, pasando por la sala de crisis y algunas mesas de negociación con los mejores aliados y los peores enemigos de Estados Unidos”.

El patrón era el mismo que habían seguido otros miembros de anteriores gobiernos de EE.UU., que se sumaron a empresas directa o indirectamente relacionadas con EAU. En noviembre de 2018, Primer obtuvo 40 millones de dólares en inversiones de organismos entre los cuales había uno llamado Mubadala Investment, que es un fondo soberano emiratí cuyos activos fueron valorados en 2017 en 369.500 millones. McGurk era uno de los cuatro directores del consejo de la empresa, en el que también había uno que representa directamente al propio fondo Mubadala.

Ese es McGurk. Aunque también hay otra persona en un puesto clave que asesora a la Casa Blanca sobre seguridad en Oriente Medio. Solo hay que fijarse en la foto que McGurk tuiteó de su encuentro con MbZ en febrero de 2018, y allí aparece, sentada a su derecha, Barbara Leaf. Leaf era en aquel momento la embajadora de EE.UU. en EAU. Como diplomática con una larga trayectoria profesional, Leaf ha trabajado como alta funcionaria del Departamento de Estado para la península arábiga e Irak, como primera directora de la Oficina de Asuntos Iraníes y ha estado destinada en Israel, Egipto y Túnez.

Barbara Leaf con el ministro de Cultura de Arabia Saudí en 2016, cuando era embajadora de EE.UU en EAU / @SafiraLeaf

Después de abandonar el gobierno en 2018 con McGurk, Leaf pasó al laboratorio de ideas conocido como el Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo. Allí, su tarea era “proporcionar conocimientos” sobre la relación de EE.UU. con EAU. Por ejemplo, Leaf defendió la inminente venta de armamento avanzado a EAU por valor de 23.000 millones de dólares: “Eso no alterará el equilibrio militar en Oriente Medio”, declaró en Vox News. “Los arsenales de misiles y no convencionales de Irán son formidables y pueden causar daños enormes, aunque EAU consiga el F-35”. Leaf se acaba de unir al Consejo Nacional de Seguridad como directora sénior para Oriente Medio y el norte de África.

Leaf ha trabajado como alta funcionaria del Departamento de Estado para la península arábiga e Irak y ha estado destinada en Israel, Egipto y Túnez

Estas son las personas que han aconsejado a Biden que no sancione a MbS con una prohibición de entrar a EE.UU. Son personas que mantienen unos lazos muy fuertes con EAU y destaca que Abu Dabi fuera el primero que emitiera un comunicado solidarizándose con los saudíes después de que se publicara el informe de inteligencia de EE.UU.

Lógicamente, también había otras agencias que participaron en el asesoramiento que recibió Biden. Sabemos que antiguos miembros de la CIA, que siguen en contacto con lo que pasa dentro y que conocen bien Arabia Saudí, no eran muy favorables a que se produjeran cambios reales en Riad, y consideraban que sería peligroso ir en esa dirección. Sin embargo, tanto la decisión que tomaron entre todos como el mensaje que manda son fatídicos.

El cáliz envenenado de Biden

Trump se resistió a que el Departamento Nacional de Inteligencia publicara el informe por la sencilla razón de que, si se publicaba, su gobierno se vería obligado a reaccionar. El “bueno” de Biden ha ido un paso más allá que el “malo” de Trump. Biden publicó el informe porque estaba obligado por ley, pero ha decidido no actuar a pesar de las principales conclusiones que contiene. Esto no solo sitúa a Biden en el mismo lugar que Trump y Pompeo, sino que directamente le vincula con una política de impunidad ante la justicia internacional, que es lo que esa decisión confiere al futuro rey saudí.

Esta postura no es necesariamente estable, ni segura, para ningún gobierno estadounidense; ni siquiera para uno tan cínico como el que lidera Biden. El gobierno de Biden se enfrenta ahora a dos juicios adicionales que buscan información sobre el asesinato de Khashoggi. Uno ha solicitado “todos los registros relacionados con el asesinato del residente estadounidense Jamal Khashoggi”. Y en el otro, el Comité para la Protección de los Periodistas busca información y documentos sobre la amenaza que la comunidad internacional sabía que Khashoggi representaba antes de su asesinato.

Gregory Meeks, el presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, publicó un comunicado que mezclaba elogios hacia la publicación del informe desclasificado con amenazas. “Sin embargo, dadas las conclusiones del informe sobre el rol directo que desempeñó Mohamed bin Salman, espero que se tomen medidas adicionales para que rinda cuentas”, se podía leer en el comunicado. “Este documento oficial del gobierno de EE.UU. confirma y reitera lo que ya indicaban las investigaciones anteriores, es decir, que su control y autoridad directa sobre la Fuerza de Intervención Rápida Saudí y los organismos de inteligencia relacionados significan que efectivamente está directamente involucrado. Como presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, seguiré trabajando con el gobierno de Biden para tomar medidas adicionales que garanticen que todo el mundo, incluidos los cargos más importantes, asuman toda la responsabilidad, aunque también se están estudiando otras medidas. La repatriación forzosa, la intimidación o el asesinato de disidentes por parte del gobierno saudí, o de cualquier otro gobierno, no debe quedar impune”.

El príncipe heredero sabe que, haga lo que haga, nadie puede castigarlo porque EE.UU., incluso con un gobierno que le es hostil, no lo permitirá

A todo el mundo parece olvidársele también que Saad al-Jabri, el antiguo general de división, ministro de Estado y antiguo asesor del destronado príncipe heredero Mohammad bin Nayef, está escondido en Toronto, con protección las 24 horas, porque MbS envió, según dice él, un cuerpo de 50 hombres para asesinarlo poco después de que despacharan a Khashoggi. Jabri presentó una demanda contra bin Salman que sigue avanzando en un tribunal de Washington y mientras esté vivo y coleando promete desvelar muchos más datos sobre las operaciones sucias del príncipe heredero.

En el caso de Jabri, o de cualquier disidente Saudí en el exilio, el mensaje que Biden manda a su potencial asesino produce escalofríos: Estados Unidos sancionará a las personas que recibieron tu orden de asesinar a Khashoggi, pero no puede sancionarte a ti porque eres demasiado importante para nosotros. Naturalmente, esto dará alas al príncipe homicida más que cualquier otra cosa que sus amigos Tump y Pompeo pudieran haber hecho. Significa que puede salir indemne aunque haga lo mismo una y otra vez. Razones de seguridad nacional se esgrimieron para eximir a un actor secundario de esta saga, George Nader, el pedófilo condenado. Como todos sabemos, Nader siguió cometiendo delitos y ahora está de nuevo en una cárcel de EE.UU.

No cabe duda de que el príncipe heredero cambiará sus métodos para seguir librando su campaña de terror contra cualquiera que hable mal de él, pero haga lo que haga sabe que nadie puede castigarlo porque Estados Unidos, incluso con un gobierno que le es hostil, no lo permitirá. Con toda seguridad, las botellas de champán deben estar descorchándose sin parar en el palacio vacío que el príncipe heredero tiene en la ciudad medio edificada de Neom, si el alcohol es el único estimulante que hay a mano. Pero el mensaje que manda la decisión estadounidense de política exterior para Oriente Medio es desastroso.

Hace algunos días escribí que Khashoggi sería la prueba de fuego para determinar el compromiso de Biden con una política exterior ética que promueva la democracia y el estado de derecho en todo el mundo. El viernes suspendió la prueba, estrepitosamente. No es demasiado tarde para que Biden tome la decisión correcta, pero si no lo hace, tendrá que vivir con las consecuencias. El tema de Khashoggi no ha terminado y Biden está a punto de descubrirlo.

David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye. Es un comentarista y conferenciante sobre la región y analista de Arabia Saudí. Fue editorialista sobre asuntos internacionales de Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Se unió al Guardian después de trabajar para The Scotsman, donde era corresponsal de educación.

Traducción: Álvaro San José.

Este artículo se publicó originalmente en Middle East Eye.

Fuente: https://ctxt.es/es/20210301/Politica/35261/biden-khashoggi-arabia-saudi-brett-mcGurk-principe-david-hearst.htm