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La superficialidad y la miopía de nuestros dirigentes han alimentado la máquina de la guerra. Necesitamos sabiduría para superar nuestro lado más tenebroso

¿Eran peores los «terroristas» que me secuestraron en Beirut que los carceleros de Guantánamo?

Fuentes: The Guardian

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

En mi primera visita a Líbano desde mi liberación como rehén en 1991, visité un campo de refugiados. Encontré a algunos jóvenes que estaban en un curso de informática. Habían progresado bastante. «¿Qué piensan de su futuro?», pregunté. «¿Qué futuro?» me respondió uno, «Obtener un puesto de trabajo en el Líbano es prácticamente imposible: se los dan a ciudadanos libaneses. No tenemos derecho al retorno al sitio del que vinieron nuestros abuelos, y ¿cómo vamos a ir al extranjero si somos refugiados? Estamos atrapados.»

Ese joven expresó los sentimientos de miles de personas desplazadas en Medio Oriente y más allá. Al abandonar la sala de clases pensé que es extraordinario que no haya más jóvenes que se unen a grupos «terroristas». El punto que quiero hacer es el siguiente: la guerra, aparte de ser un instrumento contundente, fracasa por completo en la tarea de encarar los problemas que subyacen a la raíz del terrorismo. En el campo político, se requiere estadistas y mujeres; individuos que puedan pensar más allá de la próxima elección y que posean la sabiduría que proviene de hacer un intento por comprender culturas diferentes de aquellas de Occidente.

La democracia occidental tiene muchas características atractivas y ha producido beneficios múltiples. No precisa ser inteligente para reconocer que también tiene su lado oscuro y que no puede, o no debería necesariamente, ser exportada a todas partes del mundo. Si las declaraciones optimistas hechas por algunos políticos británicos y de EE.UU. antes de la guerra iraquí – cuando declararon que el conflicto concluiría en semanas – fueron verdaderamente creídas, no queda otra posibilidad que desesperarse ante el nivel de entendimiento manifestado por los que lo hicieron.

La erupción destructiva que siguió al 11-S ha atacado las raíces de las libertades democráticas. La discusión sobre la categoría en particular a la que pertenecen los sospechosos de terrorismo continuará durante mucho tiempo. La realidad es que personas han sido detenidas sólo por sospechas, y que en algunos casos han sido sometidas a procedimientos que no debieran formar parte de una nación civilizada.

Permítanme que cite un ejemplo personal. Me detuvo un grupo de secuestradores en Beirut porque sospechaban que participaba en actividades políticas dudosas. Me vendaron los ojos y me mantuvieron en malas condiciones sin ningún contacto con el mundo exterior. Me sometieron a abusos físicos y mentales durante un prolongado período de interrogatorios. Si no hubiera podido convencerlos de mi inocencia no me encontraría libre en la actualidad.

¿Cuál es la diferencia esencial entre los métodos desplegados por mis captores, que eran llamados terroristas, y los de las autoridades que detienen a sospechosos en la Bahía de Guantánamo y en otras partes? Han sido detenidos por sospechas y tratados de una manera que ninguna nación civilizada debería condonar.

Hay que mencionar la creencia de que a veces se ha utilizado contra sospechosos evidencia obtenida bajo la tortura. Semejantes medidas no debieran encontrar un sitio en una sociedad que respeta la vigencia de la ley. Semejantes métodos tienen que ser ilegalizados. No se combate al terrorismo adoptando los métodos del terrorista. Si uno lo hace, el terrorista ha logrado una victoria, porque ha tenido éxito al socavar algunos de los valores fundamentales de la sociedad.

El proceso se ha infiltrado en Gran Bretaña, donde han detenido a hombres en Belmarsh basándose en legislación aprobada a todo correr por políticos aparentemente ansiosos por mantener su credibilidad. No dudo de que algunos políticos puedan preocuparse por el interés público; tampoco dudo de que sea posible que algunos de los detenidos sean peligrosos. Sin embargo, hay que señalar que el no cumplimiento del debido proceso nos conduce a dificultades aún peores. Nuestra connivencia con la guerra contra Irak está relacionada con la superficialidad del pensamiento que parece formar parte del proceso de toma de decisiones parlamentario. Parece que se toman decisiones sin ninguna preocupación por las consecuencias a largo plazo.

El marco moral de la nación es vacilante y sirve de poco el que los dirigentes políticos prediquen moralidad a los jóvenes cuando su propia conducta es tan dudosa. Como miembro de la Iglesia, me veo obligado a decir que, aunque algunos se han pronunciado contra los temas a los que me he referido, la iglesia como cuerpo no se ha mostrado demasiado vociferante al respecto. En caso de que algún crítico me acuse de manifestar un prejuicio anti-occidental, permítanme decir que creo que como miembro de una sociedad libre uno tiene la responsabilidad de ver en primer lugar la viga en el propio ojo. Como he vivido en la mayor parte del mundo, no ignoro los defectos de otros. Reconozco que hay estados que son corruptos. Son malignos dictadores y regímenes brutales. Soy consciente del desequilibrio económico en numerosos estados árabes y otras partes.

Pero no creo que los males del mundo serán resueltos mediante la guerra o el dominio económico de una nación sobre otra. Debemos crecer hacia una comunidad mundial en la que se pueda celebrar la diferencia en lugar de que sea considerada divisiva. Para progresar necesitamos gente de estatura capaz de manifestar una sabiduría compasiva y una visión política que aporte esperanza a los que viven en desesperación.

Es probable que personas semejantes habrán sido forjadas en el crisol del sufrimiento, y que gracias a esa experiencia habrán aprendido que el sufrimiento no destruye necesariamente. Son los que pueden traerle esperanza a este mundo y capacitarnos para recuperar la dignidad moral que forma parte esencial de nuestro patrimonio como seres humanos.

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· Se trata de un fragmento del ensayo de Terry Waite sobre conflicto y libertad personal que aparece en «You’re History!, publicado hoy por Continuum a £9.99 [email protected]

http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,1648456,00.html