Una tensión filosa como un cuchillo recorre el Kurdistán sirio (Rojava). La frontera de casi mil kilómetros que separa a Turquía y Siria, en los últimos días se recargó de fuerzas militares, luego que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan aumentara su apuesta de invadir esa región controlada por la Administración Autónoma del Norte y […]
En la actualidad, las tropas turcas -junto al Ejército Libre Sirio (ELS)- ocupan de forma ilegal el cantón kurdo de Afrin, además de zonas en Jarabulus, Al Bab y Azaz. La presencia turca en estas regiones fue denunciada desde un principio por la AANES y hasta por el propio gobierno sirio. Turquía también mantiene su presencia militar en la provincia de Idlib -en donde respalda a los grupos armados irregulares- luego de llegar a un acuerdo con Rusia.
La ocupación turca en Rojava ha generado una crisis humanitaria que continúa en aumento. Se calcula que luego de la invasión de Afrin, en marzo de 2018, al menos 200 mil pobladores fueron obligados a abandonar sus hogares y más de 300 asesinados. A esto se suma el secuestro sistemático de personas, efectuados por las milicias del ELS -conformadas por ex miembros del Estado Islámico (ISIS) y Al Qaeda-, como también el plan de cambio demográfico aplicado en el territorio con la metodología de expulsar a los habitantes originarios y trasladar desde otros puntos de Siria a yihadistas desmovilizados junto a sus familias. Entre las atrocidades cometidas por las fuerzas de ocupación también se cuentan el robo de reliquias y artefactos arqueológicos, el saqueo de viviendas particulares, la prohibición del idioma kurdo y el cambio de los planes de estudios en las escuelas.
Aunque Turquía todavía no lanzó una invasión abierta contra Rojava, los bombardeos contra diferentes lugares de la región son constantes. Sólo en la jornada de ayer, el ejército turco bombardeó las poblaciones de Herbil, Sheikh Isa y Semuqa, en el cantón de Shehba, al mismo tiempo que lanzaba fuego de artillería sobre las aldeas de Zuwyan, Xirbet Şaalê, Til Cîcan y Til Medîq, en Al Bab. El mismo lunes, las bombas turcas cayeron en las poblaciones de Burc Qes y Mezin, en el distrito de Sherawa, en Afrin, dejando como saldo una persona muerta y dos heridas.
Ante esta situación crítica, la AANES y las FDS alertaron que las amenazas y los ataques turcos permiten el incremento de las actividades delictivas y los atentados de ISIS. Si bien las FDS derrotaron al Estado Islámico en marzo pasado cuando liberaron el pueblo de Baghuz, en la región sobreviven células yihadistas que ya cometieron varios atentados. Las fuerzas de autodefensa de la AANES advirtieron que «las células de ISIS continúan sus ataques con el objetivo de erosionar la seguridad en la región e infundir el miedo entre la población» y reiteraron que el principal aliado del grupo terrorista es Turquía.
El objetivo principal de Turquía con sus intenciones de invadir Rojava es cortar de cuajo el proceso político y social que se viene desarrollando hace siete años, cuando las fuerzas kurdos -a las que se sumaron grupos árabes, turcomanos, armenios, asirios y de otras nacionalidades- liberaron el territorio y declararon una autonomía basada en la igualdad étnica y religiosa, el empoderamiento de las mujeres, y la construcción de cooperativas y comunas. Para Erdogan, esta propuesta choca directamente con sus ambiciones neo-otomanas de expansión territorial e ideológica, donde se mezclan las ideas nacionalistas más reaccionarias y el islam político más conservador, ligado al pensamiento de los Hermanos Musulmanes.
Ante el avance turco, Estados Unidos y Rusia pujan por tener bajo su ala a Erdogan. La Casa Blanca, que mantiene menos de dos mil tropas en el norte de Siria y forma parte de la Coalición Internacional contra ISIS, intenta presionar al mandatario para que, por un lado, se aleje de Moscú, y por otro reduzca la presión contra los kurdos. Desde el gobierno ruso, el acercamiento con Ankara es constante, tanto en lo diplomático, como en lo político y militar (en este último caso con la venta de armamento pesado). Estados Unidos y Rusia tienen una gran responsabilidad sobre lo que sucede (y pueda suceder) en Rojava, ya que poseen el poder suficiente para detener las aspiraciones de conquista de Erdogan. Hasta ahora, ese poder es administrado de diferentes formas, pero por el momento los planes de Turquía avanzan sin demasiados problemas.
Los peligros que atraviesan la AANES y las FDS también se extienden por otros frentes. Desde el gobierno de Damasco mantienen la intransigencia de no reconocer la autonomía en el norte y el este del país, y las conversaciones iniciadas meses atrás se suspendieron sin ningún logro importante. Por otra parte, la agencia de noticias Hawar reveló que la Guardia Revolucionaria de Irán -que respalda en el terreno al gobierno sirio- desplegaron tropas en la provincia de Deir Ezzor, liberada por las FDS y que posee vastas reservas de hidrocarburos. En el territorio iraní viven más de ocho millones de kurdos en la región conocida como Rojhilat, que forma parte del Kurdistán histórico. Los kurdos de Irán son blanco de una represión permanente por el gobierno central.
Ante este panorama crítico, la comandante general de las FDS Newroz Ehmed expresó que sus fuerzas siempre favorecieron el diálogo como método para resolver el conflicto vigente, y advirtió que si Turquía ataca Rojava se extenderá la guerra en Siria.
Al cierre de esta edición, una delegación estadounidense se había trasladado a Ankara para discutir con el gobierno de Erdogan la implementación de la «zona segura». Más allá de lo que se defina en ese encuentro, el mandatario turco tiene en claro que su gran aporte para la causa neo-otomana es barrer a los kurdos de Siria y, si eso sucede, seguir soñando con convertirse en el nuevo sultán de Medio Oriente.
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