La «amnesia histórica» es un elemento clave para el poder en Estados Unidos, afirma Howard Zinn, el historiador progresista más importante de este país; añade que el creciente movimiento contra la guerra ofrece la mayor esperanza para el futuro porque, sostiene, el cambio social siempre proviene de las calles y no de la arena electoral. […]
La «amnesia histórica» es un elemento clave para el poder en Estados Unidos, afirma Howard Zinn, el historiador progresista más importante de este país; añade que el creciente movimiento contra la guerra ofrece la mayor esperanza para el futuro porque, sostiene, el cambio social siempre proviene de las calles y no de la arena electoral.
En entrevista con La Jornada en torno al 20 aniversario de este diario, Zinn, autor de La otra historia de Estados Unidos -el libro de historia estadunidense de mayor venta, con casi un millón de ejemplares- y varias colecciones de ensayos sobre guerra, terrorismo, anarquismo y movimientos populares, considera que los medios progresistas son claves tanto para rescatar la historia como para romper el control de los medios masivos corporativos.
En Estados Unidos, dice, los medios progresistas «han gravitado más y más hacia la radio y la televisión», y ahora la clave es el uso de Internet para difundir información y organizar el movimiento popular.
En amplia plática en su modesta oficina en la Universidad de Boston, en la que sólo tiene una máquina de escribir (sin computadora), carteles de Emma Goldman, libros, y copias de sus obras de historia y teatro (Marx en Soho, y otra sobre Goldman), Zinn habla sobre la coyuntura en Estados Unidos y su contexto histórico.
Poseedor de ojos cálidos y vivos, una sorprendente estatura, y una voz honesta y sin pretensión, Zinn es uno de los pocos intelectuales de izquierda respetados por las nuevas generaciones progresistas. Con una vasta obra, es el guía más importante a la historia subterránea no oficial, y también participante en las grandes luchas contra la guerra y el racismo en las últimas décadas.
-¿Cómo describiría la coyuntura estadunidense de una forma que revele algo para quienes no viven en este país?
-Pues probablemente la mayoría de la gente que vive fuera de este país no cuenta con un indicio preciso -y por cierto mucha gente aquí dentro tampoco-, de qué tanta oposición hay contra el gobierno de Bush.
«Las noticias son dominadas por Bush aquí y afuera y la oposición no cuenta con los recursos para hacerse visible. Sin embargo, queda claro que, aun en las encuestas, tan inconfiables que son, ahora más de la mitad del país se ha volteado contra la guerra. Pero uno no lo sabría… a menos de que apague su televisor y salga a la calle a hablar con la gente, y dar la vuelta al país y platicar con la gente, y así se da cuenta qué tanto sentimiento hay contra la guerra.»
Cuenta que ha visitado puntos a lo largo y ancho del país cuando es invitado a ofrecer charlas, y cómo se sorprende de que no acudan pequeños grupos de radicales, sino cientos, a veces más de mil personas para escucharlo, y cómo las recepciones son tremendas.
«No le bajo el volumen a mi discurso contra la guerra… no soy Kerry, no soy un político, no le bajo… pero es así como registro una amplia corriente de sentimiento contra Bush, contra la guerra, lo cual no se registra en los medios.» Esto, añade, «es en general lo que siempre ocurre: la oposición al establishment no recibe mucha atención de los medios y debe fermentarse bajo la superficie de lo que se entera el público».
-Pero este movimiento contra Bush y contra la guerra ¿es tan amplio y tan fuerte como los grandes movimientos del pasado?
-Aún no tiene cara de un movimiento nacional poderoso como el de los derechos civiles o contra la guerra de los años 60, pero creo que está en ese curso.
«Cuando uno ve los movimientos del pasado, casi siempre se observan cuando están en su apogeo, cuando ya son exitosos, pero pasaron años antes de que llegaran a ese punto, cuando se parecían al actual movimiento contra la guerra en este país. No creo que hayamos visto el fin de esto. Claro, cada periodo es diferente.»
-¿Hay algo novedoso en esta coyuntura que la distinga del pasado, alguna manifestación diferente?
-Creo que la centralización del poder es mayor que nunca. Aun en los tiempos de Reagan el poder sentía restricciones por la presencia de una oposición.
Pero ahora no creo que Bush sienta restricción, no desea ver ninguna, y es despiadado en suprimir cualquier tipo de oposición a lo que hace.
«Además, el paso de todo es diferente, todo se mueve más rápidamente. Claro que el gobierno aprendió de Vietnam, tiene que proceder rápido en una guerra, hacer ‘espléndidas guerras pequeñas’, guerras rápidas y triunfos rápidos, antes de que se ofrezca una oportunidad para el desarrollo de una oposición contra la guerra. El problema con Irak es que se suponía un triunfo rápido, el cual nunca ocurrió, y ahora eso es un problema real para el gobierno de Bush.
«Pero, mientras el paso de las cosas es más rápido, y las guerras son más rápidas, los movimientos en contra también surgen más rápidamente. El movimiento contra la guerra en Irak surgió más rápidamente que el producido contra la guerra en Vietnam.
«Otro factor distintivo de esta coyuntura es el uso de Internet para organizar. Nunca podríamos haber tenido las manifestaciones a escala nacional, de hecho global, manifestaciones organizadas y sincronizadas en un mismo día, sin Internet. La red es un instrumento de organización muy poderoso, especialmente ante el hecho de cómo los medios son cada vez más controlados.»
Para Zinn es notable la alta participación de jóvenes en el movimiento contra la guerra; señala que es importante entender que éste se genera sobre «una serie de acciones anteriores, que no han sido igual de grandes, pero sí importantes como el generado contra la explotación en las maquilas, el movimiento antiapartheid, y las acciones antiglobalización empresarial. Justo antes de que apareciera este movimiento antibélico, en 1999 tuvimos la enorme protesta en Seattle, protestas en Filadelfia y Washington, contra los grandes poderes económicos del mundo. Creo que el actual movimiento contra la guerra ganó ímpetu por toda esta energía creada por estos otros movimientos».
Esto, dice, también fue cierto en el movimiento contra la guerra en Vietnam, que ganó energía de las acciones por los derechos civiles.
«Históricamente ha sido como sucede, que los movimientos de alguna manera han llegado sobre las espaldas de los anteriores. El feminista del siglo xix llegó sobre la espalda del surgido contra la esclavitud; por tanto, creo que este movimiento ahora tiene grandes posibilidades, más allá de ser sólo una oposición a la guerra en Irak, por estar acompañado de otros temas, como el ambiental, los sindicatos y el libre comercio, o por la situación económica en general.»
Pero Zinn señala que la historia, o la ausencia de conciencia histórica, son claves para definir el carácter de la pugna política y social estadunidense. «La verdad es que el establishment depende mucho de la amnesia histórica, del hecho de que en este país la gente generalmente no conoce esta historia. No sólo no conoce lo que ocurrió a fines del siglo xix o principios del xx; desconoce la historia de los últimos 15 o 20 años. Eso facilita que el gobierno diga al pueblo cosas que son inmediatamente aceptadas.»
Si la gente hubiese recibido una historia de la guerra de Vietnam, «y si escuelas y medios hubiesen cumplido con mantener viva la historia de esa guerra», entonces la gente se acordaría de las mentiras y pondría en duda las afirmaciones de un gobierno como el de Bush, indica. «Pero sin eso, este gobierno puede salirse con la suya. Creo que eso explica, en gran parte, el amplio apoyo a la guerra cuando comenzó, y aunque eso se ha reducido, sigue explicando el apoyo que continúa.
«Creo que es cierto que en América Latina y Europa los pueblos son más conscientes de la historia que el estadunidense.»
El sistema educativo no ofrece a los jóvenes el tipo de historia que sería útil para entender las crisis sociales actuales, apunta. Los jóvenes, afirma, «desconocen estas historias, no las aprendieron en la escuela, no aprendieron la historia de los movimientos de los 60 y, por tanto, el movimiento ahora tiene esta responsabilidad, de mantener viva la historia, invocar la memoria de estas acciones del pasado», subraya.
Zinn responde cada pregunta con pasión y con compasión que nace de su historia de participación en los grandes movimientos recientes, de su experiencia bélica personal (fue aviador bombardero durante la Segunda Guerra Mundial tras de lo cual regresó a las ciudades que ayudó a destruir en Alemania para confirmar su asco y repudio a la guerra), y con la alegría de un optimista enraizado como pocos en la sabiduría de los triunfos y las derrotas que se han vivido; optimismo que nace de conocer larga y profundamente la historia oculta de este país.
Zinn es uno de los muy pocos intelectuales respetados y leídos por las nuevas generaciones de jóvenes que se expresaron en Seattle y después.
«Entiendo por qué personas en otros países podrían estar impacientes con la situación política dentro de Estados Unidos», comenta al explicar por qué parece estar tan limitado el espacio político-electoral estadunidense. «Porque nuestro sistema político es tan anticuado y tan corrupto y tan centralizado, se tiene una situación donde sólo hay dos candidatos presidenciales, donde 50 por ciento del país está contra la guerra y 100 por ciento de los candidatos está a favor, y no hay perspectiva inmediata de que cambie esta situación política.»
Los países latinoamericanos o europeos, señala, tienen varios partidos políticos nacionales, y muchos esperan que algo surja aquí, pero es poco probable que eso ocurra.
«Si la izquierda va a tener fuerza, no creo que se dé en el campo electoral, sino que surgirá en las calles, básicamente como siempre ha sucedido en Estados Unidos. La izquierda estadunidense nunca ha logrado hacer mucho en la arena electoral, sólo ha logrado algo cuando genera conmoción nacional que ejerce presión con quien esté en el poder, demócrata o republicano», cuenta.
Da el ejemplo de cómo Nixon debió responder, como tendría que haber hecho un presidente demócrata, al movimiento antiguerra, y acabar con la aventura en Vietnam. «Creo que es importante que la izquierda estadunidense entienda los límites de lo que puede hacer en la arena electoral, porque si no lo entiende, actuará como Ralph Nader (candidato independiente) y se obsesionará con la importancia del ámbito electoral a expensas de la organización y la acción social.»
Sobre la presencia y peso de los medios independientes y progresistas en este país, a propóstico del 20 aniversario de La Jornada, Zinn recordó que había algunos periódicos socialistas y populistas a principios del siglo xx que llegaban a más de un millón de lectores, muchos en el centro del país. Otro grupo de medios radicales nacieron y acompañaron los movimientos de los 60, varios de los cuales perviven, aunque se han «moderado» bastante, dice.
«Hay muchos periódicos alternativos en Estados Unidos, y dado el control sobre los medios, algunos son muy importantes», señala. También hay revistas como The Nation, In These Times, The Progressive y Z Magazine que son clave en el debate político progresista y contrapunto limitado pero esencial a los medios masivos.
«Creo que los medios progresistas en Estados Unidos han gravitado más y más hacia radio y televisión, por ejemplo el programa Democracy Now, de Amy Goodman, la Red de Radio Pacífica y los programas del entrevistador David Barsamian. Encuentro cientos de estaciones de radio y televisión comunitarios por todo el país, algo que no existió en los 60.»
También, afirma, intervienen voces progresistas en algunos medios masivos, donde Noam Chomsky, Barbara Ehrenreich y el propio Zinn son invitados a participar. Hay más cine documental radical que nunca, con el obvio ejemplo de Michael Moore, pero también otros como The corporation, y hasta «ese pequeño documental sobre mi vida (You can’t be neutral on a moving train) que se exhibe en varias ciudades».
Señala que mientras procede la conglomeración del mundo editorial, ha surgido un grupo de editoriales de izquierda con gran éxito como South End Press y Seven Stories Press. Esta última, recuerda, publicó el libro 9-11 de Chomsky, que se convirtió en bestseller internacional.
«Todo esto son intentos de la izquierda para responder ante el control de los medios masivos en este país», concluye.