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Yemen

Esperanzas de paz pero miedo ante una guerra inacabable

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

De camino al aeropuerto de Sanaa, al abandonar Yemen en septiembre después de un viaje de trabajo, observé desde la ventanilla de mi coche cómo sobre el desolado paisaje que me rodeaba impactaba un proyectil tras otro. Mirando hacia atrás, mi corazón sufría por la familia que se quedaba allí, por los niños muertos de hambre que había encontrado en las calles de Sanaa, por Jadiya Al-Bayna, en Hajjah, que había perdido a sus hijos adolescentes que eran el sostén de la familia cuando un proyectil impactó sobre la planta embotelladora de agua donde trabajaban, por Farid Shawky, que suplicaba: «No me enterréis, no me enterréis» cuando le trataban las heridas recibidas tras los bombardeos hutíes…

En estos momentos, cuando el final del año se acerca de forma veloz, seguimos esperando ansiosamente que empiecen las conversaciones de Ginebra. Hasta ahora, han muerto 5.604 yemeníes, de ellos 2.577 civiles. Alrededor del 60% de los civiles de los primeros siete meses de combates murieron como resultado de la campaña de ataques aéreos emprendida por la coalición liderada por los saudíes, según informe conjunto de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU y la ONG Action on Armed Violence, con sede en el Reino Unido, que se publicó en octubre.

Tras nueve meses de guerra, los yemeníes mantienen la esperanza en que las conversaciones de Ginebra puedan conducir a una solución. Sin embargo, ¿es esto posible? Hace ya semanas que en Taiz se desataron los combates, y la ONU ha acusado a los combatientes hutíes y a sus aliados de bloquear los suministros humanitarios desesperadamente necesitados en una ciudad de 200.000 habitantes que lleva semanas bajo «virtual asedio». Mientras tanto, la anarquía continúa dominando Aden, la única zona que las fuerzas de la coalición han conseguido hasta ahora «liberar» (en julio de este año). Pueden verse ya combatientes de al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA) en diversas partes de la ciudad. El 6 de octubre, varios atentados suicidas reivindicados por el Estado Islámico sacudieron, matando a quince personas, una base militar de la coalición así como un hotel donde se albergaban funcionarios del gobierno yemení.

Los hutíes y sus aliados, por una parte, y la coalición liderada por los saudíes, por otra, están ambos tratando desesperadamente de ganar terreno y de consolidar sus posiciones ante las conversaciones de Ginebra. Todo esto constituye un claro ejemplo de la intensificación del tira y afloja entre las dos partes a fin de fortalecer, aparentemente, su apalancamiento en las negociaciones. El 7 de noviembre, el vicepresidente yemení Jaled Bahah, confirmó explícitamente que las fuerzas progubernamentales intentaban «liberar» Taiz antes que de que las conversaciones de paz se pusieran en marcha.

Las negociaciones de Ginebra

En este contexto, no puedo evitar preguntarme si las conversaciones de Ginebra van a resultar fructíferas, si es que alguna vez llegan a convocarse. La primera ronda, celebrada en junio de 2015, acabó en un fracaso miserable. Como periodista que cubría el proceso, me di cuenta enseguida de que no eran las típicas conversaciones de paz: pasábamos el tiempo yendo y viniendo entre dos hoteles sin mucho que informar sobre lo «hablado» ya que ambas partes no lograron encontrar una forma de estar juntas en la misma habitación.

Para mí fue profundamente frustrante: mi familia allá en casa se estaba llevando la peor parte de esta guerra. No me podía creer lo tranquilos y relajados que se mostraban los negociadores de ambas partes. Me enfureció escucharles decir que los «yemeníes tienen mucha resiliencia» y sobrevivirán a los cataclismos actuales hasta que se imponga la victoria. Sí, los yemeníes son resilientes, pero como he presenciado repetidas veces están también desesperados y agotados.

La mayoría de ellos están enfermos y hartos de que se juegue políticamente con sus destinos y a sus expensas en los vestíbulos de hoteles lejanos. Con todos los ataques aéreos que les llueven a diario de la coalición, los proyectiles de los hutíes, los atentados suicidas y un brutal bloqueo económico que ha dejado a más del 80% de los yemeníes en situación desesperada haciéndoles depender de la ayuda humanitaria, su resiliencia está desapareciendo.

Cuando se anunció que las conversaciones habían concluido sin resultado alguno, recuerdo que me dirigí a la habitación de mi hotel completamente agotada y desanimada, pensando en cómo trasladar esas noticias a mis seres queridos en casa, que tanto esperaban de esas conversaciones; cómo decirles que una vez más les habían defraudado.

En la antesala a Ginebra II, la gente se pregunta quién tiene mayor responsabilidad en los retrasos. Fuentes cercanas a las conversaciones en Omán me han contado que los hutíes están insistiendo en el alto el fuego antes de que se inicien, una petición que los saudíes han rechazado firmemente.

También circulan rumores de que el presidente Hadi ha estado pergeñando obstáculos para impedir que las conversaciones avancen. En efecto, el 1 de diciembre, Reuters informó de que los diplomáticos que siguen el proceso de paz están diciendo que Hadi es cada vez más un obstáculo. Esto ha hecho que se intensifiquen las presiones sobre sus patrocinadores saudíes para que le retiren su apoyo o ayuden a hacerle a un lado. «Hadi ha estado tratando de bloquear cualquier negociación porque sabe que cualquier acuerdo al que se llegue será el fin de su carrera política», declaró a Reuters un diplomático que sigue la política yemení y que habló a condición de mantener el anonimato antes de añadir: «Hadi no ha sido nunca popular y no le beneficia que la guerra se detenga antes de la victoria total. Los diplomáticos saben que Hadi no es un candidato serio y un acuerdo implicará que se quede fuera».

Al escuchar estos comentarios, recordé el día en que Hadi llegó al poder. Estaba sentada en la tribuna de prensa y pude sentir el sentimiento de alivio que se extendía por la sala ante el pensamiento de que finalmente se había logrado deponer, después de 33 años, a un dictador, al presidente Ali Abdullah Saleh. Ahora está más que claro que Hadi, como su predecesor, está decidido a aferrarse al poder.

Por su parte, tanto la coalición liderada por los saudíes como su aliado, el gobierno de Hadi, han acusado a la alianza de los hutíes con Saleh de no comprometerse con el cumplimiento de la Resolución nº 2216 del Consejo de Seguridad de la ONU, que insta a los hutíes a que se retiren totalmente de las principales ciudades, entreguen su armamento pesado y permitan que el gobierno de Hadi vuelva a Sanaa.

Sin embargo, muchos se preguntan ahora por la importancia de esa Resolución en un paisaje político completamente transformado. Un punto de fricción lo representa el hecho de que la Resolución sólo insta a desarmarse a las milicias hutíes, aunque desde que se formuló han aparecido sobre el terreno toda una serie de nuevos actores.

Adam Baron, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (EFCR, por sus siglas en inglés), me dijo que «cualquier potencial acuerdo de paz necesitaría realmente incorporar a las potencias de hecho sobre el terreno para que haya esperanzas de que sea eficaz».

Aunque Arabia Saudí y los hutíes son los principales protagonistas en este conflicto, hay varios actores secundarios que se han unido a la refriega en ambos bandos. Particularmente, la influencia iraní ha sido muy evidente -llevando a invocaciones de «guerra por poderes»-, aunque su naturaleza verdadera, escala y motivaciones han sido mucho menores. Sin embargo, lo que es innegable que las fuerzas hutíes no podían haber alcanzado Sanaa, y mucho menos conservado el poder desde ese momento, sin su alianza clave con el derrocado presidente del Yemen, Ali Abdullah Saleh.

Otro problema es que la Resolución 2216 no se ha considerado como un proceso a poner en marcha a través de negociaciones sino como una condición previa para las negociaciones mismas. En los últimos meses, EEUU y sus aliados han insistido repetidamente en que hay que cambiar esto, una posición aceptada ahora por el gobierno yemení. Se ha decidido dar paso a las conversaciones, a pesar de la ausencia de acuerdo durante la refriega.

Mientras tanto, una tendencia especialmente preocupante ha sido la profunda percepción -especialmente en Arabia Saudí y los Estados del Golfo- del conflicto en Yemen a través de la lente de la confrontación saudí-iraní, donde a los hutíes se les ve como una amenaza iraní, una percepción que está moldeando cada vez más las dinámicas del conflicto dentro del Yemen.

Sin embargo, Baron dice que intenta evitar describir el conflicto como una guerra por poderes. «Al fin y al cabo, este es un conflicto que hunde en gran medida sus raíces sobre el terreno en cuestiones locales».

Puede decirse que los hutíes, tanto a través de su retórica como de sus acciones, han dado a sus vecinos amplios motivos de preocupación, incluyendo su decisión, altamente simbólica, de abrir vuelos directos con Teherán, así como enviar una delegación de alto nivel a Irán para pedir -sin éxito, como se vio después- ayuda para el desarrollo económico.

Muchos están advirtiendo que los temores acerca del riesgo de la creciente influencia de Irán están convirtiéndose en una profecía autocumplida.

No obstante, a pesar de su incapacidad a la hora de proporcionar ayuda militar a los hutíes -debido en gran parte a su implicación en confrontaciones regionales de mayor importancia en Siria e Iraq-, Irán ha logrado intimidar a los saudíes.

Un actor clave fuera de la dicotomía saudíes-hutíes ha sido el grupo de la Resistencia Popular, que jugó un papel destacado en la liberación de Aden y ahora está activo en Taiz. En medio del colapso de las instituciones estatales y la ausencia de un gobierno central, la Resistencia Popular ha reunido a una amplia gama de grupos sociales y políticos, asegurándoles un generoso apoyo financiero y militar por parte de la coalición liderada por los saudíes.

Ni que decir tiene que la Resistencia Popular es ante todo una alianza de conveniencia que es poco probable que dure en el tiempo. Más allá del compartido enemigo -los hutíes-, los miembros de la Resistencia albergan motivaciones muy distintas para unirse a la lucha, así como profundas diferencias ideológicas. Aunque todos parecen estar de acuerdo en una cosa: que asegurar el regreso de Hadi al palacio presidencial no es una prioridad.

¿Y ahora qué?

Hace unos cuantos meses, me quedé sorprendida cuando me preguntaron, por primera vez en mi vida, si yo era zaidí o suní. Para los yemeníes, empezar a identificarnos por el lugar de culto o la denominación sectaria, como pasa cada vez más hoy en día, es un nuevo y trágico desarrollo y el producto directo de un conflicto que ha desgarrado el tejido social del país. Esto no sólo ha reducido las posibilidades de reconciliación rápida tras la guerra sino que ha abierto las puertas para que AQPA y el EI, que prosperan a base de retóricas sectarias envenenadas, conviertan al Yemen en terreno fértil para el reclutamiento.

Se han estancado asimismo los esfuerzos para conseguir que se rindan cuentas a nivel oficial por lo que a menudo ha constituido una guerra brutal con una cifra desproporcionada de víctimas civiles. En septiembre se bloqueó un proyecto de resolución holandés que instruía al jefe de derechos humanos de la ONU para que enviara expertos a investigar los crímenes de guerra perpetrados por ambas partes. En una medida absurda, la ONU ha aceptado en cambio una investigación que deberá dirigir el gobierno yemení, que es parte en el conflicto junto con los saudíes.

En ausencia de un esfuerzo independiente de la ONU, el pasado noviembre, Human Rights Watch (HRW) lanzó su propia investigación, llevando a cabo entrevistas de primera mano con víctimas, testigos y personal sanitario. Los investigadores de HRW visitaron también lugares castigados por los ataques aéreos, incluyendo zonas residenciales, mercados urbanos, una fábrica y una prisión civil. En todas las ocasiones, HRW no encontró pruebas de que allí hubiera habido objetivos militares o concluyó que el ataque no distinguió entre objetivos civiles y militares. El informe de HRW aporta los nombres de 309 personas -199 hombres, 43 mujeres y 67 niños- asesinadas en los ataques, que se cree eran todas civiles. Joe Stark, director para Oriente Medio de HRW, comentó: «Resulta abominable la poca voluntad de la coalición para llevar a cabo siquiera una única investigación de los numerosos y potencialmente ilegales ataques aéreos. Aunque la coalición pueda tener armamento sofisticado y el apoyo de EEUU, su compromiso con las leyes de la guerra es, en el mejor de los casos, rudimentario».

A pesar de esto, EEUU y el Reino Unido siguen apoyando la campaña de bombardeos. Cole Bockenfiel, el vicedirector de política en el Project on Middle East Democracy (POMED), dijo a MEE: «Aunque el gobierno estadounidense ha pedido públicamente a ambas partes que detengan la lucha y busquen una solución política, sigue suministrando copiosamente armas a una de esas partes -la coalición liderada por los saudíes- para que dicha lucha prosiga. EEUU ha intentado mantener una posición de distancia en el conflicto, pero al proporcionar las bombas y la inteligencia utilizadas en los ataques aéreos saudíes, la administración Obama tiene parte de la culpa de su mal uso».

En una visita a los Emiratos Árabes Unidos, el secretario de estado de EEUU, John Kerry, declaró que respetaba el «importante progreso» que según él han conseguido los EAU en Yemen. «Comprendemos completamente y apoyamos las razones por las que Arabia Saudí y los EAU se sienten obligados a actuar en defensa propia y a proteger la seguridad de esta región». Por su parte, el secretario del Foreign Office británico, Philip Hammond, dio a entender en noviembre que iba a congelar las ventas de armas a Arabia Saudí si se demostraba que estaban incumpliendo el derecho internacional, pero después evitó lanzar una investigación tras un informe condenatorio de HRW sobre un ataque aéreo con un misil fabricado en el Reino Unido que destruyó una fábrica civil. Baron, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, ha declarado que no es probable que se ponga fin al apoyo militar occidental a la guerra antes de que se encuentre una solución política. «A EEUU y al Reino Unido les gustaría ver el fin de esta guerra, pero van a continuar apoyando a la coalición dirigida por los saudíes hasta que se llegue a alguna solución política».

¿Cómo debería ser esa solución política?

Como parece que el apoyo de los patrocinadores de ambos bandos no va a flaquear a corto plazo y las ciudades cambian de mano cada semana, todas las partes en el conflicto deben comprender que la victoria militar definitiva es altamente improbable. Aunque los hutíes han sido expulsados de Aden y su control sobre Taiz parece cada vez más débil, los saudíes tampoco parecen tener un plan claro para el futuro. Aunque consiguieran desarmar con éxito a los hutíes y hacerles retroceder de nuevo hasta su baluarte en Saada, la pregunta de quién va a llenar el vacío de poder resultante sigue sin respuesta.

No obstante, continúo rezando con toda mi alma para poder volver pronto al Yemen que conozco y amo; al Yemen donde bebía té en Qubat Al-Mahdi, en un mirador desde el que se disfrutan unas vistas sobre la ciudad que quitan la respiración, aunque partes de la misma hayan sido arrasadas por los ataques aéreos; al Yemen donde los niños jugaban libremente en las calles sin tener que esconderse con el sonido de los aviones de combate sobre sus cabeza. Aunque no sé si vamos a ser capaces de sobrevivir a esta situación mucho tiempo más, las perspectivas de paz, tras nueve meses de guerra, se presentan muy sombrías.

Una cosa sí parece segura. Después de todo el baño de sangre que el país ha sufrido estos últimos meses, parece impensable el retorno al poder del presidente Hadi. Por lo tanto, con la retórica sectaria borboteando en la superficie, y con grupos como AQPA y el EI aprovechando al máximo el caos y la desconfianza, vislumbrar que es probable que Sanaa se encuentre pronto sin un gobierno en funciones o sin un ejército de algún tipo es una aterradora perspectiva.

Nawal Al-Maghafi es una periodista y cineasta yemení/británica. Sus trabajos han aparecido en Channel 4, BBC Newsnight, BBC World y BBC Arabic, entre otros.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/essays/yemen-s-tug-war-50700445