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Estado de contrarrevolución permanente

Fuentes: Rebelión

La estrategia de contrarrevolución permanente, implantada por el régimen español en la década de los 80, cuyo objetivo es neutralizar la resistencia antifascista y los legítimos derechos independentistas de las distintas nacionalidades del Estado, se agudiza, demostrando su fracaso, pues si aquella se intensifica, es porque la resistencia también lo hace. El Gobierno justifica las […]

La estrategia de contrarrevolución permanente, implantada por el régimen español en la década de los 80, cuyo objetivo es neutralizar la resistencia antifascista y los legítimos derechos independentistas de las distintas nacionalidades del Estado, se agudiza, demostrando su fracaso, pues si aquella se intensifica, es porque la resistencia también lo hace. El Gobierno justifica las detenciones, y posterior encarcelamiento de decenas de vascos encausados en el proceso 18/98- instruido contra las organizaciones KAS, XAKI el diario EGIN y la revista Ardi Beltza- con el argumento del riesgo de fuga, algo que resulta contradictorio con el estado de libertad en la que se encontraban los ahora detenidos mientras esperaban la sentencia. Si alguien hubiera pertenecido a la organización ETA, podría haberse fugado hace tiempo, sin embargo no fue así.

Todas las cosas tienen su por qué. ETA rompió la tregua cuando comprobó, por enésima vez, que el proceso negociador era una engañifa (otra negociación-trampa).Ni este Gobierno, ni ninguno, permitirá que los vascos, decidan democráticamente su futuro mientras perviva un Estado vertebrado por el franquismo. El Gobierno de Zapatero ha golpeado al movimiento independentista con la intención de renegociar con ETA «a la baja», pero va a ser imposible, después de la línea dura adoptada por esa organización, como lo demuestran los últimos acontecimientos; por tanto, se van a iniciar los trámites para ilegalizar al partido Acción Nacionalista Vasca (ANV), y al Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV), algo que se barruntaba desde el momento en que éstos llegaron al Parlamento vasco, hace tres años.

El Partido Socialista (PSOE) tiene una visión centralista de España, igual que el Partido Popular (PP), similar a la del Movimiento Nacional del dictador Franco. Las últimas amenazas de Zapatero, además de demostrar su catadura talentosa, también van dirigidas a la caza del voto más reaccionario que se disputa con el PP. Tras el atentado de Francia, Zapatero ha manifestado que «cuarenta años de negra historia terrorista no han bastado para calibrar la inmensa fortaleza de la sociedad española», una frase aplicable- con la excepción de la supuesta fortaleza- a la existencia temporal del Estado policiaco español que él denomina democracia. Si, como afirma Zapatero, jamás se alcanza nada con la violencia, que nos explique entonces qué hacen las «democracias» occidentales en Iraq y Afganistán, instalando políticas acorde con sus intereses y utilizando el terror indiscriminado para lograrlo.

La debilidad y el temor del régimen son obvios. La debilidad provoca escándalos financieros; corrupción generalizada; torturas sin castigo; existencia de alienantes medios de comunicación que practican con descaro el terrorismo informativo; sindicatos pagados por el Estado, y una Judicatura desprestigiada que, además de montar esperpénticos procesos, permite que se publiquen libros que narran las interioridades de los mismos. El temor es manifiesto: Ya no son los militantes de ETA, o los independentistas vascos, los únicos en desfilar por la Audiencia Nacional, también lo hacen comunistas revolucionarios; dibujantes de revistas; musulmanes cuyo delito es querer ir a Iraq a combatir contra el imperialismo; republicanos consecuentes; sindicalistas honestos, y pronto (ignoro si ya ha pasado alguno) le llegará el turno a los okupas, que comienzan a ser tildados de terroristas.

La existencia de un estado de contrarrevolución permanente, establecida por el sistema- no porque exista una revolución, sino para que ésta ni siquiera pueda iniciarse- es evidente. Además de lo comentado, existen mas detalles que lo confirman. El terrorismo neonazi es tolerado y, prácticamente, no es objeto de represión alguna, mientras los grupos antifascistas son vigilados, y sus manifestaciones, cuando son permitidas, se reprimen con odio y ensañamiento. El Estado parece mostrarse comprensivo con las organizaciones nazis como si compartieran objetivos comunes. Por mucho que aparente quedarse al margen, llamando «pelea entre bandas» a los enfrentamientos, que ya se han cobrado alguna vida, es consciente de que se trata de un combate inmerso en el principio de la lucha de clases, y en esa lucha, la clase obrera siempre tendrá como enemigo al Estado capitalista, adopte éste la forma «legal» que quiera.