El marcado interés de Estados Unidos por controlar la Amazonía se ha incrementado hasta alcanzar niveles alarmantes en esta última década. Los geopolíticos estadounidenses consideran que las características geográficas de ese territorio, su situación, fronteras, clima, aguas, bosques, minerales y otros recursos naturales al final determinan las formas de su organización política, económica, social y […]
El marcado interés de Estados Unidos por controlar la Amazonía se ha incrementado hasta alcanzar niveles alarmantes en esta última década. Los geopolíticos estadounidenses consideran que las características geográficas de ese territorio, su situación, fronteras, clima, aguas, bosques, minerales y otros recursos naturales al final determinan las formas de su organización política, económica, social y militar.
La afirmación de que el «espacio es poder», realizada por el geógrafo alemán Federico Ratzel (1844-1904), precisa la esencia de esas concepciones geopolíticas. De ahí que el general alemán Karl Haushofer (1869-1946), al definir que el espacio geográfico es determinante en el desarrollo y poderío político de cada estado, hallara «la razón» que Adolf Hitler necesitaba para justificar la expansión territorial de la Alemania nazi.
Hoy Estados Unidos utiliza similares concepciones geopolíticas para ampliar su poderío en busca de las riquezas contenidas en ese «espacio vital» que le permitan alcanzar sus aspiraciones hegemónicas en América Latina.
Sus aspiraciones sobre el territorio amazónico, cuya extensión es casi igual a la del continente europeo, están dirigidas a apropiarse totalmente del espacio geográfico que atesora las extraordinarias riquezas del llamado pulmón verde del planeta.
El espacio geográfico drenado por el río Amazonas lo comparten: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa, un territorio que representa la vigésima parte de toda la superficie terrestre.
La extensión de la llamada «Amazonía mayor» es de ocho millones 187 mil 975 kilómetros cuadrados, mientras que la Cuenca del Amazonas abarca un total de cinco millones 147 mil 970 kilómetros cuadrados.
La floresta amazónica, con más de 60 mil especies arbóreas, algunas de las cuales alcanzan alturas que pueden llegar a los 100 metros, es la región del mundo que más oxigeno produce.
La Amazonía es la gran región natural que se corresponde físicamente con la mayor cuenca hidrográfica del mundo. La cuenca amazónica ocupa más de la tercera parte de la superficie del sur de nuestro Hemisferio. La red hidrográfica de la Amazonía, con sus más de siete mil ríos, posee demás el 20 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta.
La cuenca amazónica y la zona andina clasifican entre las más ricas del orbe en lo concerniente a diversidad biológica, una de las más importantes fuentes de materia prima de la ingeniería genética y la biotecnología.
La Amazonía ha dado origen a legendarios medicamentos para el tratamiento de diversos males, cuyo conocimiento trasmitido de generación en generación, constituye el legado de sabiduría ancestral de los pueblos originarios que por dos mil 300 años la han habitado, como los Arawac, los Tupi y los Guaraníes. Esos pueblos originarios se vincularon cultural y comercialmente entre sí uniendo la costa del Pacífico, el altiplano y la vertiente oriental de los Andes.
En la Amazonía existen importantes yacimientos minerales. Allí se localiza la mayor reserva de uranio empobrecido del mundo y grandes yacimientos de hierro, niobio, petróleo, metales y gemas preciosas y semipreciosas. El niobio, por ejemplo, se encuentra entre los minerales más codiciados por su escasez en la naturaleza y su aplicación más importante es en la producción de mezclas metálicas para la industria aeronáutica y naval.
Colonialismo como en el siglo XVI
Empresas, supuestas organizaciones ambientalistas y misioneros, valiéndose de la generosidad y buena fe de los indígenas de esa región, se han estado apropiando de conocimientos antiquísimos relacionados con las propiedades medicinales de muchas plantas que, posteriormente, han patentado como descubrimientos propios.
Las potencias del norte se han apropiado de importantes especies de plantas para usarlas como materia prima en sus laboratorios y promueven la deforestación para satisfacer demandas de sus industrias. Este recurso cuyo aprovechamiento podría ser tan importante para los pueblos suramericanos, es afectado por la biopiratería estadounidense y europea.
Los bosques tropicales están siendo gravemente amenazados por las aspiraciones geopolíticas de Estados Unidos. Según numerosos analistas, en los próximos años la escasez de agua en el planeta será una de las causas principales de los conflictos político-militares.
Al igual que los primeros colonizadores llegados a las Américas, hoy Estados Unidos ve en la Amazonía no sólo la mayor reserva de materias primas, agua y minerales, sino también la posibilidad de enriquecerse con lo que a otros pertenece por derecho. Piensan como en el siglo XVI lo hicieran los conquistadores españoles, que promovieron leyendas como la de un paradisíaco paraje donde se asentaba una ciudad fantástica repleta de metales preciosos y sus habitantes poseían grandes riquezas y las tierras eran excelentes para la explotación agrícola y ganadera.
Las Siete ciudades de Cíbola al norte de México, El Dorado buscado desde la Florida hasta la Amazonia, la famosa Sierra de la Plata y el Rey Blanco de la zona del Río de la Plata y por fin la más longeva de todas ellas, la Ciudad de los Césares constituyen leyendas que no deben olvidarse con el pasar del tiempo.
Esa última decía: «La ciudad de los Césares esta encantada en la cordillera de los Andes, a la orilla de un gran lago. El Viernes Santo se puede ver, desde lejos, como brillan las cúpulas de sus torres y los techos de sus casas, que son de oro y plata macizos…».
* El autor es jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article21029