Desde hace quince días, sin cobertura en los grandes medios, con la sorna de los comentaristas políticos y una brutal represión policial, pero también con el apoyo de celebridades y periodistas independientes, vecinos, donantes y peatones que se acercan de a centenares, el grupo de jóvenes que decidió ocupar Wall Street para deliberar de manera permanente hasta elevar un petitorio al gobierno no sólo viene creciendo, sino que se ha extendido a decenas de ciudades de Estados Unidos y del mundo y planea una marcha mundial para el 15 de octubre. Esta es la historia (hasta ahora) de ese movimiento que intenta hacer oír al «99 por ciento que no se beneficia con el sistema».
Mientras las Bolsas del mundo persistían en su psicótica crisis, esta semana se cumplieron quince días del acampe de indignados en las inmediaciones del corazón financiero del mundo: Wall Street. Se trata de cientos de jóvenes que pasaron ahí las últimas noches, y miles de personas con profesiones y necesidades diversas que de día se les unen en asambleas, debates y marchas. Pero si bien la atención está enfocada en lo que pasa en esa calle de Manhattan, lo más interesante es que no están solos. Esta última semana ya suman 66 las ciudades que se plegaron con campamentos propios y protestas diarias, y el movimiento está lejísimos de aplacarse. Con el apoyo de los manifestantes españoles que los inspiraron, también vieron surgir organizaciones espontáneas en Amsterdam, Londres, Atenas, Berlín… Formando una sociedad global de autoconvocados que desde Internet están gestando, en simultáneo y en más de 66 ciudades, una manifestación mundial para este 15 de octubre.
«La economía del mundo es una estafa que sólo beneficia al 1 por ciento de la sociedad, nosotros somos el otro 99 por ciento», es la proclama que une a estudiantes endeudados y familias que han perdido su casa, trabajadores con frescos telegramas de despido y desocupados hace ya demasiado tiempo, militantes pacifistas que quieren acabar de una vez y para siempre con las empresas militares, inmigrantes que reclaman sus derechos y activistas ambientales que ya no quieren ser cómplices de la destrucción a la que está siendo llevado el planeta.
Con acciones en tiempo real tan vertiginosas como potentes, la breve historia de esto que los más entusiastas llaman el otoño americano (en referencia a la primavera árabe de liberación) casi no apareció en los medios en su primera etapa o apareció como un movimiento absurdo; lo que no significa que, interpretando las acciones parapoliciales, en el centro neurálgico del poder no se los estén tomando bien en serio.
HOY MANHATTAN, MAÑANA EL MUNDO
Todo empezó con una nueva campaña de Adbusters. Esta fundación multimedia surgida a fin de los ’80 hoy se define como «una red global que avanza hacia el nuevo movimiento activista social en la era de la información». Con una plataforma web y una revista bimestral, el activismo de Adbusters se refleja en diversas campañas para despertar conciencia y cambio (http://www.adbusters.org/campaigns). En julio pasado, una vez más, se dirigieron a sus «agitadores culturales» con una nueva propuesta: «Wall Street nos pertenece. Hagamos que empiecen nuestros días de furia. Traigan sus carpas. Este 17 de septiembre ocupemos Wall Street», decía un poster híper sugerente. «Queremos ver 20 mil personas armando pacíficas barricadas, repitiendo una demanda incesantemente hasta que Barack Obama la tome», insistieron. Y en un país que en este momento tiene 14 millones de desocupados (el 80 por ciento de ellos, jóvenes de entre 18 y 21 años) y 40 millones de pobres, la idea prendió como dinamita.
El poster de Adbusters fue publicado en todos los muros de Facebook posibles y occupywallstreet se volvió hashtag. Hasta que se formó un primer grupo de activistas que decidió tomar el toro del centro financiero más que por las astas. Lo primero que armaron fue el sitio occupywallstreet.org, desde donde impulsaron una primera asamblea compuesta principalmente por un grupo que meses atrás había liderado una protesta contra el recorte del presupuesto público.
Por esos días hizo su mítica entrada en escena la agrupación emblema del activismo contemporáneo: Anonymous. Compuesta por un grupo de hackers enmascarados que en los últimos años han logrado entrar en las entrañas del sistema y revolver el corazón en red del poder económico y político, entre sus acciones más memorables está el haber ayudado a los jóvenes de Túnez en su revuelta hackeando las páginas del gobierno de ese país, haber cerrado el espacio del Tea Party en Facebook, y haber bloqueado a las empresas que trabajaron contra Wikileaks como PayPal, MasterCard y Visa.
A fin de agosto, Anonymous lanzó un videocomunicado en el que daba su apoyo a los ocupantes de Wall Street. En paralelo, el Departamento de Seguridad Nacional también hizo circular la información de la revuelta que se estaba armando, pero en forma de comunicado secreto, para aguzar la seguridad de los banqueros del mundo.
CONTRA LA LEY DE LOS MEDIOS
El 17 de septiembre encontró a 5 mil personas en las calles de Manhattan con pancartas hechas a mano, cartones pintados, cuerpos escritos, instrumentos de percusión y carpas al hombro. Las recibió un grupo de policías que había cortado Wall Street impidiendo que avanzaran. El lugar elegido, entonces, fue Liberty Plaza, a un par de cuadras, en donde cientos de ellos continúan acampando.
«Una rubia con cierto parecido a Joni Mitchell baila semidesnuda por la calle, los turistas sacan fotos y los policías sonríen.» «Parece un carnaval.» «Los protestantes de Wall Street se comportan como un grupo de niños mimados.» El New York Times, el Daily News y el Boston Globe, sólo por nombrar algunos medios, se burlaron de los manifestantes desde ese primer día; una tendencia que continuó en cada breve crónica que sacaron sobre los hechos.
«El periodismo está muerto», twittearon los jóvenes y, acto seguido, explicaron una de las acciones más inteligentes que llevaron a cabo hasta ahora: armar su propio centro de comunicación para registrar cada acción y transmitir en vivo la protesta. El multimedio de occupywallstreet cuenta con miles de reporteros cámara en mano, un canal 24 horas por Internet, audios de radio y ahora están pidiendo colaboración para armar un diario (que ya recibió más de 13 mil dólares en donaciones y el apoyo de Naomi Klein). «Los medios no simpatizan con los movimientos. Se rigen con un sistema superficial y no reflejan lo que estamos intentando construir, por eso desde nuestro indymedia centre documentamos cuidadosa y fehacientemente todo», explicó uno de ellos en entrevista con el ex gobernador de Nueva York David Paterson. «¿No creen que tener a los medios en contra puede invisibilizar el movimiento? -les retrucó él-. Pongo a Martin Luther King como ejemplo. El supo usar a los medios inteligentemente», les dijo. «Mr. King vivía sin Twitter ni Facebook. Hoy no los necesitamos. Queríamos ser honestos y eso no se podía garantizar si nos hacíamos amigos de los medios», respondieron ellos.
Fue gracias a su completo sistema de cobertura que los manifestantes lograron documentar la brutalidad de una policía cebada y entrenada para tratar todo el tiempo con terroristas potenciales, y que con el propósito de disgregarlos arrastró a mujeres de los pelos, pateó en el piso a jóvenes indefensos, roció con gas pimienta y directo a los ojos a chicas que no estaban haciendo absolutamente nada (ese hecho se puede ver en incontables videos y fotos, y ya tiene causa abierta en la Justicia). El saldo de la redada fue de cien personas apresadas, hecho que, por supuesto, sí atrajo la atención de la prensa. «Necesitaron que hubiera cien arrestos para hacer una mención en Associated Press. Dan pena», retwittearon.
EL PARLANTE HUMANO
«Son una protesta sin objetivos», es una de las críticas más difundidas que se les hace. En ella los grandes medios han encontrado la justificación para explicar por qué ni los ocupantes de Wall Street ni los de Boston, ni los de Chicago, ni los de Denver, LA o Washington (las ciudades que en organización de protesta le van a la zaga a Nueva York) merecen su respaldo.
Pero lo que refleja la realidad es que lejos de ser una falencia, eso que se les reclama es sin dudas lo más atractivo de estas movilizaciones. «Partiendo de la base de que este sistema no puede continuar, los manifestantes estamos ejerciendo un artículo de la Constitución: unirnos a debatir, escuchar reclamos e ideas y trabajar en asamblea permanente el tiempo que sea necesario para llegar a armar una petición popular, que luego pueda ser elevada al gobierno. Para aquellos que insisten con los objetivos concretos: por el momento el objetivo es la ocupación y el acto democrático que aquí se está desarrollando. Si lo piensan profundamente, que eso suceda ya es un statement fuerte contra Wall Street», dijeron en varias entrevistas.
«No sorprende que desde el establish-ment de los medios hayan sido condescendientes, desdeñosos y burlones con las protestas en Wall Street. Cualquiera que se declare un adversario del poder institucional va a ser visto con hostilidad por el establishment, siempre al servicio de las instituciones. Esto es algo natural. Es el desprecio que esos mismos círculos muestran por Wikileaks (y que previamente mostraron por las protestas contra la guerra): cuanto más efectivo es el adversario, más la hostilidad que van a recibir», escribieron en Salon.com, uno de los pocos medios que se están tomando esto en serio.
Lo cierto es que, más allá de los medios, la sociedad ha manifestado su apoyo a los movimientos de diversas maneras. Sólo en comida, los ocupantes de Wall Street han recaudado más de 20 mil dólares. Recibieron teléfonos y computadoras. Impresiones de stickers, flyers y panfletos sin cargo. Constantemente llegan abogados para ofrecer asesoramiento gratuito y comerciantes de las distintas zonas que los ayudan cuando pueden (algunos de ellos denunciaron haber sufrido acoso policial por eso).
Juntar la mayor cantidad de gente posible es el desafío inmediato. Los sindicatos de trabajadores de correo, de pilotos aeronáuticos y de transporte ya se adhirieron en forma masiva. Los industriales les enviaron su apoyo y solidaridad. La última noticia son los trabajadores médicos y el Sindicato de Comunidades de Nueva York Para el Cambio, con un millón de miembros activos que apoyarán la ocupación.
Por otro lado, hubo muchos famosos que llegaron a la plaza. En esta última semana, los ocupantes de Wall Street recibieron, entre otros, la visita de Susan Sarandon y Roseanne Barr. Pero sin dudas los momentos más emotivos fueron cuando llegaron el filósofo, activista y socialista doctor Coronel West y Michael Moore (que este jueves además donó los ingresos de su último libro al movimiento). En todos los casos, como la policía les tiene prohibido utilizar micrófonos, los manifestantes encontraron una forma original de reemplazarlos: un grupo rodeaba al famoso y repetía a viva voz lo que éste acababa de decir. Como un rezo o un cántico poderoso que primero llevó a muchos a reír pero a los pocos minutos, a emocionarse profundamente.
El viernes, antes del cierre de esta nota, hubo un anuncio apócrifo de un recital de Radiohead en el lugar. Los cientos que se acercaron, lejos de retirarse, se sumaron a los que estaban y, con la adhesión unánime de la Unión de Trabajadores, miles marcharon juntos por las calles del centro financiero. «Otra ciudad es posible, otro país es posible, es posible un nuevo movimiento y con ese movimiento, un nuevo mundo es posible», clamaban los participantes de esta ocupación que nació para que los gobernantes del mundo empiecen a trabajar por la sociedad y no por los intereses del poder.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7363-2011-10-03.html