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Estas explosiones salvan

Fuentes: IPS

Exactamente a las 12:00 del mediodía de un jueves, entre las arenosas colinas del sur de Gaza, una explosión controlada destruye proyectiles con fósforo blanco que quedaron sin estallar en este territorio palestino costero tras la última ofensiva israelí. Expertos en explosivos del Grupo Asesor sobre Minas (MAG, por sus siglas en inglés) y del […]

Exactamente a las 12:00 del mediodía de un jueves, entre las arenosas colinas del sur de Gaza, una explosión controlada destruye proyectiles con fósforo blanco que quedaron sin estallar en este territorio palestino costero tras la última ofensiva israelí.

Expertos en explosivos del Grupo Asesor sobre Minas (MAG, por sus siglas en inglés) y del Equipo de Acción contra Minas de las Naciones Unidas (UNMAT) trabajan juntos para eliminar los restos de un mortal ataque israelí. Los bombardeos israelíes desde tierra, aire y mar dejaron grandes cantidades de artillería sin estallar en zonas civiles gazatíes.

A través de una rutina precisa y técnica que debe tomar en cuenta todos los posibles peligros para los propios trabajadores y para los residentes palestinos, los expertos, detonación tras detonación, liberan a Gaza de los proyectiles con fósforo blanco remanentes. Para impedir el ingreso de oxígeno, que es lo que enciende al agente químico, los proyectiles primero son sellados con yeso y luego instalados en grandes contenedores llenos de arena, donde permanecen hasta el día de la detonación.

Las explosiones se realizan dos veces por semana, coordinadas con el gobierno en Gaza de Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) y con las Fuerzas Armadas de Israel, cuyos aviones sobrevuelan los sitios de detonación.

Para la séptima ronda de detonaciones, había ocho proyectiles para destruir. Dos estaban en perfectas condiciones, y los otros seis estaban rotos pero sin estallar. Cada uno contiene 122 esponjas remojadas con el químico letal, diseñado para esparcirse a grandes distancias con la explosión. «Algunos proyectiles pueden tener sólo el líquido», explicó Mark Buswell, director técnico del MAG. «Pero el tipo (de explosivos) que se emplearon en Gaza contenían esponjas, y son más difíciles de erradicar». Las detonaciones controladas permiten que el químico se consuma dentro de contenedores ubicados en una fosa, lejos de las poblaciones urbanas.

Veinte minutos después de la primera detonación, cuando la mayor parte del humo blanco y espeso se ha disipado, técnicos del MAG retiran las esponjas que se han esparcido, las retornan a la fosa y las vuelven a encender juntas. Estas pueden quemarse durante cinco y 10 minutos, aunque si quedan tapadas por arena pueden permanecer latentes por varios días, volviéndose a encender si un niño las golpea con un palo o patea por accidente.

El médico canadiense Jim Hill trabaja con el MAG en Gaza. «Estamos aquí por si se producen casos de quemaduras por fósforo blanco, de inhalación de humo o por si ocurren detonaciones inesperadas que provoquen heridas». Hill y otros médicos acompañan el equipo de expertos conforme éste va avanzando y asegurando lugares donde se han erradicado los explosivos. Pero Buswell señaló que el trabajo recién está comenzando.

La ofensiva israelí de 23 días sobre Gaza, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, mató a más de 1.500 palestinos y dejó a otros más de 5.320 heridos. Muchas bajas fueron causadas por el fósforo blanco. Cuando ese agente químico tiene contacto sobre la piel, «la quema profundamente hasta el músculo y el hueso, y sigue quemando hasta que se le priva de oxígeno», explicó la organización Amnistía Internacional.

El jefe de la Unidad de Quemados del Hospital de Al Shifa, Nafez Abu Shaban, dijo al Centro Palestino para los Derechos Humanos que veía a pacientes «con severas quemaduras por las cuales los músculos y las células del cuerpo estaban completamente destruidas».

Durante la ofensiva israelí fueron atacados hogares y escuelas, donde se refugiaban miles de palestinos, así como hospitales y edificios de la Organización de las Naciones Unidas que albergaban ayuda humanitaria. Más de la mitad de los 27 hospitales y 44 centros médicos gazatíes fueron destruidos o dañados. El Hospital Al Quds y el Centro de Rehabilitación de Al Wafa, que alberga a más de 50 pacientes, la mayoría inválidos y dependientes de máquinas para sobrevivir, sufrieron múltiples bombardeos, incluyendo directos impactos con fósforo blanco.

Funcionarios israelíes primero negaron haber usado ese agente químico, pero luego admitieron y hasta justificaron su empleo como una «cortina de humo» para sus soldados.

El Comité Internacional de la Cruz Roja señaló que su uso contra concentraciones de civiles está «simplemente prohibido», e indicó que el fósforo blanco se puede propagar varios cientos de metros cuadrados, con el «potencial de causar heridas particularmente terribles o una muerte lenta y dolorosa». Un año después de la ofensiva, los explosivos sin estallar suponen una amenaza tan grande como los propios bombardeos. Estos artefactos pueden explotar incluso varias décadas después de haber sido lanzados, alertó el MAG.

En áreas rurales, campesinos y trabajadores pueden detonarlos accidentalmente. También están en riesgo quienes se dedican a remover los escombros dejados por las topadoras israelíes que destruyeron hogares palestinos, así como las familias que intentan regresar a sus tierras.

Hasta agosto de 2009, la ONU registró 12 personas muertas por explosiones de artillería abandonada, seis de las cuales eran niños y niñas. Hubo también 23 heridos, entre ellos cuatro menores.

En marzo pasado, el MAG y el UNMAT comenzaron a destruir los 343 explosivos sin estallar recolectados hasta entonces en Gaza, incluyendo proyectiles con fósforo blanco.