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Este alzamiento es sobre algo más que cuchillos

Fuentes: Electronic Intifada

Traducción para Rebelión de María Landi.

Cuando la «intifada de los cuchillos» comenzó en octubre del año pasado, los periodistas occidentales inundaron Jerusalén para cubrir la nueva «escalada», entrevistaron a personas «de los dos lados del conflicto» y formularon variantes de la vieja pregunta: «¿Es esto el comienzo de una tercera intifada?

Inevitablemente, los periodistas se fueron una vez que la represión masiva redujo significativamente el número de ataques mortales contra israelíes en la ciudad. Es un patrón demasiado conocido para los palestinos y palestinas, pues ya sabemos que sólo hay una «escalada» cuando hay muertos o heridos israelíes. Las muertes, heridas, arrestos y demoliciones de casas infligidas por Israel a la población palestina son consideradas de rutina y no merecen mayor investigación.

Los actos cotidianos de castigo colectivo sufridos por la población palestina de Jerusalén y su lenta limpieza étnica son demasiado rutinarios como para ser considerados noticias.

Los checkpoints temporales, las calles cerradas y los bloques de hormigón instalados durante la ofensiva pueden haber sido quitados, y la cantidad de tropas en las calles puede haberse reducido. Pero la represión israelí -y la resistencia palestina- continúan.

Los muertos como rehenes

Una de las tácticas israelíes más inhumanas es la práctica de retener los cuerpos de los palestinos y palestinas asesinadas.

A mediados de octubre, el gabinete de seguridad israelí aprobó varias medidas para sofocar los disturbios. Una de ellas fue reactivar la vieja política de retener los cuerpos de los palestinos muertos bajo la acusación de haber llevado a cabo ataques.

Desde entonces, más de 80 cuerpos han sido retenidos. Israel empezó a entregarlos gradualmente a fines de diciembre, después de semanas de protestas masivas, sobre todo en Hebrón; pero los cuerpos de 10 palestinos de Jerusalén permanecen en la morgue israelí.

Las familias de Bahaa Alayan, Thaer Abu Ghazaleh, Hassan Manasra, Alaa Abu Jamal, Ahmad Abu Shaaban, Mutaz Uweisat, Omar Iskafi, Abd al-Mohsen Hassouna, Musab al-Ghazali y Muhammad Nimer todavía están batallando por su derecho a enterrar a sus hijos.

Israel ha puesto condiciones represivas para entregar los cuerpos, explotando el aislamiento geográfico y político de la población palestina de Jerusalén: las familias deben enterrarlos del otro lado del Muro que Israel ha construido alrededor de la ciudad, limitar la cantidad de personas presentes en el funeral, enterrar los cuerpos sólo a última hora del día, o pagar una fianza para levantar dichas condiciones. [1]

Apatía internacional

Mohammad, el padre de Bahaa Alayan, ha liderado la campaña popular en Jerusalén para protestar contra estas medidas.

«Se nos está privando de nuestro derecho al duelo, e Israel está usando los cadáveres de nuestros hijos para quebrarnos», dijo Alayan. «Y este hecho no está recibiendo ni una fracción de la cobertura y atención que merece».

Este abogado de 60 años considera que las familias de los mártires de Jerusalén han sido completamente abandonadas por la Autoridad Palestina. Él no puede entender la apatía de los medios occidentales.

Ninguno de los periodistas que se le acercaron después del asesinato de su hijo para preguntarle por qué un joven brillante como él pudo cometer un ataque con cuchillo se molestaron en regresar a preguntarle sobre el cuerpo de Bahaa, dice Muhammad.

Si lo hubieran hecho, habrían encontrado a los Alayan durmiendo en una carpa improvisada cerca de las ruinas de su casa. El hogar de los Alayan es uno de los tantos que Israel demolió en represalia por los ataques individuales. La política de las demoliciones punitivas también estaba incluida en el paquete de medidas aprobadas por el gabinete de seguridad en octubre, y ha sido aprobada por la Suprema Corte de Justicia de Israel.

Empujados a movilizarse

Las políticas de retener los cuerpos de los supuestos atacantes y de demoler las casas de sus familias constituyen las violaciones de derechos humanos más atroces contra la población palestina de Jerusalén. Pero también han impulsado a la comunidad a movilizarse.

El 1º de diciembre, un grupo de jóvenes organizó un concierto en el Teatro Nacional Palestino (también conocido como Hakawati) para apoyar a las familias que tienen a sus hijos en la cárcel y a las que están esperando los cuerpos de sus hijos e hijas asesinadas. La sala más grande del teatro estaba llena hasta el tope. Lo recaudado fue destinado a la reconstrucción de las viviendas destruidas.

La solidaridad comunitaria organizada por las y los habitantes del campo de refugiados de Shuafat después de la destrucción de la vivienda de Ibrahim Akari fue replicada en toda Cisjordania, especialmente en Ramala y en Nablus.

También ha habido acción directa. Inspirándonos en la idea que tuvo Bahaa Alayan en marzo de 2014 de formar una cadena humana de lectura, hicimos lo mismo el 26 diciembre. La cadena rodeó las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén, reclamando la entrega de los cuerpos de los mártires; la protesta pacífica fue violentamente disuelta por las fuerzas israelíes.

Para la población palestina de Jerusalén, organizar protestas masivas contra la extrema represión de Israel se ha vuelto aún más difícil desde octubre. Israel está apuntando deliberadamente a los líderes activistas de la ciudad, poniéndolos en la cárcel o bajo arresto domiciliario, amenazándolos con detenerlos o entregándoles órdenes de expulsión de la ciudad.

Estas medidas no disuadieron a Hijazi Abu Sheih y Samer Abu Eisheh de instalar una carpa de protesta en el jardín de las oficinas del Comité Internacional de la Cruz Roja, en el barrio de Sheij Yarrah. Si bien la carpa fue instalada como refugio para los dos activistas cuando rechazaron la orden de expulsión de Jerusalén, pronto se transformó en un vibrante espacio de desobediencia civil.

Momento de libertad

Durante dos semanas, la carpa desbordó de energía y espíritu revolucionario, libre de las divisiones sectarias. Allí se organizaron conciertos, conferencias abiertas y debates.

Más que brindar apoyo a los dos activistas, quienes concurrieron a la carpa se vieron inmersos en un inusual clima de genuina -aunque efímera- libertad. Allí pudieron cantar, levantar la voz contra la opresión israelí, corear «No nos iremos», sumergirse en los debates y organizarse.

A las y los palestinos nos preguntan con frecuencia cuál es la alternativa a nuestros gobernantes corruptos y fracasados. Quienes visitaron la carpa pudieron ver un atisbo de cómo podría ser esa alternativa.

El 6 de enero, Abu Eisheh y Abu Sbeih fueron arrestados por unidades especiales de la policía israelí en el recinto mismo de la Cruz Roja. Según informó Mahmud Hassan, el abogado de Abu Eisheh, los dos han sido acusados de desafiar órdenes militares e incitar a la violencia a través de Facebook.

Ni la carpa de protesta ni la represión contra ella capturaron la atención de los periodistas internacionales, a pesar de que estas formas de resistencia no violenta y la ofensiva israelí están en el centro del relato cotidiano en Jerusalén.

Todavía no podemos hablar de un movimiento de masas organizado, pero el actual alzamiento palestino tiene mucho más que ver con eso que con los ataques individuales con cuchillos. Y la represión israelí va mucho más allá de las balas y los checkpoints.

 

Budur Yussef Hassan es una joven escritora y abogada nacida en Nazaret y residente en Jerusalén. Su blog: budourhassan.wordpress.com. Su Twitter: @Budour48  

Notas

[1] El 8 de febrero el Parlamento israelí, en una medida de corte fascista, decidió sancionar con 2 a 4 meses de suspensión a la y los legisladores palestinos Haneen Zoabi, Basel Ghattas y Jamal Zahalka por haberse reunido con las familias que están reclamando la entrega de los cuerpos de sus hijos asesinados. (N. de la T.).