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Expedición para comprender fenómenos como El Niño

Fuentes: Tierramérica

Compararlo con Charles Darwin o con Alexander von Humboldt es exagerado. Pero el explorador francés Jean-Louis Etienne se propone una tarea similar a las de esos gigantes en Clipperton, un desierto arrecife ubicado unos mil 300 kilómetros al suroeste del balneario mexicano de Acapulco, en el océano Pacífico. Desde el 7 de diciembre, Etienne residirá […]

Compararlo con Charles Darwin o con Alexander von Humboldt es exagerado. Pero el explorador francés Jean-Louis Etienne se propone una tarea similar a las de esos gigantes en Clipperton, un desierto arrecife ubicado unos mil 300 kilómetros al suroeste del balneario mexicano de Acapulco, en el océano Pacífico.

Desde el 7 de diciembre, Etienne residirá por cuatro meses en Clipperton con unas 40 personas del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, entre ellas biólogos, geólogos, buceadores, ornitólogos y expertos en informática, para realizar una exhaustiva clasificación sin precedentes de la flora y fauna del arrecife, como Darwin en las islas Galápagos y Humboldt en los Andes.

El equipo también quiere estudiar los orígenes de las especies registradas y el modo en que llegaron al atolón de siete kilómetros cuadrados con una laguna interior, único en esa región del océano Pacífico y descubierto por Fernando de Magallanes en 1521, aunque recibió el nombre de un pirata inglés del siglo XVIII que la utilizó como base.

La isla fue anexada por Francia en 1855, pero en 1897 México se apoderó de ella e intentó poblarla, sin éxito. Mantuvo una cruda disputa con Francia por su soberanía, hasta que un arbitraje internacional devolvió a los galos potestad sobre ella en 1931.

Clipperton está incluido en la lista de áreas protegidas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que lo califica como «uno de los biosistemas menos alterados del océano Pacífico» y destaca que su fauna y flora «son excepcionales, y de gran interés biogeográfico, pues incluyen especies americanas y de la región indo-pacífica».

En entrevista con Tierramérica, Etienne previene que el arrecife, también conocido como Isla de la Pasión, «no es tierra virgen». Hace cuatro años, recordó, un carguero asiático naufragó cerca de las costas mexicanas del Pacífico, «las ratas del carguero alcanzaron Clipperton, se reprodujeron con una facilidad extraordinaria, y hoy constituyen una verdadera plaga», que su equipo se propone eliminar como primera tarea.

Además, el oleaje atrae todo tipo de desechos a la isla, y los seres humanos la han maltratado, llegando incluso a usarla como base militar.

Francia consideró en los años 60 probar allí bombas atómicas, y en los 70 usarla como depósito de desechos nucleares, pero abandonó ambos planes debido a protestas de México y Estados Unidos.

Etienne sospecha que narcotraficantes utilizan una precaria pista de aterrizaje, construida durante la Segunda Guerra Mundial, para hacer escala en el atolón.

Según Philippe Bouchet, biólogo del francés Centro Nacional de Investigación Científica y participante en la expedición, el interés de Clipperton «reside en que sus ecosistemas son muy simplificados, lo contrario de las forestas ecuatoriales».

«A causa del aislamiento del arrecife, y de sus escasísimos recursos naturales, las especies afrontan enormes dificultades para implantarse allí. Pero una vez que lo han logrado, se reproducen con gran facilidad», comentó.

En la isla habitan unas cien mil aves de varias especies, y también abundan los anfibios, los cangrejos rojos (Pleuroncodes planipes) y otros crustáceos, y los peces, de los que se han identificado unas 115 especies según Etienne.

Un atolón es una isla de corales, constituida por la cúspide de un volcán extinguido, en cuyas laderas se formó un arrecife.

Cuando el volcán termina su fase activa, comienza a hundirse lentamente, y puede llegar a desaparecer dejando una laguna central, protegida de las olas del mar y de influencias biológicas externas.

En simbiosis, los corales protegen a algas verdes, y éstas producen por fotosíntesis el oxígeno que ellos necesitan. Esto no puede ocurrir a más de 20 metros bajo el nivel del mar, porque a profundidades mayores la luz no es suficientemente intensa.

Clipperton «constituye un laboratorio geoquímico único en el mundo», ya que el agua de su laguna carece de oxígeno más allá de los ocho metros de profundidad, y además contiene fuertes proporciones de ácido sulfúrico, de modo que es «un crisol natural donde se forman fosfatos, y un ambiente ideal para la aparición de organismos originales», explicó Etienne.

El explorador, de 58 años, ganó reconocimiento en Francia por haber atravesado el continente ártico a pie en 1986, y por sus repetidos viajes a los Himalayas, en Nepal.

Junto con integrantes de su equipo, estudiará el ácido desoxirribonucleico (ADN, soporte del material genético) de los organismos encontrados en el arrecife, y el efecto de la radiación solar sobre la flora y la fauna del lugar.

«En especial, queremos ver si las especies que viven cerca de la superficie del agua han podido desarrollar mecanismos de resistencia a los rayos ultravioletas que no conocemos actualmente,» explicó Etienne.

Mediante esos estudios, piensa que también será posible comprender mejor la evolución durante milenios de fenómenos climáticos como la corriente de agua cálida de El Niño, que con intervalos de tres a siete años se desplaza desde una región del océano Pacífico cercana a Australia hacia las costas occidentales de América del Sur.

Durante los cuatro meses que pasará en Clipperton, el explorador escribirá un diario que será publicado en su sitio de Internet, para «compartir esta experiencia con todo el mundo».

Julio Godoy es corresponsal de IPS.