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Galdós novela a la burguesía española frente a las revoluciones europeas

Fuentes: Crónica Popular

Ha comenzado el maestro la cuarta serie de Episodios Nacionales. Nuestro gran don Benito tal vez abriga el generoso propósito de darnos completa la historia del siglo XIX. Alzado ese monumento de la literatura española, acaso sueña el maestro, como el término más venturoso, con sentarse en la estela del camino y contemplar sus obras […]

Ha comenzado el maestro la cuarta serie de Episodios Nacionales. Nuestro gran don Benito tal vez abriga el generoso propósito de darnos completa la historia del siglo XIX. Alzado ese monumento de la literatura española, acaso sueña el maestro, como el término más venturoso, con sentarse en la estela del camino y contemplar sus obras en silencio y en paz, como ha vivido siempre. La tarde le cubrirá de luz y de gloria. Este último Episodio, que acabo de leer en pocas horas, sin descanso y sin fatiga, es un admirable relato.» (Fragmento del artículo de Valle Inclán sobre «Las tormentas del 48», novela de Benito Pérez Galdós, publicado en «La Correspondencia de España», Madrid, 6 de julio de 1902.) «Estos afanosos por excelencia atraen el dinero y lo acumulan para aliarse con las familias aristocráticas».(«La muchacha de los ojos de oro.» H. Balzac).

Benito Pérez Galdós, (1843-1920) el gran escritor del realismo español, comprometido con su tiempo, dibujó el mapa de la vida, sentimientos, pensamientos y obras de las gentes de todas las clases sociales con las que compartía el mismo territorio. En la literatura dejó un sello imborrable, y nos metió, desde ese quehacer cotidiano, en el conocimiento del por qué estamos en la situación en que nos vemos. Su recorrido inmenso por las letras nos dejó «Los Episodios Nacionales», de los que entresaco una novela «Las tormentas del 48», en la seguridad de reconocer a la clase en el poder y el trasfondo de lo que vivimos. Con «Las tormentas del 48» tenemos para leer una gran obra literaria.

El poder de las monarquías absolutas europeas sobre los pueblos había acumulado tantas contradicciones sociales desde los intentos revolucionarios de 1820 y 1830, que en 1848 ese poder fue derribado por las masas sociales. Para entonces el sistema capitalista había desarrollado la explotación industrial, los medios informativos y de comunicación, todo un cambio en los modos de vida, dejando sin peso específico en las mentes las ideas que antes dominaban. Un nuevo mundo se abría paso. Y el capitalismo, a todo esto, con su ley del máximo beneficio como garante de su supervivencia entró en crisis, causó la ruina de la población empezando por la clase obrera, acumulación de productos sin vender, manufacturas cerradas, despidos, acaparación de productos en grandes centros comerciales hundimiento de los pequeños comerciantes, a lo que se sumó la sequía y las plagas que arruinaron el campo. El capitalismo mostraba su carácter, que no era ni más ni menos que el de los dueños de los bienes producidos por la mayoría

Desde el siglo XVIII se forjaba la alternativa obrera y se presentó fundamentada ese mismo año, 1848, dando a conocer «El Manifiesto Comunista», en el que Marx y Engels condensaron la experiencia histórica, lo que caracteriza a la clase, las opciones que con apariencia de izquierda trabajan para el mantenimiento del capitalismo, y la organización revolucionaria y sus objetivos. A pesar de la declaración que ha quedado para la Historia, en ese año tan decisivo faltaron fuerzas organizadas y dirección política, y abundó el espontaneismo. La burguesía accedió al poder agarrada como un buitre a los hombros del proletariado. En 1848, revolución en Europa; no se alcanzó lo que la clase obrera necesitaba, pero la siembra daría otro fruto de gran magnitud. En 1864 se creó la Primera Internacional Obrera, y, siete años después, en 1871, el levantamiento contra la opresión capitalista produce el primer ejemplo de sociedad socialista, La Comuna de París, contra la que caerán los ejércitos burgueses y monárquicos franceses y europeos, causando una matanza de grandes dimensiones entre la clase obrera, que ha desarrollado un mundo justo en la gran capital. Y es que los grandes explotadores de la humanidad no están dispuestos a admitir ningún ejemplo, no vaya a ser que se propague, de sistema social en el que la mayoría decida en favor de sus propios intereses.

Una lectura de la que aprenderemos algo importante para hoy

En España el dominio de la iglesia y su monarquía borbona resistió los levantamientos populares que hubo mediante la represión y por la falta de unidad organizativa en las clases trabajadoras.

«Las tormentas del 48», de Benito Pérez Galdós, nos ilustra sobre las relaciones y valores en los que la burguesía española y la aristocracia se desenvolvían y se utilizaban con el fondo de la crisis europea. Una lectura con la que aprenderemos algo muy importante para hoy, que cosido con el hilo de la Historia, si tiramos de él, iremos a dar con la ignorancia social instituida desde las poltronas académicas y propagada por los grandes colaboradores de la reacción; así es como llega a nosotros el desprecio por el conocimiento para conseguir las gentes de espíritu lacayo que les ayuda a mantenerse. La monarquía se protege tras esa muralla que tiene como emblema las palabras que dirigieron los catedráticos burgueses más brutos de la Universidad de Cervera a Fernando VII, bruto borbón de pura cepa: «Señor, lejos de nosotros la funesta manía de pensar». Así ha resultado «la funesta manía de pensar» enfermedad endémica.

La situación en España de esos años anteriores a 1848 la podemos recuperar leyendo la trilogía inacabada de Valle Inclán «El Ruedo Ibérico», que les invito a leer de igual manera que «Las tormentas del 48», novela ésta en la que el poder de la iglesia y la influencia sobre el pensamiento y obra de los habitantes del reyno, condiciona al burgués que teniendo unos años de juventud alterada, según los propósitos de la familia, acaba, tras algunas vicisitudes, entroncando con la aristocracia por dinero. ¿Hay otro valor para ésta clase? El protagonista quiere mantenerse soltero, pero la familia, con componentes eclesiásticos, ha visto la forma de enriquecerse casándole con una mujer de título nobiliario y rica, bruta inútil, mostrada por Galdós con un aspecto físico repelente. De poco le servirá reflexionar sobre las contradicciones que le presenta el asunto; mientras le llegan noticias de las revoluciones en Europa y de las revueltas en España, que le hacen pensar en el cambio de sociedad, la familia y sus contactos le preparan una trampa a la que no sabe que va, el mando y el ejército burgués aristocrático no permite ningún ejemplo de sociedad que no cuadre con sus intereses.

La novela, organizada en forma de diario del protagonista comienza con la llegada de éste en barco a Vinaroz, costa mediterránea, desde «los Estados del Papa», lugar al que le ha enviado su familia con intención de hacerle parte de la iglesia. Encerrado junto a otros dos muchachos para que se formen en la adoración del pontífice, asiste a la entronación del recién nombrado, del que habla si es más o menos reformista. Tras algunas juergas y enamoramiento en el Vaticano, el protagonista será enviado de vuelta a España para instalarse en la ciudad de Sigüenza. El primer intento de la familia para introducirle en el gobierno divino sobre la Tierra les ha fallado, luego es hora de poner en marcha la opción «b», el casamiento entre burguesía y aristocracia, un pantallazo de cómo se evitó en España la revolución burguesa, la misma que en Europa batía por entonces al mundo más atrasado, más reaccionario.

Las fuerzas sociales por el cambio en España, provenientes del desarrollo industrial y de la escasa intelectualidad, eran débiles y sin dirección unificada. Enfrente estaba el grupo de poder: iglesia, aristocracia y burguesía, de oscurantismo endémico, reunían un ejército obediente y entrenado en la guerra contra el pueblo.

El desprecio por el mundo del trabajo,tradición de la clase en el poder en España

Entre el primero y el último de los apuntes en el cuaderno del protagonista va creciendo la red de que disponen las gentes que cuentan con el poder real, una red que articulan para empujar a su víctima, y lo hacen en sus relaciones tras la legalidad. La anécdota de cómo hacen y deshacen para no trabajar y vivir de las arcas públicas, castigando al que cumple con su obligación al adjudicarles alguna labor, deja ver una tradición de la clase en el poder en España, y a través de ella nos recuerda el desprecio por el mundo del trabajo de que está constituida, mezcla de burguesía y aristocracia. Pura actualidad. El responsable de haber asignado un trabajo al hijo de la burguesía, que cobraba sin pasar por el suyo, será despedido por el atropello, lo que le llevará a la ruina quedando la familia en la miseria; aún irá el empleado a rogar al causante de su desgracia que haga lo posible para que le reincorporen, no pensará en ningún apoyo que se pueda dar en las revoluciones europeas, y, sin esperanza ninguna, se suicidará.

Para la burguesía y la aristocracia la vida circula por derroteros que se alejan de los comunes. A la burguesía y a la aristocracia la introducción de la caridad en la conciencia social les resultará un invento muy bien traído. Mediante la caridad deshumanizan a la población, con la compra frenan la aspiración al cambio, mantienen la idea de mansedumbre en la gente, y en la creencia que propagan se hacen merecedores de lo mejor de ese otro mundo que prometen a las gentes desgraciadas sobre las que dominan, ese mundo desde el que, para colmo, justifican su poder sobre los condenados de la tierra.

Un mojón con figura humana…

El protagonista, un hombre cultivado, conocedor de la mitología griega y del movimiento socialista de su época, al poco de llegar a España y encontrarse con su familia expone lo siguiente: «nunca he visto señoritos de pueblo más arrimados a la cola de la barbarie, ni gaznápiros más enfadosos con sus alardes de fuerza bruta y su desprecio de toda ilustración. … Ellos son ricos, yo pobre. No les envidio; déme Dios todas las desdichas antes que convertirme en un mojón con figura humana y príveme de todos los bienes materiales conservándome el pensamiento y la palabra que me distingan de las bestias…»

Y al poco nos contará cómo, antes de salir de «los Estados del Papa», el cardenal que le tenía a su cargo y le manda de vuelta a su casa le dice: «gánate en España, donde empezarás por hacer efectiva tu vocación de marido … Tu familia te procurará un buen matrimonio». Así se nos advierte de la dirección a seguir en la novela. Y aún el cardenal nos atornilla más una imagen desgraciada y bien conocida de España: «En la política de tu país puedes abrirte camino ancho, que allí tienes dos especies de hombres afortunados: los tontos y los que se pasan de listos. Procura tú ser de los últimos.

Él sabe en ese momento que nada es estático, y se dice que el presente depende de lo que se ha hecho antes, y que el futuro depende de lo que hagamos hoy. La burguesía temblará conforme llegan las noticias de las revoluciones europeas, y él, al que éstas le han hecho pensar, al que la idea moderna, el Socialismo, le ha cuestionado y le causa dudas, se rendirá ante las trampas tendidas por la familia en combinación con las amistades. El pensamiento más recalcitrante y más claro, el que le ha perseguido y ha operado en su ambiente, le ha hecho tomar la decisión de casarse cristianamente, decisión llevada a cabo bajo chantaje: o se casa o caerán sobre él los prestamistas. Con ello la familia burguesa se resguarda en la aristocracia, ahuyenta las dudas ese hijo y refuerza el poder establecido.

El ideario cristiano medieval más claro, el significado sin tapujos de lo que ese ideario ha conseguido lo encontramos en la carta que al final hace llegar al protagonista su madre: «Pienso yo que por muchos pobres que salgan no habrá número bastante para dar abasto a vuestra caridad. ¿Verdad hijo mío, que es así? Ahora sí que podrá decirte tu padre que se acabó el Socialismo; y, por cierto, que cada mañana y cada noche me ha de dar la matraca con el Socialismo dichoso. Yo no le temo ya.Vivan mis hijos, a quienes Dios concede tanta riqueza para que alivien las miserias de la Humanidad, para que les quiten de la cabeza a los pobres esa mala idea de revolucionarse por el tuyo y el mío.»

El pasado metido de hoz y coz en nuestro presente. Todo «un admirable relato», como subraya Valle Inclán.

Título: Las tormentas del 48. Autor: Benito Pérez Galdos. Editorial: Alianza.

Fuente: http://www.cronicapopular.es/2013/09/galdos-novela-a-la-burguesia-espanola-frente-a-las-revoluciones-europeas/