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El politólogo estadounidense Norman G. Finkelstein publica "Gaza. Una investigación sobre su martirio" (Siglo XXI)

Gaza, historia de crímenes, bloqueos y resistencias

Fuentes: Rebelión

“Esta guerra, quizás más que las que la precedieron, está exponiendo las verdaderas venas profundas de la sociedad israelí. El odio y el racismo están impulsando sus mentes, así como el deseo de venganza y la sed de sangre”, escribió el periodista israelí Gideon Levy en el diario Haaretz (“El tiempo de los justos”, enero 2009). El 27 de diciembre de 2008 -dos años después que Hamás ganara las elecciones al Consejo Legislativo Palestino y tras asumir el Gobierno en Gaza-, Israel lanzó la operación Plomo fundido contra la Franja; la agresión por tierra, mar y aire concluyó el 18 de enero de 2009.

Desde 2007 Israel había impuesto el bloqueo económico a Gaza, que continúa hoy (un informe de ocho ONG, entre otras Amnistía Internacional, Oxfam y Save The Children, denunció en marzo de 2008 este “castigo colectivo” contra 1,5 millones de habitantes; por ejemplo, el 80% de la población gazatí ya dependía de la ayuda humanitaria y los cortes de suministro eléctrico se prolongaban entre ocho y 12 horas diarias). En la tercera jornada de Plomo fundido y de bombardeos israelíes -345 muertos y 1.600 heridos- un portavoz del presidente George W. Bush culpó a Hamás por el lanzamiento de proyectiles y afirmó que Estados Unidos “entiende que Israel necesita tomar acciones para defenderse”, informó la Agencia Efe.

Plomo fundido es una de las masacres abordadas por el politólogo estadounidense Norman G. Finkelstein en el libro Gaza. Una investigación sobre su martirio (Siglo XXI, 2019). Hijo de sobrevivientes en los campos de concentración de Auschwitz y Majdanek, es también autor de La industria del holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (Akal, 2014). Además de las “políticas del martirio de Gaza”, la investigación se centra en los informes de derechos humanos “en su mayor parte ignorados”, que exponen tanto un “relato horrendo de sufrimiento y desgracias” (Gaza), como de “excesos criminales y crueldad” (Israel). El volumen concluye con una referencia a Un siglo de deshonor (1881), de la escritora y activista Helen Hunt Jackson, texto en el que denuncia el maltrato del gobierno estadounidense a las poblaciones nativas; según Finkelstein, el martirio gazatí parecerá un día tan “increíble” como el despojo de la nación cherokee.

Más allá que en febrero de 2009 se celebraran elecciones legislativas en Israel, Norman G. Finkelstein apunta otras razones del ataque a Gaza: mostrar la capacidad disuasoria de Israel –“suscitar un sentimiento de terror”- tras la derrota sufrida en la guerra de Líbano (2006), a manos de Hezbolá; o la posibilidad de que se produjera un acuerdo internacional para la resolución diplomática del conflicto, basada en los dos Estados.

El también autor de Imagen y realidad del conflicto palestino-israelí (Akal, 2003) destaca la importancia de controlar el relato en Gaza. Así, en febrero de 2009, el analista del Center For Estrategic International Studies (CSIS) de Washington, Anthony Cordesman, publicó el informe The “Gaza War”. A Strategic Analysis; “una parte del ‘análisis estratégico’ consistía en reproducir palabra por palabra las notas de prensa diarias de las fuerzas aéreas israelíes y los portavoces del ejército”, señala Norman G. Finkelstein. También tenía un tono exculpatorio el documento The operation in Gaza (2009), realizado por el Estado de Israel.

Sin embargo, 16 organizaciones de derechos humanos realizaron el siguiente balance de Plomo fundido: cerca de 1.400 palestinos asesinados en menos de un mes, 383 de ellos niños y niñas; 15.000 casas afectadas por los bombardeos, que forzaron el desplazamiento de 100.000 personas; una tasa de paro que superaba el 40% de la fuerza laboral; 18 centros educativos destruidos, la mitad de la infraestructura sanitaria dañada o derruida y 600.000 toneladas de escombros (informe Fallando a Gaza, 2009). Human Rights Watch (HRW) apuntó “crímenes de guerra”, por el uso de proyectiles de fósforo blanco –fabricados en Estados Unidos por la empresa Thiokol Aeroespacial- “en barrios poblados, matando e hiriendo a civiles” y causando daños en una escuela, un mercado, un almacén de ayuda humanitaria y un hospital (informe Lluvia de fuego, 2009).

Asimismo el Consejo de Derechos Humanos de la ONU constituyó, en abril de 2009, una misión investigadora encabezada por el juez surafricano Richard Golstone; el informe, de 575 páginas, equiparaba las prácticas de las fuerzas armadas israelíes en Gaza con las utilizadas en la guerra de Líbano; entonces ya se aplicó la doctrina Dahiya, según el reporte, “que consiste en la aplicación de fuerza desproporcionada y acciones para causar un daño y destrucción considerables” a infraestructuras civiles y “sufrimientos” a la población; Finkelstein caracteriza a Goldstone como “judío, sionista y liberal”; en abril de 2011, el juez y exfiscal del Tribunal Penal Internacional se retractó del informe en un artículo publicado en The Washington Post, tras una “incesante campaña de difamación”, según el autor de Gaza. Una investigación sobre su martirio.

Otro de los hitos se produjo en mayo de 2010, cuando una flotilla humanitaria –con 750 pasajeros de 40 países- se dirigía a Gaza con 10.000 toneladas de provisiones y un objetivo: romper el bloqueo y suministrar ayuda de urgencia; el asalto de la flotilla de la libertad perpetrado por militares israelíes se saldó con nueve activistas muertos y más de 50 heridos. La Misión del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas consideró, en septiembre de 2010, que se cometieron “violaciones y delitos” que permitirían abrir causas por homicidio intencional, tortura y “causar deliberadamente grandes sufrimientos o atentar gravemente contra la integridad física o la salud”.

Pero el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, declaró que el asalto a la embarcación solidaria se ajustó a la legalidad internacional. Norman G. Finkelstein menciona el “lavado de cara” que representó el informe Turkel (apellido del exjuez del Tribunal Supremo israelí que presidió la comisión investigadora); el documento afirmaba (enero de 2011) que tanto el bloqueo naval a Gaza como el “uso de la fuerza” contra la flotilla cumplían con las leyes internacionales. Constituyó otro “lavado de cara”, añade el investigador, el texto del comité de investigación de la ONU conocido como informe Palmer, publicado ocho meses después y entre cuyos autores figuraba el expresidente de Colombia, Uribe Vélez.

El 14 de noviembre de 2012 Israel perpetró la operación Pilar defensivo en Gaza. En una semana fueron asesinados 172 palestinos (el 60% de ellos civiles) y 648 resultaron heridos, según el Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR), que denunció “miles de ataques aéreos,  con cañoneras y bombardeos de artillería; misiles con ojivas de más de mil kilogramos se utilizaron en ataques sobre zonas residenciales”.

Y con este precedente, las fuerzas armadas israelíes ejecutaron durante 51 días, en el verano de 2014, la operación Margen protector. Fue “la escalada más mortífera en las hostilidades en Gaza desde el comienzo de la ocupación israelí en 1967”, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA); este organismo contabilizó 2.220 palestinos muertos, incluidos 1.492 civiles y 551 niños y niñas, además de 11.231 heridos; “los ataques israelíes que golpearon edificios residenciales representaron un número significativo de las víctimas civiles”; cerca de 500.000 personas, el 28% de la población gazatí, fueron desplazados internos en el punto álgido del conflicto (Fragmented lives, OCHA, 2015).

Integrada por veteranos soldados israelíes, la ONG Rompiendo el Silencio publicó en 2015 el informe This is how we fought in Gaza, con testimonios de 60 militares y fotografías sobre Margen protector; “cualquier cosa dentro de Gaza es una amenaza, el área tiene que ser ‘esterilizada’, vaciada de gente; si no vemos ondear una bandera blanca o gritando ‘me rindo”, esto representa una amenaza y hay autorización para abrir fuego”, afirmaba un sargento. Por otra parte, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, reiteró el “derecho de Israel a defenderse” (Efe, julio 2014).

En el libro sobre Gaza, Finkelstein critica y califica de “traición” el reporte de Amnistía Internacional (AI) Ilegítimos y mortíferos. Los ataques con cohetes y proyectiles de mortero efectuados por grupos armados palestinos durante el conflicto de Gaza e Israel de 2014 (marzo 2015); el documento de AI incluye, por ejemplo, expresiones como “en ambos bandos”, al mencionar los efectos de la guerra y el sufrimiento de la población civil. Del mismo modo, el informe de la misión del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU (junio 2015) subrayó, en el primer punto de las conclusiones, el “inmenso sufrimiento de las víctimas palestinas e israelíes, que han sido sometidas a repetidas olas de violencia”; la equiparación se extendía a las “serias violaciones de las leyes humanitarias internacionales por parte de Israel y los grupos armados palestinos”.