Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
A través de la historia y la literatura hemos podido encontrar historias de hijos que matan a padres o hermanos (o de padres que matan a hijos que les pueden robar el trono). ¿Recuerdan la historia de Edipo? Al matar inconscientemente a su padre y tener hijos con su madre, hace que se cumpla la profecía lanzada en el momento de su nacimiento. Piensen también en las obras de Shakespeare, particularmente en El Rey Ricardo, en la cual éste mata a cada posible heredero al trono.
El complejo de Edipo se ha convertido en un concepto bien conocido acerca del hijo que desea deshacerse del padre.
En ocasiones, la guerra es considerada como un símbolo del asesinato del padre: el choque de espadas fálicas o la descarga de pistolas fálicas hasta provocar la muerte.
Sin embargo, ¿ha oído alguien hablar del asesinato de la madre?
Quizá el asesinato de la madre no ha entrado aún en las historias de los libros o en los tratados de psicología. (O quizás los asesinatos de las madres matan las historias junto con ellas.) Pero estamos experimentando una intensa representación de este fenómeno psicológico a través de las políticas de George W. Bush et al.
Bush es un hombre que no sólo masacra su lengua materna, también viola y saquea a la Madre Tierra para exprimirle su «petróleo», penetra en otras tierras-madre, disemina semilla por ellas, comete atroces crímenes sexuales durante el proceso y califica de «pintorescas» y «obsoletas» las maternales (protectoras) normas legales.
El despliegue de esfuerzos casi desesperados y ciertamente decididos intentando mostrar coraje y relevancia mediante medidas agresivas y preventivas es uno de los distintivos de la Administración Bush. Las doctrinas Cheney/Wolfowitz/Rumsfeld sobre «presencia avanzada», acción unilateral y superioridad militar marcan los perfiles del enfoque agresivo que busca prescindir, anular y socavar un estado, un gobierno o un grupo de sistemas auto-protectores (maternales).
La guerra representa la virilidad malograda. Es, ante todo, penetración, eyaculación y dominación. «Llega allí (sin avisar, sin pedir permiso), descarga sus armas sobre cualquiera que pueda presentarle oposición (e incluso sobre quienes no la presentan) y se hace con el control.»
La guerra es violación y asesinato. La violación es siempre de género, de forma secreta o no tan secreta. Aunque los hombres pueden violar a otros hombres, los hombres violan a las mujeres en proporciones inmensamente mayores. (Las mujeres no violan a los hombres.) La violación es un crimen de oportunidad. Es un acto de odio y agresión. Hacia las mujeres.
Por eso, la guerra, que es ante todo violación y asesinato, es un acto de odio y agresión hacia las mujeres. Es el Asesinato de la Madre.
El asesinato de la madre no se comete sólo contra las madres. Se lleva a cabo contra las esposas y las hijas y las hermanas. Golpear a las esposas se ha convertido en un hecho epidémico, especialmente entre los soldados que vuelven de la guerra.
El reconocimiento inconsciente de su enfermedad por parte de los asesinos de las madres se ilustra por su obsesión hacia las perversiones sexuales, a menudo reclamando que son los otros quienes se implican en esas desviaciones.
Scott Horton se fijó en la coincidencia entre las acusaciones de Rumsfeld de desviación sexual contra quienes se oponían a él y las tácticas de torturas sexualmente humillantes utilizadas bajo su mando:
-
«Para comprender realmente lo que está pasando, esos casos, y la extrema mojigatería sexual que reflejan, deben yuxtaponerse contra una decisión tomada en la cabeza de la cadena de mando, o cerca de ella, y han obligado a los investigadores a tirar por la borda doctrinas militares anteriores que postulaban un trato humano hacia los detenidos. Al introducir nuevas prácticas inhumanas, los dirigentes del Pentágono adoptaron con particular placer tácticas de humillación sexual.» [1]
Horton exhorta a los lectores a
-
«considerar el camino recorrido entre la vergüenza y la ruina de oficiales de carrera altamente valorados a causa de relaciones sexuales consentidas y los oficialmente sancionados por las desviaciones sexuales extremadamente abusivas descritas anteriormente. Esto demuestra una plasticidad en los valores morales que sólo ser puede calificada de impresionante. ¿Cómo podemos tender un puente sobre este abismo? La explicación más atrayente se elaboraría a partir de las motivaciones de quienes están forzando esa conducta tan ostensiblemente esquizofrénica. Se aprecia claramente que la moral sexual es considerada como algo que puede manipularse para conseguir objetivos políticos. Por lo tanto, aprueban que se utilicen, de forma deliberada, conductas sexuales lascivas y ofensivas como tácticas contra los detenidos. Por otra parte, los oficiales que se ganaron la ira de los dirigentes serán humillados y avergonzados con insinuaciones, como táctica también, de conducta desviada.»
La humillación sexual del enemigo es otra forma de asesinato de la madre. Es la causa de que veamos cómo los soldados visten a los prisioneros con bragas de mujer, supuestamente manchadas de sangre menstrual, poniéndoles al lado mujeres soldado para seducirles y avergonzarles. ¿Se ha preguntado alguien más sobre la costumbre que tienen los oficiales de llamar «niñas» o «señoras» a los soldados? ¿Se ha preguntado alguien más sobre estas inversiones de género? ¿O por qué se utiliza de forma tan extendida la feminidad para humillar? ¿No muestra todo eso que subyace un odio extremo hacia las mujeres?
Un hombre que tiene que humillar sexualmente a otro, es un hombre que no está seguro de su propia sexualidad. Y una Administración que utiliza de forma amplia la humillación sexual como táctica tanto en los negocios como en la guerra, está compuesta de hombres que se sienten castrados, que sólo pueden sentirse masculinos a través de actos agresivos. Una Administración que se siente obligada a comprometerse en guerras agresivas de oportunidad está hecha de hombres que sienten que su poder decrece. Un Presidente que tiene que proclamar constantemente, y ampliar, su autoridad presidencial mediante nuevas interpretaciones de la ley que persiguen reforzar su poder es un tipo que no se siente seguro como hombre. Efectivamente, esta Administración ha admitido que sus esfuerzos por fortalecer el ejecutivo surgen de la creencia en que la autoridad presidencial se ha visto socavada como resultado del impeachment del Presidente Nixon. Consideran su impeachment como un desacuerdo entre el Ejecutivo y el Congreso más que como una consecuencia de actos ilegales.
Aquí es donde está la clave del asunto. Un hombre que debe humillar a otros para conseguir que su virilidad tenga sentido es alguien que no tiene valores morales. Los actos ilegales no son tales cuando los comete, sino cuando cree en ellos. Es una forma de patología social.
Un sistema sin valores morales está condenado al fracaso absoluto. No puede durar, porque tiene dañada la misma base. Un sistema tal pudre a quienes lo practican y a quienes lo soportan. Daña el entorno y los recursos de los que depende. Daña las instituciones y las relaciones humanas. En última instancia, destruye la vida.
La reverencia hacia las madres casi ha desaparecido. Las mujeres tienen un poder único que asusta a muchos hombres. Pueden concebir niños en su interior y darles a luz. No se fomenta que las mujeres valoren estos poderes. Esa es la causa real de embarazos adolescentes.
Cuesta un Potosí criar a un niño. Pero la sociedad estadounidense le ha fallado casi completamente a las mujeres que deben criar solas a sus niños. Una mujer soltera criando niños en Europa no tiene por qué preocuparse de si tendrá dinero para pagar la próxima comida. En EEUU, esas mujeres son mantenidas, con suerte, por los servicios sociales en el nivel de la pobreza o por debajo de él. Con Bush, incluso esas míseras prestaciones peligran.
En África, como señal de respeto, todo el mundo llama «madre» a las mujeres ancianas. Aquí, las ancianas son consideradas como viejas glorias, como piltrafas.
Teniendo en cuenta este contexto, no es sorprendente el ascenso de la Administración Bush. Es uno de los ejemplos más puros del asesinato de la vida de la madre: una clara manifestación de odio y negación ulcerándolo todo en EEUU.
Odiar a las mujeres es odiar la vida. Las mujeres no tienen por qué verse constreñidas por leyes contra el aborto, ni medidas por leyes discriminatorias decididas por hombres y por estructuras jerárquicas machistas de mando o promoción. Y desde luego no por normas de dominio global creadas por varones. Actualmente, debería estar tan claro como el agua que esas instituciones masculinas están fracasando espantosamente. La vida sin respeto al poder de las mujeres es una vida mutilada.
Unas cuantas señales de respeto no bastan para salvar el planeta. Este planeta agoniza y quienes piensen que EEUU durará siempre y que no se puede matar la tierra están cometiendo un disparate enorme. El primer paso para salvar nuestras especies y nuestros hogares es poner a los asesinos de la madre donde les corresponde. Aquellos que cometen crímenes contra la humanidad serán metidos en prisión. Aquellos que han humillado a otros seres para sentirse seguros y salvos deberán ser sometidos a terapia. Ninguno de ellos debería gobernar EEUU.
Esta Administración ha fracasado porque el plan de Cheney/Bush/Rumsfeld para conseguir el dominio global está construido sobre una base de masculinidad pervertida. Esta Administración seguirá de fracaso en fracaso, no importa cuantos golpes lleve a cabo Bush: golpes electorales, golpes contra la separación de poderes, contra la Carta de Derechos o la Constitución, golpes contra el Tribunal Supremo, golpes contra las leyes y normas internacionales y golpes contra otros países tanto a nivel político como económico o militar. Cuanto más triunfe el plan para el dominio global, más fracasará esta Administración o cualquier otra que la suceda. Quizá sólo logre salvarnos otra Edad Glacial.
Nota:
[1] http://balkin.blogspot.com/2005/10/
Texto original en inglés:
www.counterpunch.org.vanberger02202006.html