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Entrevista al escritor ecuatoguineano Donato Ndongo

«Guinea, para las élites españolas, siempre ha sido una colonia de explotación»

Fuentes: Público [Foto: Ndongo, autor de 'Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial'. — Cedida]

El escritor ecuatoguineano Donato Ndongo acaba de reeditar Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial, un exhaustivo relato de la colonización española, la independencia y la tiranía poscolonial. En el caso de Guinea Ecuatorial, como de muchos otros países africanos, historia y tragedia resultan ser casi sinónimos: «Las independencias, exigidas para realizar los anhelos de libertad y desarrollo, negados desde siglos, se redujeron a mero formalismo, sin contenido verdadero; los nuevos Estados eran, en realidad, cárceles inmensas en las cuales resultaba más fácil morir que vivir», escribe el escritor, periodista y opositor ecuatoguineano Donato Ndongo-Bidyogo (Niefang, 1950) en la edición revisada y ampliada de Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial, cuya primera versión apareció en 1977. Este monumental volumen, editado por Bellaterra, repasa con rigor y sin escatimar en detalles la desdichada historia de su país. Desde los albores de la colonización española hasta la satrapía de la familia Obiang, en el poder desde hace cuatro décadas, pasando por los convulsos años de la independencia y el saqueo de los recursos naturales del país. Ndongo, también novelista y poeta, ha sido el último delegado de la Agencia Efe en Guinea Ecuatorial, de donde fue expulsado por el dictador para instalarse en España como exiliado político.

Nunca ha querido obtener la nacionalidad española y sigue viajando con su pasaporte de refugiado político, pese a llevar más de cincuenta años viviendo aquí. En alguna parte ha escrito que «el escritor africano es un exiliado entre los exiliados».

Es un gesto de coherencia con mis ideas. Cuando era estudiante, en el año 68, se produce la independencia de Guinea. Aquí éramos pocos guineanos, la mayoría estudiantes universitarios. El Gobierno de Macías nos prohibió entonces ir a Guinea Ecuatorial, y los que fueron al poco tiempo tuvieron que salir y algunos fueron encarcelados. ¿A qué me iba a ir yo a Guinea? Si no había universidad, no había nada. La mayoría decidimos quedarnos y el Gobierno de Macías nos quitó la nacionalidad.

La reacción del Gobierno fue quitarnos también la nacionalidad española: ya no éramos españoles porque Guinea ya era independiente. Nos quedamos indocumentados, en tierra de nadie. No podíamos hacer nada. A los que tenían beca se las quitaron, y empezamos a pasar las de Caín. Muchos, desgraciadamente no todos, conseguimos terminar los estudios y colocarnos como podíamos.

Yo descubrí que podíamos ser apátridas, porque estábamos totalmente indocumentados. No podíamos ni acreditar nuestro nombre. El Gobierno de Franco boicoteó que ACNUR pudiera socorrernos con becas o con documentación. En 1978, un grupo de guineanos presionó al Gobierno de Suárez, que por primera vez reconoció a los guineanos la posibilidad de hacerse españoles. Algunos se acogieron a ello y se hicieron españoles. Yo decidí no hacerlo, por coherencia.

Si cuando más lo necesitábamos, siendo estudiantes sin un duro y sin trabajo, nos ningunearon, ni nos miraban a la cara, pues ahora que hablo en Harvard no voy a hacerme español. Así de claro. En 1979, cuando se dio el golpe de Estado, fui a la embajada y me dieron el pasaporte guineano y ese utilicé hasta que Teodoro Obiang, en 1994, me echó de Guinea por cumplir con mi trabajo como delegado de la Agencia Efe. Tuve que huir de Guinea y, al volver a España, me dieron la posibilidad del asilo político, que es la que tengo.

Esa es una de las historias más desconocidas que cuenta en el libro: la de esa generación de guineanos en España abandonada a su suerte, desamparada, abocada al alcoholismo, la mendicidad y la prostitución.

Éramos jóvenes, entre los 17 y los 25 años, y nos encontrábamos en un país que considerábamos nuestro, pero que ya no nos consideraba a nosotros ni nos daba documentación, trabajo ni nada. Nos vimos abocados a la supervivencia. Para las mujeres lo más fácil era prostituirse, pero conozco hombres que también lo hicieron: guineanos que iban en verano a la playa a ligar con viejas alemanas. También había mendicidad, porque echaban a la gente de los pisos porque no podían pagar y tenían muchísimos problemas. España nos abandonó y, por coherencia, no quiero ser español.

Y me han tentado ofreciéndome ser académico. Si quieren hacerme académico que sea con mi nacionalidad de ahora, y si no, renuncio a ser académico. Fernando Morán, buen amigo mío, cuando fue nombrado Ministro de Exteriores quiso hacerme asesor suyo, pero la condición era hacerme español. Le dije que no, por coherencia. Muchos de aquella generación murieron: por droga, por alcoholismo…Esa es una historia que no se conoce.

¿A qué atribuye ese desinterés, ese silenciamiento o censura que se da en España sobre lo que pasa en Guinea?

Para mí es muy fácil: racismo. Así de claro, España es un país racista y los gobiernos de España son gobiernos racistas. No es un racismo institucionalizado como el del apartheid, ni tampoco se cuelga a los negros como en Alabama, pero pregúntale a cualquier negro que encuentras por la calle si España es un país racista.

Recuerdo cuando Salvador Allende fue asesinado en el golpe de Estado de Pinochet en Chile, en 1973. Yo estaba aquí y recuerdo la solidaridad incluso del propio Gobierno español, admitiendo refugiados chilenos. Lo mismo con Nicaragua, Argentina…pero los guineanos nunca nos hemos sentido integrados en lo que llaman «la hispanidad». Es puro racismo.

Cuenta en el libro que usted, en su infancia, vivió la segregación racial en el colegio, que había leyes distintas para blancos y negros. ¿Podría afirmar que la Guinea española era un régimen de supremacismo blanco?

Evidentemente, y no lo digo yo. Me limito a reproducir documentos de los propios españoles. Hay un libro que se titula Leyes coloniales, y ahí están todas las leyes que produjo España sobre Guinea desde 1778, con el Tratado de El Pardo, hasta que se imprimió el libro en los años cuarenta. Yo no invento nada: había tribunales para españoles y para guineanos. ¿Por qué un español jamás fue encarcelado en Guinea? No porque fueran todos santitos, pero se les mandaba a España y se les juzgaba con leyes españolas. Si un guineano pleiteaba con un blanco, el guineano tenía una jurisdicción y el blanco otra. No se podía hacer justicia. Pero insisto: no se os permite conocer vuestra propia historia colonial. No solo en Guinea, sino también en el Sáhara y en toda América Latina.

En los últimos años ha irrumpido en el debate público una corriente de opinión que pretende impugnar la supuesta ‘leyenda negra’ del imperio español y reivindicar sus virtudes. El debate se centra por lo general en América Latina pero, ¿qué puede aportar el caso guineano a esta cuestión?

Evidentemente, para el estamento colonial Guinea era el paraíso. Los negritos, como nos llamaban, estábamos muy bien y en la gloria, gozando de la protección española. Ese discurso lo conocemos, pero vamos a ver la realidad. Si estábamos tan bien, ¿cómo explican esos apóstoles del colonialismo que cuando hubo la más mínima libertad hubiese una rebelión anticolonial?, ¿los negros son tan desagradecidos, como dicen ellos? Pues no es verdad. Los guineanos somos exactamente iguales. Si una persona te está oprimiendo durante siglos, en cuanto puedes la echas.

La victoria de Macías en 1968, que era el candidato más antiespañol, lo explica todo. ¿Por qué no ganó Atanasio Ndongo, el candidato apoyado desde España? A los cinco meses de la independencia lo que hace Macías es echar a todos los blancos, y hasta ahora España no ha vuelto a tener una relación normal con los guineanos.

Este último año ha vuelto al primer plano de la actualidad la memoria del pasado colonial y esclavista de Occidente, con el movimiento ‘Black Lives Matter’ y el derribo de estatuas.

Hace unos diez años el Parlamento español intentó hacer una ley porque en ese momento se estaban discutiendo, en una cumbre en Sudáfrica, las reparaciones coloniales. El Parlamento intentó hacer algo y la gente se opuso de una manera que yo me quedé asombrado. Yo dije entonces que España tenía que reparar, como todos los países esclavistas, porque España fue además el último país en abolir la esclavitud, y esas cosas no se quieren saber aquí. ¡Y recibí una tal cantidad de insultos! Y no es solamente algo del estamento de derechas, sino que está en el ADN de una sociedad que no ha sido informada sobre su pasado.

Pero eso pasa en Francia, donde junto al neocolonialismo, hay un gran movimiento de apoyo a las reparaciones coloniales. Lo mismo en Inglaterra o en Alemania, que declaró el 2016 como año de África, porque su pasado colonial no es nada edificante. Esos movimientos revisionistas de la historia oficial tienen que producirse y tienen razón de ser. Ahora a nadie se le ocurriría hacer una apología del nazismo, ni negar el Holocausto, pero hablar de la esclavitud parece cachondeo. Han muerto millones de personas, y han sufrido miles de millones de personas, y seguimos todavía hoy arrastrando aquellas secuelas.

¿De dónde salen los tiranos africanos? No por generación espontánea, sino que los han puesto los que quieren seguir explotando las riquezas, y el caso de Guinea es clarísimo. Es el tercer productor de petróleo de África Subsahariana y la gente vive en la miseria. El dinero de Guinea está en todas partes menos en Guinea, incluso en España.

¿Qué papel cumplieron la religión, y ciertas órdenes religiosas, en la colonización y el dominio de Guinea?

La colonización española en Guinea fue una colonización misionera. Donde no podían llegar los colonos llegaban los misioneros. Eran agentes de la colonización, y ese fue el papel de los misioneros claretianos que España mandó en vísperas de la Conferencia de Berlín en 1884. A eso añádele que, desde 1863, España prohibió todas las demás confesiones religiosas. Por supuesto el paganismo, pero también las cristianas: había protestantes guineanos, metodistas guineanos…

Cuando España tomó efectivamente posesión de aquello abolió todas las demás confesiones e impuso el catolicismo como única religión oficial, algo que aumentó exponencialmente con la victoria de Franco. El nacionalcatolicismo en Guinea, y eso sí que lo viví en carne propia, fue una cosa innegable. Fue una colonización misionera, y esa impronta sigue presidiendo la mentalidad del guineano hasta hoy mismo.

¿Y qué hay de la labor de Antonio García Trevijano? Aquí le gustaba presentarse como un demócrata exquisito, pero en Guinea fue el arquitecto jurídico del régimen dictatorial de Macías…

Una de las cosas que España debe a los exiliados guineanos que estábamos aquí fue que, si no se proclamó la tercera república en 1976 o 1977, fue gracias a nuestra intervención para desenmascarar a García Trevijano. Trevijano era un caradura. Nunca quiso debatir conmigo. Cuando se levantó la materia reservada sobre Guinea, en octubre del 76, me hicieron una entrevista larga en El País Semanal. Yo dije lo que tenía que decir y Trevijano se querelló contra El País. Unos días después me llama el entrevistador asustado y yo le dije que me hacía responsable de todo. En cuanto Trevijano se enteró de que yo iba como testigo del periódico retiró la querella.

El papel de Trevijano está explicado en mi libro: un tipo ambicioso que se hacía pasar por izquierdista cuando estaba ligado con todos los grupos capitalistas de Europa y de Estados Unidos. Sin embargo aquí pasaba por izquierdista y demócrata. Aquí decía unas cosas, pero en realidad hacía otras. Estaba compinchado con grupos franceses, y gracias a él les concedieron la mayor explotación maderera que jamás concedió Macías en Guinea.

¿A qué jugamos, entonces? Aquí era un demócrata, pero en Guinea estaba haciendo leyes para matar a los guineanos. Lo cuento todo en el libro, y Trevijano lo leyó y jamás me llevó a los tribunales. Un señor que está manipulando a los grupos de izquierdas y progresistas y a la opinión pública y resulta que en Guinea está asesorando a un tirano. Entonces, ¿los guineanos no somos personas, o hubiese hecho lo mismo aquí si hubiese sido presidente de la tercera república como él pretendía? Yo mismo les entregué a Felipe González, a Enrique Múgica y a Luis Yañez el dossier Trevijano.

¿Cómo se articula esa colusión de intereses entre las élites guineanas y españolas para la explotación de los recursos del país, ya sea madera, cacao o petróleo? Lo hemos visto recientemente, por ejemplo, con la implicación del excomisario Villarejo en este tipo de negocios

Hay un artículo mío en ABC de hace unos años, en el que digo que Guinea, para las élites españolas, siempre ha sido una colonia de explotación. Nos llenaron la cabeza con que iban a Guinea a evangelizarlos y a civilizarnos, pero resulta que en el Tratado de El Pardo no hay ni una sola palabra sobre cristianización ni civilización de nadie. El objetivo era coger esclavos y llevarlos a América, esa fue la razón por la que España quiso tener Guinea Ecuatorial. Y así ha sido siempre. No importa que sean de derechas o de izquierdas: Moratinos, Pepe Bono o Trevijano, que yo sepa, no son de derechas.

Mucho antes de que detuvieran a Villarejo y al que era jefe de la Policía de Barajas yo tenía vídeos de eso. Gerifaltes de Guinea que llegaban a España con maletines llenos de divisas, los abrían en el aeropuerto de Barajas, la Guardia Civil veía su maleta con miles de billetes y, sin embargo, pasaban. Madrid, o cualquier capital española, está llena de pisos y urbanizaciones compradas por guineanos con un maletín de dinero ante un notario. Que yo sepa, eso es ilegal. Pero aquí esas cosas se han hecho durante el Gobierno de Zapatero, y también después. Sin embargo, en Guinea la gente sigue careciendo de lo más mínimo.

En algún momento, tarde o temprano, tendrá que morirse Obiang, ¿qué perspectivas ve para su país cuando eso suceda?

A estas alturas de mi vida ya no me atrevo a hacer ningún pronóstico, porque todo es posible si no se evita. Obiang está preparando a su hijo Teodorín, que es de hecho el que manda ahora en Guinea desde hace un par de años. Están preparando para que la cosa no cambie. Para que mande Teodorín, que es el tipo más tonto, más corrupto, que no sabe ni leer ni escribir. ¿Que ese tipo va a gobernar Guinea? Pues apaga y vámonos.

Sin embargo hay guineanos que podrían hacerlo, pero a nadie le importa ni le interesa. Igual que había guineanos mejores para gobernar en 1978, pero escogieron a Obiang porque era el que mejor podía asegurar sus intereses. Ese es el juego. Yo no me atrevo a decir nada. Puedo decir mi deseo, que sería lo más lógico: después de Obiang, unas elecciones democráticas. Ya intentaremos asegurarnos de que gane el mejor, y no un demagogo como Macías que ganó en el 68 solo por decir que iba a echar a los blancos.

Habla en el libro del «afrofascismo», una deriva autoritaria y ultranacionalista del anticolonialismo y los procesos de independencia, que se dio en Guinea y en otros países africanos. ¿Qué es lo que define a este afrofascismo, cuál es su naturaleza y a qué cree que debe su existencia?

Prácticamente en toda África la independencia llega con regímenes democráticos. Pero a los pocos meses o pocos años, hay golpes de Estado. Y así seguimos hasta hoy día, ¿y qué significa eso? Yo llegué a la conclusión de que en los regímenes coloniales la gente que llega al poder, sobre todo los militares, venían de los ejércitos coloniales, cuyo papel principal era reprimir a la población.

Entonces cuando un presidente civil o democrático intentaba hacer una política que no convenía a la exmetropoli, pues cogían al Idi Amin de turno. Y no digo Idi Amin por casualidad, pues era el sargento del Ejército británico que había participado en las masacres de los Mau Mau en Kenia. Entonces cuando en Uganda se intenta hacer una política que no gusta a los británicos, estimulan a Idi Amin a dar un golpe de Estado, y ya sabemos cuál fue el resultado de los años que estuvo aquel energúmeno en el poder. Y así podríamos ir país por país en toda África.

Eso es una alianza tremenda entre las élites, que ellos mismos ponen, y las empresas que explotan aquellas minas. Luego hablan de guerras tribales, pero en África no ha habido ni una sola guerra tribal. Son guerras de intereses, y analizando un poco las cosas se ve con claridad. La guerra en Nigeria de los años 60 costó más de un millón de muertos, y se decía que si era una guerra tribal, de hausas contra igbos…¡Mentira! Era la Shell, era para controlar el petróleo de Nigeria. Esa es la realidad.

En los años de Macías, también luego con Obiang, la dictadura reprimía a la población con una violencia bárbara. Habla en el libro de fusilamientos de niños de 12 años, de apaleamientos… ¿Qué huella ha dejado esto en la conciencia y la memoria de la sociedad guineana?

Esa conciencia está impregnada en la mentalidad guineana. En situaciones difíciles el ser humano saca su animalidad. Cuando todo va bien parecemos buenos, solidarios y cariñosos, pero cuando hay un momento de inquietud y de peligro, cada uno se encierra en sí mismo y defiende su territorio como hacen los leones.

Cuando llega la independencia lo peor de la sociedad apoyó a Macías. La gente que no sabía leer ni quería que les mandasen los que ellos consideraban sabios. Porque los primeros masacrados de Macías fue la pequeña, minúscula élite cultural que había: tres o cuatro ingenieros, dos o tres abogados, cinco médicos y un montón de maestros de escuela. Esos fueron las primeras víctimas de Macías, porque eran los que podían cuestionar aquello. La ignorancia unida a la brutalidad heredada de las tropas coloniales, porque los modelos de Macías no eran más que Franco, que era lo único que había conocido. Eso es lo que generó todo el caos que hay.

Escribe que «en Guinea Ecuatorial, la palabra ‘intelectual’ pasó a tener un significado despectivo y ribetes de culpabilidad». Macías, y luego Obiang, se empeñó en cerrar el país a cualquier influencia exterior y fomentar el desprecio a la cultura, la inteligencia y el patrimonio histórico.

Cuando yo estaba en Guinea como delegado de la Agencia Efe, y antes como director del Centro Cultural Hispano-Guineano, pasé diez años entre el 85 y el 95. En ese tiempo me dediqué a estudiar, a analizar lo que decían y hacían y por qué lo hacían. Llegué a la conclusión de que esos señores están tan a gusto, tan imbuidos en su ignorancia que todo lo que pueda sacarles de ahí les asusta. ¿Por qué no hay un solo periódico en Guinea? Porque a Obiang no le gusta la letra impresa y no quiere que haya. Él prefiere la televisión, donde le sacan muy guapo, o la radio. Dice algo y al día siguiente nadie se acuerda de lo que ha dicho, y puede decir lo contrario de lo que dijo ayer. ¡Y nadie se acuerda! Y si alguien se lo recuerda le encarcelan. Pero con un periódico es diferente, y por eso prohibió la prensa escrita e hizo todo lo posible para que la Agencia Efe dejase de funcionar. Yo soy el último delegado de la Agencia Efe en Guinea. Desde el 95 no ha ido ni un solo periodista de Efe.

La enseñanza está por los suelos, ponen todas las dificultades para que los niños no vayan a la escuela. Oír hablar español a un guineano normal es de pena. Se habla peor el español ahora que en tiempos de Macías, hace cuarenta años. La desculturización y la ignorancia para esos tiranos es un mecanismo más de dominación. Solamente escuchas lo que ellos dicen y no puedes contrastarlo con nada, no hay un contradiscurso y así crece la gente. Y la gente que nació el 3 de agosto del 79, que ahora tiene 41 años, no ha oído más que a Obiang y a sus tonterías.

«Este poeta tiene su mano atada a las cadenas que atan a su gente», escribió en un poema hace años. ¿No puede entonces un escritor desentenderse de las cadenas que atan a los suyos?

Eso es lo que me distingue de muchos compatriotas míos que son escritores, pero conviven con la miseria. Y no solamente conviven con la miseria, sino que ni la ven, ¡y muchos la niegan! Se supone que el elemento fundamental de un escritor es la sensibilidad, y eso les falta a muchos escritores guineanos en particular, y a otros africanos.

Yo considero que eso es imposible: llamarse escritor sin tener ese mínimo de sensibilidad que te hace sufrir cuando ves a una madre, como yo he visto, en Malabo saliendo del hospital a las once de la noche con el cadáver de su hijo en las manos. Si esa mujer no tiene dinero para pagar el hospital, porque nadie tiene dinero en Guinea salvo Obiang y los suyos, la mujer tiene que cargar por la noche con el cadáver de su hijo andando hasta su pueblo. Cuando una persona ve todas esas cosas, cuando ves la basura en Malabo, lo que yo he visto, donde pasaban meses sin quitar la basura de las calles. Nada más abrir la puerta tienes el basurero enfrente. Si un escritor no es sensible a esas cosas, apaga y vámonos.

Yo siempre he creído en esa idea que escribió María Zambrano de que la obligación del escritor es escribir de lo que no se puede decir. Si no, ¿para qué estamos? ¿para repetir los discursos de los poderosos? Estamos para sacar lo oculto. Creo que los escritores más importantes eso es lo que han hecho, dar testimonio de su tiempo.

Fuente: https://www.publico.es/entrevistas/entrevista-donato-ndongo-donato-ndongo-guinea-elites-espanolas-siempre-sido-colonia-explotacion.html