Mientras esperamos que el presidente Raúl Castro dé un ejemplo liberando a Alan Gross por razones humanitarias, vale la pena considerar si el presidente Obama aún es capaz de recomponer las relaciones EE.UU.-Cuba que fueron puestas en espera desde que Gross fue arrestado. Revisen la publicación por WikiLeaks de un cable diplomático desde La Habana […]
Mientras esperamos que el presidente Raúl Castro dé un ejemplo liberando a Alan Gross por razones humanitarias, vale la pena considerar si el presidente Obama aún es capaz de recomponer las relaciones EE.UU.-Cuba que fueron puestas en espera desde que Gross fue arrestado.
Revisen la publicación por WikiLeaks de un cable diplomático desde La Habana para recordar la atmósfera optimista que prevalecía en ambas partes durante la visita de Bisa Williams, antes del arresto de Gross.
¿Puede ser restaurada esa atmósfera cuando la burocracia de USAID, respaldada por miembros del Congreso que están muy relacionados con cubano-americanos de línea dura, parece estar decidida a crear situaciones ulteriores que provoquen otros arrestos y condenas? Bajo presión, los senadores Ketty y Leahy liberaron su suspensión de $21 millones para el financiamiento de la «democracia», lo cual agregó buen dinero al malo, a pesar de la ostensible preocupación por parte de Washington de terminar con el derroche de gastos gubernamentales.
Los programas planeados por USAID parecen casi inocentes, excepto que están destinados a poner en práctica los cambios de régimen proyectados por la ley Helms-Burton y parte de los 50 años de infatigable guerra económica, según lo reportado por Tracy Eaton en su valioso blog Cuba Money Project.
- $6 millones para programas destinados a incrementar la libre expresión entre jóvenes de 12 a 24 años de edad.
- $6 millones para expandir el uso de Internet e incrementar el acceso a la información.
- $9 millones para apoyar grupos de vecinos, cooperativas, clubes de deportes, grupos eclesiásticos y otras organizaciones de la sociedad civil.
Imaginen cómo se sentirían los norteamericanos si un país abiertamente hostil realizara similares proyectos no autorizados, a pesar de leyes norteamericanas explícitas en su contra. ¿No sería moralmente indignante seleccionar como objetivos a niños de hasta 12 años?
La persona clave del trabajo de USAID para Cuba es Mark Lópes, el vice administrador asistente del Buró Latinoamericano-Caribeño. Su biografía oficial revela su cercanía a Bob Menéndez el senador de extrema derecha por Nueva Jersey. López fue el Asesor Principal de Relaciones Exteriores/Director de Personal del presidente del Subcomité de Desarrollo Internacional y Ayuda al Exterior del Comité Senatorial de Relaciones Exteriores. El título descrito es un tanto engañoso, ya que los subcomités senatoriales no tienen su propio personal. Lópes no era miembro del personal del Comité de Relaciones Exteriores, sino en realidad un representante personal de uno de sus miembros, el senador Menéndez.
López trató de pintarle los labios a un cerdo cuando dijo en mayo a The Miami Herald: «El núcleo del programa para Cuba de USAID sigue siendo proveer apoyo humanitario, construir la sociedad civil cubana y el espacio democrático, facilitando el flujo informativo hacia dentro y hacia fuera y al interior de la isla… Estos programas son comparables con lo que nosotros y otros donantes hacemos para apoyar la democracia y los derechos humanos en las sociedades represivas de todo el mundo».
¿Es realmente comparable el programa de Cuba a los programas realizados por USAID en China o Arabia Saudí? ¿Es que él quiere decir solo en sociedades a las cuales EE.UU. no da reconocimiento diplomático? ¿Es tan siquiera igual a Birmania o Irán? En Cuba, la estrategia desde la administración Bush ha sido la de reclutar y crear una oposición, no apoyar una real y existente fuerza política o social. De ahí que nuestra política esté guiada por la cámara de eco de puntos de vista políticos financiados por EE.UU. El proceso ha sido corrompido de manera singular por la dominación de la política norteamericana por parte de la agenda de los exiliados que usan al gobierno de EE.UU. para promover sus propios intereses sectarios y fantasías de contrarrevolución. La analogía más cercana es la manera en que los exiliados iraquíes conformaron desastrosamente la política de la administración Bush, en beneficio propio y de Irán.
La norma de otros países democráticos que envían ayuda a Cuba, así como la de USAID en todo el mundo, es la de buscar la aprobación por un gobierno de la ayuda a su población. Eso es lo que significa respetar la soberanía nacional. La descripción de programas en varios países puede ser similar en la superficie, pero la realidad fundamental no es cuando implementar un objetivo público de EE.UU. de derrocar un sistema socio-económico existente. En vez de ser los suministradores de una ayuda públicamente defendible, destinada a fortalecer tendencias positivas en una sociedad, la USAID se convierte en un nido de acción encubierta de aficionados que pone en peligro tanto a sus contratistas como a sus beneficiarios. Los proyectos no se financian para solucionar problemas, sino para provocar el conflicto interno.
Las organizaciones que consideran programas persona a persona en Cuba informan que USAID ha ofrecido financiar sus esfuerzos. Tal acción irresponsable comprometerá todo el esfuerzo y hará sospechar a Cuba de los viajeros que poseen licencia y pondrá en riesgo a los participantes que ignoran que son beneficiarios de fondos de EE.UU.
¿Cómo es posible que el presidente Obama y la secretaria Clinton repitan la política de Bush al nombrar a un operativo partidista a un cargo de tal importancia? ¿Están ellos preparados a sustituir o neutralizar a Lópes cuando Gross quede en libertad?
De otra manera, no pueden hablar en serio en cuanto a la mejoría de las relaciones EE.UU.-Cuba.