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El ecologista Pedro Costa Morata imparte el séptimo taller de la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21 y El Viejo Topo

«Hace tiempo que la economía ecológica ha superado a Keynes»

Fuentes: Rebelión

A duras penas y siempre a contracorriente, las propuestas keynesianas se plantean casi como única alternativa al rodillo neoliberal. El histórico del ecologismo Pedro Costa Morata se opone a esta polaridad y, aun reconociendo el talento de Keynes, subraya que desde hace tiempo «la economía ecológica lo ha superado, con representantes tan brillantes en el […]

A duras penas y siempre a contracorriente, las propuestas keynesianas se plantean casi como única alternativa al rodillo neoliberal. El histórico del ecologismo Pedro Costa Morata se opone a esta polaridad y, aun reconociendo el talento de Keynes, subraya que desde hace tiempo «la economía ecológica lo ha superado, con representantes tan brillantes en el estado español como Naredo o Martínez Alier, entre otros». «Eso sí, aclara Costa Morata, los principios clásicos de la economía ecológica, es decir, contención, austeridad y vida sencilla, nada tienen que ver con la política de recortes y la austeridad fiscal con las que se nos está castigando».

Pedro Costa Morata ha impartido el séptimo taller de la Academia de Pensamiento Crítico organizada por Socialismo 21 y El Viejo Topo. Su currículo, por extenso y brillante, avala las reflexiones que comparte en las conferencias: Ingeniero de Telecomunicaciones; Doctor en Sociología; profesor de la Universidad Politécnica de Madrid; autor de más de 20 libros sobre cuestiones ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente en 1998. Pero, sobre todo, se considera un «agitador». Como histórico del ecologismo en el estado español, lleva más de 40 años en la lucha contra las nucleares, las antenas de telefonía móvil o por la protección del litoral.

 ¿Por qué el ecologismo no figura como prioridad en las agendas mediáticas e intelectuales? De entrada, «el neoliberalismo no quiere saber nada de ecología; por otra parte, de Keynes hablan en los medios del grupo Prisa, Emilio Ontiveros, Joaquín Estefanía o Paul Krugman, pero nadie puede creerse a estas alturas que constituya una alternativa real». Tal vez por el imperio de esta dicotomía, Costa Morata se define como «ecopesimista», y lo explica: «La realidad ambiental es espantosa y no creo que vaya a mejorar». Pero todavía va más lejos: «hemos de cuestionarnos el mito ilustrado del progreso, al menos respecto a las cuestiones humanas y sociales».

Su apuesta, personal y colectiva, no es la de «otro cambio de paradigma» sino una «revolución social», que rompa con los valores de la competencia y la competitividad, ya que el liberalismo que los proclama «es incompatible con la conservación del planeta». Es más, aboga por una «ecología socialista», por este orden en los términos; el sustantivo «ecología» en tanto que vida en armonía del ser humano con la naturaleza; y el adjetivo «socialista», en relación con principios como la equidad, el bien común o la economía colectiva («habría que nacionalizar y controlar los recursos energéticos, como ha hecho Argentina; o recuperar la banca pública», afirma).

 Sin embargo, ¿por qué los avances del ecologismo son siempre tan lentos y trabajosos? «Nunca sopla el viento a favor para la ecología; si el sistema se encuentra en expansión y plenitud, arrasa el medio natural con sus macroproyectos; cuando adviene la crisis, nadie se niega a la implantación de una refinería o a poner en producción el litoral, como se dice ahora; en conclusión, para nada se pretende salir de la crisis respetando el medio ambiente». Pero «no se trata de un error», aclara Pedro Costa Morata. «Vivimos en un sistema político y económico que es codicioso y canalla; con el capitalismo neoliberal arrecia la explotación del hombre por el hombre así como de la naturaleza». Como respuesta, Pedro Costa reivindica un «ecologismo político -no amarillo-, que se pringue en las luchas».

 

Pero los avances son muy lentos, además, porque hay que romper mitos (más bien prejuicios) muy arraigados, como el antropocentrismo (que se remonta al Renacimiento, en el siglo XVI) y el eurocentrismo. «Vemos el mundo, de manera ciega y necia, desde nuestra Europa y nuestros prejuicios judeocristianos y monoteístas; y eso que la Antropología excluye la afirmación de que haya culturas superiores a otras; heredero de la Ilustración, el antropocentrismo viene a decir que estamos en el mundo para controlarlo; esto es algo terrible». «¿Qué lecciones podemos dar cuando todas las grandes potencias lo han sido practicando el genocidio, la esclavitud y el expolio de los recursos de los territorios dominados?», se pregunta Pedro Costa Morata.

 Se trata de cuestiones casi tabú, silenciadas por un gran consenso político y científico. «Pero a los sabios no hay que respetarlos tanto, sino cuestionarlos», subraya Pedro Costa. «Lo cierto es que los problemas ambientales de hoy arrancan con la revolución industrial, nos acompañan durante más de dos siglos; y asimismo hay que matizar: los estudios de la huella ecológica demuestran que no es lo mismo el impacto generado por un ciudadano africano que el de un europeo. En todo caso, países como China o India anuncian que quieren desarrollarse del mismo modo que antes lo hicieron los países occidentales; es una realidad decepcionante», remata el ecologista.

 La ciencia y la tecnología se erigen como otro tabú. Se postulan como neutrales pero, recuerda Costa Morata, «muchas veces la verdad reside más bien en otras áreas del saber, como la literatura o la poesía; el poeta Paul Valéry ya avanzaba en 1945 que el tiempo del mundo finito comienza«. Además, ¿Neutrales? «La ciencia y la tecnología son productos históricos y, sobre todo, sociales; no cuentan con vida propia; su creación y desarrollo implica siempre una intención; por tanto, en ningún caso son autónomos, independientes ni neutros». Pero lo peor, a juicio del ecologista, es el determinismo tecnológico «en el que nos hemos instalado: por su potencia, obliga a la sociedad a adaptarse permanentemente, lo que resulta una locura», sentencia Costa Morata.

 Tal vez uno de los mejores ejemplos de la hegemonía de la ciencia como dogma y los supuestos expertos es la energía nuclear. Los accidentes de Chernobil y Fukushima no han abierto la menor grieta en esta supremacía. «El discurso del lobby nuclear siempre es el mismo, subraya Pedro Costa; dicen que es necesaria y no discuten más; la seguridad y el hecho de que haya accidentes les da exactamente igual; pero en Japón se han parado las centrales nucleares y no ha ocurrido nada». Además, afirman cosas que los ecologistas llevan diciendo desde siempre: hace poco afirmó el presidente del Foro Nuclear que la energía nuclear no es barata, «y quien afirme lo contrario no tiene ni idea». Costa Morata se admira ante este descubrimiento: no pagan los pertinentes seguros, ni resuelven el problema de los residuos y, además, implican a empresas públicas en los procesos de producción. «Por supuesto que no es una energía segura y barata».

Así las cosas, ¿por qué senda ha de caminar el movimiento ecologista?, en un mundo que circula notoriamente en sentido contrario. «Durante mucho tiempo me dediqué a proponer alternativas a los planes energéticos estatales, por ejemplo en 1979 con el gobierno de UCD; pero con el tiempo aprendes que los ecologistas no tenemos por qué aportar soluciones; o sea, es muy válido decir que «no»; implicarnos en el aporte de propuestas o aliarnos, pongamos por caso, con las compañías eólicas porque supuestamente promueven una energía alternativa no es la solución». Porque los problemas son mucho más profundos, concluye el veterano ecologista.