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Hacia una geografía de paz: ¿Adónde Gaza?

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

La Franja de Gaza es poco más del 2% de Palestina. Este pequeño detalle nunca se menciona cuando aparece la Franja en las noticias y tampoco se está citando actualmente en la cobertura de los medios de comunicación occidentales de los dramáticos hechos que han ocurrido en Gaza durante las últimas semanas. Realmente es una parte tan pequeña del país que jamás ha existido como una región separada en el pasado. La historia de Gaza antes de la «sionización» de Palestina no era exclusiva y siempre estuvo vinculada administrativa y políticamente al resto de Palestina. Hasta 1948 fue a todos los efectos una parte integrante y natural del país.

Como un importante territorio de Palestina y como puerta marítima al mundo, tendió a desarrollar un estilo de vida más flexible y cosmopolita igual al de otras sociedades fronterizas del Mediterráneo oriental en la era moderna. Su emplazamiento cerca del mar y de la «Vía Maris» (antigua vía romana, N. de T.) hacia Egipto y Líbano le trajo prosperidad y estabilidad hasta que esta vida fue desestabilizada y casi destruida por la limpieza étnica israelí de Palestina en 1948.

Entre 1948 y 1967 Gaza se convirtió en un enorme campo de refugiados restringido severamente por las respectivas políticas tanto de Israel como de Egipto; ambos estados prohibieron cualquier movimiento de salida de la Franja. Las condiciones de vida ya se endurecieron cuando las víctimas de las políticas israelíes del despojo de 1948 doblaron el número de habitantes que vivían allí desde hacía siglos. La víspera de la ocupación israelí de 1967, la catastrófica naturaleza de esta transformación demográfica impuesta era evidente en toda la Franja. Esta parte de la costa del sur de Palestina, que antes se dedicaba al pastoreo, en dos decenios se convirtió en una de las áreas más densamente pobladas del mundo sin ninguna infraestructura económica adecuada para sostenerla.

Los primeros veinte años de ocupación israelí al menos permitieron algún movimiento fuera de un área que fue cerrada como zona de guerra en los años 1948 a 1967. A decenas de miles de palestinos se les permitió acceder al mercado laboral israelí como trabajadores no cualificados y mal pagados. El precio que Israel reclamó por este mercado esclavista fue una total rendición de cualquier lucha o plan nacionalista. Cuando esto no se cumplió el «regalo» de la movilidad de los trabajadores fue denegado y abolido. Todos esos años que condujeron a los acuerdos de Oslo en 1993 estuvieron marcados por un intento israelí de estructurar la Franja como un enclave, el cual el Campo de la Paz esperaba que fuera autónomo o bien parte de Egipto y el Campo Nacionalista deseaba incluirlo en el Gran Eretz Israel que soñaban establecer en lugar de Palestina.

Los acuerdos de Oslo capacitaron a los israelíes para reafirmar el estatus de la Franja como una entidad geopolítica separada no sólo fuera de Palestina, sino también separada de Cisjordania. Aparentemente tanto la Franja de Gaza como Cisjordania estaban bajo la Autoridad Palestina pero cualquier movimiento humano entre ambas dependía de la buena voluntad de Israel; un raro atributo israelí que casi desapareció cuando Benjamín Netanyahu llegó al poder en 1996. Pero Israel retuvo, como todavía hace hoy, la infraestructura del agua y la electricidad. Desde 1993 usa, o más bien abusa, de esta posesión para asegurar por una parte el bienestar de la comunidad de colonos judíos que viven allí y por la otra para someter a la población palestina a la sumisión y la rendición. La población de la Franja de Gaza de esta manera osciló en los últimos sesenta años entre ser internos, rehenes o prisioneros en un espacio humano imposible.

Es en este contexto histórico donde debemos ver la violencia encolerizada de hoy en Gaza y rechazar la referencia a los acontecimientos de allí como una campaña de la «guerra contra el terror», un ejemplo del evangelismo islámico, una confirmación más del expansionismo de Al Qaeda, una penetración sediciosa iraní en esta parte del mundo u otro escenario del temido «choque de civilizaciones» (he escogido aquí sólo unos pocos de los muchos y frecuentes adjetivos usados en los medios de comunicación occidentales para describir la crisis actual de Gaza).

Los orígenes de la mini guerra civil están en otro lado. La reciente historia de la Franja: sesenta años de despojo, ocupación y encarcelamiento, inevitablemente producen una violencia interna, de la que hoy estamos siendo testigos, del mismo modo que también producen otras características desagradables de la vida vivida en esas condiciones imposibles. De hecho podría decirse honestamente que la violencia, en particular la violencia interna, es bastante menor de lo que se podría esperar teniendo en cuenta las condiciones económicas y sociales que han creado las políticas genocidas israelíes en los últimos sesenta años.

La lucha por el poder entre los políticos, que disfrutan del apoyo de equipos militares, es ciertamente un negocio sucio que convierte en víctima a la sociedad en su totalidad. Parte de lo que ocurre en Gaza es una lucha entre los políticos que fueron democráticamente elegidos y los que todavía se resisten a aceptar el veredicto del pueblo. Pero esa es apenas la lucha principal. Lo que está sucediendo en Gaza es una batalla sobre el terreno entre los apoderados locales de Estados Unidos e Israel, muchos de los cuales lo son sin querer pero a pesar de ello bailan al son que toca Israel, y los que se oponen. La oposición que ahora se encarga de Gaza lo hace, qué pena, de un modo que uno hallaría muy difícil de excusar o alentar. No es la visión palestina de Hamás lo que es preocupante, sino más bien los medios que ha elegido para lograrlo, que esperamos que no arraiguen ni se repitan. En su favor debería decirse abiertamente que los medios que ha utilizado Hamás son parte de un arsenal que le permitió en el pasado ser la única fuerza activa que al menos trató de detener la destrucción total de Palestina; la vía que ha empleado ahora es menos creíble y esperemos que temporal.

Pero uno no puede condenar los medios si no ofrece una alternativa. Permanecer inactivos mientras vemos a la banda israelo-estadounidense estrangular hasta la muerte a la Franja, limpiar la mitad de Cisjordania de su población indígena y amenazar al resto de los palestinos -en Israel y en las otras partes de Cisjordania- con la expulsión, no es una opción. Es el equivalente para los «decentes» al silencio de la gente durante el Holocausto.

No debemos cansarnos de mencionar la alternativa del siglo XXI: BDS -Boicot, desinversión y sanciones- como una medida de emergencia mucho más efectiva y mucho menos violenta para luchar contra la actual destrucción de Palestina. Y al mismo tiempo hablar abierta, convincente y eficientemente, de crear la geografía de la paz. Una geografía en la que los fenómenos anormales como el encarcelamiento de pequeñas porciones de territorio desaparezcan. No habrá más, en la alternativa que debemos empujar, un campo de prisioneros llamado Franja de Gaza donde algunos presidiarios armados son fáciles de azuzar unos contra otros por un guardián cruel. En vez de eso esta área volverá a ser una parte orgánica de un país del Mediterráneo oriental que siempre ha ofrecido lo mejor como punto de encuentro entre Oriente y Occidente.

Nunca antes, a la luz de la tragedia de Gaza, la doble estrategia del BDS y la solución de un estado habían brillado tan claramente como las únicas alternativas para avanzar. Si alguno de nosotros es miembro de los grupos de solidaridad con Palestina, círculos de diálogo árabe-judío o parte del esfuerzo de la sociedad civil por llevar la paz y la reconciliación a Palestina, es tiempo de dejar de lado todas las falsas estrategias de la coexistencia, hojas de ruta y la solución de los dos estados. Ha habido y todavía hay dulce música para los oídos del equipo de demolición israelí que amenaza con destruir lo que queda de Palestina. Cuidaos especialmente de la «dieta sionista» o el «escaparate sionista» que recientemente se han unido en una campaña, en el Reino Unido y en algún otro lugar, contra los esfuerzos del BDS. Como aquellos expertos ilustres que emplean órganos liberales del Reino Unido, como The Guardian, para explicarnos largamente lo peligroso que es el propuesto boicot académico a Israel. Nunca han empleado tanto tiempo, energía ni palabras en la propia ocupación como lo han hecho al servicio de la limpieza étnica de Palestina.

UNISON, el gran sindicato de la función pública británica, no debe dejarse disuadir por esta violenta reacción y debe seguir a esos valientes académicos que apoyan el debate sobre el boicot como debe hacerlo toda Europa: no sólo por la causa de Palestina e Israel, sino también si desea por fin cerrar el capítulo del Holocausto en su historia.

Y un poco de alimento para el pensamiento: Hay un buen número de mujeres judías en la franja de Gaza -algunas fuentes en el interior de Gaza hablan de unas 2.000- casadas con palestinos locales y madres de sus hijos. Hay muchas más mujeres judías casadas con palestinos en áreas rurales de Palestina. Un acto de supresión del racismo que la élite política se resiste a admitir, asimilar o darse por enterada. Si pese a la colonización, la ocupación y las políticas genocidas y de despojo han sido posibles esas concordancias de amor y afecto, imaginad qué podría suceder si desaparecieran esas políticas e ideologías criminales.

Cuando el Muro del Apartheid sea derribado y las cercas electrificadas del sionismo desmanteladas, Gaza se convertirá una vez más en un símbolo de la sociedad costera de Fernand Braudel (1) capaz de fundir diferentes horizontes culturales y ofrecer un espacio para una nueva vida en vez de la zona de guerra en la que se ha convertido los últimos sesenta años.

(1) El Mediterráneo, escribió Fernand Braudel, es «…Mil cosas al mismo tiempo. No un paisaje, sino innumerables paisajes. No un mar, sino una sucesión de mares. No una civilización, sino varias civilizaciones superpuestas unas sobre otras… El Mediterráneo es una antigua encrucijada. Desde hace milenios, todo ha confluido hacia este mar, desbaratando y enriqueciendo su Historia…» (Fernand Braudel, El Mediterráneo: espacio e Historia). http://es.wikipedia.org/wiki/Fernand_Braudel

Original en inglés: http://electronicintifada.net/v2/article7036.shtml

Ilan Pappé es catedrático del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Haifa y presidente del Instituto Emil Touma de Estudios Palestinos en Haifa. Sus libros incluyen, entre otros, The Making of the Arab-Israeli Conflict -La construcción del conflicto árabe-israelí- (Londres y Nueva York 1992), The Israel/Palestine Question –La cuestión israelo-palestina- (Londres y Nueva York 1999), A History of Modern Palestine -Historia de la moderna Palestina- (Cambridge 2003), The Modern Middle East -El Oriente Próximo moderno- (Londres y Nueva York 2005) y el último, Ethnic Clearing of Palestine -La limpieza étnica de Palestina- (2006).

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente