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Hacia una guerra civil

Fuentes: Rebelión

En los últimos días estamos asistiendo a una fracturación clara de la sociedad civil, alentada principalmente por la extrema derecha de Vox y también por “la derechita cobarde” del PP y su huida hacia adelante debido a la corrupción continuada en el tiempo de ese partido y los continuos escándalos de sus líderes.

Muchos son los que ven demasiadas coincidencias con los hechos que precedieron al levantamiento militar de 1936 y a la inmediata Guerra Civil. Sin embargo, si los parecidos son evidentes con la actualidad, también lo son las diferencias. Por una parte, están las semejanzas astronómicas, que alientan a los milenaristas a ver en la curiosa coincidencia del calendario y la proximidad de los 17 y 18 de julio una especie de maldición bíblica, y por otra, la comparación exhaustiva de la situación en ambas fechas.

De esta manera, tenemos la situación político-social de 1936, con una fragmentación clara entre izquierdas y derechas y un enfrentamiento dialéctico irreconciliable en el parlamento y un grave problema de orden público en las calles. En este caso, la comparación con el año 2020 parece evidente, el tono utilizado en el congreso por parte de los partidos representantes de la derecha es de no haber asumido los resultados electorales y la formación de un gobierno progresista y de izquierdas y la consigna de derrumbarlo con todos los medios posibles a su alcance. En ese mismo ámbito, una serie de medios de comunicación de editoriales marcadamente derechistas, han tomado el mismo ejemplo de acoso y derribo, utilizando la manipulación informativa, cuando no, directamente la propagación de bulos, con la clara intención de arengar a sus masas. Sin embargo, aunque el objetivo de radicalizar la posición ideológica de los votantes de derechas ha cuajado y puede verse tanto en las redes sociales como en las últimas manifestaciones apodadas “caceroladas de los borjamaris” en las que se incumplen, no solo la legalidad vigente dentro del contexto del “Estado de Alarma” en el que nos encontramos, sino, lo que es peor, no se están respetando las condiciones mínimas de protección sanitaria para evitar la propagación de contagios entre la población; todavía, y esperemos que no ocurra, no hay una violencia política en las calles, comparable a aquella. Aunque hay datos discordantes entre diversos investigadores, se trataría de un momento excepcionalmente violento, en el que además de todos los enfrentamientos en las calles, habría una cantidad de víctimas mortales de entre 300 y 400 personas, atentados a líderes sindicales, pistolerismo falangista y lucha en las calles. En la actualidad, existe el clima de crispación pero no una violencia tan extrema con enfrentamientos armados y muertos en las reyertas.

Con respecto a la situación internacional, resulta una evidencia la diferencia de ambos momentos históricos. La Europa de 1936 se encontraba dividida entre el ascenso de los fascismos y los regímenes autoritarios y totalitarios, y las cada vez más acosadas democracias occidentales. La sublevación militar y la posterior guerra civil tuvo el apoyo incondicional y la ayuda militar, económica y técnica de los fascismos, mientras que las democracias decidían la “no intervención” para evitar el enfrentamiento directo con el nuevo monstruo naciente del nazismo. En la actualidad, nuestro país es miembro de pleno derecho de la Unión Europea y parte fundamental de la nueva Europa, aunque en estos momentos esta organización se encuentre en plena crisis, no existe un poder nazi-fascista en Europa que pudiera apoyar una sublevación militar.

Para finalizar, el elemento principal para esa supuesta sublevación, serían las Fuerzas Armadas. En este caso, aunque buena parte de la élite militar está en consonancia con los preceptos de Vox, (recordamos que el ejército de Franco no fue renovado en el periodo de la Transición), sin embargo, no existe ningún plan, ni ningún líder que se ponga al frente de una sublevación militar. Lo que sí hay es un ambiente generalizado conspiranoide y con lenguaje guerracivilista en las cantinas, bares de oficiales, salas de bandera y en redes sociales y grupos de wasap frecuentados por militares. Menos aún, una conexión de éstos, el Jefe de Estado, que está desaparecido, y los partidos políticos y asociaciones derechistas. Eso es lo único, mucha bravuconería y firmas de manifiestos franquistas por parte de militares pero nada de planificación y liderazgo de pronunciamiento, levantamiento o sublevación militar. Eso sí, si apareciese alguien que diera un paso adelante, eso ya sería otra cosa; dentro del ejército, a diferencia de lo que ocurría en 1936, la inmensa mayoría de sus miembros apoyarían el levantamiento. Tenemos que tener en cuenta, que además, se trata de un ejército profesional en su totalidad, no como en 1936 que la inmensa mayoría prestaba servicio militar. En 1936, de las ocho capitanías generales, solo un capitán general se sublevó, manteniéndose la mayoría de altos mandos leales a la República, y siendo básicamente los africanistas y los oficiales con graduaciones entre capitán y teniente coronel los más comprometidos con el golpe. Existía un plan desde como mínimo, febrero, con adhesiones notables, bajo la dirección de Mola, apoyo internacional y base de las derechas sociales suficientemente aleccionadas.

No creo que vayan a repetirse los hechos, aunque la dirección que están tomando los acontecimientos hace intuir un periodo de crisis, además de económica, social y política, de dimensiones aún desconocidas. Tampoco parece viable la idea de que el gobierno pudiera entregar armas a la población ni crear un ejército popular. Las posibilidades de resistencia ante un ejército moderno, bien equipado, con armamento y tecnología vanguardistas y un personal bien adiestrado y disciplinado, hacen irrepetible un momento histórico como el de la Guerra Civil de 1936-1939, en el que la situación material del ejército era absolutamente lamentable y solo estaban bien pertrechadas y entrenadas las tropas de élite africanas. La situación del resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es también muy diferente en la actualidad, tanto Policía como Guardia Civil cuentan igualmente con material y armamento suficiente para contrarrestar cualquier resistencia armada.

Como conclusión, después de realizar un somero análisis de la situación de ambos momentos históricos, no se va a producir un levantamiento militar, y mucho menos aún, una guerra civil, por mucho que los jerifaltes de las Fuerzas Armadas, los representantes políticos de la derecha y los distintos poderes económicos se expresen en términos de insostenibilidad de la situación actual, lo que están llevando a cabo es un golpe, como diría Vicente Verdú; de ficción, un golpe digital, en las redes, y poco más

José Luis Romero es militar del Ejército de Tierra, profesor universitario, miembro del colectivo Anemoi y de ACMYR.