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Crónicas congresuales (I)

Hemos llegado para quedarnos

Fuentes: Rebelión

Lunes, 12 de diciembre, 11 horas. Los diez diputados y senadores/as de Amaiur descendemos por la Carrera de San Jerónimo en dirección al Congreso de los Diputados. Vamos ocupando todo el ancho de la acera. Aquello recuerda a películas del Oeste. Al fondo, una mancha inicialmente borrosa va tomando cuerpo. Decenas de fotógrafos y camarógrafos […]

Lunes, 12 de diciembre, 11 horas. Los diez diputados y senadores/as de Amaiur descendemos por la Carrera de San Jerónimo en dirección al Congreso de los Diputados. Vamos ocupando todo el ancho de la acera. Aquello recuerda a películas del Oeste. Al fondo, una mancha inicialmente borrosa va tomando cuerpo. Decenas de fotógrafos y camarógrafos nos aguardan: ¡Santa madre del Amor Hermoso!, ¿quién me habrá mandado meterme en este fregado?

Tras la primera e interminable ronda de poses y tomas, nos ruegan que nos situemos bajo uno de los leones congresuales. Afortunadamente no están vivos. Son de bronce y, según reza una inscripción en su base, fueron fundidos en 1866 con los cañones tomados al enemigo en la Guerra de África. En su día estudié en la escuela que los territorios africanos del Sahara, Guinea, Ifni, islas de Fernando Poo y Annobon…, eran parte inseparable de España. Los leones nos recuerdan que a pesar de la indisolubilidad e indivisibilidad afirmada por la actual España constitucional, todo es posible para Euskal Herria.

Recuerdo entonces como -correría el año 67 o 68-, siendo estudiante en Madrid y aprovechando un descuido de la pareja de «grises» que vigilaban el Congreso, coloqué a uno de esos leones una pegatina de aquellas confeccionadas con imprentillas caseras de caucho. No recuerdo ahora de qué iba el texto, pero seguro que estaría relacionada con la denuncia de la dictadura de Franco y sus desmanes represivos. ¿Volvería a poner hoy, si pudiera, alguna otra pegatina a esos leones? Dejemos la pregunta en su mero enunciado, que no está el horno para bollos.

En las dependencias del Congreso rellenamos los impresos precisos para acceder al acta de Diputado: declaración de actividades, de bienes y rentas… Renunciamos a suscribir el fondo de pensiones especial con que cuentan los diputados, pues se trata de un injustificado privilegio (otro día hablaremos de otros) de los que gozan los Diputados. Mientras pasamos de sala en sala, distintos fotógrafos y cámaras nos inmortalizan y los atentos funcionarios que nos atienden confiesan que nunca había habido allí tantos profesionales de la foto y la imagen. Se masca morbo en el ambiente.

Luego entramos en el hemiciclo del Congreso, templo de la democracia española. Se perciben aún en su techo los impactos de las balas disparadas en el intento de golpe de estado del 23-F, en 1981. Parte de quienes lo realizaron (de los que lo idearon poco se sabe), generales, coroneles, comandantes, capitanes, tenientes y demás miembros del Ejército y la Guardia Civil, fueron condenados a un total de 195 años, de los que solo cumplieron 97 (3,2 de promedio). Luego, buena parte de ellos siguieron en el servicio militar activo siendo incluso ascendidos y condecorados. No se sabe de nadie que se haya arrepentido de lo que hicieron, ni que se les fuera exigido esto para conseguir sus libertades condicionales e indultos. El golpe de estado sale barato en el estado español. Los delitos de Otegi, Zabaleta, etc. salen bastante más caros.

Al siguiente día, martes y 13, debido a un imprevisto y por razones personales no puedo acudir al Congreso. Mi toma de posesión queda para la próxima sesión. Mientras tanto, en los días siguientes, se resuelve la petición de Amaiur para constituirse como grupo propio. Los servicios jurídicos de la Cámara redactan un «informe» sin membrete, fecha, ni nombre de quién lo suscribe, que tampoco concluye en nada. Ante tan contundente documento, la Mesa del Congreso, con los únicos votos del PP, decide denegar la solicitud en contra de lo que ha sido costumbre de la Cámara en estos casos. Es curioso, de acuerdo con el mismo, si Amaiur hubiera tenido en Nafarroa diez mil votos menos y yo no hubiera salido elegido diputado, nada se hubiera opuesto a la constitución del grupo con los otros seis electos. Sin embargo, el haber conseguido más votos y un diputado más hace que no pueda autorizarse el grupo. El PP interpreta así los principios de legalidad, pluralidad y seguridad jurídica amparados por la Constitución. El que los entienda, que los compre.

Volvemos de nuevo a Madrid el siguiente lunes, 19 de diciembre. El PP ha rechazado el recurso presentado y vuelve a denegar nuestra constitución como grupo. Nos envían al mixto. Allí estaremos ocho grupos y dieciocho diputados. Una auténtica menestra. En el reparto de lugares en el hemiciclo nos envían a la última fila, entre columnas. A mi me recuerda aquello el antiguo gallinero, hoy clausurado, del teatro Gayarre, de Iruñea. A pesar de todo, la presencia de Amaiur y la intervención de Iñaki Antigüedad desde la tribuna atraen la atención de todos los medios y el silencio durante la misma en el hemiciclo es de Guinness. Quieren ningunearnos, pero todos los tiros les salen por la culata. Rajoy, luego, más que como un futuro presidente del Gobierno, nos contesta como si fuera un ministro cuartelero de Interior. Tiempo al tiempo. Hemos llegado para quedarnos y más le vale hacerse a la idea.

Mientras tanto, a lo largo de estos días, son muchas las personas que se acercan a saludarnos cordialmente en el Congreso. Algunas de ellas lo hacen sinceramente. A otras, sin embargo, se les nota la sonrisa un tanto forzada y el apretón de manos un tanto fofo. Por los pasillos nos persiguen muchas miradas y algunas de ellas parecen sorprendidas tras comprobar que no tenemos rabo ni cuernos. Escuchamos también algún comentario sobre nuestras vestimentas, un tanto ajenas a las Armani y Dior que se estilan por el hemiciclo. Es evidente que necesitaremos un cierto tiempo para ubicarnos en este ambiente y poder aprender a distinguir entre el trigo y la paja.

Cuando volvemos a casa la gente nos interroga y nos da sus primeras impresiones. Los unos nos animan, las otras nos besan. Los de más allá quieren, sobre todo, que les contemos chascarrillos. No falta quien, por supuesto, nos critica formas y contenidos. ¡Faltaría más! Se trata de eso. Sabemos que jugamos en un terreno de juego ajeno en el que las normas de aplicación son de parte, los árbitros están bastante escorados -es un forma amable de hablar- y las cartas están marcadas. Es difícil acertar y todas las opiniones resultan valiosas. Esperamos que nos sigan llegando bastantes más.

En fin. Esto es Madrid y su Congreso y esto somos nosotros, Amaiur, navegando por estas mares revueltas. Seguiremos informando.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.