Yo no quiero para mis semejantes el dolor, el sufrimiento de que un asesino de la categoría de Posada, le arrebate a un ser querido, como Posada me hizo a mi», dice Rosalba Álvarez al comentar el juicio de Luis Posada Carriles en El Paso, Texas que la defensa convierte en «show» televisivo. «Lo que […]
Yo no quiero para mis semejantes el dolor, el sufrimiento de que un asesino de la categoría de Posada, le arrebate a un ser querido, como Posada me hizo a mi», dice Rosalba Álvarez al comentar el juicio de Luis Posada Carriles en El Paso, Texas que la defensa convierte en «show» televisivo. «Lo que me resulta increíble es como los encargados de engranar los actos de esta obra de teatro se encuentran despojados de toda sensibilidad humana».
«Son ajenos al dolor de las víctimas del terrorismo: para mi también son terroristas, como que no tienen personas queridas sino que son maquinas programadas de configurar una realidad que no es la que existe», añade.
El cadáver del padre de Rosalba Álvarez, Ramón Antonio Alvarez, fue descubierto el 2 de junio de 1972 en el Parque Washington, de Caracas, unos días después de que este joven militante revolucionario venezolano haya sido secuestrado y torturado por Luis Posada Carriles, alias «Comisario Basilio» de la policía secreta venezolana DISIP.
Rosalba tenía solo dos años en el momento de los hechos. Años después, en un viaje a Caracas desde La Habana donde radica hoy, se consagró a lo que llama «modestas investigaciones» para intentar descubrir las circunstancias exactas del crimen, con la ayuda de familiares venezolanos.
Su búsqueda, por cierto, da otra dimensión al acusado de El Paso, responsable de una interminable sucesión de crímenes a lo largo de cuatro décadas, tanto en Venezuela como en varios países de América Latina, como agente de la CIA. El juicio de El Paso – en particular con la actuación burlesca de la Defensa – busca, de una forma u otra, encubrir el conjunto de los crímenes de este agente de la CIA que durante décadas años actuo de sicario, torturador y terrorista por cuenta de la Agencia Central de Inteligencia.
Rosalba Álvarez se asombra de la aparente ignorancia, de la parte de los actores del juicio de Posada, de la verdadera dimensión del papel que jugo el acusado. Luis Posada Carriles, señala con insistencia, fue el jefe absoluto de una verdadera gestapo que controlaba en todo el territorio de la capital venezolana, salvajes operaciones de represión, con derecho a secuestrar, a desaparecer, a asesinar, otorgado por las más altas autoridades del país, cómplices de la CIA,
Esto, la abogada habanera lo subraya con fuerza: «Posada estuvo ubicado en Venezuela no solo por asesinar sino fue preparado para enseñar a otros a hacer lo que él hacía. Por cierto, eso es una agravante más…»
En esta tarea, Posada fue hasta el extremo de reclutar por la fuerza a los mismos individuos que sospechaba de colaborar con los jóvenes rebeldes que perseguía: «Como tenia a mano a personas de las que buscaba información a cualquier precio, jugó con sus debilidades al punto de convertirlas en torturadores y perseguidores de sus propios compañeros de ideas que entregaban y delataban, llegando al punto de que pasaban a formar parte del cuerpo represor organizado bajo sus normas».
Posada fue al origen de la conversión de la policía secreta llamada DIGEPOL (Dirección General de Policía) en la DISIP (Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención) por el régimen de Rafael Caldera , el 19 de marzo de 1969, continua Rosalba Álvarez. «Y después del primer mandato de Caldera, continua con los desaparecidos y los crímenes… ¡en los que se cuentan de manera selectiva 8 familiares míos también!»
Particularmente cínicos se revelan los crímenes de Posada hasta en la manipulación de la información que, a veces, los hacen conocer del público. En el caso del padre de Rosalba, el cuerpo está descubierto en un automóvil, junto a él de un compañero, como si fuera resultado de un asesinato de delincuente común.
«Resulta inaudito el manejo de la información desde la preparación que Posada hiciera del asesinato, y así lo confiesa, hasta las informaciones actuales de medios de prensa que muestran una rara incongruencia de hechos como de datos».» En las fotos publicadas, tomadas de un mismo ángulo, aparecen los cadáveres movidos en diferentes posiciones».
«En la revista venezolana «Elite» que salió al día siguiente de la muerte de mi padre y su compañero, el artículo publicado refiere categóricamente lo raro del caso por las informaciones y contrainformaciones que evidenció el periodista que publica sobre el hecho».
«Allí queda muestra de lo que hoy llamamos terrorismo mediático. Imagínese que, en los periódicos del momento, su nombre aparecía con diferentes apellidos en unos y otros: la idea era confundir, no entregar su cuerpo de inmediato a mi familia, pues si era preciso infundirles temor».
Para Posada, entonces el Comisario Basilio, «No… no le importaba meter a toda la familia presa, torturarla. Esto no importaba».
«Los signos de tortura eran evidentes en el cadáver de mi papá», cuando, varios días después, se entrega a la familia. «Para Posada, era preciso informar la muerte de dos personas, involucrándolos en un hecho alejado de sus realidades… transfigurando la realidad minuciosamente, al punto de que se explicaba que tenían un encuentro con la policía…»
«Las fotos de los cadáveres in situ, tenían las armas guardadas, a la manera de que aun hoy no se tiene la claridad de lo que pasó primero o después o donde, ni como Posada fue utilizando todo y a todos».
En el actual juicio de El Paso, donde se acusa a Posada de delitos migratorios pero de ninguna manera de sus crímenes como el terrorista internacional que es, «continuarán confundiendo a la opinión pública norteamericana».
«En el caso de Posada, sus crímenes están confesados», subraya con insistencia. «La estrategia del momento es acusarlo de mentiroso en temas migratorios dentro de los Estados Unidos, desconocer – y si es necesario amenazar – a los que representan a un gobierno elegido por el pueblo, él de Venezuela, que lo reclama en virtud de un proceso de extradición viable y legalmente amparado en tratados internacionales… hasta hacer quedar en dudas su total responsabilidad, confesada, en sus verdaderos crímenes».
Rosalba Álvarez no tiene ilusiones: «No me sorprendira que en alguna parte de la trama macabra, comiencen a tildarlo de loco o demente senil, para protegerlo de alguna manera… Para inventar algo nuevo, que continué alejando de la realidad la verdadera punibilidad de sus actos inhumanos en todas estas decadas en Nuestra América».
Concluye esta habanera en cuyas venas corre sangre venezolana: «La batalla por la justicia debe ser cada vez mas fuerte si de verdad pensamos en un futuro luminoso para la humanidad, para nuestros hijos y nietos».
Sin perder de vista «el conjunto de los crímenes terroristas de la mafia cubano-americana, contra ello siempre lucharé con toda ética, como cubana, como venezolana, como latioamericana».
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