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Huelga, ¿sólo en conciencia?

Fuentes: Rebelión

Lo siento, siento alejarme de la corriente de reflexión que está llevando a muchos analistas a concebir la huelga como una cuestión de voluntad individual. Y siento que se interprete como una trasgresión del sagrado derecho de elección y decisión personal. Me explico. Creo que el posicionamiento ante la huelga del 29M no puede ser […]

Lo siento, siento alejarme de la corriente de reflexión que está llevando a muchos analistas a concebir la huelga como una cuestión de voluntad individual. Y siento que se interprete como una trasgresión del sagrado derecho de elección y decisión personal. Me explico. Creo que el posicionamiento ante la huelga del 29M no puede ser privado. O no solo privado. Porque pesa, y mucho, el actual contexto social y de tensión pública existente. Con el debido respeto a las voluntades personales, creo que la decisión de hacer huelga o no, no debe surgir del eco interno o de la racionalización tamizada de nuestra posición individual. Es decir, no creo que sea oportuno responder solo ante el tribunal de nuestra propia patronal. Hacerlo así es oxigenar, movilizar, más aún, el bestial y nocivo individualismo con que resolvemos asuntos públicos que requieren una respuesta publica y social. Porque es en el territorio público y político, y no en el privado, donde se generan las tensiones que nos afectan socialmente. Por tanto, hay una parte de la decisión que debe reconectarnos con lo que está ahí afuera, con ese «nosotros» fulminado por el capital. Otra cosa es que el discurso dominante nos obligue a sopesar unas razones -privadas- más que otras y que nos lleve a una posición racional que solo tenga en cuenta nuestro «yo» descolectivizado y desocializado. Y esta huelga tiene ese peligro. Que prioricemos el miedo individual, las particularidades de cada uno, la posición laboral que tengamos o la propia idealización de esta huelga muy expuesta a la contaminación.

Y es que la crisis no es otra cosa que la rotura brutal de la confianza. Incluso en los demás. Porque hay una absoluta individualización de todas las condiciones, de la vida cotidiana y social, del trabajo, de la pena y la desdicha, del ocio o de la salud. Se instaura lentamente una esquizofrenia difusa que genera una depresión servil autoculpabilizadora de todos los conflictos sociales ya no nombrados porque han sido asumidos como defectos propios de nuestra voluntad.

Así que, la huelga del 29M no será nunca, aunque la secunde el cien por cien de la población activa, una huelga que impacte directamente sobre su objetivo y explote en su interior. Porque la huelga histórica, aquella que redefinió las relaciones de poder entre obreros y capital, no se puede repetir. Porque ni los obreros, ni los empresarios son los mismos. Porque la centralidad social, el empoderamiento histórico que la clase obrera tuvo en los siglos XIX y XX, se ha difuminado. Hoy esa clase no tiene capacidad de tensionar la historia porque hay una descolectivización absoluta de las relaciones de trabajo y de la propia vida. Sabiendo esto, la huelga del 29M debe tener necesariamente otra lectura. No aquella que nos encasquilla en nuestras exclusivistas razones privadas que buscan proteger e inmunizar nuestro «yo» ante las inclemencias del exterior, sino aquella que posibilite reinventar ese «nosotros» invalidado. Y tendrá que tener otro propósito. La reforma laboral, además de crear un estado de excepción laboral, también es un estado de sitio social y personal. Por eso la crisis, la ruptura del contrato social, la quiebra del Estado del Bienestar y la previsible supresión de la condición ciudadana por viejas servidumbres, requieren un posicionamiento social.

Que la huelga importe poco a Rajoy o que no atemorice a la CEOE, o que no obligue a retirar la ley de reforma laboral, siendo verdad, no puede servir como inflexión reflexiva. Y menos como refugio y excusa de la conciencia privada secuestrada políticamente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.