La sentencia «los ricos se enriquecen y los pobres empobrecen» suele emplearse para ilustrar la situación de los países en desarrollo. Pero hoy describe el panorama económico de Estados Unidos, la única superpotencia mundial. Los últimos estudios del Buró de Censos de Estados Unidos al respecto reflejan, según muchos economistas, el impacto negativo de la […]
La sentencia «los ricos se enriquecen y los pobres empobrecen» suele emplearse para ilustrar la situación de los países en desarrollo. Pero hoy describe el panorama económico de Estados Unidos, la única superpotencia mundial.
Los últimos estudios del Buró de Censos de Estados Unidos al respecto reflejan, según muchos economistas, el impacto negativo de la «sociedad de propietarios», una plataforma programática propuesta a la ciudadanía por el presidente George W. Bush.
El esquema se caracteriza por los recortes de impuestos a la inversión de capital y a los ahorros y la privatización de la seguridad social.
La tendencia regresiva quedó patente en todos los hogares estadounidenses por las imágenes televisivas de desesperados damnificados por el huracán Katrina en el sudeste del país, cuya abrumadora mayoría son pobres y negros.
Muchos sobreviven gracias a la menguante seguridad social y no pueden gastar en combustible o en pasajes de autobús para alejarse de la tormenta.
«Por lo general, la pobreza no mata rápidamente. Pero a veces sí, si, por ejemplo, un huracán monstruoso devasta una región», escribió Bill Berlow, editor en el periódico Tallahassee Democrat, en un comentario sobre el censo.
«En medio del terrible sufrimiento que el huracán Katrina produjo en unas pocas horas, y que atraviesa un gran espectro socioeconómico, nos enteramos de que muchos pobres mueren porque, sencillamente, tienen menos opciones», anotó Berlow.
Los datos del Buró de Censos lo explican con cifras
El año pasado, la pobreza alcanzaba a 12,7 por ciento de la población. Fue el cuarto año consecutivo en que ese porcentaje aumentó. Eso significa que 37 millones de personas viven con ingresos de menos de 19.157 dólares anuales por familia de cuatro integrantes.
Traducido en cifras absolutas, eso significa que el año pasado hubo en Estados Unidos 1,1 millones de pobres más que en 2003.
La inequidad económica se acercó en 2004 al récord: el 20 por ciento más rico de la población recibió 50,1 por ciento del ingreso total. El cinco por ciento más rico fue el único sector que disfrutó un aumento de su ingreso real. El del restante 95 por ciento se mantuvo o cayó.
Pero la situación real, de hecho, puede ser aun peor, pues no es claro si el Buró de Censos contabiliza a los inmigrantes ilegales.
El ingreso promedio por hogar de cuatro integrantes se mantuvo en 44.389 dólares, estancado desde 2003.
Entre las comunidades étnicas, los negros son los que reciben el promedio de ingreso más bajo, y los asiáticos, el mayor. Y entre las regiones, el sur –en el sudeste del país, donde se abatió el huracán– fue la que tuvo el ingreso promedio menor, y el noreste y el oeste el mayor.
El aumento de la pobreza se registra en medio de un fuerte crecimiento económico de 3,8 por ciento anual, que permitió el año pasado la creación de 2,2 millones de empleos.
Pero la mayoría de esos puestos correspondían al sector de servicios, con salarios menores a los de la industria.
Los empleos industriales desaparecen, al mismo tiempo que la fuerza de trabajo estadounidense continúa careciendo de las destrezas necesarias para cubrir los empleos mejor pagados del sector de servicios.
La mayoría de los trabajadores deben tener dos empleos, para cubrir con el segundo las reducciones salariales que sufrieron en el primero.
Para colmo, buena parte del crecimiento de la riqueza económica de los últimos años se canalizó puramente a través de bienes financieros adquiridos por ricos en forma de ingresos de capital, como intereses, rentas y dividendos, según muchos economistas.
La cantidad de personas sin seguro de salud subió de 45 millones a 45,8 millones. Pero el Buró de Censos sostuvo que el porcentaje respectivo se mantiene incambiado, dado un «aumento en la cobertura del gobierno» que implica «una caída en la basada sobre el empleo».
Pero los programas públicos de salud como Medicaid sufren cortes en estados que no pueden financiarlos, lo que deja a los pobres aun con menos recursos sanitarios.
El paisaje económico desde la Casa Blanca y el Capitolio, sede del Congreso legislativo en Washington, es, obviamente, muy diferente al que se aprecia desde debajo de la línea de pobreza.
En la última legislatura, el Congreso, presionado por firmas emisoras de tarjetas de crédito, aprobó una ley que dificulta a las personas de bajos ingresos declararse en bancarrota para evitar las deudas.
Mientras, las emisoras de tarjetas alientan a sus clientes a utilizarlas. Según organizaciones de defensa de los consumidores, su objetivo es aumentar la posibilidad de un cese de pagos, más lucrativo que las operaciones normales a causa de los intereses y multas exorbitantes.
La semana próxima, cuando se reanuden las sesiones, el Congreso legislativo analizará proyectos de ley que afectan a los más ricos (el impuesto a los bienes raíces o recortes de tributos a las inversiones) y a los más pobres (un aumento del salario mínimo).
Los legisladores también considerarán propuestas para recortar aun más los programas de asistencia a los más pobres, como Medicaid, las estampillas para alimentos y los préstamos estudiantiles.
Por otra parte, la Casa Blanca y el Congreso continúan paralizados en torno de la reforma de la seguridad social, en parte porque, según las encuestas, la mayoría del público no cree que la privatización incremente el monto de las jubilaciones y pensiones por discapacidad, como asegura el presidente Bush.
En los últimos años, la economía estadounidense ha tenido como motor el gasto de los consumidores, más que las inversiones de los ricos beneficiados por los recortes de impuestos.
¿Qué sucede con el consumo cuando los pobres se vuelven más pobres?
A medida que caen los salarios y las tarjetas de crédito quedan bloqueadas, el consumo se frena, según advierten economistas. Cada vez más personas se sumirán en un abismo financiero y su supervivencia se convertirá en responsabilidad del gobierno y, por ende, de todos los contribuyentes.
Dado el enorme déficit fiscal dispuesto por políticos que profesan compromiso con la responsabilidad en el gasto público, los contribuyentes –actuales y futuros– deberán cargar con la pesada carga de financiar la deuda acumulada por el Estado.
Por lo menos la mitad de esa deuda es propiedad de residentes en el extranjero que esperan recibir los intereses de su inversión.
Eso implica una presión adicional sobre la balanza internacional de pagos de Estados Unidos y deprime el valor del dólar, lo que, a su vez, deja fuera del alcance de los pobres muchos productos importados de primera necesidad.
«En definitiva, Estados Unidos no cumple con un criterio clave del progreso económico: elevar la calidad de vida del segmento más pobre de la sociedad», dijo a IPS el ex subsecretario (viceministro) de Comercio Jack Behrman, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Carolina del Norte.
«Las actuales políticas favorecen a los ricos y se concentran en el éxito financiero más que en la producción de bienes y servicios reales. Es una receta para el conflicto económico y social más que para la construcción de una sociedad unida», concluyó.