Llevo desde el día 2 de agosto de vacaciones en mi país, Estados Unidos, y he tenido en mente el término «trabajadores pobres». Estoy indignada de que exista esta expresión mientras las empresas, los consejeros delegados y Wall Street reciben cada vez más beneficios. Cualquier persona que trabaja debería poder ganarse la vida. Y no […]
Llevo desde el día 2 de agosto de vacaciones en mi país, Estados Unidos, y he tenido en mente el término «trabajadores pobres». Estoy indignada de que exista esta expresión mientras las empresas, los consejeros delegados y Wall Street reciben cada vez más beneficios. Cualquier persona que trabaja debería poder ganarse la vida. Y no como McDonald’s explica en su presupuesto para sus empleados, basado en que estos tengan otro empleo.
No. En 40 horas por semana, cada uno debería poder ganar suficiente para pagar una hipoteca o un alquiler, comida, transporte, ropa, y en el caso de EEUU, los seguros médicos.
Mucha gente de la derecha dice que cree en la igualdad, que según ellos, ya existe. Y los que trabajan en McDonald’s merecen cobrar poco dinero porque obviamente, no se han preparado para algo mejor. Esa es una idea absolutamente falta de ética y humanidad y creo que desde la izquierda, hay que dejar de tener miedo a la hora de basar argumentos en esos términos.
Salí ayer de la película The Butler (El Mayordomo, que se estrenará en España el 4 de octubre) bastante decepcionada y no solamente porque Oprah Winfrey lo domina todo o por los errores históricos, sino por su final, muy estadounidense y optimista, intentándonos hacer ver que todo está solucionado. Y aunque Oprah estuvo junto a los Obama durante toda la ceremonia del 50 aniversario del famoso discurso de Martin Luther King en la Marcha de Washington, I have a dream, me alivió ver que Obama hablaba claramente de los desafíos con que todavía nos enfrentamos en la lucha para la igualdad.
Jesse Jackson destacaba en su artículo antes del discurso de Obama, que los que marcharon de nuevo en Washington el sábado pasado tenían una agenda clara que incluye restaurar el Acta de Derechos del Voto que ha sido castrada por el Tribunal Supremo el pasado junio, luchar contra leyes Stand Your Ground como la de Florida, que permiten que gente blanca pueda matar a negros en «defensa propia» o las leyes de Nueva York que permiten a la policía parar y registrar a cualquier persona (pero normalmente negra) sin ninguna provocación.
Todo eso es un síntoma del racismo que existe en mi país. Tenemos muchas leyes muy buenas que garantizan la igualdad, pero no necesariamente garantizan la justicia. Pero Obama habló de justicia, la condición necesaria para la igualdad para todos. En la segunda parte de su intervención dice:
«Estaban allí en busca de trabajo, así como de justicia, no sólo para eliminar la opresión, sino por la presencia de oportunidades económicas. ¿De qué le sirve a un hombre, preguntaba el Dr. King, sentarse en un comedor integrado si no puede pagar la comida?» Por lo tanto, Obama amplió la lucha a una gran mayoría de estadounidenses de todos los colores que están luchando para que la clase media entre en un mundo dominado por intereses corporativos. Es una lucha que debe extenderse a los trabajadores de todos los países. Lo digo de forma más escueta: la distancia cada vez más grande entre los más ricos, el >1%, y el resto del mundo, es inmoral.
La cultura estadounidense adora los >1%: son nuestros héroes y nuestro optimismo nos impide apreciar el hecho de que el sistema solamente funciona para ellos. Esas personas ganan cantidades absurdas de dinero pero declaran que no pueden pagar a sus trabajadores un sueldo digno porque no es económicamente viable. Nos han lavado el cerebro hasta el punto de que todos pensamos que podemos tener la oportunidad de ser Oprah o Bill Gates o cualquier otra superestrella mientras nos olvidamos de las consecuencias de no llegar ni a ser clase media. Es una vida de precariedad y miedo constante. Y quizás de forma radical, eso sea igualdad, pero de ninguna manera es justicia.
Está claro que Obama entiende eso y está bien que sea capaz de pronunciar estas palabras:
«Y así como celebramos este aniversario, debemos recordar que la medida de progreso para los que marcharon hace 50 años no era simplemente el número de los negros que se habían unido a las filas de los millonarios, era si este país admitiría a todas las personas que estaban dispuestas a trabajar mucho, sin importar la raza, en las filas de una vida de clase media. La prueba no fue y nunca ha sido si las puertas de la oportunidad se abren un poco más para unos pocos. La prueba era si nuestro sistema económico ofrecería una oportunidad justa para la mayoría, para el conserje negro y el blanco obrero siderúrgico, el lavaplatos inmigrante o el veterano nativo americano. Para ganar esa batalla, para responder a esa llamada – esta sigue siendo nuestra gran asignatura pendiente.»
Igualdad no es siempre justicia. La justicia económica es necesaria para lograr la igualdad. El Gobierno de Obama ha estado demasiado preocupado haciendo la pelota a Wall Street como para convencerme de que vaya a tomar acciones significativas contra ellos. Pero la gran lección de la Marcha de Washington es que la única forma de cambiar el sistema es desde fuera y a través de la acción colectiva. Que la lucha continua.