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Insumisión total

Fuentes: Rebelión

Les propongo una adivinanza… ¿Qué tienen que ver la presa del Señorío de Sarría, el alcalde de Orbaitzeta, la ermita de Garinoain, el asesinato de Carrero, el polígono de tiro de las Bardenas, o las tiendas de Amancio Ortega? Mientras lo piensan, diremos que la Insumisión no es tan sólo la militar. Según la RAE, […]

Les propongo una adivinanza… ¿Qué tienen que ver la presa del Señorío de Sarría, el alcalde de Orbaitzeta, la ermita de Garinoain, el asesinato de Carrero, el polígono de tiro de las Bardenas, o las tiendas de Amancio Ortega? Mientras lo piensan, diremos que la Insumisión no es tan sólo la militar. Según la RAE, falta de sumisión, sometimiento a otras personas; entendida como acatamiento o subordinación manifiesta con palabras o acciones. Desobediencia en general, añado, como forma de hacer política.

Antecedentes: En 1971, el valiente Pepe Beunza, primer detenido por negarse ir a la mili, tuvo Consejo de Guerra. Estuvo en la cárcel casi cuatro años y hoy es con 71, uno de los referentes históricos del activismo no violento. Con la muerte del dictador en 1975 se empezó a extender el desafío al poder, en el 76 había 285 objetores de conciencia encarcelados. En 79 nació el MOC y en los ochenta MiliKK y Kakitzat. En 83 se aprobó el Proyecto de Ley de Objeción de Conciencia que el movimiento antimilitarista no acató. En 85 hubo una campaña de objeción colectiva a la que se apuntaron 15.000 jóvenes. En 89 fueron las primeras presentaciones colectivas de objetores insumisos. En 90 ya había 2.450 insumisos. El 1 de enero de 2002 se acabó la mili obligatoria, incluso en la época de hierro de Aznar I, el Humilde.

Pamplona, ha sido una ciudad de curas, monjas y militares y ello, seguramente, marcó la represión de la insumisión. Se solía decir: «Un hijo para la Iglesia, otro al ejército y los demás para casa». Quizá por eso, Navarra fue punta de lanza de este movimiento. Dada la diversidad de sentencias que se dictaban en el 92, algunos insumisos empezaron a renunciar a la remisión condicional. Al beneficio penitenciario, que suponía la suspensión de la condena y evitaba el ingreso en prisión. Esta actitud solidaria de los insumisos navarros según el lema «O todos o ninguno», acarreaba el cumplimiento íntegro de las penas. Poco después, el movimiento antimilitarista acordó defender esta forma de desobediencia, que se fue difundiendo por otras zonas del estado.

En junio de 93, los 28 insumisos presos en Iruñea iniciaron una huelga de hambre de una semana que, en vísperas de los Sanfermines se convirtió en un verdadero acontecimiento para la ciudad. Poco después, la Comisión de DD.HH. del Parlamento de Nafarroa se posicionaba en contra del encarcelamiento de los presos de conciencia. Entre 93 y 98 pasaron por la cárcel de Pamplona en torno a 520 insumisos, 3.000 de los 12.000 de todo el Estado fueron navarros. Protagonizaron tres huelgas de hambre de 7, 15 y 21 días. Pelearon dentro de la cárcel por diversos medios. Sufrieron la dispersión, y algunos han padecido secuelas graves. Hay que añadir 3 muertes: Unai Salanueva aquí en febrero del 97. Enrique Mur en septiembre en la cárcel de Torrero de Zaragoza, y Virginia, frente a la prisión de Topas de Salamanca en febrero del 98, el recuerdo más doloroso. Patxi Leoné, primer insumiso preso en Pamplona, tuvo un Consejo de Guerra que le condenó a 18 meses de prisión.

Igual que aquella desobediencia obligó a replantear algunos elementos básicos del Estado, hoy otras prácticas de desobediencia civil, anulación de la deuda ilegítima, objeción fiscal, ocupaciones a favor de la reforma agraria, o luchas contra grandes infraestructuras, entre muchas otras, han seguido la estela de la insumisión poniendo patas arriba el sistema del «tanto tienes, tanto vales» o bien, del «eres libre, siempre que tengas dinero para comprarlo».

¿Qué pasaría si los principales ayuntamientos llamaran a desobedecer a las instituciones del mismo, a las multinacionales, a la Iglesia, a los bancos, además de al ejército? Si, por ejemplo, llamasen a no colaborar con la CHE, inductora del Canal del Navarra, o el pantano de Itoiz, hasta que no aclare, por qué en Puente La Reina hay una presa regalada al rico, para que obtenga su electricidad gratis, y eso no lo puede hacer un Ayto. para beneficiar a su ciudadanía. Una práctica casi feudal. ¿Si no colaborasen con el ejército hasta que renuncie a bombardear el Parque Natural de las Bardenas, con aviones de la OTAN, que luego han ido a Oriente Medio a corroborar su aprendizaje? El estado metió en la cárcel al alcalde de Orbaitzeta, por no entregar el censo de jóvenes militarizables. Concejales de la Transición, (los Muez y compañía) fueron inhabilitados por no acudir al entierro de Carrero.

Si llamasen a no colaborar con la Iglesia, hasta que no devuelvan el patrimonio inmatriculado injustamente o pidan perdón por sus múltiples abusos. Si llamasen a la población a no pagar la factura de la luz, mientras las empresas de la energía desahucien gente de su piso; o a no colaborar con los bancos, mientras abusen de los préstamos a la ciudadanía o sigan trabajando con paraísos fiscales. Porque hoy, más que nunca, «La desobediencia civil, también desde las instituciones (como hemos visto en Catalunya) es un arma cargada de futuro».

Por último, traer a colación un libro extraordinario de 2009: «Días rebeldes. Crónicas de insumisión», donde 50 autores relatan en 117 capítulos una selección de historias. La Comuna de París en 1871, la sal de la India en 1930, el asiento de Rosa Parks en diciembre 1955. Peleas contra la discriminación racial, de género, de clase, de raza, orientación sexual, o cualquier otra, incluyendo la huelga, la desobediencia obrera por excelencia. A la brutalidad de la explotación y la injusticia, se ha opuesto secularmente el sano antídoto de la rebeldía, y con personajes famosos o desconocidos, sus acciones «nos devuelven el orgullo, la dignidad y la belleza de nuestra condición humana». La insumisión al servicio militar, sin ninguna duda, merece estar dentro de este capítulo, con todos los honores. Queda pendiente cambiar el nombre a la avenida del Ejército. Preguntar a UPN, que explique de verdad, sus acuciantes prisas para derribar la antigua cárcel. Y recolocar las piedras que había en su fachada. Como se dijo entonces: «Hasta las excavadoras pueden volar».

Manuel Millera es concejal de Aranzadi

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.