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Una cuestión de memoria histórica

Integrismo católico y apropiación de bebés en la España parlamentaria

Fuentes: Viento Sur

El integrismo católico nace en oposición a la modernidad que venía a expulsar a Dios del corazón de sus fieles y en contra de dos corrientes que habían surgido en el siglo XIX; el liberalismo y el marxismo. Dos demonios que se engrandecieron con el triunfo de la II República española en 1931, provocando la unión de las clases más conservadoras en un solo movimiento; el nacionalcatolicismo franquista, triunfante en 1939.

Introducción

Un nuevo Estado español que se irá reacomodando a los diferentes momentos de la geopolítica internacional –fascistas primero y del imperialismo yanqui después, dirá Joan Garcés– donde el rol de las potencias internacionales será determinante en la construcción de la monarquía parlamentaria y una política de no ruptura con el régimen, una vez muerto el dictador en 1975.

De este modo, la apropiación de bebés producida entre los años cuarenta y noventa en el Estado español hay que entenderla teniendo en cuenta el rol de esa otra potencia fundamental; el Estado de la Ciudad del Vaticano, en relación con el episcopado español. Atendiendo al denominado Integrismo Católico –rama más conservadora de la Iglesia católica– partimos de la base de que las encíclicas papales enunciadas desde la Santa Sede allanaron el camino del episcopado español para el desarrollo de una moral católica, que logró convivir primero con la medicina dedicada a prácticas eugenésicas que no entraran en contradicción con la Santa Sede (Campos, 2016), y después con el neoliberalismo.

En esta línea, no es posible desligar este delito de los dispositivos biopolíticos –estrategias de legitimación de gobierno– que actuaron en todos los momentos históricos en los que hubo apropiación de bebés (la Era Azul, la Tecnocracia y la Transición). Si bien el concepto de biopolítica fue definido por Michel Foucault para el análisis del poder y estrategias de disciplinamiento de la población, en la biopolítica del régimen fue la moral del integrismo católico la que funcionó como mecanismo regulador o técnica de conducción de comportamientos. Especialmente a través de la familia y el matrimonio cristiano donde el ser “ser español” se construyó como “…homo patiens, subjetividad paradigmática de nuestra posguerra, en su esencial resignación, en su pasividad y en su renuncia de lo activo, fue la verdadera obra predilecta del régimen… sobre la que pudo sostenerse aquel rancio sistema que vive aún hoy en las mentes y en los cuerpos de tantos y tantos españoles” (Cayuela Sánchez: 2014: 330).

El integrismo católico hacia el neoliberalismo

Durante la Era Azul, el papa Pío XI había condenado la contracepción y la esterilización instalando el discurso sobre la familia y la sexualidad como “…ingrediente ordinario de un magisterio pontificio… integrista” (de Roux, 2017: 274). Además, enunció la encíclica del Matrimonio Cristiano, Casti Connubii(1930), en contra de la idea de la eugenesiamalthusiana, al mismo tiempo que el franquismo en una necesidad de reconfigurar la idea de género y sexualidad recurrió al control familiar y a “la mujer nueva como uno de los ejes de la regeneración de España” (Osborne, 2009: 59).

Se construye la otredad dehumanizando a las “malas madres” (solteras, marxistas, ateas, etc.) que había que disciplinar para proteger la “raza”. Debido a que la Santa Sede no admitía la eugenesia, desde el integrismo católico español que proponía la ley de Dios sobre el matrimonio y la familia, los psiquiatras del franquismo elaboraron su propia eugenesia; la eugamia. En lugar de eliminar o esterilizar a los/as más débiles se trataba de aislar a los niños/as de las “malas madres” para darlos en adopción a las “buenas familias”. Así, el psiquiatra Vallejo Nájera consideraba “…que mediante la Higiene Racial se obtendrían genotipos perfectos merced a la creación de fenotipos ideales… […]. Partiendo… del postulado que la familia cristiana era superior a todas, este franquista difusor de la Casti Connubii para beneficio de la raza, reclamaba —apelando a los dichos de Frick, Ministro del Interior de Hitler— la división de la masa de población en castas…” (Miranda, 2003: 243-244).

A finales de los años cincuenta, el integrismo tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos marcados por el avance del liberalismo, el cual generará profundos cambios en el Estado, de la mano de los Tecnócratas –neointegristas– del Opus Dei. Se producen tres hechos fundamentales; la entrada del Opus Dei en el gobierno, al mando de la economía; el pacto Franco-yanqui que significará la entrada del neoliberalismo en el Estado español; y la irrupción de un sector progresista de la Iglesia católica que provocará el rechazo de los sectores tradicionales. En 1959 Juan XXIII había anunciado el Concilio Vaticano II, tildado de progresista por querer alejar a la Iglesia del Estado, reconfigurado a su muerte en 1963 con la encíclica Humanae Vitaeenunciada por su sucesor Pablo VI en 1968. Persiste el integrismo y el matrimonio cristiano.

La década del sesenta representó un cambio de época importante para la Santa Sede y el episcopado español que tuvieron que adaptarse a la modernidad, buscando no perder fieles. En una especie de Doctrina Monroe –Europa para los Estados Unidos– y en plena Guerra Fría, hacerse con el Estado español era fundamental para el imperio que procuraba el desarrollo del neoliberalismo. Comenzaba a tomar forma la idea de la monarquía parlamentaria como una salida adecuada para el régimen y la Iglesia católica, donde asegurar sus privilegios y enterrar la posibilidad de una III República. Así, en 1979 se firma el concordato entre el Estado español y la Santa Sede, el cual venía a ratificar el de 1953, que hacía a España oficialmente nacionalcatólica (Steinleen, 2011: 147). En palabras de Araujo Cardalda (2008: 89) “las mismas personas que habían negociado el concordato de 1953 negociaron también los acuerdos de 1979, que reproducen de facto los privilegios consagrados en el concordato de 1953”. Se confirma la continuidad del integrismo católico en la Transición tanto a nivel económico como social, y la permanencia de estos grupos religiosos en diferentes servicios sociales; educativos, hospitales, casas de mujeres, etc.

En este sentido, Gonzalo Puente Ojea refiere que “Felipe González, al comienzo de su mandato…, confesó a una periodista de este país que la idea era precisamente esa: que no se podían regatear concesiones a la Iglesia católica. […]. (además) En el ámbito financiero, nadie… que haya transitado por los cuarenta años de dictadura y por el llamado proceso de transición democrática podía vislumbrar que los privilegios de la Iglesia alcanzarían tamaña envergadura” (Puente Ojea en Araujo Cardalda, 2008: 98-99).

En 1991 Juan Pablo II declara la encíclica Centesimus Annus como “nueva ética económica católica” (Naranjo, 2010) bajo la idea que “…el libre mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades” (Juan Pablo II citado en Naranjo, 2010: 195), conservando “las tradicionales condenas… a la contracepción, al adulterio y al divorcio… del matrimonio católico” (de Roux, 2017: 284).

La moral neointegrista del Opus Dei, que también combinaba “el liberalismo en lo económico y el integrismo en lo moral”, despertó la admiración del papa Juan Pablo II, quien después de asumir su mandato en 1978, lo convertirá en prelatura personal de ámbito internacional y con sede en Roma (Ynfante citado en Steinleen, 2011: 146). Así, en 1985 era nombrado cardenal de la Iglesia española Ángel Suquía, identificado con el Opus. Este grupo religioso, al que pertenecían gran parte de los médicos franquistas, continuará teniendo un gran reconocimiento social y político en la España parlamentaria.

Conclusión

Los cambios en la geopolítica internacional, provocaron nuevos dispositivos biopolíticos en ambos Estados (español y vaticano) en función de las políticas neoliberales; de modo que la moral nacionalcatólica que llevó a legitimar la apropiación de bebés en la Era Azul, no sólo nunca fue cuestionada desde el Estado si no que por el contrario pasó desapercibida entre los sesenta y los noventa tanto de la mano del Opus Dei como de la Transición. Es precisamente el silencio y los obstáculos presentados por parte de ambos Estados para la investigación, lo que hace de estos delitos un tema de lesa humanidad y Memoria Histórica.

Bibliografía

ARAUJO CARDALDA, L. X. (2008). Reflexións sobre un tigre protestante. Unha conversa con Gonzalo Puente Ojea. RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, 7(2), 79-106.

CAMPOS, R. (2016). Autoritarismo y eugenesia punitiva: higiene racial y nacionalcatolicismo en el franquismo, 1936-1945. História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 23, 131-148.

CAYUELA SÁNCHEZ, S. (2014). “Por la grandeza de la patria. La biopolítica en la España de Franco (1939-1975)”. Madrid: Fondo de Cultura Económica.

de ROUX, R. R. (2017). Matrimonio, sexualidad y bioética en el magisterio pontificio: de Pío XI a Francisco. Breves consideraciones históricas sobre una enseñanza insistente y prolífica. Pro-Posições, 28(3), 271-300.

MIRANDA, M. A. (2003). La antorcha de Cupido: eugenesia, biotipología y eugamia en Argentina, 1930-1970. Asclepio, 55(2), 231-256.

NARANJO, E. (2010). Una nueva ética económica católica en respuesta al nuevo liberalismo. Convergencia, 17(53), 177-203.

OSBORNE, R. (2009). La sexualidad como frontera entre presas políticas y presas comunes bajo los nazis y el franquismo. Política y sociedad, 46, 57-77.

STEINLEEN, C. (2011). La ética neointegrista del Opus Dei. Si Somos Americanos, Revista de Estudios Transfronterizos, 11(2), 143-155.

Matías Viotti Barbalato es Profesor/tutor de Antropología Social. UNED. Colaborador e investigador de la asociación “Todos los niños robados son también mis niños”.

Fuente: https://vientosur.info/integrismo-catolico-y-apropiacion-de-bebes-en-la-espana-parlamentaria/