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Intervino Bush en disputa sobre el programa de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional

Fuentes: The New York Times

Traducido por Yasnay Houelly Pérez y revisado por Yulaima Favier Horruitiner, del Equipo de Traductores de Cubadebate y Rebelión

Un antiguo vicefiscal general declaró el martes que el presidente Bush intervino en marzo de 2004 para evitar una crisis en torno al programa nacional de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (N.S.A por sus siglas en inglés), después de que el fiscal general John Ashcroft, Robert S. Mueller III, director del FBI y otros asesores de alto rango del Departamento de Justicia amenazaran con presentar sus renuncias.

Según la declaración de James B. Comey, antiguo vicefiscal general, ante el Congreso, el señor Bush mitigó la revuelta en cuanto a la legalidad del programa al permitir que este continuara sin la aprobación del Departamento de Justicia, a la vez que ordenó a los funcionarios del Departamento que tomaran las medidas necesarias para hacer que dicho programa cumpliera con la ley.


Pese a que en The New York Times se dio a conocer el conflicto en torno al programa, el señor Comey ofreció una explicación más completa sobre el dramático suceso ocurrido durante 48 horas: por primera vez se mencionaron el papel desempeñado por el señor Bush, las amenazas de renuncia y la carrera del señor Comey hasta el hospital donde se encontraba ingresado el señor Ashcroft para interceptar a los funcionarios de la Casa Blanca que se dirigían allí en busca de la aprobación del programa de la N.S.A.

El señor Comey, en su comparecencia ante el Comité Judicial del Senado -como parte de la investigación que este órgano realizara sobre el despido de los fiscales generales y la participación del fiscal general Alberto R. Gonzales en ellos-, describió estos sucesos como «los más difíciles de mi carrera profesional». Varios legisladores querían examinar la participación del señor Gonzales en el asunto de la N.S.A, cuando era asesor legal de la Casa Blanca, y se apoyaron en ella para fundamentar su planteamiento de que debía renunciar.

El señor Comey, quien antiguamente ocupaba el segundo cargo de importancia dentro del Departamento de Justicia, dijo que la crisis comenzó cuando se negó a firmar una orden presidencial mediante la cual se volvería a autorizar el programa, y que permitiría la intervención de llamadas telefónicas internacionales y el control de los mensajes de correo electrónico de personas que se encontraran en los Estados Unidos y que presuntamente mantuvieran vínculos con terroristas.
Dijo haber tomado esta decisión luego de que la Oficina del Asesoría Legal del Departamento, tomando como base una extensa revisión, llegara a la conclusión de que el programa no acataba la ley. El señor Comey era entonces el Fiscal General en funciones, ya que el señor Ashcroft se encontraba hospitalizado debido a una operación vesicular de urgencia.

El señor Comey no mencionó las razones por las cuales se negó a aprobar el programa de espionaje, alegando su carácter confidencial. El programa de la N.S.A., que comenzó poco después de los ataques del 11 de septiembre y no requería aprobación judicial para controlar la comunicación privada de los estadounidenses y de otras personas, provocó indignación en el Congreso cuando se hizo público en diciembre de 2005.

A decir del señor Comey, en la noche del 10 de marzo de 2004 el señor Gonzalez y Andrew H. Card (hijo), entonces jefe de gabinete del señor Bush, trataron de desconocer su autoridad: hicieron una visita secreta al señor Ashcroft. Este se encontraba gravemente enfermo y desorientado, por lo que su esposa había prohibido que se le visitara.

El señor Comey dijo que cuando uno de los asesores principales del señor Ashcroft le advirtió de la visita que este recibiría, le ordenó a su chofer que se dirigiera urgentemente hacia el George Washington University Hospital (Hospital Docente George Washington) con las luces intermitentes de emergencia y la sirena encendidas, para así interceptar a la pareja de funcionarios. Estos perseguían la firma de Ashcroft porque la autorización del programa caducaba al día siguiente.

El señor Comey dijo haber llamado al señor Muller, quien accedió a encontrarse con él en el hospital. El señor Comey dijo que, una vez allí, «literalmente subió las escaleras corriendo». A petición suya, el señor Muller ordenó a los agentes del FBI encargados de la seguridad del señor Ashcroft que no sacaran al señor Comey de la habitación si los señores Gonzales y Card se oponían a su presencia.

El señor Comey dijo que llegó antes que ellos a la oscura habitación del hospital, a tiempo para darle instrucciones al señor Ashcroft quien, según él, apenas parecía estar consciente. También dijo que, antes de que el señor Ashcroft se enfermara, los funcionarios habían hablado y acordado que el programa no debía renovarse.

Cuando minutos después llegaron los funcionarios de la Casa Blanca, el señor Gonzales comenzó a explicarle al señor Ashcroft el por qué de su visita. El señor Comey dijo que el señor Ashcroft se levantó débilmente de la cama que ocupaba en el hospital, pero que, de manera firme e inequívoca, se negó a aprobar el programa de espionaje.

«Enfurecí», dijo el señor Comey al Comité. «Había sido testigo de un intento de aprovecharse de un hombre sumamente enfermo, que no tenía autoridad como Fiscal General ya que esta se había delegado en mí. En aquel momento pensé que con su actitud había mostrado una fortaleza que nunca antes había visto, pero aún así pensaba que lo ocurrido era indebido», añadió.

El señor Gonzales y el señor Card se marcharon rápidamente, pero el señor Comey dijo que pronto recibió una llamada de este último, quien con gran enojo le exigía que se presentara en la Casa Blanca. El señor Comey dijo haber contestado: «Después de lo que acabo de presenciar, no me reuniré con usted sin la presencia de un testigo, y mi intención es que ese testigo sea el Subsecretario de Justicia de los Estados Unidos».


El señor Comey dijo que localizó a Theodore B. Olson, el Subsecretario de Justicia, en una cena. En una sesión de la Casa Blanca en la que participaron los señores Olson, Gonzales, Comey y Card, los cuatro funcionarios discutieron el impasse. El señor Comey sabía que otros altos funcionarios, entre ellos el vicepresidente Dick Cheney, querían dar continuidad al programa.

Según el señor Comey, el señor Card expresó su preocupación por las renuncias masivas en el Departamento de Justicia. El ex vicefiscal dijo al Comité Judicial del Senado que había preparado una carta de renuncia y que David Ayres, jefe de gabinete del señor Ashcroft, le pidió que demorara su entrega para que el señor Ashcroft se le sumara. El señor Comey dijo que el señor Mueller también tenía intenciones de renunciar.

La mañana siguiente, el 11 de marzo, el señor Comey fue a la Casa Blanca para participar en una reunión informativa sobre el terrorismo. Dijo que, posteriormente, el señor Bush lo llamó para una reunión privada que duró 15 minutos y tuvo lugar en el estudio del presidente. El señor Comey calificó el encuentro como un «amplio intercambio».

A solicitud del señor Comey, el señor Bush accedió a reunirse con el señor Mueller, quien reveló al señor Comey que el Presidente había autorizado los cambios que el Departamento de Justicia quería introducir al programa.

«El Presidente nos ordenó que hiciéramos lo que consideráramos pertinente, lo que el Departamento de Justicia considerara necesario para llevar este asunto a un estado en el que pudiéramos certificar su legalidad. Entonces nos propusimos hacerlo y eso hicimos», declaró el señor Comey.

El señor Comey dijo que firmó la renovación en «dos o tres semanas». Con su declaración no fue posible precisar qué autorización tenía el programa mientras se hacían los cambios. El señor Comey dijo que pospuso sus planes de renuncia el día en que se produjeron atentados terroristas con bombas en trenes en Madrid.

El señor Comey abandonó el Departamento de Justicia en agosto de 2006, declarando públicamente que su intención nunca había sido fungir hasta el final del segundo período de mandato del señor Bush. En privado, dijo a sus amigos que se había hartado de la influencia cada vez mayor de la Casa Blanca sobre la agencia.

Tony Snow, vocero de la Casa Blanca, evadió las preguntas sobre la declaración del señor Comey, pero defendió el programa de la N.S.A. El señor Snow señaló además que el Departamento de Justicia sometió el programa a la supervisión de un tribunal especial de inteligencia a principios de este año, lo cual según funcionarios del Departamento, colocó al programa en una situación legal mucho más firme.

«Jim Comey puede hablar de cualesquiera de las reservas que pudo haber tenido, pero lo cierto es que el programa contaba con un fuerte respaldo», dijo el señor Snow. «Se trata de un programa que salvó vidas, que es esencial para la seguridad nacional y que además ha sido reformado de una manera bipartita, de conformidad con todos».
Los voceros de los señores Ashcroft y Mueller y del Departamento de Justicia se negaron a declarar. El señor Card no respondió a las preguntas que le hizo un reportero.