El fanatismo de Donald Trump escaló nuevas alturas en estos últimos días al proponer el registro nacional de todos los musulmanes en el país, recordó los festejos de comunidades islámicas estadunidenses tras la destrucción de las Torres Gemelas (algo que nunca ocurrió) y alentó a un mar de simpatizantes blancos a expulsar con violencia a […]
El fanatismo de Donald Trump escaló nuevas alturas en estos últimos días al proponer el registro nacional de todos los musulmanes en el país, recordó los festejos de comunidades islámicas estadunidenses tras la destrucción de las Torres Gemelas (algo que nunca ocurrió) y alentó a un mar de simpatizantes blancos a expulsar con violencia a un manifestante negro en un acto de campaña.
Trump también repitió sus posiciones de expulsar a 11 millones de indocumentados y construir un muro en la frontera con México. El resultado de estas expresiones extremas de intolerancia: por cuarto mes consecutivo sigue al frente de las preferencias como precandidato presidencial republicano.
A pesar de que no existe ninguna corroboración de su declaración -no hay video, fotos ni testigos-, Trump reiteró el domingo que grandes poblaciones árabes en ciudades de Nueva Jersey, frente a Manhattan, festejaron los atentados del 11-S. «Sucedió. Lo vi por televisión», subrayó.
Sin embargo, alcaldes y jefes de policía, entre otros, de esas ciudades en Nueva Jersey declararon que eso era absolutamente falso, mientras periodistas no han logrado corroborar nada de esto, y no hay una sola imagen ni video. Pero aparentemente eso no importa para los efectos deseados.
Por otro lado, en un acto de campaña en la ciudad de Birmingham, Alabama, en el profundo sur, este pasado fin de semana se concentraron miles de simpatizantes blancos en una ciudad de población mayoritariamente afroestadunidense. Ahí, un conocido activista local de derechos civiles, Mercurio Southall, empezó a corear entre el público: «las vidas negras importan» (consigna del nuevo movimiento nacional de derechos civiles).
Ante ello, según reporteros que cubrían el acto, empezaron los empujones y, tal vez, hasta golpes. Trump gritó desde el podio: «sáquenlo de aquí, sáquenlo». Southall cayó y fue rodeado por varios hombres blancos que parecían golpearlo y patearlo. Por fin, agentes de seguridad llegaron y escoltaron al activista a la salida, mientras los blancos coreaban «todas las vidas importan» (consigna que la derecha ha empleado contra el nuevo movimiento antirracista).
Poco después, Trump defendió lo sucedido y afirmó que tal vez el activista «merecía ser tratado con rudeza, pues quería provocar problemas».
En ese mitin electoral, Trump reiteró en su discurso su propuesta de construir un muro a lo largo de la frontera sur -su público respondió a coro: construyan el muro, construyan el muro, construyan el muro- y de nuevo ofreció detalles de delitos violentos y homicidios cometidos por «ilegales». Y, como lo ha hecho desde los atentados en París, repitió su promesa de prohibir el ingreso de refugiados de Siria a este país, y mayor vigilancia en algunas mezquitas.
Los atentados de París fortalecieron la derecha política en este país y, por ahora, entre los más beneficiados está Trump. En la encuesta más reciente del Washington Post/ABC News, el magnate encabeza la contienda con 32 por ciento de apoyo entre republicanos por cuarto mes consecutivo. Le sigue el neurocirujano Ben Carson con 22 por ciento; ambos candidatos gozan de la ola de repudio hacia políticos profesionales en las filas de su partido. El senador Marco Rubio tiene 11 por ciento de intención de voto, seguido del senador ultraconservador Ted Cruz, con 8 por ciento, mientras Jeb Bush, quien se suponía era el favorito para ganar, está en quinto lugar con sólo 6 por ciento. Los demás tienen menos de 4 por ciento de apoyo.
Para evitar ser dejados atrás por Trump, los demás precandidatos compiten con propuestas de intolerancia. Carson desea prohibir todo ingreso de refugiados a este país. Rubio afirma que no sólo buscará imponer restricciones, y tal vez clausurar algunas mezquitas, sino todo lugar donde se alimente la radicalización de musulmanes. Cruz y Bush desean aplicar un examen religioso para distinguir entre refugiados musulmanes y cristianos. Y todos prometen más guerra e incluso invasiones militares en Siria e Irak, entre otros países.
Los candidatos demócratas, algunos republicanos moderados y agrupaciones de defensa de inmigrantes y de los derechos civiles no dejan de denunciar todas estas expresiones que, acusan, alimentan un peligroso clima de odio. Cada día hay más evidencia de las consecuencias de estos discursos, con incidentes de hostilidad, amenazas y actos de violencia contra musulmanes en Estados Unidos. Pero esto no ha logrado impedir que continúe esta retórica entre los que buscan ocupar el puesto político más alto del país más poderoso del mundo.
A la vez, siempre hay un poco de humor cuando se trata de políticos que compiten para mostrar cuál es el más, este, pues el más… La semana pasada, la campaña de Carson difundió por sus redes sociales un mapa de Estados Unidos con un mensaje del candidato en el que afirma: «estoy apoyando a los 31 gobernadores que trabajan para mantener segura nuestra nación, he marcado con rojo a los que decimos no a refugiados sirios». Pero periodistas descubrieron que cinco de los estados, en la región de Nueva Inglaterra (noreste), estaban en posiciones equivocadas, y peor aún, con nuevas dimensiones geográficas.
La campaña retiró todo después de ser informada de sus errores. Pero el colmo es que esto sucedió justo en medio de la Semana del Conocimiento Geográfico, acto anual patrocinado por National Geographic para ampliar la educación sobre geografía (sondeos anteriores de la revista y sociedad de geografía, como medios, revelan que la mayoría de estadunidenses no pueden identificar ni los países que han invadido o bombardeado -Irak, por ejemplo- ni los que «defienden», como Ucrania).
Ahora ya ni saben cómo se ve su propio país.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/11/25/mundo/033n2mun