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Irán: ¿alternativa bélica?

Fuentes: La Jornada

Hace unos cuantos días, el primer día febrero, el New York Times publicó un excelente editorial en el que sintetiza la situación que se está presentando en Estados Unidos y su relación con los complejos factores, no solamente nacionales, sino también internacionales, debido a las decisiones tan discutibles, aun para los estadunidenses, que están configurando […]

Hace unos cuantos días, el primer día febrero, el New York Times publicó un excelente editorial en el que sintetiza la situación que se está presentando en Estados Unidos y su relación con los complejos factores, no solamente nacionales, sino también internacionales, debido a las decisiones tan discutibles, aun para los estadunidenses, que están configurando un callejón sin salida al que se lleva al mundo si se sigue considerando una nueva guerra de invasión, esta vez contra Irán, como alternativa bélica para resolver la desafortunada situación a la que se ha llegado en Irak.

El editorial se titula «Presionando a Irak » (Bullying Irak) y termina con un párrafo impactante: «Las presiones del señor Bush pueden jugar bien para seguir disminuyendo su base. Pero su desastrosa guerra en Irak ha hecho tanto daño a la credibilidad de Estados Unidos ­y ha forzado de tal manera sus recursos­ que ya no asusta a sus enemigos. Los únicos realmente asustados son los estadunidenses y los amigos de Estados Unidos».

Por otra parte, Le Monde del 6 de febrero destaca que el presidente Bush «va a financiar el esfuerzo militar, a costa de los servicios sociales», explicando que esa administración presentó el 5 de febrero su proyecto de presupuesto para el año fiscal 2008 ­que comienza el primero de octubre de 2007­ y que la batalla para que la mayoría demócrata del Congreso lo adopte será feroz, citando las palabras de John Spratt, quien dirige la Comisión de Presupuesto del Senado: «Dudo que los demócratas apoyen este proyecto, y francamente me sorprendería que los republicanos lo dejaran pasar».

De ser aprobado en los términos que se plantea, el presupuesto alcanzaría los 245 mil millones de dólares para Irak y Afganistán, mientras que el Congreso discute una histórica resolución, muy crítica, en torno a la estrategia de la Casa Blanca en el conflicto de Irak y quedaría a un paso de pronunciarse en favor de la retirada escalonada de tropas y, además, por la congelación de fondos para proseguir con la escalada militar, a través de la cual Bush pretende presionar con la iniciación de otra guerra para evitar que Irán continúe con su programa de desarrollo de energía nuclear para fines pacíficos, lo que algunos países, junto con Estados Unidos consideran falso, pues se inclinan por afirmar que en realidad Irán lo lanzaría para producir armas nucleares de destrucción masiva.

El Senado se muestra dividido, y reticente a dar su apoyo al presidente para una guerra evidentemente impopular; sin embargo, Bush ha sido claro y terminante en su nueva estrategia anunciando la salida del nuevo jefe militar David Petraeous, quien habría partido para Irak la semana pasada, con los 20 mil soldados enviados por los mandos superiores del Ejército, supuestamente para estabilizar y controlar la situación en Irak. Y se ha manifestado completamente contrario a la retirada de tropas, argumentando que esto sería mandar mensajes «confusos» a los enemigos, tanto como a las propias fuerzas estadunidenses.

Este programa tendría que ser, inevitablemente, acompañado de otro que complementara al primero, con la creación de empleos que, se estima, costarían a Estados Unidos mil millones de dólares para dar trabajo a los iraquíes en tareas como pintar escuelas, limpiar y barrer calles de las ciudades como Bagdad, según dicen los oficiales encargados de juntar las piezas del gran rompecabezas que constituye todo este proyecto.

Los analistas estiman que los ofrecimientos del presidente Nuri Kamal al-Maliki para reforzar el plan de crear trabajos, con aportaciones propias, es muy dudoso y se piensa que sería muy difícil llevarlo a la realidad. Un elemento crucial del plan, dice David Sanger ( New York Times, 6/1/07) incluye más del doble de los esfuerzos de reconstrucción del Departamento de Estado a través de todo el país, iniciativa que intentó la administración de Bush para mostrar que la nueva estrategia haría énfasis en reconstruir, tanto como combatir, inevitablemente, lo cual, por supuesto, se ve muy improbable que esté realmente dentro de los planes del Pentágono.

En lo que se refiere a la demanda de Bush a sus aliados europeos, éstos se resisten a reducir o modificar sus lazos con Irán para exportar diversos productos industriales que no tienen uso bélico, así como a bloquear sus transacciones con aquel país, y desde luego congelar los activos de algunas compañías industriales iraquíes.

Hay demasiados intereses económicos y financieros de por medio para que un país acompañe al presidente estadunidense en esta nueva aventura, esta vez en la antigua Persia: en Irán. Luego, es muy difícil que Irán pudiera constituirse como una alternativa bélica, a pesar de que Estados Unidos haya enviado al golfo Pérsico otro portaviones.