Tras los intensos bombardeos de Israel sobre Irán el 13 de junio, Asia Occidental parece nuevamente al borde de una guerra abierta. ¿Qué motiva a Netanyahu a lanzar este fuerte ataque y qué consecuencias más amplias tiene, tanto militares como económicas?
En la madrugada del viernes 13 de junio Israel llevó a cabo una operación aérea a gran escala sobre Irán bajo el nombre en clave de Rising Lion. Según el ejército israelí, se trataba de un “ataque preciso y preventivo” contra instalaciones nucleares iraníes. Pero los misiles también impactaron barrios residenciales en Teherán, Isfahán y otras provincias. Según medios iraníes, murieron al menos 50 personas, entre ellas mujeres, niños y destacados científicos. Entre los fallecidos están Hossein Salami, comandante de la Guardia Revolucionaria, Mohammad Bagheri, jefe del Estado Mayor del ejército iraní, y varios científicos nucleares iraníes.
No es la primera vez que Israel ataca militarmente a Irán. En el pasado ya bombardeó instalaciones militares y nucleares, y se asesinó a altos mandos y a científicos nucleares, pero esta es la mayor agresión directa del Estado sionista contra Irán.
Una escalada en un polvorín
Irán respondió con el lanzamiento de cientos de drones Shahed hacia Israel. El líder iraní Jamenei calificó la acción de “sucio crimen” y prometió una “represalia dura y decisiva”.
Es de destacar que el ataque coincidió con una próxima nueva ronda de negociaciones entre Irán y Estados Unidos sobre el acuerdo nuclear. Según diversas fuentes, Israel busca torpedear esas conversaciones y debilitar militarmente a Irán antes de que se llegue a una solución diplomática.
La supuesta amenaza de armas nucleares iraníes carece de credibilidad. Israel sabe que Irán no tiene capacidad para ello. Lo que probablemente busca provocar con esta guerra es un conflicto en toda Asía Occidental para comprometer así militarmente a Estados Unidos y a la OTAN ‘en defensa de Israel’.
El ataque también parece estar motivado por presiones internas. Más de 1.300 oficiales militares jubilados pidieron el mes pasado el fin de la “guerra política en Gaza” y advirtieron que esta podría llevar a los soldados israelíes a cometer crímenes de guerra. Una petición similar firmada por más de 2.500 artistas, escritores y activistas por la paz condenaba la “guerra de engaño” y afirmaba que una guerra en la que han muerto más de 15.600 niños y niñas no puede ser moral.
En este contexto, el grupo de izquierda Standing Together organizó la semana pasada una marcha contra la guerra de tres días desde Tel Aviv hasta la frontera con Gaza, una protesta que habría sido impensable al principio del conflicto.
En todo caso, el ataque a Irán brinda a Netanyahu una oportunidad de desviar el debate. Al enfocar la atención en un enemigo externo, intenta silenciar las críticas cada vez mayores su liderazgo y ganar apoyo en nombre de la ‘seguridad nacional’.
La calculada apuesta de Trump
El presidente estadounidense Donald Trump declaró públicamente que no estaba involucrado en el ataque, pero afirmó que lo comprendía y apoyaba a Israel. Su enviado todavía estaba camino a Omán para mediar entre Irán y Estados Unidos. Pero Trump no marcó ninguna ‘línea roja’ a Netanyahu, lo que permitió a Israel ejecutar el ataque sin una verdadera oposición desde Washington.
El apoyo de Trump a Israel es llamativo, dado que al mismo tiempo apuesta por una mejor relación económica con Arabia Saudita y los Estados del Golfo, unos países que en los últimos años han buscado un acercamiento a Irán. El ataque israelí –y la actitud inflexible respecto a Gaza, además del rechazo a una solución de dos Estados– pone en peligro esos esfuerzos diplomáticos.
Los bombardeos a Irán sabotean las negociaciones previstas con Irán. La prioridad de Trump en este momento es debilitar a Irán, aunque ello dañe temporalmente las relaciones con los Estados del Golfo.
Relación de fuerzas militares
La relación de fuerzas militar entre ambos países no es insignificante. Según datos del reconocido Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, Irán cuenta con más de 600.000 soldados activos, una cantidad considerablemente mayor que los aproximadamente 170.000 efectivos activos de Israel.
Irán posee miles de tanques, unidades de artillería y una fuerza aérea con más de 300 aviones de combate. Israel, por su parte, tiene una fuerza armada tecnológicamente avanzada que incluye 345 cazas modernos y el famoso sistema de defensa aérea Iron Dome, capaz de interceptar misiles entrantes. Sin embargo, un ataque masivo de Irán –especialmente con información precisa sobre objetivos israelíes vulnerables– podría poner a prueba seriamente ese escudo defensivo.
Ambos países poseen misiles balísticos de gran alcance. Israel cuenta con el Jericho-3, que puede alcanzar más de 6.000 kilómetros. Irán tiene los misiles Sejjil y Khorramshahr, con un alcance de hasta 2.000 kilómetros.
Según estimaciones internacionales, Israel dispone actualmente de unas 90 ojivas nucleares. Irán, en cambio, no posee armas nucleares, aunque cuenta con un avanzado programa nuclear. El líder iraní, el ayatolá Jamenei, prohibió la producción de armas nucleares mediante un decreto religioso, pero recientemente Irán advirtió que podría revisar su doctrina nuclear si la existencia del país se ve amenazada.
Irán afirma haber obtenido información sensible y detallada sobre instalaciones nucleares secretas de Israel. Según el Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, esta información les permite llevar a cabo una represalia “proporcional” en caso de un ataque israelí y atacar de inmediato ubicaciones nucleares israelíes ocultas. El objetivo de ese mensaje parece ser tanto disuadir como preparase para una posible escalada hacia una guerra directa entre un Estado nuclear existente y uno potencial.
Posible escalada
Irán dispone de varias opciones para responder a los bombardeos israelíes, sin necesidad de atacar directamente. A través de aliados como Hezbollah, los hutíes o las milicias chiíes en Irak y Siria, puede lanzar ataques contra bases militares estadounidenses, objetivos israelíes o posiciones estratégicas en la región. También son posibles actos de sabotaje o ciberataques contra infraestructuras occidentales.
Un escenario especialmente preocupante sería un ataque a instalaciones petroleras en la región, que podría disparar el precio del petróleo y perjudicar a la economía mundial. Irán ya ha amenazado anteriormente con bloquear, en caso de agresión grave, el Estrecho de Ormuz, un paso marítimo fundamental para el petróleo. De modo que las tensiones actuales aumentan el riesgo de una escalada regional más amplia que tendría consecuencias económicas globales.
Una huida hacia adelante
Desde Australia hasta China se han alzado fuertes críticas del ataque israelí. El secretario general de la ONU advirtió de una “escalada peligrosa” y llamó a la máxima moderación.
Las consecuencias económicas también pueden ser graves. El precio del petróleo se disparó más del 7% tras el ataque. Una escalada adicional –especialmente si Irán atacara infraestructura petrolera en la región– podría desestabilizar los mercados del petróleo. Así, un conflicto regional podría causar graves daños a la economía mundial: aumentos de precios y una posible recesión.
Netanyahu opta por huir hacia adelante con estos bombardeos. Es un intento temerario de bloquear una vía diplomática, acallar la oposición interna y mantener el dominio geopolítico en una región en la que están cambiando las relaciones de poder.
La comunidad internacional debe hacer algo más que advertir. Es hora de aplicar sanciones diplomáticas y económicas concretas a Israel. No es posible una relación normal con un Estado que desprecia el derecho internacional, comete un genocidio, bombardea a sus vecinos y se arriesga deliberadamente a provocar una guerra regional. Solo una fuerte presión por medio de embargos de armas, restricciones comerciales y aislamiento diplomático puede hacer que rinda cuentas este régimen agresivo.
Texto original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2025/06/13/israel-bombardeert-iran-escalatie-dreigt-midden-oosten-in-vlam-te-zetten/