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Israel ha perdido ya la guerra de Gaza, aunque aún no lo sepa

Fuentes: Voces del Mundo [Foto: Miles de personan retornan a lo que queda de sus casa en el norte de Gaza en enero de 2025]

En el último episodio del concurso televisivo “The White House on Uber: How to pre-purchase a US President” (La Casa Blanca en Uber: Cómo precomprar a un presidente estadounidense) pareció, fugazmente, que el presentador estaba leyendo el guion correcto.

El presidente estadounidense Donald Trump dijo en Arabia Saudí que el intervencionismo liberal era un desastre. Es cierto. Dijo que no se pueden destruir y rehacer naciones. La Rusia postsoviética, Afganistán, Iraq, Libia y Yemen son prueba de ello. Dejó de bombardear Yemen y revirtió décadas de sanciones contra Siria, bloqueando en el proceso dos de las rutas clave de Israel hacia el dominio regional: la división de Siria y el inicio de una guerra con Irán.

Y digo fugazmente porque, como con Irán se ha repetido este guion muchas veces en las negociaciones sobre su programa nuclear, lo que un presidente estadounidense promete y lo que cumple son dos cosas diferentes.

Entre quienes se vieron sorprendidos por el anuncio de Trump de suspender las sanciones contra Siria se encontraban sus propios funcionarios del Tesoro estadounidense. El cese de las múltiples sanciones impuestas a Siria desde que Estados Unidos incluyó al país en su lista de Estados patrocinadores del terrorismo en 1979 no es fácil, ni será rápido ni exhaustivo.

Tenemos la Ley César de Protección Civil de Siria, que habría que revocar en el Congreso, aunque Trump podría suspender partes de ella por razones de seguridad nacional. Las sanciones en sí, una combinación de órdenes ejecutivas y estatutos, podrían tardar meses en desmantelarse. Hay margen para poner en marcha más maniobras de freno. Este episodio en particular del programa costó a sus patrocinadores, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, sumas asombrosas de dinero, más de 3 billones de dólares y la cifra sigue aumentando, una cifra elevada incluso para los estándares del Golfo.

Misión letal

Son 600.000 millones de dólares por parte de Arabia Saudí, 1,2 billones de dólares en acuerdos con Qatar, un 747 personal para uso presidencial, una torre para el hijo de Trump, Eric, en Dubái, y mucho más por llegar, incluyendo acuerdos de criptomonedas con la empresa familiar World Liberty Financial.

Los árabes más ricos competían entre sí para rendir homenaje al último emperador de Washington.

Mientras esta opulenta exhibición de riqueza se desarrollaba en Riad y Doha, Israel conmemoraba el aniversario de la Nakba de 1948 asesinando a tantos palestinos como podía en Gaza.

El miércoles fue uno de los días más sangrientos en Gaza desde el abandono unilateral del alto el fuego por parte de Israel. Murieron alrededor de 100 personas. Se lanzaron bombas antibúnkeres cerca del hospital europeo de Jan Yunis, un ataque dirigido contra Muhammad Sinwar, líder de facto de Hamás en Gaza. Su muerte no se ha confirmado aún.

Al igual que el asesinato de su hermano, el difunto líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán, Israel tenía como objetivo a un negociador clave en un momento en el que alegaba que pretendía negociar.

Mis fuentes me indican que, justo antes de que Israel reanudara sus ataques el 18 de marzo, los líderes políticos de Hamás en el extranjero habían aceptado un acuerdo con los estadounidenses que habría conllevado la liberación de más rehenes a cambio de una extensión del alto el fuego, pero sin garantías de que la guerra terminara. Sin embargo, Sinwar lo rechazó y, en consecuencia, el acuerdo no se llevó a cabo.

Si efectivamente han matado a Sinwar, llevará tiempo restablecer las comunicaciones seguras dentro de Hamás con uno de los varios hombres que ahora podrían ocupar su lugar.

Su intento de asesinato o su asesinato real prueban, si es que hace falta más, que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no tiene intención de recuperar con vida a los rehenes restantes. Un acuerdo sobre los rehenes requiere que las fuerzas de Hamás mantengan el mando y el control. Una lucha de guerrillas no necesita nada de eso.

La misión de Netanyahu en Gaza, que consiste en matar de hambre y bombardear a tantos de los 2,1 millones de palestinos del enclave como sea posible, se ha vuelto tan clara, tan obvia, que ni siquiera la mal llamada comunidad internacional puede ignorarla.

Tom Fletcher, subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, declaró ante el Consejo de Seguridad: “Por los asesinados y aquellos cuyas voces son silenciadas: ¿qué más pruebas necesitan ahora? ¿Actuarán ya con decisión para parar el genocidio y garantizar el respeto del derecho internacional humanitario?”.

El presidente francés, Emmanuel Macron, calificó de “vergonzosa” la política de Israel en Gaza. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, calificó a Israel de “Estado genocida” en su intervención en el Parlamento, señalando que Madrid “no hace negocios” con un país así.

Traición masiva

Pero ni una sola palabra pública de condena sobre el comportamiento de Israel en Gaza le dirigió a Trump Mohammed bin Salman, príncipe heredero y gobernante de facto de Arabia Saudí, ni el presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed, ni el emir catarí, el jeque Tamim bin Hamad al Thani.

La farsa en el Golfo fue una traición masiva a los palestinos, pero como bien saben, los gobernantes árabes tienen todo un historial de abandono.

En el pasado, esperaban unos meses o años considerables tras una derrota militar para hacerlo. Después de la guerra de 1967, los líderes árabes tardaron un tiempo en hablar de una solución pacífica para la Cisjordania y Gaza ocupadas. Hoy, abandonan a los verdaderos héroes del mundo árabe, que mueren de hambre y son bombardeados hasta la muerte.

Tanto Hamás como Hizbolá se han visto gravemente debilitados, aunque dudo que los golpes que han recibido sean fatales. Pero Hamás sigue luchando sobre el terreno, como sigue demostrando el número de bajas militares israelíes en Gaza, del que no se informa con precisión. Ningún guardia ha entregado a su rehén para salvar su propia vida.

El espíritu de resistencia en Gaza no ha sido derrotado. De hecho, los paralelismos con otra derrota histórica de las fuerzas coloniales, la francesa y la estadounidense, no han hecho más que fortalecerse.

En cierto sentido, no hay comparación entre Gaza y la guerra de Vietnam. La fuerza que Israel utiliza hoy en Gaza eclipsa la empleada por John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y Richard Nixon, los tres presidentes estadounidenses cuyos mandatos fueron condenados por Vietnam.

En un lapso de ocho años, Estados Unidos lanzó más de cinco millones de toneladas de bombas sobre Vietnam, convirtiéndolo en el lugar más bombardeado del mundo. Para enero de este año, Israel había lanzado al menos 100.000 toneladas de bombas sobre Gaza. Dicho de otro modo, Estados Unidos lanzó alrededor de 15 toneladas de explosivos por kilómetro cuadrado en Vietnam, mientras que Israel ha lanzado 275 toneladas por kilómetro cuadrado en Gaza (y suma y sigue), una cifra 18 veces superior.

Dicho esto, otros puntos de comparación impactan profundamente sobre una guerra, que aún deja cicatrices en Estados Unidos, y la guerra actual en Gaza, que Netanyahu se propone profundizar al intentar reocupar el territorio permanentemente.

Déjà vu devastador

La generación actual de observadores de guerra solo puede experimentar una devastadora sensación de déjà vu al ver el relato minuciosamente completo del conflicto en la nueva miniserie “Momentos decisivos: La guerra de Vietnam”.

La inutilidad, ya reconocida, de la campaña militar estadounidense contra el Viet Cong se refleja y amplifica con los intentos del ejército israelí de borrar del mapa a Hamás.

A medida que la participación estadounidense en la guerra de Vietnam se expandía y Washington tenía que abandonar la farsa de que más de 16.000 soldados y pilotos “asesoraban” al ejército survietnamita, tanto Washington como Saigón tuvieron claro que tendrían que expulsar al Viet Cong del territorio y recuperar el control gubernamental de unas 12.000 aldeas.

Probablemente nada puso a los aldeanos de Vietnam del Sur en contra de Estados Unidos y de su propio gobierno en Saigón más rápido que el “Programa de Aldeas Estratégicas”. Se trataba de asentamientos fortificados donde los aldeanos que habían sido expulsados ​​de sus tierras ancestrales por las tropas estadounidenses se verían obligados a reasentarse. En la jerga de los noticiarios de la época, los aldeanos podían comenzar una nueva vida purgados de los comunistas. Como lo expresó Thomas Bass, autor de Vietnamerica: The War Comes Home: “Estas regiones enteras serían declaradas zona abierta a ataques”.

Estrechamente ligado a esto, estaba otro supuesto del programa de “pacificación” estadounidense, el padre de la contrainsurgencia actual. Aquella surgió de las dificultades de los soldados estadounidenses para distinguir entre civiles y combatientes. La solución residía en tratar como enemigo a cualquier vietnamita que se encontrara en una “zona de fuego libre” declarada y abrir fuego sin consultar a la cadena de mando.

Un exmarine estadounidense declaró: “Nos enseñaron que todos los vietnamitas eran libres de irse y que todos los vietnamitas que se quedaban formaban parte de la infraestructura del Viet Cong. Simplemente se buscaba gente y se la mataba, y se podía matar como y cuanto se quisiera”.

Se esperaba que los comandantes regresaran con un alto número de bajas. Todos los muertos, incluidas mujeres y niños, eran tratados como comunistas muertos: “Me dijeron que, si matábamos a 10 vietnamitas por cada estadounidense, ganaríamos”, declaró otro veterano de Vietnam. Los aldeanos morían de hambre en sus campamentos libres del Viet Cong porque perdieron el acceso a sus arrozales. Sin embargo, el objetivo principal no era alimentarlos, sino desalojar el campo. Como resultado, los aldeanos huyeron y el Viet Cong se acercó cada vez más a las ciudades.

En un momento dado, hasta el 70% de los aldeanos que se ofrecieron como voluntarios para unirse al Viet Cong eran mujeres. Tran Thi Yen Ngoc, del Frente de Liberación Nacional, declaró: “Nos llamaban el Viet Cong, pero éramos el ejército de liberación. Todos éramos camaradas y nos considerábamos una sola familia. Cuando una persona caía, otras cinco o siete daban un paso al frente”.

“Caos terrible”

Hay otras dos similitudes entre la actualidad y 1968: las protestas y la brutal represión en los campus universitarios estadounidenses, y hasta qué punto los ejércitos estadounidense e israelí sintieron la necesidad de deshumanizar a su enemigo antes de cometer atrocidades. Tras la masacre de My Lai en 1968, en la que murieron alrededor de 500 civiles inocentes y desarmados en tan solo unas horas, el comandante estadounidense, general William Westmoreland, afirmó que la vida era barata para los vietnamitas: “Un oriental no valora la vida tanto como un occidental”.

Los líderes israelíes van mucho más allá de Westmoreland. Llaman a los palestinos animales humanos.

De hecho, toda esta historia de décadas atrás suena inquietantemente pertinente a la actualidad en Gaza y la Cisjordania ocupada.

En una entrevista el 29 de octubre de 2023, apenas unas semanas después del inicio de la guerra, Giora Eiland, un general de división retirado de la reserva, afirmó que Israel no debería permitir la entrada de ayuda humanitaria al territorio: “El hecho de que nos estemos derrumbando ante la ayuda humanitaria a Gaza es un grave error… Gaza debe ser completamente destruida y convertirla en un caos terrible, una grave crisis humanitaria, un clamor al cielo”.

Más tarde razonó: “Toda Gaza morirá de hambre, y cuando Gaza muera de hambre, cientos de miles de palestinos estarán furiosos y molestos. Y la gente hambrienta será la que dará un golpe de estado contra [Yahya] Sinwar, y eso es lo único que les preocupará”.

Nada de eso ocurrió, pero el razonamiento de Eiland se conoció como el Plan de los Generales, que inicialmente se aplicó al norte de Gaza, donde aún quedaban 400.000 palestinos.

El plan para vaciar el norte de Gaza fracasó, ya que cientos de miles de personas regresaron a sus hogares durante el reciente alto el fuego, a pesar de que no quedaba nada de ellos.

Un billete de ida

Pero la táctica de matar de hambre y desalojar ha cobrado nueva vida en la actual operación militar israelí, llamada “Carros de Gedeón”. En lo que Netanyahu ha llamado repetidamente la “etapa final” de la guerra, el plan consiste en obligar a más de dos millones de palestinos a refugiarse en una nueva “zona estéril” alrededor de Rafah.

A los palestinos solo se les permitirá la entrada tras ser controlados por las fuerzas de seguridad. Y es un billete de ida: nunca podrán regresar a sus hogares, que están siendo completamente demolidos.

“El ejército israelí, en cooperación con el Shin Bet [la agencia de seguridad nacional israelí], establecerá puestos de control en las carreteras principales que conducirán a las zonas donde se alojarán los civiles gazatíes en la zona de Rafah”, informó Ynet. Netanyahu declaró el martes que podría aceptar un alto el fuego temporal en Gaza, pero no se comprometería a poner fin a la guerra en el enclave palestino.

Lo que Vietnam hizo por Lyndon B. Johnson y Nixon, Gaza lo hará por Netanyahu y su sucesor como primer ministro, probablemente Naftali Bennett. Netanyahu está mucho más enfermo de cáncer de lo que se reconoce públicamente, según fuentes británicas que lo visitan regularmente.

Dos factores pusieron fin a la guerra de Vietnam, y con ella a más de un siglo de lucha para liberar al país de un amo colonial: la determinación de los vietnamitas y la opinión pública estadounidense.

Estos mismos dos factores conducirán al pueblo palestino a su propio Estado: la determinación de los palestinos de quedarse y morir en su tierra, y la opinión pública occidental, que ya se está volviendo rápidamente contra Israel. Obsérvenlo con atención. Se está infiltrando en la derecha y está firmemente asentado en la izquierda. Etiquetar las críticas legítimas al genocidio como antisemitas ya no funcionará. Ese rayo ya se ha disparado.

Es tanto en Palestina como en los corazones y las mentes de Occidente —de donde surgió el proyecto sionista y del que tanto depende— donde se libra esta guerra.

Israel podrá ganar cada batalla, como hicieron los estadounidenses en Vietnam, pero perderá la guerra.

David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas de Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.

Texto original: Middle East Eye, traducido de inglés por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/05/18/israel-ha-perdido-ya-la-guerra-de-gaza-aunque-aun-no-lo-sepa/