El sistema de carreteras que el Estado sionista de Israel ha llevado a cabo y está implantando en el West Bank [1] para uso exclusivo de los ciudadanos israelís e internacionales se ha convertido en una medida más de colonización y apartheid que impide la libertad de movimiento de la población palestina restringiendo y dificultando […]
El sistema de carreteras que el Estado sionista de Israel ha llevado a cabo y está implantando en el West Bank [1] para uso exclusivo de los ciudadanos israelís e internacionales se ha convertido en una medida más de colonización y apartheid que impide la libertad de movimiento de la población palestina restringiendo y dificultando el acceso a los servicios y bienes básicos al que cualquier ser humano tiene derecho.
La planificación y la implementación de esta gran infraestructura se inician en 1967 después de la Guerra de los Seis Días cuando el territorio palestino del West Bank es ocupado e Israel pasa a tener su control. Con los años este sistema de carreteras se expandió para unir los asentamientos ilegales dentro del West Bank, entre ellos y con Israel. Este plan sistemático siguió expandiéndose enormemente durante el proceso de paz de Oslo (1993-2000) cuando mucha más tierra fue confiscada para construir nuevas autovías y carreteras para los colonos inmigrantes, infringiendo el Acuerdo, que recogía la no construcción de nuevos asentamientos por parte de Israel.
Cada carretera israelí dentro de los territorios ocupados contiene 50-75 metros de zona de seguridad a ambos lados (perfectamente vallada, amurallada y limitada). La construcción en estas zonas está prohibida y las construcciones anteriores pasan a considerarse ilegales. Éstas han sido desalojadas y demolidas sistemáticamente por el Estado de Israel, y las que siguen en pie están condenadas al mismo destino. Cada 100 kilómetros de carreteras implica el expolio de 2.500 acres (10,11 km 2 ) de terreno. En toda la superficie del West Bank hay un total de 1.661 kilómetros de carreteras de apartheid que tienen exclusividad de uso israelí, es decir, 41.525 acres (168,04 km 2 ) de terreno han sido confiscados para construirlas. El tráfico y la circulación de vehículos palestinos está prohibida en estas carreteras mediante diferentes mecanismos: no existen ni entradas ni salidas a estas carreteras desde las poblaciones palestinas; la construcción de vallas, muros, puertas, montículos de tierra, bloqueos con cubos de cemento, etc. que el Estado de Israel ha construido impiden el acceso; constantes check points móviles, controles y órdenes militares prohíben su uso.
La infraestructura de este complejo sistema ha sido planificada e implantada por Israel no sólo para unir los más de 200 asentamientos ilegales dentro del West Bank, sino que tiene la finalidad de fragmentar el territorio palestino. Estas políticas de ocupación que el Estado de Israel lleva a cabo son análogas a las que se impusieron durante el apartheid de Sudáfrica.
Combinando la política de ocupación y la construcción de carreteras, las áreas del valle del Jordán y el Mar Muerto han sido anexionadas a Israel y han confirmado el cómplice acuerdo de paz de Araba de 1994 entre el rey Hussein de Jordania y el primer ministro israelí Isaac Rabin donde en los anexos de este, la frontera entre Jordania y Cisjordania está marcada como frontera entre Israel y Jordania. Otra muestra implacable de este plan es el que se está imponiendo para separar el ocupado Al-Quds [2] Este del West Bank y su progresiva anexión a Israel. Esta estrategia está siendo especialmente visible en la colonización de los barrios de Sheikh Jarrah, Silwan, Al-Tur, Beit Safafa, etc. La red de carreteras de Al-Quds, el muro de apartheid, la continua y masiva colonización y la expansión de los asentamientos ilegales han sido diseñadas para asegurar y perpetuar la anexión de la ciudad santa al territorio israelí violando las resoluciones de las Naciones Unidas.
La responsabilidad que la Comunidad Internacional, especialmente Estados Unidos, tiene en toda esta gran fábrica de carreteras es evidente. La ayuda económica internacional que día tras día llega a Palestina para realizar grandes proyectos de desarrollo, construcción de infraestructuras y nuevas carreteras para la población palestina está financiando precisamente los túneles, las carreteras secundarias y las conexiones en toda esta red que segrega el territorio del West Bank. Es decir, está financiando y llevando a cabo el plan de carreteras del apartheid que Israel ha modelado para expropiar y anexionar cada vez más territorio. Es fácil encontrar, en estos túneles y carreteras palestinas carteles que recuerdan como nuestros gobiernos financian y apoyan el apartheid israelí.
Si observamos el mapa de carreteras de exclusión del West Bank, nos daremos cuenta que la autovía 1 y 5 que atraviesan este territorio de este a oeste dividen el territorio palestino en tres grandes bloques (norte, centro y sur); éstos están a la vez fragmentados en islas insoladas y conectadas entre ellas por túneles, imposibilitando la solución de dos Estados. El West Bank ha sido disgregado en docenas de enclaves que geográficamente separan las comunidades palestinas. Hay check points israelís en cada entrada o salida de estos enclaves. Las carreteras secundarias palestinas se comunican entre ellas mediante túneles construidos bajo las carreteras principales de uso exclusivo israelí.
Cuando la construcción de este sistema de carreteras finalice, el tráfico de vehículos palestinos e israelíes no se mezclará en ningún punto de todo el West Bank. La población palestina vivirá aislada y fragmentada en todo el territorio y la única conexión entre los fragmentos será mediante los túneles controlados por el ejército israelí.
Las carreteras de los Territorios Ocupados reciben el nombre de «carreteras estériles» y la circulación de vehículos palestinos está restringida. Algunas de estas no son completamente ilegales para el uso palestino pero su acceso está completamente limitado y bloqueado imposibilitando su uso.
De la superficie teórica del West Bank (es decir, el 22% de la Palestina histórica), un 45’5 % ha sido confiscado por el Estado de Israel mediante los asentamientos ilegales y el muro de apartheid . Del 54’5% restante (es decir, el 11’99% de la Palestina histórica), un 10’6% ha quedado completamente aislado y segregado gracias al sistema de carreteras del apartheid perpetuado por Israel. Las carreteras se han convertido en barreras que dividen el West Bank y a la población palestina y actualmente sólo el 10’72% de la Palestina histórica está bajo control Palestino en el West Bank.
El impacto y las consecuencias de este plan ideado por el Estado sionista de Israel implican la fragmentación total del territorio, la imposibilidad de crecimiento y desarrollo económico de la sociedad palestina además de grandes consecuencias humanitarias y de segregación de poblaciones. Este sistema de apartheid israelí viola los derechos humanos, la libertad de movimiento, inhabilita el acceso a los servicios básicos, el derecho al trabajo, a la educación, el derecho a partir y volver al territorio, el derecho a la autodeterminación, fuerza el desplazamiento de la población palestina y destruye completamente la economía y la organización política palestina.
[1] Utilizmos este término West Bank para referirnos a lo que entendemos por la antigua Cisjordania.
[2] Utilizamos el nombre árabe de Al-Quds para referirnos al nombre hebreo de la ciudad de Jerusalén.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.