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El destino geopolítico del mundo pasa por Gaza

Israel y Occidente fracasan en sus guerras, entre «culpas» y «errores»

Fuentes: Rebelión

Hace dos años la Unión Europea vociferaba a favor de la defensa de Ucrania ante la invasión rusa llegando al extremo de asumir, cual sirvientes, el coste material de dicha guerra que los está llevando a una gran crisis económica y moral. El doble rasero, la hipócrita fachada democrática de Europa, ha quedado al desnudo.

Ante la invasión y la masacre actual contra Palestina y su pueblo, no repiten las zalamerías de “principios” que usaron contra Rusia sino que se alinean directamente con la masacre sionista, a nombre del “derecho a la defensa” de Israel. Esa furia racista de Occidente contra Rusia y el apoyo a la guerra genocida de Israel contra el pueblo palestino, es una continuación de esa genealogía colonialista heredada de la Europa de los siglos XIX y XX.

¿Por qué Europa es cómplice del genocidio sionista? ¿Por qué en Alemania está prohibido criticar a Israel? ¿Por qué Gran Bretaña, Alemania y Francia persiguen a los manifestantes en favor de Palestina?

Se dice usualmente que es el sentimiento de culpa por el pasado histórico, el que empuja a los europeos a defender a Israel, pero no es así. La defensa acrítica o encubierta de Israel es parte de un proceso más profundo de autodefensa de la decadente civilización occidental, que hace aguas por proa y popa, por babor y estribor. Si Israel sucumbe en su propio fango, los arrastrará con mayor vigor a la sin salida histórica que viven en un mundo que los teme y repudia.

El presidente de Israel, Isaac Herzog, declaró que la guerra “no es sólo entre Israel y Hamas. Es una guerra que pretende, de verdad, salvar la civilización occidental, salvar los valores de la civilización occidental”. El judío apela al envés de la moneda para argumentar: ¡“si Occidente deja que se pierda Israel, se perderá la civilización occidental”!

Lo que más les perturba y asusta a Occidente es ser derrotados nuevamente por un grupo minúsculo de milicianos, sin ejército ni armas pesadas, sin marina ni fuerza aérea; que solo tienen valor y entrega para defender a su pueblo y enfrentar al Goliat sionista que tiene las mejores armas del mundo. Lo que está en juego entonces, es la gran confrontación que está sufriendo Occidente desde todos los flancos contra el colonialismo; y del cual Palestina es una rama de esa herencia europea.

La caída de Kabul en manos del Talibán en 2021 fue un momento estelar del desalojo occidental del continente asiático y una gran enseñanza para los pueblos parias del mundo. No quieren que se repitan estos precedentes coloniales pues son edificantes para “pueblos inferiores” que resisten a las conquistas coloniales.

Y la evocación de esos triunfos imposibles de admitir por la máxima potencia imperialista como el valor vietnamita o el afgano, no es semejante -quizá mayor- con la situación del pueblo palestino, pero si tiene el mismo ingrediente definitivo en la lucha de los pueblos: la incapacidad de los colonialistas de entender el conflicto que están librando y creer que el poder militar les garantizará su posición de dominio y control contra el pueblo oprimido, perennemente.

Pero Israel tiene un problema adicional. Por ser producto del sistema de colonialismo conocido como de asentamiento, ellos migraron para establecerse en la tierra de otros, Palestina, y no tienen metrópoli de origen donde escapar o esconderse, como lo hicieron británicos, franceses, belgas, etc. Por eso Israel es un estado artificial que no tiene tradición ni sentido histórico, que se juega su futuro en la artificialidad de su fuerza. Considera al mundo árabe -sus vecinos- como enemigos, pero trata de controlarlos y sobornarlos con presión militar y dinero. Asia Occidental ha cambiado y esa parte del mundo no volverá a ser la misma de antes del 7 de octubre, se ha roto el Acuerdo de Abraham y reconstruirlo no está en la agenda.

Aunque el ejército israelí se precia de su moralidad y de sus proezas tecnológicas y su destino triunfal en el terreno militar, lo que hace en realidad es esconder la responsabilidad de sus actos detrás de una amoralidad instintiva y de una incapacidad para comprender el conflicto sin arneses militares. Veamos.

La culpa y la venganza en el “alma” occidental.¿Hay salida a ese entresijo?

Dentro de la política alemana de la memoria, el Holocausto es considerado como una excepción histórica y esta excepcionalidad tiene el efecto de ubicarlo por completo fuera de la historia, lo que permite al gobierno alemán adoptar un apoyo incondicional al Estado de Israel sin responsabilizarse políticamente de lo que significa. Es decir, el gobierno alemán utiliza el recuerdo del Holocausto como justificación para apoyar a Israel, independientemente de la criminalidad que Israel perpetre contra el pueblo palestino.

Si asumimos la política de Alemania o Europa y aceptamos la “relación especial” con Israel desde la idea de la culpa por la masacre de judíos, gitanos, homosexuales, izquierdistas, sindicalistas o discapacitados, -aunque nieguen todas esas otras víctimas-, estaríamos

abandonando la exigencia de la responsabilidad política con el pasado, el presente y con el futuro. Tienen que responsabilizarse del presente y del futuro con el costo político que eso implica.

Pero ¿y de los occidentales de hoy, qué?

Estamos ante una banalización peor, estamos ante la banalización del Terror.

Estamos viviendo el aplastamiento literal de un pueblo en nombre de un objetivo mentiroso e imposible: la “defensa de Israel”. Ninguna paz de los cementerios resolverá el conflicto en Oriente Medio, ni tampoco salvará a Netanyahu, que quiere la guerra como forma de supervivencia ante su juicio por corrupción.

La otra misión también es imposible: desaparecer a Hamás. Se puede matar a los actuales líderes de alto nivel como lo hicieron en Beirut con Saleh al-Arouri, con un misil disparado desde un dron sin tripulación. Pero no se puede matar la idea de Hamás de la liberación, y esos líderes muertos siempre serán reemplazados por miles de luchadores jóvenes que se han templado en la resistencia.

Hoy, en 2024, la responsabilidad actual nos impone mirar hacia el futuro mientras que la lamentación, ese lenguaje de la inculpación tan proclive al ensimismamiento y la actitud defensiva, nos paraliza o distrae. Esa postura nos impide pensar en términos políticos sobre lo que debemos cambiar para que la historia no se repita.

Pero hay más, en el marco de la esclavitud moral que humedece a la cultura occidental aparece la culpa, ese “valor” judeocristiano sobre el que se construyó Occidente. Es un precepto religioso que amarga la infancia y la vida de los occidentales y les impide alcanzar el placer. La culpa tiene ese tufillo religioso: ya que dispara la catarsis para purificar el castigo, y así provoca más rencor que el hacernos cargo directamente de la responsabilidad. Es la evasión en las mentes confundidas. Es el logro del propósito del bombardeo, esta vez mediático, con el que Israel y sus medios de difusión nos aturden para “aceptar” que las muertes que vemos a diario, no son importantes frente al designio moral e histórico de los hijos de la Torá.

La actitud defensiva que opera en el publico occidental es un ensimismamiento cobarde que nos aleja políticamente de lo que deberíamos pensar y es que debemos actuar para que no siga la masacre y que los gobiernos occidentales cuasi indiferentes, que apoyan el genocidio, sean enfrentados más radicalmente.

Por eso Occidente ha “normalizado y asimilado” los crímenes de guerra, asumiéndolos como común y corrientes, haciéndolos consumibles, lo que nos refiere a la elaboración de la categoría de “banalidad del mal” de Hannah Arendt.

Hemos visto como se multiplican las masacres desde muchos estados contra poblaciones o minorías, y logran algún apoyo público como sucedió con los criminales asesinatos de Estado en Colombia, conocidos como “falsos positivos” y que la Justicia Especial para la Paz ha documentado con la cifra de 6.402 asesinatos de jóvenes desempleados y marginales, que los hacían pasar como muertos en combate por el ejército nacional, para “demostrar” que estaban ganando la guerra contra la guerrilla de las FARC, en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2008). Un total de 2,5 millones de colombianos fueron víctimas del desplazamiento forzado desde 2002, cuando el presidente Álvaro Uribe llegó al poder. Y hoy en día, totalmente decadente y con 300 demandas judiciales encima, sigue teniendo apoyo de un sector de la población que lo considera un “mesías” salvador, por su política de “Seguridad Democrática”.

La “banalización del mal” y del terror

El mundo en 2024 sigue presenciando cómo se desarrolla un genocidio en tiempo real. No nos trasmitieron en vivo los campos de concentración ni las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Tampoco Corea, Vietnam ni Afganistán. Al Jazeera nos mostró por primera vez los bombardeos a Irak en directo por TV, desde adentro, muriendo sus periodistas como en Gaza; y así demolió la farsa del imperio informativo de CNN, que retransmitía desde un portaviones de USA, lo que dictaban los militares norteamericanos.

Ese espectáculo infame y demoledor de la condición humana humillada y destruida por la barbarie judía, colma la TV mundial y la retina de cualquier humano retiene lo que significa un judío de ahora en adelante. Un ser inhumano que no ha hecho lo suficiente para impedir que sus gobernantes sembraran de terror a Gaza y el mundo. Muy pocos lo han hecho dentro y fuera de Israel, pero existen judíos con esa entereza. Tampoco escapan a esa mirada los gobernantes occidentales y sus medios que amplifican y justificación el genocidio. El estado y la sociedad judía están logrando el odio del mundo.

No existía la TV ni la radio-transistor, tampoco había redes sociales y la prensa solo entreveía o verificaba pocas cosas que estaban pasando en la II GM o en los campos de concentración nazis en los años 40. Difundían partes militares y de los gobiernos. Fueron dos o tres décadas más tarde en que el establecimiento occidental fue “construyendo” una historia, que aún hoy, no es tan clara ni veraz.

En su momento, los jefes nazis de Alemania trataban de ocultar su decisión de exterminar a los judíos-bolcheviques -así los llamaban porque el enemigo principal para ellos era el comunismo y Rusia-; delegando la ejecución de las órdenes en burócratas subalternos, como Adolf Eichmann. Analizando el juicio a él, Hannah Arendt concibió su teoría de la “banalidad del mal”, como la fórmula nazi para penetrar el discurso occidental y justificar sus acciones.

Banalidad del Mal fue un concepto acuñado para describir cómo el poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos cuando se explica como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos. Pero la Banalización del Terror es el momento histórico que se vive en Occidente para encubrir el genocidio israelí.

Arendt en otra obra, “Eichmann en Jerusalén” (1963), acusaba a “Ben-Gurion de organizar un «juicio-espectáculo» para explotar el sufrimiento del pueblo judío, en lugar de responsabilizar de sus crímenes al verdadero criminal, el jefe de logística de Hitler, Adolf Eichmann”. Su antisemitismo no era su motivo principal, arguyó, fue su arrogancia la que le hizo querer trepar en las filas del Tercer Reich. Argumentó así la banalidad del mal, y la definió como la incapacidad de imaginar el mundo desde la perspectiva del otro.

Es decir, que los seres humanos tenemos que ser capaces de situarnos en la perspectiva del otro para evitar que se produzca el mal y para hacer frente al mal, cuando nos topemos con él.

Lo que Arendt nos ayuda a entender de la banalización es cómo la gente en Occidente hoy, ha cambiado radicalmente las líneas rojas de la moral de un momento a otro y transformó el «No matarás» en «Matarás», sin cuestionarlo. Y esta falta de juicio ha significado pérdida de vidas humanas, muchísimas vidas humanas. La complejidad moral es necesaria frente al mal. No olvidemos nunca a la judía Arendt, que nos lo advirtió.

Y hoy la ley en Alemania prohíbe rebelarse contra la masacre de los judíos, pues eso permite seguir tratando al pueblo o a la historia judía como una excepción a la regla y así justificar el apoyo político a Israel.

Si Alemania no revoca esa resolución seguirá censurando a la gente que quiere manifestar contra el Estado de Israel, y así está obligando a la complicidad moral con crímenes contra la humanidad. No es antisemitismo criticar al Estado de Israel. Los árabes, además, son el mayor pueblo semita del mundo, no los judíos. O, ¿qué es un semita?

Todas las personas tienen derecho a existir libremente en todas partes -dicen los “derechos”, no la realidad-, independientemente del lugar del mundo en el que por casualidad se haya nacido. Negar a un pueblo el derecho a existir es un crimen contra la humanidad. Y eso es lo que está encubriendo Occidente en el exterminio contra los palestinos.

El coraje es la virtud política por excelencia, enseñaba Arendt, porque exige que uno arriesgue su reputación y su vida para expresar una opinión política en un momento histórico. Occidente sigue agazapado y vociferante… ¿Dónde está hoy el coraje? Solo en los palestinos.

No aceptemos la normalización de los crímenes de guerra a nombre de ninguna categoría falsa y manipulada, bien sea la defensa del derecho de Israel a existir en paz masacrando, o de los castigos colectivos, o de matar por hambre; o de la eliminación del enemigo. No aceptemos la Banalidad del Terror.

La cruda realidad es que, aunque la ONU o el derecho internacional señale las violaciones que está produciendo Israel, esas instituciones dominadas por Occidente hacen caso omiso y no aplican las normas que han pactado, validando sus acciones en la “guerra contra el terrorismo de Hamás”, que es simplemente otra guerra moldeada e inventada para justificar el genocidio en Gaza.

Pero Sudáfrica, la patria del apartheid, está señalando el camino. No podía Israel imaginar que su Estado esté siendo demandado por otro Estado, Suráfrica, que sabe todo sobre los regímenes de apartheid, y cuyo líder fundador, Nelson Mandela, fue un modelo moral para el mundo entero. No es fácil saberse acusado de genocidio por un Estado fundado sobre las cenizas del mayor genocidio de la historia. He ahí el parteaguas del Sur Global, un miembro de los BRICS, denuncia al sionismo en un tribunal internacional de justicia.

La suerte de las desprestigiadas instituciones occidentales está en juego ante la denuncia de Suráfrica contra Israel en la Corte Internacional de Justicia. Acusa a Israel de la comisión de actos de genocidio contra el pueblo palestino de Gaza. Tradicionalmente la CIJ se ha negado a investigar a ningún estado occidental o gobernante, solo ha proferido juicios contra tercermundistas y emitió una orden de detención express -hace 9 meses, que eficiencia- contra el presidente de Rusia, Vladímir Putin, por presuntos crímenes de guerra relativos a la deportación y traslado ilegal de niños de la Ucrania ocupada. Los niños ucranianos fueron aceptados en la CIJ y hubo un fallo. Los 8.000 niños palestinos masacrados por los judíos sionistas, ¿serán atendidos en justicia y castigados sus asesinos? ¿O seguirá salvaguardando lealmente el “orden” occidental?

Si la corte acaba ordenando el fin de la guerra en Gaza, una decisión que es vinculante, habrá que ver cómo responde Israel, que nunca ha cumplido con ninguna resolución de la ONU.

De Ucrania a Gaza, un salto mortal para Occidente

EEUU y la Unión Europea hacen esfuerzos por reacomodarse en el tinglado mundial sin querer reconocer la estridente derrota que han sufrido en Ucrania y el desastre al que están contribuyendo con el apoyo a Israel para aniquilar a los palestinos.

Biden, -léase EEUU- que está grogui desde la derrota en Afganistán, ideó con sus halcones que podrían forzar un cambio de régimen en Rusia manipulando con la OTAN, quien dócilmente amenazó trasladar las fronteras de las armas nucleares a las de entre Rusia y Ucrania. Hay que ser muy estúpido para pensar que Putin lo iba a permitir pasivamente. Y la respuesta llegó, la invasión.

El paso siguiente fue dictar sanciones implacables y más represalias económicas, hasta congelar reservas y robar capitales de individuos rusos. Las sanciones fueron esquivadas inteligentemente por Rusia, con el apoyo de China y el Sur Global, quienes redireccionaron gran parte del comercio de petróleo y gas que permitieron mantener los ingresos necesarios para reflotar la economía rusa.

En vez del colapso de un 50% como predijo Biden, la economía de Rusia ha crecido un 3% en 2023 después de retraerse solo un 2,1% en 2022. Putin tenía un índice de aprobación del 80% en octubre de 2023, cosa que envidiaría Biden pues por tan garrafal “error” está a la baja en popularidad y tiene en riesgo su reelección. Wall Street Journal (WSJ) calificó en un editorial al presidente ruso, Vladímir Putin, como el ganador geopolítico del 2023.

Biden y sus halcones -entre ellos la siniestra Victoria Nuland- son responsables del “error” más grave en la escabrosa historia de la política exterior estadounidense en este siglo y ve comprometida la posición estratégica de EEUU con el triunfo demoledor de Rusia contra Ucrania, que apuntala el surgimiento del mundo multipolar.

Estados Unidos y sus aliados se han dado cuenta de que Rusia no puede ser derrotada militarmente y que el fin inaceptable para los derrotados se reduce a un acuerdo para poner fin al conflicto en los términos de Rusia.

Esta situación mundial tampoco es favorable a Israel porque el declive de Occidente inyecta su dosis de crisis al proyecto sionista en el doble sentido. La hipocresía al desnudo tanto de EEUU como de la Europa Otanista y las fuerzas occidentales que desde adentro luchan contra el frente sionista. Nunca Washington, Londres, Berlín, Copenhague, Yakarta, Paris, Kuala Lumpur, Madrid, Viena, Saná, Atenas y centenares de ciudades en el mundo, habían visto tan multitudinarias manifestaciones contra Israel, el frente sionista-occidental y la solidaridad total con el pueblo palestino

Las guerras de Rusia en Ucrania y la invasión a Gaza han recordado a los gobiernos y analistas occidentales que existe un mundo fuera de las grandes potencias y sus aliados. Ese mundo, compuesto predominantemente por países de África, Asia y América Latina se han resistido a tomar bando en el conflicto con la minoría occidental. La reciente resolución de la Asamblea General de la ONU definió el mayor aislamiento de Israel. Esa indignación mundial es la que sustenta el voto político en la ONU, en octubre fueron 121 quienes votaron por un alto al fuego inmediato; esta vez fueron 153 países (13 de diciembre) a favor del Alto al fuego. Estados Unidos es el único país de peso que votó con Israel.

Los acontecimientos avanzan en una dirección en la que las credenciales de Estados Unidos como gran potencia se encuentran en un punto de inflexión en Asia y África, y esa comprensión se ha esparcido a otras regiones geográficas del mundo.

Asia Occidental es clave en el mundo y está atravesada por todos los eventos geopolíticos posibles. Su ubicación geográfica como puente entre Asia y Europa, hace parte de las rutas del comercio mundial entre los dos continentes, son el depósito de las mayores reservas mundiales de petróleo y gas, y congregan los lugares de máxima importancia para las tres religiones monoteístas. Estos elementos también hablan de la sensibilidad política y militar que representan y dan mayor complejidad al conflicto.

El resultado de las guerras de Estados Unidos en Ucrania y Asia occidental tendrá un profundo impacto en el orden mundial en 2024. Washington y la OTAN han perdido Ucrania, y en el Sur Global están decididos a asegurarse de que también pierdan la hegemonía en el resto de Asia y África.

¿Y el papel de China? Activo, táctico e internacional

Estados Unidos sigue considerando a China como el único país con la voluntad y la capacidad de desafiarlo, y por ello seguirá moldeando el entorno estratégico alrededor de China, con el gatillo puesto en Taiwán. Los gobernantes y pensadores norteamericanos no se cansan de decir que China no comparte los “valores democráticos” de EEUU y esa justificación mentirosa, es la máxima política exterior norteamericana.

Pero China tiene una posición oficial pública ante cualquier conflicto, sea Myanmar, Ucrania o Palestina. Siempre se presenta como una potencia conciliadora que aboga por la negociación y el pragmatismo. El gigante asiático busca la estabilidad en el mundo y no se inmiscuye en la política interna de los países. Ese factor facilita las buenas relaciones con muchos países, en un mundo dominado por la interferencia permanente de EEUU en el planeta que, con sus 842 bases militares, lo acreditan.

En el caso palestino, siempre ha apoyado la creación de dos Estados, pero sin involucrarse en ese objetivo. En junio de 2023, estuvo en Beijing el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y acordaron intensificar las relaciones para impulsar ese propósito. 

El gobierno chino ha declarado que los bombardeos y ataques de Israel fueron más allá de lo aceptable según el derecho internacional humanitario.

Igualmente percibe el disminuido papel de Estados Unidos en Oriente Medio por las derrotas sufridas en Iraq, Afganistán y también en Siria y el conflicto en Gaza lo ve como una oportunidad para expandir su influencia y subrayar su papel como mediador. 

También promueve sus objetivos diplomáticos sin rodeos: refuerza su estatus como defensor de los países en desarrollo, siendo los palestinos una muestra; potencia su influencia en Oriente Medio y se posiciona como una potencia capaz de rivalizar con Estados Unidos en un mundo multipolar, del cual es el artífice principal. En ese sentido ha sido el constructor y apoyo básico de varios proyectos multilaterales que están construyendo los instrumentos del Sur Global.

Esas propuestas multilaterales en cabeza de China y Rusia se concretan en órganos: BRICS+10, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), la Unión Económica Euroasiática (UEEA), la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China, el INSTC, etc. Múltiples organismos que funcionan por consenso y no hay imposiciones desde arriba. Así se construye el mundo multipolar desde el Sur Global.

En su conjunto, los BRICS representan el 41% de la población mundial, el 25.7% del PIB mundial y el 29.5% de la superficie terrestre total. Por estas razones, no sorprende que dichos gobiernos estén considerando una alternativa a la hegemonía del dólar.

En este nuevo desorden mundial que busca construirse a contrapelo de la decadencia imperial, la importancia geopolítica de los países BRICS va en ascenso. La influencia de estas grandes economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es imparable en los asuntos internacionales. Es el viejo “Mundo No Alineado” de Bandung Indonesia 1955, donde la liberación nacional y el enfrentamiento al colonialismo inició su “larga marcha”, hoy al orden del día.

En África también se calienta el anticolonialismo. ¿Françafrique, c’est fini?

En Mali, Chad, Guinea, Sudán, Burkina Faso, Níger y Gabón regímenes pro-franceses sometidos a dinastías familiares de poder han caído como fichas de dominó, fruto de una sucesión de golpes militares. Un bloque antioccidental, que se está articulando en iniciativas como la Alianza de Estados del Sahel, y que ha herido de muerte la llamada Françafrique, la opaca red de influencia política y económica gala en sus ex colonias tras las independencias africanas, se desmorona.

Los golpistas se unen para impulsar y sacar a estos países de su actual estatus colonial y ultraperiférico al servicio de Francia y sus multinacionales —pervivencia del franco CFA, acaparamiento de recursos como el uranio nigerino por monopolios francesas, etc.—, y que abran procesos de democratización y participación popular lo más amplios posible.

Todas ellas son manifestaciones de un reposicionamiento global contra la Unión Europea y el conjunto del bloque estadounidense, con el fin de enfrentarlos y estimular su creciente decadencia en tanto que potencias centrales, en un escenario de crisis concluyente de Occidente.

Yemen no es un “parto de los montes”

Con un simple bloqueo marítimo, los hutíes de Yemen, una organización de rebeldes harapientos e invisibilizados, ha logrado sacudir los pilares de todo el sistema capitalista global al poner en jaque el comercio marítimo, dejando percibir claramente la extrema fragilidad de la globalización actual. Pero lo más “escandaloso” es que lo hayan hecho en solidaridad con los palestinos.

El gran polvorín mundial –Asia Occidental– está empezando a explotar y pone a tambalear todo el andamiaje que lo rodea. Estados Unidos duda y se resbala en cómo enfrentar el reto de los hutíes para que no se extienda el conflicto por toda la región.

Es claro que hay un Frente de resistencia iraní en la región y está compuesto principalmente por Irán, Hashd al-Shaabi en Siria, el ejército de Hezbolá en el Líbano, las milicias Fuerzas de Movilización Popular (PMP) en Irak, Afganistán y Pakistán, Hamás y otros grupos militantes en territorios palestinos y por los hutíes de Ansar Allah en Yemen. Son acentuadamente antiestadounidenses y antiisraelíes.

El gobierno “oficial” de Yemen es un Consejo de Liderazgo Presidencial, al que el presidente Abd-Rabbu Mansur Hadi transfirió sus poderes en abril de 2022 y tiene su sede en Riad, Arabia Saudí, no en Yemen.

El bombardeo de EEUU y Gran Bretaña contra Saná, la capital de Yemen y otras ciudades -otra vez mas- es la violación fragante de las leyes internacionales que prohíben cualquier ataque contra la población civil de otro país, pues son crímenes de guerra unilaterales.

Los hutíes son una guerrilla que controlan muchas zonas del país pero especialmente la zona occidental frente al Mar Rojo y su mar. En Saná no vive la guerrilla de Ansar Allah, sino varias etnias, lo que deja al descubierto otra masacre de EEUU para intentar salvar a Israel de su debacle. Yemen no tiene “gobierno” en Saná, por eso los aliados imperialistas occidentales copian la fórmula sionista del genocidio contra civiles, a ver si caen algunos militantes guerrilleros. Más de 2.000 barcos se han visto forzados a desviarse miles de kilómetros o a rodear África para evitar el paso por el mar Rojo, lo que ha encarecido el precio de los fletes un 170% por cierto.

Estados Unidos y el Reino Unido bombardearon al país más pobre de Asia Occidental que intenta detener el genocidio israelí. Los Hutíes amenazaron antes del ataque con tomar represalias feroces contra Estados Unidos y sus aliados. Abdulmalik al-Houthi, líder hutí, adelantó la respuesta ante cualquier ataque estadounidense: “Nosotros, el pueblo yemení, no estamos entre los que temen a Estados Unidos”, dijo en un discurso por TV. “Nos sentimos cómodos con una confrontación directa con los estadounidenses”.

Los occidentales con su prepotencia militar no aprenden, intentan apagar el incendio creado con gasolina. La suerte de Israel está echada, y si el conflicto se extiende al área y EEUU e Israel siguen matando dirigentes de Hamás, Hezbolá e iraníes con drones y operaciones especiales, está garantizada. Si quieren guerra de frente la tendrán y tiemblen, con ningún pueblo con dignidad se juega, aunque los subestimen, como lo hicieron con vietnamitas y afganos.

Esta no es una guerra contra Hamás, es contra los palestinos y contra la dignidad humana

El exterminio nazi o el exterminio en Gaza, indiscriminados contra la población civil, son crímenes que no atentaban solo contra los judíos o palestinos, sino contra la humanidad entera. Por eso Israel está perdido y Occidente se galvaniza en tan criminal operación de genocidio.

La generación de jóvenes que se está incorporando a la vida intelectual y política en todo el mundo ha empezado a juzgar a Israel por sus acciones y no por su “misión” histórica de redención judía. Israel, el judaísmo y la masacre sionista es un anacronismo infecto que no tiene cabida en la mente de nadie sensato. Por eso la juventud mundial, que no tiene referencias históricas del coloniaje sionista condena esa amalgama de terror basada en la obsesión religiosa y el poder militar.

El acontecimiento fundamental de esta etapa histórica sigue siendo la derrota del colonialismo occidental, acompañada de una reafirmación política e intelectual cada vez mayor de los pueblos explotados, marginados y silenciados durante mucho tiempo por los regímenes imperialistas.

La crisis del hegemón y sus derrotas en serie en Afganistán, Ucrania e Israel están en la línea del declive tenso e inexorable que padece EEUU y de la vergonzosa y arrodillada Unión Europea que asume con docilidad la guerra del amo estadounidense.

Ojalá taladre como un misil esta idea, pero Israel solo podrá enfrentar su derrota con dignidad y coraje si se propone garantizar la paz y la seguridad a sus propios ciudadanos. Tiene que asumir la decisión de la descolonización de Palestina: debe desmantelar los últimos puestos avanzados del colonialismo racista en Cisjordania y Gaza, y propiciar el desarrollo de un Estado palestino laico en que desaparezca la dictadura de los ultraortodoxos, de seguir expropiando y masacrando a los aborígenes.

Será que EEUU resiste y sobrevivirá a la racha de humillaciones y derrotas que ha vivido en serie -bajo Biden- en 2021 en Afganistán, en 2022 en Ucrania y el 2024 la más contundente y fatal, la derrota de su émulo judío entre el rio Jordán y el Mediterráneo, que es su propia derrota.

La alternativa puede sonar utópica y desoladora inicialmente, porque Israel insiste en presentarse como víctima incluso mientras comete un genocidio, pero es la hora histórica de que entiendan el mundo desde la perspectiva del otro y abandonen el mesianismo religioso y su militarismo suicida. Hay que apagar el fuego de la supremacía judía antes de que incendien el mundo y la locura nuclear sea el último respiro de la agonía estadounidense y occidental.

¿Por qué los judíos son tan poderosos en el mundo?

Hoy hay 14 millones de judíos en el mundo, o sea, el 0,2% de la población mundial. La mayoría reside en EEUU -el 43,6%- e Israel -el 40,6%- y, aunque el judaísmo está disperso por el planeta, esos dos países aglutinan el 84% de ellos. Después de este rodeo por los vericuetos de la sociedad israelí y la evidencia de que son el 0,2% de la humanidad, ¿qué nos podría hacer pensar que el dios de esa secta mundial está en lo cierto?, cuando predestina a sus seguidores a ser los notarios inmobiliarios de una tierra milenaria en manos de su pueblo aborigen.

El problema real no es la religión, ese es el envoltorio alienado con que se encubre una realidad: el capital financiero en manos del cartel judío es el amo del mundo pues define y controla los gobiernos, incluido el de EEUU; y las finanzas, los recursos militares y hasta los mass media. No hay invasión, golpe de Estado, o guerra en que no estén agazapados tras su ejecución. Por eso los judíos son tan importantes en el escenario global.

Alastair Crooke, analista y exdiplomático británico dice: “La verdad es que la Casa Blanca no puede obligar a Israel a hacer su voluntad: el lobby israelí tiene más influencia en el Congreso que cualquier equipo de la Casa Blanca. Por lo tanto, es fácil ver que «no hay salida» a la crisis israelí. Biden “hizo su cama” con el gabinete de Netanyahu y debe vivir con las consecuencias”.

La familia Rothschild, unos judíos asquenazis oriundos de Alemania y que controlan y manipulan desde Londres los hilos del poder, pues son el más poderoso cartel del globo. Lionel Walter Rothschild, II Barón de Rothschild, es conocido por haber sido el destinatario de la Declaración Balfour, una carta enviada por el ministro británico de Exteriores Arthur Balfour en 1917, en la que se le informaba de la decisión del Gobierno británico de apoyar la construcción de un «hogar nacional judío» en el Mandato Británico de Palestina. Un imperio le informa a un banquero de su política de estado.

Fue este barón II de Rothschild, el banquero que empezó a comprar tierras en Palestina bajo el Mandato Británico para estimular la migración sionista después de la I GM.

La definición más audaz y sarcástica del poder de los Rothschild se le atribuye a uno de ellos, el nieto del barón. Nunca he podido verificar si es el responsable real de ese abstract sobre su familia, pero no podía ser más exacto y perfecto. A continuación:

“Hola, mi nombre es Jacob Rothschild. Mi familia posee trescientos billones de dólares [o sea, un tres seguido de 14 ceros; fin de la acotación]. Somos dueños de casi todos los bancos del mundo. Hemos financiado a ambos lados de ambas guerras desde Napoleón Bonaparte. Somos dueños de tus noticieros, los medios, tu gasolina y tu gobierno…” y, en letras más pequeñitas, “Probablemente nunca has oído hablar de nosotros”. (USD 300’000.000’000.000, el ejercicio numérico es mío).

“A cada chancho le llega su San Martín” dicen en España, “a cada marrano le llega su nochebuena” dicen en América Latina. Pero a todo reino en el mundo le llega su desenlace. El fin de los imperios es una ley histórica y al reinado del dólar o mejor, a su dictadura; también le está llegando su navidad. La desdolarización impulsada por el Sur Global es la gran tarea que está cumpliendo el mundo multipolar en su construcción. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Irán son los principales países productores de petróleo y miembros de los BRICS+10. Rusia ha sido bastante explícita en que, durante su presidencia de los BRICS en 2024, impulsará la creación de una moneda para enfrentar al petrodólar. 

Se ha reducido el uso del dólar a solo el 60 % de las operaciones económicas internacionales y sigue en aumento. Muchas naciones empiezan a realizar su intercambio internacional en sus propias monedas. La bancarrota imperialista no será solo una batalla militar, son múltiples los procesos que vive el mundo actualmente: OCS, BRICS+10, desdolarización, resistencias, anticolonialismo, guerras locales, golpes anticoloniales en África, forcejeos electorales en América Latina, etc.

El poder judío en el mundo es fuerte porque el imperio financiero es el dominante en el mundo de la globalización, pero también está en crisis, aunque sigue siendo el cartel más poderoso del mundo. Y los judíos, con los Rothschild a la cabeza de la FED (son los dueños mayoritarios de la Reserva Federal que es privada e imprime el dólar, una moneda sin respaldo) y la banca mundial, manipulan a su favor el control global. Por eso está tan cuestionado el dólar y si decae como se registra, la pérdida de influencia mundial de los judíos tras bastidores también se debilitará.

Y queda claro que el único dios de los judíos es el oro, lo demás son ídolos -incluida la psicopatía religiosa profesada- que manipulan para su dominación. Es posible que varios ceros se escapen al lado izquierdo del saldo de los Rothschild.

¿Cuántos Estados solucionan el conflicto palestino-israelí? Solo UNO, palestino y laico.

La quimérica “solución de dos Estados”, hoy más que nunca, no es factible. Es imposible un hipotético estado palestino conviviendo con un estado judío racista, genocida y teocrático que lo quiera destruir y que además considera a todos los demás seres humanos como inferiores y con la patente para destruirlos por considerarlos sus enemigos.

El apoyo del mundo a Palestina se encuentra en niveles históricamente récord, es tan abrumador que a los gobiernos projudíos de todo el mundo les resultará imposible ignorar la situación sin calcular las consecuencias. De Tokio a Ottawa, de Londres a Berlín, de Malasia e Indonesia a Santiago de Chile, será políticamente insostenible en perspectiva para cualquier gobierno occidental, impedir que se le vea como cómplice del crimen de guerra más atroz del siglo XXI. Por eso Israel como proyecto colonizador tiene sus días contados. No sobrevivirá.

La única solución histórica válida y que dé respuesta satisfactoria al conflicto palestino-israelí es la constitución de un Estado único palestino laico, democrático y no racista, es decir, un Estado democrático secular en la tierra histórica de Palestina que brinde igualdad a todos sus ciudadanos, independientemente de su religión, etnia y género, incluidos los judíos que acepten la convivencia. Solo un estado palestino y la comunidad musulmana pueden garantizar esa condición para los judíos. Hay múltiples ejemplos de cómo las sociedades musulmanas convivieron con cristianos y judíos y las toleraron en su sociedad. El emirato Omeya de Córdoba y la historia de Al-Andaluz durante 7 siglos son el mejor ejemplo de la posibilidad histórica de este modelo político de un solo estado en convivencia.

La única solución posible y viable es un Estado único palestino, laico, democrático y no racista desde el Río Jordán al mar Mediterráneo cuya capital sea Jerusalén. Cualquiera que quiera integrarse en esa sociedad debe renunciar al sionismo y será acogido y bienvenido.

Hay que dejar atrás la promocionada política de los Dos Estados, promovida por EEUU (Acuerdo de Oslo), por ser una propuesta racista que reduce el conflicto de la colonización, el despojo de la tierra y el genocidio al supuesto judío-sionista de que son dos razas distintas con dos religiones diferentes. Pero no es posible un estado laico y democrático con uno sioni-fascista al lado, que durante un siglo los ha perseguido y asesinado en nombre de su superioridad racial y el mandato divino de un dios sicópata.

Una vez hecho esto, debemos proceder a desmantelar la solución racista de dos Estados y allanar el camino para la única alternativa democrática: un estado palestino laico, democrático y no racista.

-Carlos García Tobón. Analista internacional con énfasis en China y Asia Central. Estudia la vieja y Nueva Ruta de la Seda y el conflicto palestino-israelí.

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