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¿Privatizar el Terror?

John Kerry y las Fuerzas Especiales de Estados Unidos

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Mientras presenciaba el debate del jueves pasado, un escalofrío me recorrió la espina dorsal al escuchar a Kerry decir: «Necesitamos ser más rápidos de reacción ahora que estamos inmersos en la guerra contra el terrorismo. Precisamos evitar que ellos recluten más gente. Es imprescindible acabar con sus paraísos seguros. Tenemos que rehacer nuestras alianzas. Creo que Ronald Reagan y John Kennedy, entre otros, lo hicieron de forma más eficaz, y yo voy a seguir sus pasos». Pues bien, cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos históricos sabe que seguir las huellas de Ronald Reagan y John Kennedy para llevar a cabo una campaña mundial contra un inmenso, invisible y abstracto enemigo, que lanza ataques de guerrilla contra los intereses de Estados Unidos, significa provocar masacres, asesinatos y torturas para quitar de en medio a sospechosos de solidaridad con el enemigo, partidarios y colaboradores. Para demostrar que no sólo pretendía rendir tributo a las figuras más populares del Panteón político estadounidense, Kerry llegó a prometer que, si era elegido, «Duplicaría el número de las Fuerzas Espaciales para que estuvieran en condiciones de hacer lo que tenemos que hacer en la lucha contra el terrorismo en todo el mundo». Las palabras de Kerry indican que está preparado para lanzar una extensa y global guerra contra-insurgente contra «los terroristas», calcada de las guerras encubiertas que Estados Unidos llevó a cabo en Latinoamérica, el Sudeste de Asia, Indonesia y Afganistán durante la Guerra Fría.

Michael McClintock, expone la historia, objetivos y doctrina de las Fuerzas Especiales estadounidenses en su libro fundamental: Instruments od Statecraft: U.S. Guerrilla Warfare, counterinsurgency, and Counterterrorism, 1940-1990 (New York: Pantheon, 1992). El libro está ahora agotado pero puede consultarse en www.satecraft.org.

En la introducción del libro, escribe

«La guerra secreta introduce un nuevo elemento en la política exterior y en los tratados internos de los países amigos de los Estados Unidos. Su influencia fue muy significativa en los escenarios secundarios de la Guerra Fría- entre ellos, la mayor parte del Tercer Mundo- donde las respuestas militares a los nuevos desafíos mundiales fueron ocultadas a la opinión pública. A través de las actuaciones de las Fuerzas Especiales de guerra y de la CIA, nuevas formas de tomar las riendas del poder por la fuerza evitaron y traspasaron las formalidades de las anteriores relaciones internacionales».

A principios de los 60, Estados Unidos comenzó a utilizar Fuerzas Especiales para entrenar a militares y organizaciones paramilitares para llevar a cabo operaciones «sucias» y prácticas de tortura y asesinatos en las que el ejército regular de Estados Unidos no quería verse implicado de forma directa. Esta estrategia tuvo un efecto multiplicador, ya que permitía a Estados Unidos formar a ejércitos de otros países para que defendieran sus intereses, eliminando la necesidad de desplegar sobre el terreno grandes contingentes de tropas estadounidenses (como hizo Richard Nixon en Vietnam, o Ronald Reagna en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, y como propone John Kerry para Irak).

En la doctrina de las Fuerzas Especiales es fundamental el concepto de que para combatir a un enemigo bárbaro es necesario aplicar el «ojo por ojo» y adoptar tácticas tan extremas como las del enemigo. En un párrafo- con escalofriantes consecuencias en la aplicación contemporánea de semejante doctrina- McClintock cita que durante la Guerra Fría:

«En la medida que el terrorismo formaba parte de las tácticas de la guerrilla, la contraguerrilla debería aplicar el contraterrorismo; la organización de la contra-guerrilla debería ser la misma que la organización de la guerrilla (por ejemplo, la forma de reclutamiento). La contra-organización llevada a sus últimas consecuencias podría (y con frecuencia así ha sucedido) llevar a mantener a centenares de miles de personas en una, en la práctica, vigilancia totalitaria que, combinada con la técnica psicológica de adoctrinamiento que se utiliza en la guerrilla, podría hacer que el totalitarismo fuera una realidad. Las consecuencias serían más dramáticas en aquellos países en los que un Gobierno amigo adoptaran sin reservas el modelo estadounidense a gran escala».

Un rápido recuento de las misiones actuales y de las más recientes que han llevado a cabo las Fuerzas Especiales estadounidenses indica que la doctrina está bien viva:

– En Colombia, las Fuerzas Especiales de EE.UU. con sede en las ciudades de Saravena y Arauca, entrenan a un batallón especial de la Brigada XVIII del ejército colombiano para la protección del oleoducto de propiedad mixta de la Compañía Estatal de Petróleo de Colombia, ECOPETROL, y la californiana Occidental Petroleum contra los atentados de la guerrilla marxista, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). La Brigada XVIII mantiene estrechos lazos con los brutales escuadrones de la muerte de la ultraderecha creados, a principios de los 60, por el ejército colombiano con el asesoramiento del general William Yarborough, jefe de las Fuerzas Espaciales del ejército estadounidense. En la primavera de 2003, soldados del batallón Navas Pardo de la Brigada XVIII, que llevaban el brazalete de los terroríficos escuadrones de la muerte «AUC», violaron, asesinaron y mutilaron a una embarazada de 16 años porque se sospechaba que llevaba en sus entrañas al hijo de un joven asesinado por el escuadrón de la muerte. El batallón Navas Pardo tiene su sede en Saravena en el mismo lugar donde las Fuerzas Especiales estadounidenses entrenan a los soldados colombianos.

– En Bolivia, las Fuerzas Especiales se han encargado de la formación de tropas contra el narcotráfico que tienen su sede en Chimore (región de Chapare), donde se ha informado que los soldados han quemado casas, saqueado granjas y golpeado y disparado a los campesinos (Véase:

http://www.narconews.com/Issue34/article1024.html, http://www.narconews.com/Issue34/article1075.html.)

– Las Fuerzas Especiales de EE.UU. están entrenando militarmente al ejército de Uzbekistán, como reconocimiento al apoyo que ese país les prestó en la guerra de Afganistán. Según el Informe sobre Derechos Humanos del Departamento de Estado estadounidense, correspondiente al 2004,»Uzbeskistán es un Estado totalitario con derechos civiles muy restringidos» donde «la policía y las fuerzas armadas torturan, maltratan y hostigan a la gente; las cárceles son muy deficientes y se producen graves abusos en las detenciones preventivas. Los culpables de maltratos probados rara vez son castigados».

Las Fuerzas Especiales actúan bajo el principio del «desmentido creíble» ya que se limitan en principio a » formar» y «aconsejar», por lo que los soldados estadounidenses evitan implicarse de forma directa en la comisión de atentados contra los derechos humanos y dejan el trabajo sucio a los soldados extranjeros que entrenan. Por otra parte, la responsabilidad de cualquiera de las atrocidades que cometen esos soldados se desplaza fácilmente desde sus instructores a los oficiales que los mandan.

La imagen pública de la Fuerzas Especiales de Estados Unidos como unidad de elite que lucha separada del resto del ejército refuerza su impunidad. Hollywood presenta habitualmente a los Boinas Verdes y los SEAL de la marina como soldados duros, resistentes dispuestos a desafiar la autoridad de burócratas ineficaces que no saben qué hay que hacer en la guerra. Las leyes internacionales y el control civil de los militares se niegan sutilmente como bobadas que no hay que tener en cuenta en el campo de batalla, y a los soldados de las Fuerzas Especiales que cometen atrocidades se los presenta como hombres honrados que a veces se extralimitan cuando se ven agobiados por la justa indignación. Existen inquietantes resonancias entre este mito y el mito de que Vietnam fue una guerra que no se permitió que ganaran los soldados estadounidenses- un eco que los partidarios de Kerry cultivan abiertamente cuando describen a la Administración Bush como una panda de civiles que no proporcionan a los militares lo que necesitan de verdad para ganar la guerra contra el terrorismo.

John Kerry no habla de encontrar formas para sacar a Estados Unidos de la guerra en Iraq o de enfocar la «guerra contra el terrorismo»desde otro prisma que no sea el militar, en cambio sí lo hace de aumentar la capacidad estadounidense para defender sus intereses económicos y políticos y disminuir al mismo tiempo el despliegue de nuestras tropas, nuestra inversión presupuestaria y nuestros riegos legales. La ampliación de la Fuerzas Especiales es una piedra angular de esa tragedia.

Sean Donahue es un poeta y periodista independiente que vive en Lawrence, Massachussets. Ha escrito el capítulo dedicado a Rand Beers- principal consejero de Kerry en Política Exterior- del nuevo libro sobre las elecciones de 2004, Dime’s Worth of Difference publicado por Counterpunch,