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Una meticulosa investigación de The New York Times desvela que 21 de 40 militares que limpiaron la tierra contaminada con plutonio en Palomares contrajeron cáncer

«John Young muerto de cáncer, Furmanksi cáncer, Dudley Easton cáncer…»

Fuentes: www.andalucesdiario.es

«Sonaron las alarmas en las bases de la Fuerza Aérea estadounidense en España y los oficiales pidieron a todos los soldados que pudieron reunir que se subieran a unos autobuses. Tenían una misión secreta. Eran cocineros, responsables de almacén e incluso miembros de la banda musical de una base cercana». Así comienza el reportaje firmado […]

«Sonaron las alarmas en las bases de la Fuerza Aérea estadounidense en España y los oficiales pidieron a todos los soldados que pudieron reunir que se subieran a unos autobuses. Tenían una misión secreta. Eran cocineros, responsables de almacén e incluso miembros de la banda musical de una base cercana». Así comienza el reportaje firmado por Dave Phillips en The New York Times con el título ‘Las consecuencias ocultas de un accidente nuclear en España causado por Estados Unidos’.

El periodista escribe que «fue uno de los accidentes nucleares más importantes de la historia y quisieron limpiar su rastro rápido y en silencio. Cuando los hombres que se subían a los autobuses escucharon que iban a limpiar material radiactivo la única información adicional que recibieron fue un ‘no se preocupen'».

Una veintena de militares de EE.UU. que participaron en las tareas de limpieza de Palomares, en la provincia de Almería, inmediatamente después del accidente nuclear del 17 de enero de 1966 ha desarrollado un cáncer, según la investigación del periódico neoyorkino. De los 40 veteranos que el rotativo ha logrado identificar entre el personal que participó en las labores de limpieza, que se prolongaron durante tres meses, un total de 21 ha desarrollado la enfermedad y de ellos nueve han fallecido como consecuencia del cáncer.

«John Young muerto de cáncer… Dudley Easton cáncer… Furmanksi cáncer», contó al periódico Larry Slone, de 76 años, durante una entrevista «en la que luchaba contra los temblores provocados por un desorden neurológico».

La promesa de limpiar

En Palomares aún quedan unos 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada con plutonio que España quiere que EE.UU. se lleve a un cementerio nuclear en su territorio. De hecho en octubre pasado el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo y el secretario de Estado norteamericano John Kerry firmaban una declaración de intenciones en la que se comprometían, aunque sin poner plazos concretos, a lograr una «rehabilitación mayor» del entorno de Palomares y el traslado de tierra contaminada a un «emplazamiento adecuado» en Estados Unidos.

Hay que recordar que en una fecha tan tardía como junio de 2014, un informe de Ecologistas en Acción todavía tenía que recordar que «el territorio de Palomares sigue siendo el lugar más contaminado por plutonio de Europa, [por lo que] es inexplicable que un Estado aliado de otro genere un problema de contaminación como este y se lave las manos. Tras las labores de limpieza después del accidente, EE UU se ha desentendido del problema de la contaminación de Palomares y, como revelan los cables de Wikileaks, el Estado español tampoco ha realizado una presión muy fuerte para evitarlo».

Y en julio de este año Ecologistas en Acción denunciaba ante la Fiscalía al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y a los miembros del Gobierno español por «delito continuado contra los recursos naturales y el medio ambiente relativos a la energía nuclear y a las radiaciones».

Ninguna protección

En las entrevistas que los supervivientes han mantenido con el New York Times relatan cómo recogieron la tierra contaminada por el plutonio que liberaron las bombas caídas tras el choque en el aire de dos aviones de la Fuerza Aérea de EE.UU. sin ninguna protección. «No nos hablaron de radiación, plutonio ni nada parecido», afirma Frank B. Thompson, que por aquel entonces tenía 22 años y que recuerda que ni siquiera se cambiaban de ropa durante los trabajos. «Nos dijeron que era seguro y nosotros fuimos lo suficientemente estúpidos como para creerles», añade.

Thompson tiene hoy 72 años y lidia con un cáncer de hígado, pulmón y riñón. Su tratamiento médico le cuesta 2.200 dólares al mes (1.900 euros) y sería gratis si la Fuerza Aérea le reconociese que fue víctima de la radiación en Palomares.

Sin embargo, durante los últimos 50 años la Fuerza Aérea ha sostenido que no hubo radiación dañina en el lugar del accidente, donde se registraron, dice, niveles de contaminación mínimos, además de asegurar que las 1.600 personas que participaron en la limpieza la zona se protegieron con estrictas medidas de seguridad. Según documentos estadounidenses desclasificados, entre esas 1.600 personas hay 126 guardias civiles y otros 39 españoles.

Las pruebas a las que se sometió al personal de limpieza durante los trabajos sugerían que los participantes en las tareas de limpieza tenían niveles elevados de plutonio en su cuerpo, pero la Fuerza Aérea los consideró «claramente irrealistas», señala el rotativo.

«Nunca apuntaron mi nombre»

El reportaje alude también a que «el seguimiento de Palomares también ha sido aleatorio según los documentos ahora desclasificados. Estados Unidos prometió pagar la sanidad de sus habitantes pero sus transferencias fueron escasas. Los científicos españoles -explica- utilizaban muchas veces equipamiento obsoleto o inservible y no tenían los recursos suficientes para el seguimiento de casos entre los que se incluían los niños con leucemia. Aún hoy, las zonas valladas todavía están contaminadas y se sabe poco de su impacto a largo plazo en la salud».

Otro testimonio recogido por el New York Times, el del señor Slone, un oficial de la policía militar, recuerda que le ordenaron recoger con las manos desnudas fragmentos radiactivos, que debía guardar en una bolsa de plástico. «Un par de veces me controlaron con un contador Geiger, que se salía de la escala. Pero nunca apuntaron mi nombre ni me hicieron un seguimiento», relata.

La Fuerza Aérea también alimentaba a sus tropas con tomates de la zona contaminada que la sociedad española se negaba a comer. «Desayuno, comida y cena. Los teníamos hasta hartarnos», cuenta Wayne Hugart, de 74 años, y que servía como policía militar. «Nos decían que no estaban malos», añade.

Un par de años después del accidente de Palomares, un siniestro muy similar tuvo lugar cerca de la base aérea de Thule, en Groenlandia. La Fuérza Aérea, como en el caso de Palomares, niega que los 500 veteranos que participaron en la limpieza del lugar del accidente se sometiesen a riesgos para su salud. Estos veteranos intentaron sin éxito demandar en los tribunales al Departamento de Defensa. En la actualidad todos los demandantes han muerto de cáncer.

Fuente original: http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/young-muerto-de-cancer-furmanksi-cancer-dudley-easton-cancer/