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¿Justicia?

Fuentes: La Jornada

En un gran logro de la justicia estadunidense ocurrido la semana pasada, una peligrosa delincuente fue declarada culpable y de inmediato encarcelada en espera de una condena hasta de siete años de prisión. Su delito: desafiar la ley y el orden, junto a otros miles, atreverse a resistir de manera no violenta acciones represivas de […]

En un gran logro de la justicia estadunidense ocurrido la semana pasada, una peligrosa delincuente fue declarada culpable y de inmediato encarcelada en espera de una condena hasta de siete años de prisión.

Su delito: desafiar la ley y el orden, junto a otros miles, atreverse a resistir de manera no violenta acciones represivas de fuerzas policiacas y buscar desenmascarar a los verdaderos criminales de este país.

El caso judicial contra Cecily McMillan fue el más grave y posiblemente el último en contra de quienes participaron en Ocupa Wall Street. Un 90 por ciento de los más de 2 mil 600 arrestos que se realizaron contra Ocupa en esta ciudad (miles más ocurrieron en el resto del país) fue descartado por las autoridades, y sólo unos cuantos aceptaron declararse culpables de delitos menores a cambio de ser liberados.

Como atestiguaron reporteros y fotógrafos de este y otros medios, no hubo actos graves de violencia ni daños materiales durante las protestas y la ocupación de los activistas. La violencia provino de la policía, con golpes, macanazos, uso de gas pimienta, arrestos masivos y provocaciones junto con infiltraciones en el movimiento. El único cristal que se rompió durante las protestas fue cuando un policía arrojó a un voluntario de asistencia médica de Ocupa contra un vitral.

En este contexto, para muchos se trataba de enjuiciar a una de los miles de víctimas de la violencia oficial. McMillan fue formalmente acusada de agredir un policía dándole un codazo debajo de un ojo durante un operativo para expulsar a cientos de activistas de la plaza Zuccotti el 17 de marzo de 2012, lugar donde nació el movimiento que se expandió por todo el país, quienes estaban ahí para celebrar los seis meses desde que ocuparon por un par de meses esa plaza cercana a Wall Street.

El policía y los fiscales afirman que fue un acto intencional, y mostraron imágenes de un video borroso que mostraba cómo McMillan se inclinó y de repente lanzó hacia atrás el codo. Ella dice que no recuerda mucho de esa noche, salvo que no pensaba estar ahí; estaba con una amiga festejando el Día de San Patricio, y sólo fueron para pasar por otra amiga. Al llegar fueron rodeados por una masiva presencia de policías gritando órdenes para evacuar la plaza, y refiere que de pronto sintió que alguien le agarró un pecho desde atrás y que de manera espontánea se defendió, sin saber que era un policía. De repente, varios agentes se le fueron encima, la tiraron, la golpearon y la arrestaron junto con unos 100 activistas más.

El juicio duró cuatro semanas. El lunes pasado, el jurado de ocho mujeres y cuatro hombres la declaró culpable; el delito conlleva una condena hasta de siete años de prisión (esto no lo sabía el jurado, según reportó The Guardian; algunos de sus miembros quedaron sorprendidos, pues pensaban que ni siquiera sería encarcelada, sino que le darían un castigo menor). El juez le negó libertad bajo fianza hasta la fecha de su condena formal (el 19 de mayo), a pesar de que McMillan no tiene ningún antecedente criminal, y ordenó su encarcelamiento inmediato.

Los abogados defensores, y observadores, denunciaron durante y después del juicio que fue un proceso parcial y viciado desde el inicio, y por ello apelarán del resultado. El juez prohibió a la defensa ofrecer cualquier contexto de lo ocurrido esa noche en Zuccotti, rehusó intentos de presentar ante el jurado evidencia anterior sobre el comportamiento de las autoridades contra Ocupa, así como quejas por el comportamiento violento del mismo policía acusador en por lo menos otros tres casos. O sea, lo único que vio el jurado fue la imagen enfocada de una joven soltando un codazo contra un policía, porque el juez prohibió que se mostrara el video completo con tomas amplias del asalto de cientos de policías con equipo antimotines contra activistas pacíficos de Ocupa. Como sus decisiones fueron frecuentemente recibidas con risas de burla de los asistentes que apoyaban a la acusada, el juez prohibió hasta la risa en su tribunal.

¿Quién es esta delincuente tan peligrosa? McMillan, de 25 años, es estudiante de posgrado en la Universidad New School en Nueva York. Creció en Texas, en una comunidad de pobreza extrema y muy racista, con una madre mexicana que tenía varios empleos, cuando había. Entrevistada por el veterano reportero Chris Hedges, de Truthdig, McMillan comentó: crecí en medio de la violencia, de la pobreza. El arte, sobre todo el teatro y la música, despertaron su conciencia. Se enamoró de la obra de Albert Camus. Fue a una universidad en Wisconsin gracias a una beca, estudió para ser maestra en las escuelas públicas de Chicago, participó en las grandes manifestaciones en defensa de los derechos de los empleados públicos en Wisconsin y llegó a Nueva York para iniciar su posgrado seis días antes de estallar el movimiento Ocupa. Ahí se encontró con diversidad de personas y trabajó para buscar formas de armar coaliciones entre ellas. Desde siempre, enfatizó el uso de tácticas no violentas.

Hedges considera que el caso es uno de los más emblemáticos en el intento de criminalizar la protesta en este país. Recuerda que el movimiento Ocupa Wall Street no sólo se proponía batallar contra el surgimiento de una oligarquía empresarial que ha saboteado nuestra democracia y librado una guerra contra los pobres y la clase trabajadora, sino también por nuestro derecho a la protesta pacífica. Por ello, concluye que «el único ‘crimen’ que ha cometido McMillan es ser activista en una protesta pacífica y masiva».

Mientras tanto, ninguno de los principales jefes de Wall Street ha sido enjuiciado, y mucho menos encarcelado, por uno de los fraudes más grandes de la historia, cuyas consecuencias destruyeron millones de vidas en este país.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/05/12/opinion/025o1mun