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La belleza del movimiento 15-M

Fuentes: Rebelión

En La Gomera, Islas Canarias, también estamos indignados y desarrollando nuestras ideas y cultivándonos en ser mejores ciudadanos: mejor informados, más críticos, comprometidos…

Este movimiento popular, bautizado desde un principio como 15-M, por motivos ya de sobra conocidos por todos y con una amplia cobertura y difusión mediática desde un principio, ha despertado el interés de toda la sociedad. ¿Por qué?

Salvo algunas excepciones, la inmensa mayoría de la sociedad ve con buenos ojos las reivindicaciones de dicho movimiento ciudadano; indistintamente de que estén físicamente en cualquier plaza del territorio español. Para ello, basta aplicar el sentido común, nadie puede quedar impasible, todos estamos perjudicados; tanto individualmente como colectivamente;es decir, como grupo human. La situación viene degradándose desde hace ya bastante tiempo y comienza a ser insostenible. Todos aplaudimos y hacemos nuestra sus pretensiones, y a su vez, y esto es lo más importante, este movimiento destaca y tiene valía por ser capaz de reunir a un abanico de personas-ciudadanos comprometidos con bagajes culturales totalmente diferenciados, estatus sociales e económicos enfrentados hasta entonces, antagónicos si se prefiere; e incluso, sentado junto a ti, o en la pantalla de la televisión o a través de internet, puedes ver a alguien que se sitúa en las antípodas en cuanto a nuestra propia ética, moral, ideología, etc. Pero aún así, todos estamos de acuerdo en la demanda de una democracia real y de otros cambios profundos de nuestro mundo.

Justo esto último, es lo que convierte a un movimiento de estas características en algo muy bello e interesante. Bello porque es capaz de hacernos olvidar por un momento nuestros más inmediatos intereses para embarcarnos en la fértil y serena búsqueda del bien general. Es algo verdaderamente excepcional, e interesante, porque puede ser una oportunidad para cambiar algunas cosas; oportunidad que ya no podemos renunciar a usarla.

Lo que hace que converjan en la persecución de un mismo fin personas y pueblos tan dispares es la indignación; pero también la ilusión de que sí podemos cambiar algo, de que es posible. Pedimos que se nos escuche y que se creen mecanismos efectivos para que la inmensa mayoría de la sociedad esté al fin representada, esto es, sin paliativos y excepciones, sin nuevos contratos sociales, es decir, a la manera en que el teórico político Hobbes explicaba la sociedad como organismo, como sistema; esto es, y según él: «la gente se reúne formando un pueble o nación, y ahora, en este momento de la historia, supra naciones que firman un «contrato» que garantiza la seguridad de todos; es decir, renunciamos a nuestra libertad y capacidad de decisión por una falsa seguridad. Esto ya a cambiado ya no es necesario, debe de cambiar, queremos romper dicho contrato; sin más Leyes Electorales totalmente abusivas y no representativas que sólo buscan una irreal «estabilidad» del sistema para poder cumplir sus propósitos, que es el propósito de los ricos y más influyentes . En este punto habría que advertir que es aquí, en Canarias, las islas afortunadas para más inri, donde tenemos la más injusta y discriminatoria de todas la Leyes Electorales de Europa, en donde los topes necesarios para obtener escaños se leva al 6%, donde hay que sumar otro tope o barrera electoral, la del 30% insular. Quedando por tanto fuera del juego político cualquier partido minoritario.

Demandamos una separación efectiva y transparente entre los tres poderes, tal y como afirma la más clásica definición de democracia postulada ya desde Montesquieu; la no injerencia política en la toma de decisiones del poder judicial así como el cambio en la metodología a la hora de designar a los magistrados, jueces y demás representantes de los diferentes órganos judiciales españoles. Así mismo, también exigimos una nueva reformulación del sistema financiero internacional que no hace sino ahondar e incrementar el desnivel entre ricos y pobres y socavar con el respaldo y beneplácito de nuestros gobiernos derechos sociales ya conquistados; a lo que habría que añadir, no sin poco esfuerzo.

Nuestros gobiernos y sus élites políticas, tratan de perpetuar dicho sistema ignominioso ya que les revierte privilegios, riqueza y poder. No nos cabe la menor duda de que la idea de enriquecimiento personal tiene un atractivo para la naturaleza humana. Para ello se mantiene y crea nuevas instituciones de todo tipo, ya sean religiosas, políticas, económicas, ociosas, etc. Nombrase por ejemplo: Banco Mundial o FMI. Instituciones estas últimas que a boca llena llevan en su discurso desde su constitución la disminución de la pobreza como objetivo, pero que sin embargo, está al servicio de las naciones y corporaciones más poderosas, arruinando a países y zonas enteras con sus malintencionadas «recomendaciones». Desde que existen dichas instituciones, no sólo a disminuido la pobreza; sino que esta, a aumentado alarmantemente. Los datos que respaldan dicha afirmación son varios; ofrecidos estos por organismos de reconocido prestigio sobre sus criterios de evaluación como la ONU, OMS y un largo etcétera más. No nos cabe ninguna duda, que a día de hoy, dichas instituciones crean y extienden la miseria con contratos comerciales más inclusive que cualquier guerra y que estas, en muchos casos son provocadas indirectamente por dichas instituciones.

Lo que nos une a todos los ciudadanos en este momento de la historia es la indignación y la «sospecha,» nada inocente, de que los mercados mueven los designios de nuestras vidas; cuando son estos los que tienen que estar a nuestro servicio, progreso no significa ir más rápido sino mejorar constantemente los derechos conseguidos e incluso ampliar el espectro, ya que una sociedad que se crea madura e inteligente demandará continuamente nuevos y mejores atenciones, servicios de calidad, un medio ambiente sano, etc.

La economía moderna se mueve por una locura de insaciable ambición y se deleita en una orgía de envidia, siendo éstos no meramente hechos accidentales sino las causas últimas de su éxito expansionista; provocando desde hace décadas conflictos bélicos por la supremacía de zonas estratégicas y el dominio de recursos necesarias para la gran máquina del desarrollo expansionista y economicista. La pregunta es entonces si tales causas pueden conservar su efectividad por mucho tiempo o si llevan implícita la semilla de su propia destrucción.

Yo diría que ya hay suficientes pruebas como para demostrar que tal sistema está agotado. Veremos cuan importante es despertar en la mente humana una revolución radical. La crisis, es una crisis de la conciencia. Una crisis donde ya no podemos aceptar las antiguas normas; el estado actual del mundo, con toda su miseria, conflictos, brutalidad destructiva ha construido una sociedad a su imagen. Por eso decimos basta ya. Nuestro interés, es el diseño de un sistema que pueda ser sostenible para todos.

La humanidad necesita y está obligada a dar un salto hacia adelante, un salto cualitativo en el quehacer de nuestra cosas, en la manera de relacionarnos, de consumir… Se vislumbra que ha llegado la hora o por lo menos se ha plantado la semilla, semilla que a buen seguro germinará lentamente porque en su camino hacia la búsqueda de la luz encontrará resistencia; pero no tenemos prisa.

Los vicios humanos tales como la ambición desmedida son cultivados sistemáticamente por nuestro sistema de valores, es decir, nuestro sistema educativo en gran medida, en donde se trata de adoctrinar a nuestros hijos en su sistema particular de creencias, haciéndoles sentir parte misma de dicha sociedad. Es de esta manera, como se crea lo que conocemos como «establecimiento»; produciéndose un punto de vista meramente funciona; piénsese, por ejemplo, en el consumismo generalizado en todos nosotros y en los medios de comunicación de masas como instrumento último al patrocinio de dicho consumismo. Sin embargo, las sociedades son emergentes, dinámicas y nunca establecidas y o estáticas. Es por ello que las sociedades, más concretamente los grupos e instituciones privilegiados, los grupos de presión, es decir, la superestructura estatal, choca abiertamente con las nuevas ideas que podrían interferir con el establecimiento y es por esta razón que no ven con buenos ojos a movimientos de todo tipo que se salgan de lo establecido; incluyendo por supuesto a ¡Democracia Real Ya!

Cuando ocurre esto, el hombre dirigido por la ambición y la envidia pierde el poder de ver las cosas tal como son en su totalidad y sus mismos éxitos (tecnología, expansión económica…) se transforman entonces en fracasos.

Decía el famoso economista Lord keynes, allá por los años 30 del pasado siglo, durante la gran depresión, que la avaricia, la usura y la precaución deben ser nuestros dioses por un poco más de tiempo todavía. Esto se escribió hace 70 años y desde entonces, por supuesto, las cosas se han acelerado considerablemente. Puede ser que ya no tengamos que esperar otros tantos años, que las cosas comiencen a cambiar para bien y más aceleradamente. En todo caso, el mensaje Keynesiano es suficientemente claro: ¡Atención! Las consideraciones éticas no son meramente irrelevantes, son en realidad un impedimento, porque como este autor sugería para con la economía, » lo sucio es útil y lo bello no lo es».

Por tanto, implícitamente, y sin ruborizarse, los defensores del sistema y críticos con todo movimiento que hagan acaso intentar hacer tambalear dicho sistema, argumentan; que la hora de la belleza todavía no ha llegado; sin embargo, para nosotros ese tiempo ha llegado ya, y ha llegado para quedarse y andar el camino. El camino hacia el cielo está pavimentado de malas acciones.

Afirmamos que la prosperidad universal es posible, que su obtención es posible sobre la base de una nueva filosofía, de una nueva conciencia. De una creencia en el progreso social y humano y no meramente en el económico fundamentado en la avaricia y el lucro. Máxime cuando esas fortunas y centros de poder desmedidos se concentra en pocas manos, y que este es el único camino hacia la paz.

La pregunta obvia que sale de todo esto es la siguiente: ¿Hay suficiente para compartir? De inmediato nos encontramos frente a una seria dificultad. ¿Qué es suficiente? ¿Quién nos lo puede decir? Por supuesto, y como viene siendo lo habitual; no el economista que persigue el «crecimiento meramente económico» como el más alto de sus valores y, por lo tanto, no posee el concepto de suficiente. Hay sociedades pobres que tienen demasiado poco, pero ¿dónde está la sociedad con sus élites políticas, sus banqueros, sus empresarios que dicen: ¡alto!, ya tenemos suficiente? No hay ninguna.

Nuestra riqueza depende en la actualidad de enormes demandas sobre los limitados recursos del mundo; poniéndose esta en el camino de innumerables e inevitables conflictos. En resumen, podemos decir que el hombre de hoy, ese mismo que ha venido exigiendo cambios más democráticos, más deliberativos y en definitiva más justos para todos desde la primera jornada del movimiento popular 15-M, es demasiado inteligente como para ser capaz de sobrevivir sin sabiduría. Nadie trabaja realmente por la paz o por cualquier otro derecho reconocido en La Carta de Las Naciones Unidad, o inclusive, con nuestra propia Constitución en la mano, salvo que esté trabajando básicamente por la restauración de la sabiduría. La afirmación «lo sucio es bello y lo bello no lo es» es la antítesis de la sabiduría.

Nada tiene sentido económico salvo que su continuidad a largo plazo pueda ser proyectada sin incurrir en absurdos. Puede haber crecimiento hacia un objetivo limitado, pero no puede haber crecimiento ilimitado y menos aún que no revierta en el interés general. Como Gandhi dijo, «es más probable que la tierra proporcione lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre pero no para satisfacer la codicia de cada hombre».

Del lado de la ignorancia y la anonimia, del interés puramente económico y partidista, sin visión general y holística ya sea por falta de información o abiertamente malintencionadamente, se ha venido criticando a este y otros movimiento que piden cambios sustanciales en nuestra sociedad. Sus argumentos, como se ha explicado ya, provienen de un entendimiento indigente, el cual no merece nuestra atención por carecer de la verdadera sabiduría que se pide para este tiempo al hombre actual. El 15-M, como se ha expuesto ya, es un movimiento apartidista que no apolítico, entendiendo la política como el terreno y foros donde se discuten temas de sumo interés para todos; y como tales, no podemos pasar por más tiempo ausentes y relegados de la toma de dichos temas vinculantes para el interés general; ni como conjunto, bastante numeroso por cierto, ni a un nivel individual, es decir, como grupo humano, es por todo esto; que se pide y reivindicamos compromiso como ciudadanos activos. Enraizado con esto último, se esconde un hecho típico de nuestra sociedad actual, y es: «la pérdida de conciencia de clase»; esa por la cual tendemos a querer más y más; y es que fácilmente nos olvidamos del interés general, queremos imitar a los ricos, es decir, un modelo profundamente enfermo y agotado; además de poco fértil para el espíritu humano.

Hay varias ideas profundamente equivocadas que contaminan todo este debate. Para empezar, esa historia que oímos constantemente de una economía europea estancada en la que los impuestos elevados y los beneficios sociales generosos han eliminado los incentivos y detenido el crecimiento y la innovación, se parece poco a los hechos. «La lección de Europa es en realidad la opuesta a la que cuentan los conservadores: Europa es un éxito económico; la democracia social funciona», escribía el Nobel Paul Krugman. Los equívocos tienen, además, versiones puramente españolas, basados en prejuicios o incluso en errores intencionados. Hecho 1: el peso de los funcionarios sobre el total de trabajadores es en España menor que en las economías con las que se compara. Hecho 2: el peso del gasto público total es inferior; no llega a la media de la OCDE ni en sanidad, ni en pensiones, ni en educación ni en prácticamente nada. Y finalmente Hecho 3: los impuestos son menores, la presión fiscal es muy inferior a la de los países con cuyos Estados de Bienestar quiere compararse el español.

España quiere ser Suecia y a la vez EE UU: quiere flexibilidad y bajos impuestos, como los estadounidenses, y a la vez un gasto social elevado y un Estado de bienestar impecable, como los suecos. ¿Por qué tiene Suecia el mejor Estado de Bienestar del mundo? Una de las claves está en que los impuestos son muy elevados. En compensación, los servicios a la sociedad (asistencia médica, escuelas, cuidados a niños, ancianos y enfermos, etc.) están muy desarrollados. Mediante el sistema fiscal se consigue una redistribución del dinero entre los que tienen los ingresos más bajos y más altos, pero además el estado recibe mucho dinero por medio de las cuotas sociales que tienen que pagar los patronos por cada uno de sus empleados; y sin embargo que hacemos aquí: suprimir o rebajar los impuestos a las mayores fortunas. Otras «curiosidades» impensables en nuestro país: para empezar, en Suecia todas las empresas están obligadas por ley a tener un fondo o seguro económico que garantice, que en caso de que la empresa quiebre, todos los trabajadores recibirán su sueldo durante los siguientes nueve meses si la empresa no es capaz de encontrar al trabajador un nuevo empleo. Si después de estos nueve meses hay trabajadores que no han encontrado empleo, el estado se hará cargo de ellos. También los sindicatos suelen tener fondos económicos para sus luchas sindicales o para el apoyo al trabajador. Por ejemplo, el sindicato de la metalurgia tiene un fondo económico que aseguraría el 100% del sueldo a todos los trabajadores para estar 6 meses continuos en huelga. Con lo que es evidente que están en condiciones de presionar sin medias tintas a la patronal. Y lo más importante, todo el mundo lo acepta, incluso la carga de impuestos altos… pero como vemos, son la envidia del resto del mundo. Es por todo lo dicho que se pide más compromiso al total de la sociedad y la recuperación y o subida de impuestos a las fortunas más altas.

Por tanto, podemos ver que no se trata de mantener o destruir todas las naciones y o sistema. El comunismo, el socialismo, el fascismo, el neoliberalismo y todos los demás subsistemas son iguales. Básicamente son todos corruptos. Vemos que la corrupción es parte inherente del sistema. Toda las naciones del mundo son corruptas al mismo nivel que tratan de conservar lo establecido; se promueve abiertamente, se premia con el voto; convirtiéndonos así, no en ciudadanos formados, críticos y libres; todo lo contrario, somos presos de nuestra ignorancia, desdén y nuestro interés más inmediato. Según organismos internacionales, a España, se le pone el carácter de país muy corrupto, con una nota (0 a 10) de 4,35 y Canarias, nuestra comunidad de residencia la más corrupta de todas las comunidades; esto no debería sorprendernos, ya que los altos índices de corrupción están directamente relacionados con la especulación inmobiliaria; y sobra decir, que España sabe mucho de esto: urbanismo descontrolado, políticas desarrollistas, impactos ambientales de todo tipo, zonas turísticas que representan un verdadero pastel para los especuladores en connivencia con los políticos y sus polñiticas locales, etc. Por el contrario, entre los menos corruptos estaría Nueva Zelanda, con una puntuación de 9,55. Entre los algo corruptos, se encontraría Alemania con una nota de 8,14. Parece ser, que en España se trata de un problema endémico, y como se afirma desde varios foros académicos y también, como no, populares, es decir, insertado en la opinión pública como algo muy usual y permitido; una de sus posibles causas es el bajo nivel de desarrollo a todos los niveles; especialmente a nivel educativo, ético y moral de la casta política. Así mismo, para continuar con el mismo hilo argumental, los datos que nos proporciona el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) en sus barómetros de opinión, son demoledores: Si en marzo de 2008, la falta de confianza en la clase política estaba situada en el 6,2% de los encuestados, ahora se sitúa, en mayo de 2011, en el 15,8%, siendo la tercera preocupación de los españoles; sólo por detrás del paro y los problemas de índol,e económicos. Lo mismo ocurre con la apreciación de la corrupción y el fraude, en marzo de 2008, tal percepción era del 0,2% de los entrevistados y a día de hoy se sitúa exponencialmente en el 6,2% de los entrevistados. Por tanto, parece razonable que queramos cambiar esta tendencia empobrecedora de espíritu, pedimos más responsabilidad a nuestros representantes y una verdadera vocación pública y no meramente particularista, como biene siendo habitual. También creemos consecuente que no sea permitido presentarse a ninguna lista no sólo cualquier acusado de corrupción sino inclusive aquel que está siendo investigado; por creer, honestamente, que este deberá esperar a que dirima la justicia en cada caso; amén de la presunción de inocencia.

Por todo lo expuesto, y aunque algunos se les antoje extraño o incluso absurdo el fomento de la democracia. Existe, sin embargo, un buen número de motivos para la preocupación sobre características seriamente indemocráticas. En el panorama actual, la política es la sombra que proyecta la gran empresa sobre la sociedad y seguirá siéndolo mientras el poder resida en la empresa para el beneficio privado a través del control privado de la banca, la tierra y la industria, reforzado por el dominio de la prensa, las agencias de noticias, agencias de calificación y otros medios de publicidad y propaganda. En consecuencia, las reformas no bastarán. Es necesario un cambio social fundamental para conseguir una democracia efectiva.

Joel Serafín Almenara. MOVIMIENTO 15-M LA GOMERA

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.