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Prólogo íntegro a la segunda edición de Educación para la ciudadanía, Akal 2007

«La campaña mediática contra nuestro libro supera todos los límites de falsedad, mentira e hipocresía»

Fuentes: Rebelión

Con motivo de la segunda edición de «Educación para la Ciudadanía. Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho» (Akal, 2007), los autores explican su postura respecto de la polémica suscitada en los medios de comunicación sobre la asignatura en general y sobre este libro en particular. Sobre la primera edición de este libro se ha mentido […]

Con motivo de la segunda edición de «Educación para la Ciudadanía. Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho» (Akal, 2007), los autores explican su postura respecto de la polémica suscitada en los medios de comunicación sobre la asignatura en general y sobre este libro en particular.

Sobre la primera edición de este libro se ha mentido tanto en los medios de comunicación españoles que conviene aprovechar ahora para hacer algunas aclaraciones que dejen las cosas en su sitio.

El 20 de septiembre de 2007, por ejemplo, el Telenoticias 3 de Telemadrid anunció literalmente que nuestro libro, Educación para la ciudadanía. Democracia. Capitalismo y Estado de Derecho era «uno de los que ya habían comenzado a utilizarse como libro de texto en la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’ que acababa de implantarse en algunas Comunidades Autónomas». Con cara compungida, un supuesto padre de familia sentado en el sofá de su casa, iba leyendo en voz alta algunos pasajes escogidos de nuestro libro. En especial, parecía escandalizarle el hecho de que recordáramos que los votantes del PP habían votado (y siguen votando) a un partido que apoyó la invasión estadounidense de Iraq y que eso, de alguna manera, comporta algún tipo de responsabilidad. Por lo visto, en opinión de los directores de Telemadrid, es inconcebible que en una asignatura de Educación para la Ciudadanía se pretenda nada menos que decir la verdad a los alumnos. Quizás piensen que sería más oportuno explicar a los jóvenes y a los lectores en general que los ciudadanos no tienen ninguna responsabilidad a la hora de votar a un partido u otro. Pues la cruda realidad es que el PP apoyó la invasión de Iraq y que Jose María Aznar insistió una y otra vez en que tenía informes fidedignos de que Sadam Hussein contaba con armas de destrucción masiva, pese a que todos los informes de los inspectores de la ONU decían lo contrario. Luego resultó que en Iraq no había armas de destrucción masiva. Resultó que no sólo no las había, sino que siempre se había sabido que no las había. Sobre este tema se había mentido a la opinión pública mundial. Pese a todo, a los votantes del PP no les pareció motivo suficiente para cambiar su voto.

Se trata, sin duda, de un enigma de la vida ciudadana que ojalá que algún día pueda ser desentrañado en los libros de texto de Educación para la Ciudadanía: ¿cómo es posible que la intención de voto de la población no se haya modificado en absoluto al descubrir que una guerra que ha destruido un país y que ha causado centenares de miles de víctimas civiles se inició con un embuste de sus líderes políticos?

Sin embargo, todo el mundo parece de acuerdo (en el PP y también en el PSOE) en que en la asignatura de Educación para la Ciudadanía no debe tratarse de este tipo de cuestiones delicadas. En realidad, tal y como han demostrado los libros de texto que han visto la luz durante el año 2007, esta asignatura no debe de consistir, al parecer, más que en un canto políticamente correcto a valores abstractos y melifluas buenas intenciones, una especie de Barrio Sésamo empalogoso, tedioso y conformista para explicar a los niños lo contentos que tienen que estar por vivir en una monarquía constitucional. No es extraño, por tanto, que nuestro libro fuera acogido con tan rabiosa indignación.

Pero, antes de pasar a discutir estas cuestiones, conviene deshacer las mentiras más sonadas. El Telenoticias de Telemadrid mintió, y no era la primera vez que mentía al respecto. Mintió, en primer lugar, porque nuestro libro no es un libro de texto. Y por supuesto, era absolutamente mentira que ya estuviese utilizándose como tal en los centros de enseñanza. Cualquiera puede ver que el libro que tiene entre sus manos no es un libro de texto: no responde al programa de ningún curso en particular, no tiene el formato de los libros de texto, no tiene actividades para el alumno, ni flechitas, ni esquemitas ni recuadritos, no ha sido homologado por el Ministerio de Educación, no sigue el currículo de la asignatura, etc. Es más, no hay ningún profesor tan suicida como para buscarse la ruina utilizándolo como manual obligatorio, pues es fácil colegir que la comunidad educativa, la dirección del centro, los padres, los consejos escolares, la inspección, la prensa y demás fuerzas vivas, le complicarían mucho la vida.

Que no se trata de un libro de texto es algo que sabían perfectamente en Telemadrid. Lo mismo que lo han sabido perfectamente, desde el principio, en la Cadena Cope, en el diario El Mundo, en La Razón, en el ABC, en Libertad Digital, en el Canal 7, y en todos los medios que, sin embargo, no han parado de insistir en que lo era. Sencillamente, han mentido sabiendo muy bien que estaban mintiendo. Han querido transmitir la idea de que nuestro libro no sólo era un libro de texto, sino que era, además, el libro de texto por antonomasia, el que verdaderamente desvelaba las auténticas y ocultas intenciones del gobierno del PSOE, hasta el punto de que en algunos de esos medios comenzó a conocerse como el «manual de Zapatero».

No sólo no es verdad que sea un manual. Se trata más bien de un antimanual especialmente escrito en contra de la asignatura. Por supuesto, este detalle ha pasado desapercibido porque la prensa de derechas estaba muy interesada en monopolizar la oposición a la asignatura y la prensa gubernamental muy interesada en ocultar el hecho de que, desde el principio, hubo una oposición de izquierdas a la Educación para la Ciudadanía. Hubo, incluso, una manifestación en contra de esta asignatura, convocada a nivel estatal, que acabó con unas clases de Filosofía al aire libre impartidas en Plaza de España de Madrid, el 3 de junio de 2005. Los tres autores del libro participamos activamente en esas movilizaciones contra la Educación para la Ciudadanía convocadas desde la izquierda. Esta oposición de izquierdas tenía muy buenas razones y argumentos, pero, por supuesto no salió en los periódicos ni en los telediarios, porque la izquierda de este país ni tiene periódicos ni tiene telediarios a su disposición. Y como suele ocurrir, a fuerza de silenciarla y censurarla, se acabó por creer que la izquierda no existía. De este modo, se logró crear la ilusión de que sólo la derecha atacaba la asignatura y que, en cambio, la izquierda (liderada, al parecer, por el PSOE) la defendía.

Por supuesto, el ruido que han metido los obispos en relación con esta asignatura ha sido tan aparatoso que el espejismo estaba servido en bandeja. En este país tenemos la desgracia de padecer una derecha pre-civilizada, pre-moderna, pre-ilustrada, aliada de los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica, una Iglesia a cuyos dirigentes sólo hemos visto movilizarse en contra de los derechos de los homosexuales, de los derechos de las mujeres y, en general, en contra de todo lo que les suene a Derecho. Nos referimos, claro está, a la misma jerarquía eclesiástica que combatió en Latinoamérica a la Teología de la Liberación y que en España está empeñada en «limpiar la casa del Señor» cerrando parroquias comprometidas con la causa de los pobres, como la de Enrique de Castro en el barrio madrileño de Vallecas. Así pues, tampoco resulta sorprendente la furiosa reacción de la Conferencia Episcopal contra cualquier propuesta que incorpore, aunque sólo sea en el título, la palabra «ciudadanía». En esta ocasión se han comportado como auténticos Príncipes de las Tinieblas, como si la mera palabra «ciudadanía» les produjera el mismo efecto que la luz del sol al Conde Drácula. La jerarquía de la Iglesia pierde los papeles cada vez que siente amenazada una micra de su poder político. Así pues, es normal que hayan reaccionado con virulencia contra una asignatura que pretende transmitir unos valores distintos a los que inculcan ellos en la asignatura de Religión. La hipocresía de los obispos y de organizaciones como la Confederación Católica de Padres (Concapa) al acusar al Estado de adoctrinamiento ha sido repugnante, cuando no surrealista, teniendo en cuenta lo contenta que estuvo la Iglesia de monopolizar el adoctrinamiento fascista, machista, homófobo y clasista durante cuarenta años de franquismo, y lo contenta que está ahora de valerse de fondos públicos para el lavado de cerebro de los niños en sus centros concertados y, en general, en la asignatura de Religión.

Y como la derecha y la ultraderecha sí tienen medios de comunicación de sobra para hacerse oír en el espacio público, resultó aún más creíble la idea de que la polémica sobre la Educación para la Ciudadanía se agotaba entre el PP, que la atacaba, y el PSOE, que la defendía.

En absoluto era cierto. La oposición de izquierdas a esta asignatura había existido desde el primer momento. Partió fundamentalmente del área de Filosofía y era una llamada de atención sobre la degradación de la enseñanza pública en general. Era previsible, en efecto, que la asignatura de Filosofía quedara muy dañada con la implantación de la Educación para la Ciudadanía. Y de hecho, así ha sido. En el borrador del decreto de bachillerato que el PSOE ha preparado hasta la fecha, se tiene previsto reducir de tres a dos horas a la semana la Filosofía de primero de bachillerato (que pasaría a llamarse «Filosofía y Ciudadanía»). Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que el PSOE ya fue quien en su momento redujo esta asignatura de cuatro a tres horas semanales. En segundo lugar, conviene recordar que con esta nueva reducción incumple todos los pactos y falta a todas sus promesas hechas a las Facultades y Asociaciones de Filosofía. Pero no contento con esto (¿alguien puede adivinar qué tiene el PSOE contra la Filosofía?), en el borrador del decreto se prevé reducir también a dos horas semanales la Historia de la Filosofía de segundo de bachillerato. A ello hay que unir el hecho de que la Ética de 4º de la ESO pasa a llamarse a «Ética cívica» y pierde una de sus dos horas a la semana. Todo el mundo sabe que eso es tanto como convertir esa asignatura en impracticable.

La defensa de la Filosofía frente a este estropicio educativo no era una cuestión de corporativismo. Lo que ocurre es que algunos profesores, como los autores de este libro, creemos de verdad que la asignatura de «Filosofía», en su actual perfil científico, es el mejor instrumento del que dispone nuestro sistema educativo para formar ciudadanos capaces de razonar y argumentar con criterio propio e independiente. Estamos convencidos de que no hay mejor forma de encaminarse a ese objetivo que la enseñanza de la Filosofía y la Historia de la Filosofía, del mismo modo que creemos que con los programas de Educación para la Ciudadanía, lo que se pretende más bien es amaestrar a los niños en lo políticamente correcto y en las supercherías de la ideología dominante. Pero, sobre todo, somos muy conscientes de que este atentado contra el perfil científico de la asignatura de Filosofía no es más que un síntoma fatal del rumbo que está tomando la enseñanza pública en general. Los perfiles científicos de las asignaturas en la enseñanza secundaria tienden cada vez más a disolverse porque el edificio mismo de la enseñanza pública se desmorona más y más, viniendo a ocupar su lugar una especie de «asistencia social» gestionada por educadores, pedagogos, psicólogos, e incluso por guardias de seguridad, como si se fuese muy consciente de que mientras la enseñanza privada y concertada prepara para la Universidad, el futuro en la enseñanza pública viene más bien marcado por la cárcel, el paro o el inframundo laboral del trabajo basura. En esto, las políticas del PSOE y del PP han sido igualmente letales. Legislatura a legislatura han ido haciendo y deshaciendo leyes y decretos como si fueran buenas intenciones y no muchísimo más dinero y recursos humanos lo que la enseñanza pública necesitara para poder frenar esta tendencia hacia el desastre. Eso, por supuesto, sin la menor iniciativa legal para acabar con la ignominia de la enseñanza concertada, con su legión de profesores nombrados a dedo y pagados con dinero público. Si a esta situación le añadimos los planes a nivel europeo y mundial que desde la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Acuerdo General de Comercio de Servicios (GATS, por sus siglas en inglés) planean sobre el mundo de la enseñanza estatal, encaminados de forma inequívoca a la instrumentalización privada de la enseñanza pública superior y la mercantilización de la Universidad, el panorama es desolador (tan desolador como había previsto hace ya tiempo el libro de Michel Éliard, La fin de l’école, PUF, París, 2000) Es posible hacerse una excelente idea de lo que se ha estado jugando en eso que se ha llamado la Convergencia Europea en Educación Superior, leyendo el libro Eurouniversidad. Mito y realidad del proceso de Bolonia (Icaria, Barcelona, 2007).

Ahora bien, en estos últimos años cruciales, la voz de la izquierda ha sido casi por completo silenciada, tanto respecto a la enseñanza secundaria como respecto a la superior. Hartos de estrellarnos contra este muro de silencio, en el momento en que vimos que la implantación de la Educación para la Ciudadanía era ya un hecho consumado, los autores de este libro decidimos hacer de la necesidad virtud. Nos dijimos que, si querían una Educación para la Ciudadanía, la iban a tener, pero que la iban a tener en serio. En lugar de utilizar la asignatura para encubrir el hecho de la realidad capitalista, podíamos utilizarla para denunciarlo. El racismo, la xenofobia, el trabajo ilegal de los sin papeles y el trabajo basura de los con papeles, la desestructuración social, la precariedad laboral, la marginación y todo lo que ella conlleva, la imposibilidad de acceder a una vivienda digna y las consiguientes dificultades para la vida familiar y la procreación, todos estos asuntos tienen su causa en problemas sociales y económicos enraizados en las estructuras más básicas de esta sociedad en la que vivimos. Es ridículo, patético e hipócrita pretender que todo ello hay que afrontarlo con una «educación en valores». Pero, sobre todo, se trata de una estafa que pretende encubrir y legitimar las verdaderas causas de estos problemas. Así pues, lo primero que debe quedar claro en una Educación para la Ciudadanía es el carácter capitalista de nuestra realidad social. Después habrá que decidir en qué consiste y qué posibilidades tiene la vida ciudadana en semejantes condiciones.

Fue así como publicamos Educación para la ciudadanía. Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho (Akal, 2007). La reacción de los medios de comunicación de derechas y de ultraderecha ha sido furibunda. La tentación de utilizarnos como arma arrojadiza contra el PSOE era demasiado grande para reducirnos al silencio, así es que decidieron más bien poner el grito en el cielo. La campaña mediática que se ha desatado en contra de nuestro libro durante los meses de agosto y de septiembre de 2007 ha superado todos límites de la falsedad, la mentira y la hipocresía. En primer lugar, como ya hemos señalado, presentaron el libro como un manual destinado a las aulas, cuando era absolutamente obvio que no era tal. Luego, y tal como denunció en su momento Javier Ortiz, siguieron la táctica habitual de la Inquisición: «primero se dice que el contrario ha dicho lo que no ha dicho y luego se le condena sin apelación posible por haber dicho lo que no ha dicho» (El Mundo, 9-09-2007).

Así, por ejemplo, en las múltiples veces que nuestro libro ha sido aludido en Telemadrid, su contenido ha quedado resumido diciendo que definimos «libertad» como «hacer lo que a uno le da la gana». Varias veces esa frase ha aparecido subrayada y ampliada en pantalla, como prueba de nuestra ignominia. Lo que no decían es que esa frase es sólo el punto de partida de un razonamiento estrictamente kantiano en el que acabamos, por cierto, por concluir que «libertad» es más bien «obedecer a la ley» (lo que, sin duda, considerarán muy desconcertante los directores de Telemadrid tratándose de un libro que han calificado poco menos que de anticonstitucional). Hasta el menos aventajado de los alumnos de secundaria que de verdad leyera nuestro libro entendería perfectamente que nuestro concepto de libertad no tiene nada que ver con lo que ordinariamente se entiende por «hacer lo que nos da la gana». Es completamente obvio que si en el libro tomamos esa frase como punto de partida es precisamente porque sabemos que se trata de una idea bastante común entre los jóvenes, de modo que es con ella que conviene ajustar cuentas. Por supuesto, esto lo sabían perfectamente en Telemadrid, pero no les importó mentir al respecto.

Es curioso cómo los periodistas acaban creyéndose sus propias mentiras, porque el caso es que en el programa 59″, de TVE, también resumieron la tesis principal del libro del mismo modo. Luego pasaron a rasgarse las vestiduras, hasta el punto de que Melchor Miralles, directivo del diario El Mundo, pidió que a los autores nos inhabilitaran de por vida para la docencia (en todo caso, en descargo del director de 59″, hay que señalar que accedió a leer una nota de rectificación en el programa siguiente; por supuesto, no se puede decir lo mismo de Melchor Miralles).

Se han publicado otras mentiras absolutamente descabelladas como, por ejemplo, que mostramos algún tipo de menosprecio hacia los gitanos (Alfonso Ussía, La Razón, 19-08-2007) cuando, en realidad, son aludidos precisamente como modelo de resistencia frente a los mecanismos destructores de la familia que pone en juego el capitalismo (que constituye, éste sí, el blanco de nuestras críticas); mentiras absurdas, como que consideremos intolerable mantener la virginidad hasta el matrimonio, cuando lo único que decimos a ese respecto es que se trata de un asunto que debe quedar gobernado por la voluntad libre de cada uno; o mentiras delirantes, como que defendamos que la «dignidad» es comportarse como «un buen cerdo machista y tenerlos bien puestos» (La Razón 17-08-2007), cuando, como es obvio, eso se propone precisamente como ejemplo de indignidad.

Lo más llamativo es que se hayan apuntado, por una parte, mentiras, y por otra, insultos y descalificaciones, sin aportar ni un solo argumento. Fernando Savater nos llamó «necios y sectarios» (ABC, 7-08-2007); Delgado Gal nos consideró «ineptos, fanáticos y paranoicos», al tiempo que se lamentaba de que fuéramos («¡ay!») profesores (ABC, 5-08-2007); Martín Prieto, nos tildó de «retroprogres», «locos», «chequistas» y «lamelibranquios» (El Mundo, 12-08-2007); Cesar Vidal nos llamó «escritores fracasados» y no sé cuántas cosas más (COPE, 12-07-2007); Alfonso Ussía dijo que éramos unos «stalinistas», «comunistas», «genocidas» y nos invitó a irnos a vivir a Cuba (La Razón, 19-08-2007); Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez han hablado bastante de nuestro libro no sabiendo si llorar o reír y llegando a la conclusión de que, más que nada, somos unos «zumbaos».

Respecto a los insultos publicados en El Mundo y en La Razón hay que añadir, además, que han sido especialmente cobardes y maleducados, porque estos diarios (al contrario que El País o el ABC), no nos han concedido derecho de réplica, ni siquiera las quince líneas de rigor en «cartas al director». Tres cartas enviadas a Pedro J. Ramírez fueron rechazadas sin explicaciones.

Es muy notable el hecho de que solo haya dos personas que hayan argumentado sobre el libro: Rafael Sánchez Ferlosio (El País, 29-7-2007) y Gustavo Bueno (El Catoblepas). El primero, lo hizo tras criticar durísimamente a Savater y para defender, en cambio, la idea fundamental de nuestro libro, lo que no tiene nada de extraño pues, en efecto, «la idea de introducir en política la fuerza de lo impersonal» nos la enseñó él mejor que ningún otro. El segundo, es cierto, nos criticó con dureza, aunque con argumentos muy discutibles; pero, en todo caso, lo hizo tras burlarse de forma inmisericorde de los otros «libros de texto» y especialmente del de José Antonio Marina, del que vino a decir algo así como que si es más tonto no nace. Así pues, después de todo, salíamos ganando por comparación.

Una cosa que merece comentario son los insultos que han cuestionado nuestra salud mental («zumbaos», «paranoicos», «casos psiquiátricos», etc.). Por lo visto, a la izquierda del PSOE y del PP, estamos todos locos de remate. Pues, en efecto, los periodistas que tanto se han burlado de nosotros se asombrarían mucho al saber la acogida tan entusiasta que nuestro libro ha tenido en los medios de la izquierda alterglobalización (en las revistas El Viejo Topo, Viento Sur, Archipiélago, Fusión, El Otro País o en las web habituales de la izquierda). Es una prueba más de que los argumentos de izquierda no tienen ninguna posibilidad mediática en el espacio público de nuestra bendita libertad de expresión. No hace falta censura, en efecto, allí donde todo el mundo obedece, por la cuenta que le trae, la voz de su amo. Sin embargo, en esta ocasión se ha colado en los grandes medios de comunicación un argumento de la llamada «extrema izquierda». Ello se ha debido, como sabemos, a que al PP le convenía muchísimo, en su guerra particular contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía propuesta por el PSOE, presentar nuestro libro como el «manual de Zapatero». Ésa ha sido la única razón, pues el blindaje informativo contra los argumentos a la izquierda del PSOE ha sido siempre absoluto. Y mira por dónde, una vez que, debido a este accidente informativo, se encuentran con una argumentación anticapitalista y alterglobalización encima de la mesa de los telediarios y los periódicos, se quedan boquiabiertos y piensan que, sencillamente, se les han colado unos locos de atar. Así de acostumbrados están a discutir con nuestros argumentos y así de acostumbrados están a discutir con nuestros autores habituales de referencia, tales como Noam Chomsky, Vandana Shiva, Tariq Ali, Samir Amin, Eduardo Galeano, Ammy Goodman, Pérez Esquivel, Naomi Klein, Immanuel Wallerstein, Terry Eagleton, Eric Hobsbawm, Michel Chossudovsky, Harold Pinter o Arundhati Roy. Hay un largo etcétera de autores censurados por los propietarios privados del espacio público. Por ejemplo, y sin ir más lejos, Ignacio Ramonet dejó al descubierto la complicidad de los medios europeos con el golpe de estado contra el orden constitucional en Venezuela de abril del 2002 y ese fue el último artículo que publicó en El País. En suma, es de suponer que nuestros medios de comunicación, no tendrían demasiado empacho en psiquiatrizar por entero al movimiento alterglobalización en su conjunto, con todos sus autores de referencia y toda su bibliografía. Como si a la izquierda de los que tienen el poder, no existiese más que el manicomio.

Al fin y al cabo, se trata de un buen síntoma. No podemos esperar que los que tienen la sartén por mango aprecien la corrección de los diagnósticos de la izquierda alterglobalización. Si defendemos que «otro mundo es posible» es porque sabemos que otra economía y otras relaciones sociales son posibles en este mundo. Los anticapitalistas no pedimos la Luna, no somos unos lunáticos. Pedimos algo de lo más sensato, aunque no podemos esperar la comprensión de los poderosos ni de sus mercenarios en los medios de comunicación.

Se pongan como se pongan, el movimiento alterglobalización existe. Tampoco los propietarios de Atenas fueron demasiado comprensivos con Sócrates que es, después de todo, el verdadero protagonista de este libro.