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La capitulación de Obama con los impuestos. Hoja de ruta para establecer un tipo único, recortes en la Seguridad Social y una política de austeridad

Fuentes: CounterPunch

Casi me siento infantil por estar tan enfadado con la traición del Presidente Obama respecto a sus promesas electorales en materia de impuestos. Nunca tuve muchas esperanzas de que realmente pretendiese llevar a cabo las reformas que esperaban sus seguidores – y menos una vez designó para un cargo clave al más derechista de la […]

Casi me siento infantil por estar tan enfadado con la traición del Presidente Obama respecto a sus promesas electorales en materia de impuestos. Nunca tuve muchas esperanzas de que realmente pretendiese llevar a cabo las reformas que esperaban sus seguidores – y menos una vez designó para un cargo clave al más derechista de la chiquipanda de los Clinton, Larry Summers, y luego a Tim Geithner, Ben Bernanke y al resto de neoliberales de Bush.

Pero en ello hay algo tan injusto y erróneo, que no pude evitar levantarme temprano el martes por la mañana y recapacitar sobre las consecuencias que tendrá esa capitulación del Presidente Obama en años venideros. Contrariamente a su afirmación de que está salvando a la economía, sus acciones van a intensificar la deflación crediticia y la crisis financiera, allanando el camino para un prolongado viraje impositivo que pase de gravar la riqueza a gravar el trabajo.

Al materializar una renuncia que los Demócratas jamás hubiesen permitido llevar a cabo a George Bush u otros Republicanos, Obama se ha puesto a sí mismo en el punto de mira del mismo eslogan que tumbó al Primer Ministro británico Tony Blair: «No puedes creer ni una palabra de lo que dice». Va a perder apoyos en 2012 no solo personalmente, sino también – y como ya han anticipado los Republicanos – para gran parte de su partido.

Y con todo, Obama solamente ha hecho lo que hacen los políticos: ha cedido su base electoral ante quienes sufragaron su campaña – los mismos donantes de Wall Street que financian la de los Republicanos. Porque después de todo, ¿de qué sirve tener una base electoral si no puedes venderla?

El problema es que no va a detenerse aquí. El acuerdo del lunes para prolongar dos años más los recortes de impuestos de la era Bush es sólo el primer golpe de una combinación mortal. En primer lugar, muchos votantes demócratas o independientes van a quedarse en casa (o tal vez sean tentados por un tercer candidato), permitiendo que en 2012 los republicanos legislen a perpetuidad esos recortes – que en ese momento significarán un regalo a los ricos que ya será de 14 billones de dólares.

Segundo, este «acto» republicano de Obama (odio llamarlo «compromiso») libera recursos que las clases pudientes pueden llevar fuera, a economías que todavía no han sido destrozadas por el neoliberalismo. Y ello pone los cimientos para una próxima crisis de tipos de cambio. Esa clase de crisis suelen darse en otoño, y como las elecciones de 2012 serán en esas fechas se va a atribuir la crisis a la incertidumbre en caso de que los votantes no echen a los Demócratas. Así que para «salvar al dólar» los Republicanos van a proponer remplazar la imposición progresiva sobre la renta por un impuesto de tipo único (el antiguo plan de Steve Forbes) que recaerá además en los asalariados, no afectando a los ingresos provenientes del patrimonio, las finanzas, los seguros o los bienes raíces (el llamado sector FIRE, por sus siglas en inglés – N. del T.). Luego se completará con un impuesto sobre el valor añadido como mecanismo para hacer subir los precios al consumo.

Tercero, el regalo fiscal incluye 120.000 millones de dólares de reducción de las cotizaciones de los trabajadores a la Seguridad Social – reduciendo del 6,2 al 4,2% la retención correspondiente al FICA (Federal Insurance Contributions Act, el principal impuesto que financia la Seguridad Social en EEUU – N. del T.). Obama se las ha ingeniado para diseñar el plan de modo que encaje con la presión que ejerce su comisión Bowles-Simpson para menguar la Seguridad Social, como un paso previo a su privatización total y el posterior asalto final por parte de Wall Street. Este primer recorte va a acelerar la llegada del momento en el que el sistema entre en una situación de «quiebra patrimonial» – mediante un cálculo que ignora claro la posibilidad de recomponer la financiación de las pensiones a través de los presupuestos generales del estado, recaudando los fondos mediante un impuesto progresivo sobre las rentas y por lo tanto siendo sufragadas por los ricos, y no por los asalariados de clase media y baja quienes pagan como si fuesen los únicos «usuarios» del sistema de pensiones.

Así que la hoja de ruta no consiste solamente en liberar las rentas de los más ricos para que puedan «exportarlas» en forma de activos denominados en divisas extranjeras más resistentes. Se trata de cargarse el sistema fiscal progresivo entero. Y mientras el Congreso controlado por los Demócratas se limita ha hacer tibias protestas contra este plan, sin duda con la vista puesta ya en quienes van a sufragar su campaña dentro de un par de años.

Las crisis suelen ser orquestadas con unos años de antelación. Y una recuperación económica toma habitualmente una forma u otra según como se colapsó la economía anterior. La salida que hizo la Europa medieval de la que fue su edad oscura, por ejemplo, estuvo condicionada por la crisis de deuda de la antigua Roma originada por la agresividad de su oligarquía. Del mismo modo, el próximo gran desplazamiento de la imposición fiscal desde las finanzas y la propiedad hacia las rentas del trabajo será motivado por la crisis del dólar, de forma muy parecida a como hemos visto a Irlanda y Grecia estrujar sus fondos de pensiones para rescatar a los insensatos de sus banqueros. En EEUU como en Europa, a los «bancos de importancia sistémica» que causaron la crisis se les va a dar el dinero público que haga falta – a expensas de los trabajadores («contribuyentes») – para poder «rescatarles» de los excesos y amenazas debidos al endeudamiento de mala calidad (es decir, a los conocidos activos tóxicos).

La táctica para esta hoja de ruta se ha probado tantas veces a lo largo de la historia que no debería haber muchas sorpresas. De modo que los recientes pactos del Presidente Obama no son solamente sobre los sistemas financiero y fiscal, sino que se trata de cambios profundos a nivel político. Cuando los Demócratas del Congreso firmen esta traición a la que fue su mayor promesa electoral, van a estar renunciando a su consigna de que eran el partido «no afín a Wall Street».

Barack Obama fue formado como abogado. Rara vez he encontrado a un abogado que entienda de economía. Ese no es su campo. En su trabajo hacen tratos para minimizar el riesgo de sorpresas, muchas veces llegando a un punto intermedio. Eso es pragmatismo legal. Cuando el Obama candidato prometió «cambio», no creo que tuviese en mente ningún tipo concreto de cambio en política económica. Era más bien un modus operandi. Sospecho que su visión de la Presidencia consistía simplemente en lograr «unir a todo el mundo». Probablemente esta característica de su personalidad se consolidó cuando era adolescente, en las competiciones de popularidad en las que se embarcan los jóvenes cuando participan en las elecciones de los consejos escolares. El objetivo de Obama era ser aceptado, incluso admirado, mediante la negociación de un compromiso. Y posiblemente no le importaba mucho su contenido.

Se preocupó claro de conseguir el suficiente apoyo político a su campaña, y las reglas para conseguir esto son bastante evidentes en el mundo de hoy en día. Se le dieron unas políticas que predicar, y un equipo de expertos para defenderlas. Siempre hay suficientes practicantes de la «economía basura» dispuestos a asesorar a los políticos para tratar de convencerles de que «hacer lo correcto» equivale a ayudar a Wall Street. Pero no se trata simplemente de creer que «lo que es bueno para Wall Street es bueno para la economía». Si uno oye la historia tal como la cuentan Tim Geithner y Ben Bernanke, la economía no puede funcionar sin un sistema bancario «solvente» – lo que en la práctica significa que ningún banco puede perder dinero. De este modo a todos aquellos que apuestan y ganan (como Goldman Sachs), se les tiene que ayudar cuando no pueden cobrar precisamente de aquellos otros malos jugadores del casino financiero que son ahora los perdedores (como A.I.G. y Lehman Brothers).

¿Así que deberíamos decir que los planes de Obama realmente ayudan a la economía simplemente porque la bolsa pegó una fuerte subida el martes cuando los conoció? ¿O se trata de un juego de suma cero, donde el subsidio con el que se recompensa a los tiburones es a costa de toda la economía?

Al contrario de lo que dice Obama, reducir los impuestos a los ricos no va a activar la recuperación. El 2% más rico de la población no gasta su dinero en más consumo. Lo invierte en los mercados financieros – en su mayoría en bonos, adquiriendo mayores derechos crediticios sobre el resto de la economía. Darles más dinero a los acreedores va a profundizar la actual deflación crediticia, minando la capacidad «del mercado» de gastar en bienes y servicios. Y una parte del subsidio impositivo se va a reciclar en forma de grupos de presión en el Congreso y financiación de campañas, para comprar políticos que luego van a promover todavía más desregulación financiera y beneficios fiscales. Por ejemplo, no ha habido todavía ninguna acción legal en contra de los crímenes bancarios o del fraude financiero llevados a cabo por las grandes instituciones. Y no hay signo alguno de que el Fiscal General Holder vaya a emprender alguna de esas acciones.

Además, es una tergiversación por parte de Obama su letanía sobre los parados de larga duración (quienes ahora van a recibir una prórroga de un año más a su subsidio de desempleo), como se solía hacer antes con las viudas y los huérfanos. No se trata realmente de «todo por los pobres». Se trata de todo por los ricos. Y no es para promover la estabilidad y la recuperación. ¿Cómo de estable va a ser la situación global cuando el país más rico del mundo no fiscaliza a su población, sino que se dedica a crear más deuda pública para ayudar a los banqueros? Los futuros contribuyentes se van a tirar varias generaciones pagando esa herencia.

La «solución» a la próxima crisis financiera en los EEUU puede que esté esperando el hundimiento del dólar como oportunidad para una resolución financiera à la Golfo de Tonkin (incidente bélico que permitió al presidente Lyndon B. Johnson aprobar una resolución en el Congreso que abría la puerta a la intervención armada en Vietnam del Norte – N. del T.). Una crisis como esa permitiría catalizar un cambio radical en el sistema impositivo hacia un impuesto de tipo único a lo «Steve Forbes» y de estilo europeo, junto con un aumento del IVA sobre las ventas que recaería mayoritariamente sobre los asalariados. El pez grande se come al pequeño. Se van a dar más ayudas públicas al sector financiero en un vano intento de mantener a flota los créditos de mala calidad y que los bancos sigan siendo «solventes». Como en Irlanda y Letonia, la deuda pública va a reemplazar a la privada, dejando bien poco para la Seguridad Social o tan siquiera para el gasto social normal.

En definitiva, una vez los prolongados recortes fiscales agraven el déficit público federal – junto con el déficit de la balanza de pagos – podemos esperar que la próxima administración demócrata o republicana tome la iniciativa y «salve» al país de la debacle económica, reduciendo aún más la Seguridad Social a la vez que corta sus fuentes de financiación, como hizo Pinochet, para que luego los operadores de Wall Street se lucren como hicieron en Chile. Y podemos ir olvidándonos de invertir en reconstruir las infraestructuras del país. Se las están vendiendo unas ciudades y unos estados endeudados hasta las cejas, para hacer cuadrar los déficits provocados por su negativa a gravar los bienes raíces o debido a la ejecución masiva de hipotecas.

Bienvenidos a la servidumbre de la deuda. Esto es peor que lo que se tenía en mente cuando se hablaba de una recesión en doble uve. Esto se va a quedar mucho más tiempo.

 Michael Hudson trabajó como economista en Wall Street y actualmente es Distinguished Professor en la University of Misoury, Kansas City, y presidente del Institute for the Study of Long-Term Economic Trends (ISLET). Su dedicación a los problemas de las economías postsoviéticas, y especialmente la letona, le ha llevado a ser comisionado recientemente, por parte de la coalición de izquierda letona Centro de la Armonía, como economista jefe de la Reform Task Force Latvia, un think tank encargado de elaborar una política económica alternativa para ese país báltico. Es autor de varios libros, entre los que destacan: Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire (nueva ed., Pluto Press, 2003) y Trade, Development and Foreign Debt: How Trade and Development Concentrate Economic Power in the Hands of Dominant Nations (ISLET, 2009).

Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta i Estrada

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3782