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El arabista Pedro Rojo imparte una conferencia sobre “Juegos estratégicos en Siria”

«La clave para derrotar al Estado Islámico son los pueblos, no la guerra»

Fuentes: Rebelión

En octubre de 2015, tras más de cuatro años de conflicto en siria, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contabilizaba 4,1 millones de refugiados sirios en países vecinos como Turquía, Iraq, Jordania, Líbano y Egipto. A esta cifra hay que sumar 7,5 millones de desplazados internos en el país. En la misma […]

En octubre de 2015, tras más de cuatro años de conflicto en siria, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contabilizaba 4,1 millones de refugiados sirios en países vecinos como Turquía, Iraq, Jordania, Líbano y Egipto. A esta cifra hay que sumar 7,5 millones de desplazados internos en el país. En la misma fecha el Observatorio Sirio de Derechos Humanos informó que desde el inicio del conflicto en marzo de 2011 se han registrado 250.000 muertes. Éste es el balance provisional, pero el arabista y director de la Fundación Al Fanar para el conocimiento árabe, Pedro Rojo, trata de responder una pregunta inicial: ¿Hubo una revolución en Siria? «Sí», responde, y empezó en Daraa, una pequeña ciudad al sur del país en la frontera con Jordania, cuando un adolescente de 15 años pintó un rotundo grafiti sobre un muro: «Es tu turno, doctor». En el contexto de las «primaveras árabes», la leyenda hacía referencia al presidente sirio Bashar al-Ásad, quien antes de ser designado para la sucesión trabajó como oftalmólogo en Londres.

«La respuesta del régimen de Damasco fue brutal», asegura el activista en un acto organizado por CGT-Valencia («Juegos estratégicos en Siria. De espaldas a su pueblo»). Recuerda que se sitió la ciudad de Daraa, el gobierno envió tanques y se practicó la tortura contra los disidentes. Pero las manifestaciones se extendieron por todo el país. El precedente se situaba en Túnez, cuando un vendedor ambulante, Mohamed Bouazizi, decidió inmolarse en diciembre de 2010, lo que desencadenó las protestas populares y la renuncia del presidente Ben Ali (enero de 2011). Un mes después se produjo la caída de Hosni Mubarak en Egipto, mientras la agitación y las revueltas se reproducían en Libia, Iraq, Bahrein, Marruecos y Jordania. Pedro Rojo ha vivido dos décadas en el mundo árabe y residía en Ammán cuando estallaron las protestas en Sira: «Llegaban los refugiados contando historias espeluznantes, aunque a los sirios no les faltaran motivos para levantarse».

Coeditor del libro «Iraq, diario de la resistencia», editor de «El mundo visto por los árabes» (ambos publicados por Icaria) y autor del trabajo de investigación «La resistencia armada iraquí. Análisis tipológico», Pedro Rojo considera que ya en los primeros meses, una vez los «rebeldes» contaban con armas para defenderse de los ataques de Bashar al-Ásad, «se empieza a jugar con los sirios, que resultan finalmente traicionados». Diferentes países empezaron a intervenir en el conflicto, explica el activista, por ejemplo Arabia Saudí, que financia a los grupos yihadistas afines; también Turquía y, de manera furtiva, las potencias occidentales. Una prueba de lo poco que han contado los sirios es que en la Cumbre de Viena, iniciada en octubre de 2015 para tratar de resolver el conflicto, estaban presentes Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudí y hasta 17 países, además de Naciones Unidas y la Unión Europea. «No había ningún representante de Sira».

El repaso de algunos hitos permite entender mejor la evolución del conflicto. En el verano de 2012 cuando la capital Damasco se hallaba prácticamente cercada, el vicepresidente de la Alianza Nacional Siria explicaba que en un mes podía «haber caído el régimen de Bashar al-Ásad». Para ello serían necesarios misiles antitanque y tierra-aire, pero el embajador de Estados Unidos en Damasco, Robert Stephen Ford, confesó que su país no tenía interés en derribar al gobierno sirio. «No podían controlar qué ocurriría después», apunta Pedro Rojo. «A partir de ese momento se empantana la situación». Podría colocarse otro jalón en abril de 2014, cuando Estados Unidos estaba negociando con Irán un acuerdo en materia nuclear. Arabia Saudí pidió, junto a otros países del Golfo Pérsico, que el acuerdo incluyera poner freno al expansionismo iraní, que se expresa en Líbano con Hezbolá; en Siria con Bashar al-Ásad; también con las milicias que actúan en Siria y que obedecen directamente a Irán; con el gobierno de Iraq, que se considera controlado por Teherán; en Yemen con los hutíes o con las comunidades chiítas de Bahrein. «Arabia Saudí considera a Irán más peligroso que Daesh o que las revoluciones», concluye Pedro Rojo.

En esas circunstancias, Arabia Saudí decide saltarse los vetos estadounidenses y crea en Siria el Frente Islámico, pero tuvo que dar marcha atrás. «Estados Unidos les dijo que como financiaran a la oposición a Bashar al-Ásad por encima de los límites establecidos, se le retiraría el apoyo militar; ello supondría dejar a Arabia Saudí sólo en un hipotético conflicto con Irán, lo que resulta impensable, por mucho F-18 de que disponga la potencia árabe (aunque siempre un escalón por debajo de Israel)», explica el director de Al Fanar, fundación que dispone de un fondo documental con más de 10.000 artículos traducidos del árabe al castellano.

La complejidad aumenta con la irrupción de Daesh en la zona. ¿Cuál es el origen de esta organización terrorista? Pedro Rojo recuerda que procede de Al Qaeda en Mesopotamia, en concreto, la rama de esta red integrista que llega después de la ocupación de Iraq en 2003. «Aprovechan el caos y van ganando adeptos, pero son elementos totalmente extraños a sociedades como la iraquí o la siria, que durante muchos años han sido nominalmente laicas y bastante progresistas». Según el investigador y articulista, «sin la invasión de Iraq liderada en 2003 por Estados Unidos no nos hallaríamos en la actual situación». Daesh sale del territorio iraquí y aprovecha el caos sirio para aumentar su influencia. En este punto, Rojo plantea una pregunta clave: ¿Dónde obtuvo Daesh el dinero en el segundo semestre de 2013 para convertirse, en muy poco tiempo, en un actor central en el conflicto sirio? Más aún, pasa a ocupar un rol principal en un país, Siria, donde estaba ya presente Irán, Al Qaeda, el Ejército Libre Sirio, los grupos yihadistas financiados por Arabia Saudí y Turquía, entre otros actores. Habría que explicar este enigma porque durante cinco años, entre 2008 y 2013, Daesh era un grupo marginal en Iraq, «una gente perdida en el desierto, entre Mosul y la frontera, que se dedicaba a las razias y secuestros para sacar algún dinero», explica Pedro Rojo.

¿De qué modo se produce el avance del Daesh en Siria? «Si se compara el mapa de 2014 con el de un año después, ciertamente el ISIS ha ganado terreno a los rebeldes sirios, de hecho, van tomando las ciudades que estos conquistan y después resulta muy difícil expulsarlos». Por un lado, el ISIS está integrado por combatientes que han peleado durante cinco años contra las tropas estadounidenses en Iraq; «cuentan con un armamento del que no disponen el resto de los rebeldes, además de una entrega y una obsesión por el martirio que los hace muy temibles». En junio de 2014, ISIS participó en la toma de Mosul, la tercera ciudad iraquí. En agosto del mismo año una coalición internacional formada por 60 países («la flor y nata de la industria armamentística internacional») comenzó con los bombardeos, anunciados por Obama el 8 de agosto. «En ese momento había una revolución en Iraq (hecho muy desconocido en Occidente), que estaba a punto de tomar Bagdad», explica Pedro Rojo. Los ataques aéreos de Estados Unidos y sus aliados cercenaron esta posibilidad: las bombas no distinguían a Daesh de quienes promovían la revolución iraquí.

Finalmente Nuri Al-Maliki (primer ministro de Iraq entre 2006 y 2014) es sustituido por Haider al-Abadi, el actual presidente a partir de septiembre de 2014. Ello implica «un gobierno sectario que perpetúa el caos generado con la ocupación de 2003″, y que permitió la irrupción de Daesh». Un año después, Daesh ha perdido fundamentalmente las zonas kurdas: Kobane (en el norte de Siria), la provincia de Diala (en Iraq, fronteriza con Irán) y el corredor que une la ciudad santa chií de Samarra con Bagdad. Sobre el terreno combaten a ISIS, además de los kurdos, la milicia pro-iraní Al Hashad al Shaabi, «que son tan brutales como Daesh; de hecho, hay vídeos en los aparecen jugando con cabezas cortadas de civiles a quienes acusan de apoyar a Daesh», subraya el arabista.

El resumen del director de la Fundación Al Fanar es que la aparición de Daesh en el conflicto sirio ha modificado la delimitación de los bandos, que inicialmente se planteaba de modo muy claro: el «régimen» frente a los «rebeldes» (cada contendiente con sus apoyos internacionales). «Daesh robó terreno básicamente a los rebeldes, al gobierno sirio le empieza a combatir en algunas zonas a finales de 2014», explica. La expansión de los integristas representa asimismo «la rehabilitación internacional de Irán, ya que actualmente es impensable combatirlos sin implicación de este país». Por ejemplo, las tropas que combaten sobre el terreno son principalmente milicias pro-iraníes o promovidas directamente por Irán.

Occidente y la coalición internacional llevan un año y cinco meses arrojando bombas, pero Daesh ha perdido muy poco territorio. En cambio, ha ganado en proyección internacional, en países como Egipto, Libia, Yemen, Francia o en Palestina. «La solución es situar a los pueblos como centro de la solución, y recuperar un estado donde los sirios y los iraquíes se sientan representados; a partir de ahí, como ocurrió en Iraq en 2007 y 2008, se podrá expulsar a estos elementos muy locos y muy bien armados». «Pero la guerra nunca es la solución».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.