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La contaminación acorta su viaje

Fuentes: EFE

En un mundo globalizado, las transacciones de bienes, productos y servicios difuminan las fronteras y acortan el planeta.

Sin embargo, resulta lógico aspirar a que cada región, sobre todo aquellas consideradas desarrolladas, haga frente a la gestión sostenible de sus recursos (consumo y producción responsable), así como de sus propios efectos contaminantes, consecuencia, precisamente, de su actividad de producción y consumo.

Que una porción considerable de los residuos generados en los países desarrollados, sin ningún tipo de tratamiento, acabe en estados como China, obedece todavía a unas lógicas de mercado que en absoluto están acordes con los desafíos ambientales del siglo XXI.

En 2016, según el Consejo Mundial del Reciclaje, llegaron a China más de un millón de toneladas de residuos españoles, de las que un 13 % eran residuos plásticos de todo tipo. Esta situación, que se venía produciendo desde hace tiempo, ha sido cortada de raíz al anunciar el gobierno chino la prohibición de importar una serie de tipos de residuos sin previo tratamiento y que, hasta hoy, encontraban el final de su viaje en el país asiático.

A partir de ahora, muchos de estos materiales tendrán que someterse a procesos de tratamiento previo adicionales, tales como clasificación y limpieza, hasta alcanzar los estándares exigidos.

El camino para tomar la medida el pasado 1 de enero (entrará en vigor el 1 de marzo) ha sido sencillo: limitar, en ciertos casos, hasta el 0,3 % el nivel máximo permitido de productos no reciclables en los residuos que llegan a China. A todos los efectos, esta medida imposibilita la exportación (el límite actual está en el 1,5 %) al país asiático de muchos materiales reciclables sin tratar, como textiles, papel, cartón, plástico o metales férricos.

La contaminación del medio natural, y muy especialmente del aire, de las aguas y del suelo, de una industria del reciclado sin las garantías necesarias para la protección ambiental, han forzado esta decisión de China, donde también se cerrarán las empresas de reciclado más contaminantes.

A estas instalaciones estaban llegando el 55 % de los desechos plásticos sin tratar de todo el mundo, (especialmente de las actividades industriales y comerciales), lo que nos da una magnitud del problema ambiental y de contaminación que se estaba generando: áreas semiurbanas e industriales sin control de ningún tipo, emisiones contaminantes en el aire, el suelo y los ríos, altas tasas de mortalidad?

Esta es una buena noticia, primero para China, pero también para los países que hasta ahora exportaban parte de sus residuos a Asia, como por ejemplo los de la Unión Europea. Era, digámoslo abiertamente, una forma que muchos países tenían de «exportar» su contaminación al otro pico del mundo. Dicen que lo que no se ve, ni se comprende ni se empatiza.

Esta decisión del Gobierno chino, que ha sorprendido sin ser por ello menos esperada, ha sonrojado a un sistema de comercio internacional de residuos sin previo tratamiento que ahora se muestra como inviable y más propio del siglo XX, por no decir del XIX.

Pero, precisamente, como dice el refrán chino «en las crisis están las oportunidades», los países que hasta hoy hacían «desaparecer» su contaminación como por arte de magia, más bien un mal juego de trileros, tienen ahora una excelente oportunidad de afrontar la transición económica hacia el nuevo paradigma de la sostenibilidad global, con procesos más innovadores, menos contaminantes y generando empleos en la llamada economía verde.

Es el momento de actualizar, reforzar e impulsar políticas en materia de residuos que, entre otros aspectos, obliguen con firmeza a separar los residuos en origen para mejorar el reciclaje de todos los tipos de materiales.

Dicen los expertos que desarrollan el concepto de «urban mining» que en un futuro no muy lejano muchas materias primas (especialmente materiales) saldrán más de la gestión de los residuos de las ciudades que de las propias minas. ¿No es, entonces, un contrasentido vender en el mercado internacional lo que algunos todavía llaman simplemente residuos cuando en realidad lo que se está haciendo es perder el valor que tienen y sus futuras utilizaciones?

Una economía no acabará siendo plenamente circular hasta que no aprenda a reintroducir el 100 % de sus residuos en su ciclo productivo, analizando su huella ambiental y las externalidades provocadas por la contaminación. El futuro pasa por el consumo y la producción sostenible, dejando a un lado la llamada economía cowboy, término acuñado ya en los 70 por el economista Kenneth E. Boulding para definir un modelo lineal e industrial basado en producir, consumir y tirar.

En lo que atañe a los envases que los ciudadanos depositamos en el contenedor amarillo, es necesario señalar, antes de nada y por una necesidad de dimensionar, que en Europa suponen solamente un tercio del total de residuos plásticos que se generan (los industriales y comerciales completan las dos partes restantes).

Si nos centramos en nuestro país, estos residuos sin tratar, de cuya gestión se responsabiliza Ecoembes, nunca se han enviado al mercado chino, y esto es algo que no va a cambiar. Son tratados por recicladores sometidos a estrictos procesos de autorización ambiental por las autoridades administrativas y de homologación con criterios ambientales, de calidad, laborales, etc., que garantizan el correcto tratamiento de los mismos por parte de Ecoembes.

Con total transparencia (los datos se pueden consultar en www.ecoembes.com) publicamos las empresas donde se reciclan los envases domésticos de plástico recogidos a través de la red de contenedores amarillos. Las empresas acceden a esta actividad a través de un concurso de adjudicación que convoca Ecoembes y, para poder seguir desempeñándola, están sometidas a auditorías y controles, así como a la obligación de mantener homologadas sus instalaciones.

Todo ello, sin menoscabo del proceso de inspección y sanción con que las administraciones cuentan sobre todos los gestores de residuos autorizados. Además, disponemos de canales públicos de denuncia (dentro de una política de buen gobierno) donde la mala praxis, de ser detectada, puede ser denunciada para iniciar, así, el correspondiente expediente, algo que, hasta el momento, no se ha producido. Solo con sistemas fiables, eficientes y exigentes como este podremos dar respuesta al desafío que supone asumir la contaminación que nosotros mismos generamos.

Volviendo a la problemática que nos ocupa, todo apunta a que los riesgos más importantes a los que nos enfrentamos en este arranque de siglo tienen relación con el medio ambiente, tal y como se indica en el último Global Risks Report 2018 del Foro Económico Mundial.

De hecho los episodios extremos del clima, los desastres naturales y los causados por el hombre, la pérdida de biodiversidad y los previsibles fracasos por mitigar y adaptarse al cambio climático son riesgos clasificados con un alto índice de probabilidad y un nivel elevado de impacto. Estos son datos (y advertencias) más que suficientes para empezar a entender el futuro de otra forma comenzando, por qué no, con una revisión a fondo de cómo, cuándo y dónde gestionamos nuestros residuos.

Fuente: http://www.efedocanalisis.com/noticia/la-contaminacion-acorta-viaje/