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Por qué Podemos tenía razón… y aún así (o por ello) fracasó

La cuestión nacional y la democrático-social en el horizonte inmediato de España

Fuentes: Rebelión

Este breve artículo pretende analizar los resultados del pasado 27 de Septiembre desde una óptica de clase, algo que de por sí ya supone salirse del marco realizado para tales elecciones y efectivamente plasmado con éxito en ellas. Y, lo que en realidad es lo mismo, esbozar salidas a la «cuestión territorial» para que ésta […]

Este breve artículo pretende analizar los resultados del pasado 27 de Septiembre desde una óptica de clase, algo que de por sí ya supone salirse del marco realizado para tales elecciones y efectivamente plasmado con éxito en ellas. Y, lo que en realidad es lo mismo, esbozar salidas a la «cuestión territorial» para que ésta no cree efectos nocivos para el cambio popular y democrático que tiene que vivir el conjunto de España, y para asegurar la convivencia -en base al derecho a decidir y a la posibilidad de realización de todas las opciones políticas- entre los distintos pueblos que componen el Estado.

Todo ello en base a la convicción de que nuestro país vive en la actualidad varias disyuntivas que se pueden resolver o no en sentido democrático. La convivencia y la distribución de los recursos entre los sectores privilegiados del país y la mayoría social es uno de ellos; el derecho a decidir de los pueblos que lo habitan -especialmente el catalán, pero no sólo- otro.

Puesto que somos muchos los que estamos por el avance democrático de todos ellos, es clave que no se perjudiquen unos a otros o -diciéndolo coloquialmente- que no se pongan palos en las ruedas.

Algunos datos sobre los resultados del 27 de Septiembre que pueden tener importancia:

– El independentismo anticapitalista y socialista que representa la Candidatura d´Unitat Popular supone casi el 20% del total (exactamente, los 335.520 votos obtenidos por ella son el 17’18% de los 1.952.582 votos obtenidos en conjunto por las dos listas independentistas). Esto supone un sector minoritario aunque sin duda significativo.

JuntsPel Sí gana en Pedralbes, el barrio más rico de Barcelona, y Ciutadans en Villabona, el más pobre. Además, Ciutadans gana en 10 ciudades del área metropolitana de Barcelona y queda segunda en todas las demás menos en Badalona. Algunas de esas ciudades eran feudos tradicionales del PSC, como L´Hospitalet de Llobregat, El Prat o Sant Adrià. En L´Hospitalet Ciutadans pasa del 10´5% de las elecciones del 2012 al 23´6%; en El Prat, del 10´7 al 23´5%; en Sant Adrià, del 10´3 al 24´1%: un crecimiento en todos ellos de más del 100%. Ciutadans también superó a toda la izquierda y a Junts Pel Sí en el distrito de NouBarris, el más pobre de la ciudad.

– Hay poco espacio para lo que podríamos llamar el «no independentismo de izquierdas», con un PSC y Catalunya Sí Que Es Pot que suman juntos 884.845 votos y el 21´65%del total.

– El Partido Popular queda reducido al penúltimo lugar, en una posición que se muestra sorprendente para el partido que gobierna España y que, al fin y al cabo, constituye el interlocutor con el gobierno de Cataluña y el encargado de «responder» o «atender» a la situación política que allí se vive.

Conclusiones que se pueden sacar de estos datos:

  • Hay una parte considerable de las clases populares (al menos en la provincia de Barcelona, la más poblada de las cuatro) que no sólo no participa del Procés sino que, si atendemos al voto a Ciutadans y el discurso claro y explícito de este partido contra las demandas de autogobierno, lo llega a ver como amenaza e imposición. Este hecho no debería ocultárselo nadie que quiera construir un futuro en Catalunya para y con las clases populares. Las elecciones han mostrado que parte de estos sectores no es que no estén con la CUP, es que tampoco han estado (al menos en estas elecciones autonómicas, cosa distinta podría pasar en las generales) con la marca de Podemos en Catalunya.
  • En el bloque que se ha dado en llamar como «no independentistas» (y su mera enunciación y agrupación -el Partido Popular junto a la marca de Podemos- muestra el grado de éxito de Convergència y su socio en la campaña Esquerra Republicana a la hora de convertir las elecciones en monotemáticas) prima la derecha sobre la izquierda, y por tanto las opciones inmovilistas frente a las que, con mayor o menor timidez y mayor o menor acierto, pretender dar alguna respuesta al sentir de prácticamente la mitad de la sociedad catalana: frente a ese 21´65% del PSC + CSQEP, el Partido Popular + Ciutadans obtienen cinco puntos más, el 26´41%.
  • Hemos visto por tanto que cuando se activa (al menos hasta límites como los de este 27S) el eje nacional, una parte importante de la sociedad no catalanista (ciudades y barrios populares incluidos) se alinea con la derecha.
  • Podemos tenía razón en el análisis que realizaba: hay mucha sociedad catalana que no está inmensa en el Procés y que le preocupan otras cosas. Lo que quizá no supo calcular la dirección -ni tampoco el resto de integrantes de Catalunya Sí Que Es Pot– es el éxito de la polarización en torno al eje nacional, que iba a provocar que, quienes veían el Procés como una amenaza, aun siendo de izquierdas votaran antes a la opción clara y nítida contra la independencia que a una fuerza de izquierdas con un discurso intermedio y «responsable» (en palabras de Iglesias) respecto al conflicto.

De hecho, paradójicamente, Catalunya Sí Que Es Pot (y por tanto Podemos) se encuentra ubicada en la única gran mayoría porcentual que se puede sacar de las elecciones: la de quien quiere cambio (más de 70%, contando los votos de Unió) frente al inmovilismo (el 26% de PP + Ciutadans).

  • Llegados a este punto, el referéndum vinculante parece la única opción legítima y democrática que desatasque la situación: sumando votos (restando esta vez los votos del PSC, y añadiendo los de Unió), más del 58% de los catalanes están a favor.Este sería previsiblemente el único modo de resolución del conflicto, pero para ello el Gobierno salido de las elecciones generales de Diciembre tendría que aceptar tal premisa [1] 

Más allá de la cuestión territorial -que el partido que gobernaba en la Generalitat más sus socios de Esquerra Republicana convirtieron con éxito en el único «issue» o tema de la campaña-, un análisis que podríamos llamar de clase (en este punto las denominaciones de los partidos en el eje izquierda-derecha ciertamente nos aportan poco), que suponía de hecho la base de este análisis, se muestra esencial para quienes estamos interesados en el agrupamiento de las fuerzas populares, en Catalunya y en el conjunto de España.

  • Como decíamos, la CUP representa en el independentismo un sector minoritario pero significativo, con bases aparentemente sólidas, que se considera así mismo anticapitalista y socialista. Este sector parece no parar de crecer, desde que se presentaron en 2012 y por primera vez al Parlament, que sacaron 126.219 votos y 3 escaños, pasando por las últimas elecciones municipales, que consiguieron 221.746 votos y se convirtieron en la cuarta fuerza de Cataluña, hasta las elecciones autonómicas (y plebiscitarias) de este 27S, en que alcanzaron los 335.520 votos.
  • Es previsible que si no hay cambio alguno en las políticas del Gobierno central después de Diciembre y el Procés continúa, mientras que a la izquierda independentista más que probablemente le siga yendo bien (al menos todo lo que le dejen las posibles futuras contradicciones, veremos cómo se resuelve la elección del President de laGeneralitat), siga disminuyendo, por mostrarse raro y de dudosa finalidad, el espacio político «por el derecho a decidir» que sin embargo representaba la posibilidad de establecer mecanismos para la resolución del conflicto territorial.
  • Por otra parte, el voto en los enclaves de izquierdas y trabajadores a Ciutadans parece dejar claro que la llamada izquierda independentista -la CUP-, y pese a sus principios y sus interpelaciones claramente de izquierdas, no tiene posibilidad a corto ni a medio plazo de atraer a esos sectores populares que, aun pudiendo estar cerca de ella en «el eje social», se decantan por el españolismo cuando se tensa la cuestión nacional. Pero hemos visto que tampoco la izquierda no independentista va a tener posibilidades en este marco de polarización nacional.
  • Por tanto, entre medias de las dos expresiones políticas que, podríamos decir, están indiscutiblemente por el derecho a decidir, por los derechos sociales y por romper con la austeridad(y que suman, juntos, un porcentaje de más del 17% de los apoyos), se encuentra el eje nacional.
  • Si sigue en marcha el proceso hacia la independencia con el muro de hormigón situado en Madrid, se va a producir la clásica relación dialéctica de nuestro país aumento del independentismo – agitación de la derecha españolista. Un proceso que:
  1. Empeora la convivencia entre las distintas sociedades o «pueblos» que habitan el Estado español;
  2. Identifica a buena parte de la población trabajadora de España (y como hemos visto, ¡también de Catalunya!) con las posiciones de los sectores privilegiados españoles y españolistas, y
  3. Perjudica a todos aquellos sectores políticos de buena parte del Estado que no sacan partida de tal empeoramiento de la convivencia (como sí hace la derecha) y que están por el cambio popular en la mayor parte del Estado, cambio cuyas posibilidades van a tener el 20 de Diciembre un punto de inflexión.

Unas breves conclusiones:

  • De todo esto no se deriva que el eje nacional no esté justificado o «sólo incordie», sino que hay que encauzarlo para que sus efectos nocivos para la posibilidad de cambio progresista en el Estado sean los menos posibles, y para que cambie el sentido de sus beneficios y perjuicios. Beneficios: al independentismo en general -también a parte de la oligarquía catalana, y sin duda a la élite política que más que presumiblemente ha estado gobernando Cataluña de forma clientelar durante largas décadas, con el caso vergonzoso del tres per cent– y a la derecha españolista, que reaviva con esto uno de sus ejes de movilización tradicionales, y que agrupa fácilmente a su electorado entorno a él, mientras carga contra la izquierda por su previsible «blandura» frente al tema. Al actor tradicional de la derecha española hay que sumar el auge que ha supuesto estas elecciones para Ciudadanos y la inyección de moral de cara a las elecciones generales del próximo Diciembre. Uno de los mayores enemigos de las posibilidades de cambio que están depositadas en esa fecha es que esta marca consiga obtener parte del voto de la frustración, del «esto no puede seguir así» y de cabreo ante la corrupción para llevarlo hacia la nada de un gatopardismo de «que todo cambie para que no cambie nada». Y perjuicios: a todos aquellos sectores políticos de la mayor parte del Estado que no sacan partido del empeoramiento de la convivencia (como sí hace la derecha) y que están por el cambio popular y democrático en el conjunto de España.
  • Pudiera parecer paradójico pero la apuesta (además de valiente) más útil para asegurar la convivencia en nuestro «país de países» y para evitar las consecuencias que arriba hemos visto con datos,es apostar firmemente por el derecho a decidir de los sujetos políticos de España que así lo reclaman desde hace tiempo.

Podemos se muestra clave en este tiempo político de inflexión con varias crisis en marcha: creemos que sólo él está en disposición de protagonizar la posición arriba descrita. De asegurar, además de un nuevo pacto social que equilibre la balanza entre los privilegiados y la mayoría trabajadora del país, la convivencia entre sus distintos pueblos con el derecho incluido a decidir su futuro en cuanto sujetos políticos.

Nota:

[1] Pablo Iglesias parecía decirlo claro esta semana en la valoración de las elecciones catalanas: «Si nosotros ganamos, referéndum».

Guillermo Errejón Galván es sociólogo y militante de Podemos

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.