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La Declaración Balfour o el fin de Palestina

Fuentes: Rebelión

Solo una nota de 67 palabras, escritas hace exactamente un siglo, el dos de noviembre de 1917, que el mundo recordara como la «Declaración de Balfour», alcanzó no solo para modificar la geografía de Medio Oriente, sino la historia del mundo. La breve esquela del entonces secretario de Asuntos Exteriores Arthur Balfour, enviada a Lionel […]

Solo una nota de 67 palabras, escritas hace exactamente un siglo, el dos de noviembre de 1917, que el mundo recordara como la «Declaración de Balfour», alcanzó no solo para modificar la geografía de Medio Oriente, sino la historia del mundo.

La breve esquela del entonces secretario de Asuntos Exteriores Arthur Balfour, enviada a Lionel Walter, Lord Rothschild, presidente de la Asociación Sionista Británica, en la que manifestaba su «simpatía con las aspiraciones sionistas judías». Lo que para Sir John Chancellor, alto comisionado británico en Palestina entre 1928-1931, había sido «un error colosal».

La misiva se trasformaría en el primer escalón hacia a los infiernos del pueblo palestino condenándolo a que el sueño judío de una nación sea cumplido a sus expensas. Quien no solo iría a perder su territorio, sino que obligaría a más de los casi 800 mil habitantes que entonces tenía Palestina a abandonar la tierra que ocupaban desde los principios del tiempo, perdiendo su historia y su derecho al futuro.

La invasión se concretaría finalmente treinta años después con la fundación del Estado de Israel y aquel avasallamiento, el pueblo palestino lo recordaría con una sola palabra y miles de muertos. La palabra es Nakba (catástrofe), los miles de muertos son los que desde entonces y exactamente hasta hoy o dentro de unas horas serán sacrificados por una Palestina libre. La concepción supremacista del sionismo, ha condicionado para siempre la vida de hoy 12 millones de palestinos. La mitad de ellos vive en el exilio y los que aún permanecen en sus ancestrales territorios, deben hacerlo padeciendo las cruentas políticas que la estructura política que controla el enclave sionista en tierra palestina, pergeña para su extermino.

Aquellas 67 palabras han alcanzado a nuestros días y continúan su trágico derrotero de muerte ya no solo en Palestina, sino que ha alcanzado a ensangrentar geografías tan lejanas como Buenos Aires, Yakarta, Nueva York, Manchester o Abuya, es sin duda el huevo de la serpiente sembrado por la gran potencial imperial de entonces el Reino Unido, que ha generado infinidad de muertos a lo largo del mundo y con particular mente en el mundo árabe.

Aquellos derechos que Londres entendía que el sionismo tenía para la construcción de un estado israelí en Palestina, enmascaraban intereses apremiantes del Imperio, para la su subsistencia en la región y resolver cuestiones apremiantes. Con aquella declaración que propiciaba la creación de un estado judío, tal como sucedería en 1947, Reino Unido conseguía conquistar el apoyo de judíos estadounidenses, por entonces filo germano, para que continuaran apoyando al gobierno del presidente Thomas Woodrow Wilson, quien recién en abril de ese año había dado lo que dio en llamar el «Paso Inevitable» de entrar en la contienda mundial que transitaba su cuarto año.

Además con la Declaración Balfour el reino Unido conseguía un mejor posicionamiento para disputar los intereses franceses en la región que el acuerdo Sykes-Pictot de 1916 (Ver: Sykes-Picot o el huevo de la serpiente), no había resuelto del todo, seguir controlando a Egipto y fundamentalmente el Canal de Suez y la ruta a la India y dar una salida a muchos judíos que vivían en el Reino Unido, y que sus presencia estaba despertando las ínfulas reaccionarias de grandes sectores de la sociedad, evitando lo que sucedería en Alemania años después. En la década del sesenta la historiadora británica Elizabeth Monroe, reconocería la Declaración como: «uno de los mayores errores de nuestra historia imperial», contradiciendo al siempre pragmático e inmoral Wiston Churchill que en 1930 afirmo: «no debía ser considerada como una promesa hecha por razones sentimentales, sino como una decisión práctica tomada en interés de una causa común».

Fue el propio Balfour quien en 1905 como primer ministro, había respaldado la Ley de extranjería, por la que se que limitaba de manera taxativa la llegada de inmigración judía proveniente del este europeo.

Como finalmente lo expresaría el primer gobernador militar británico de Jerusalén entre 1917 y 1920, Ronald Storrs, «Creando un Ulster judío leal, en un mar de arabismo potencialmente hostil». Por esta misa razón es que Londres incentivaría la fundación en el Cairo de Los Hermanos Musulmanes en 1928, una organización aparentemente fundamentalista que hasta el día de hoy sigue reportando al Foreign Office.

Aquella misiva también contemplaba la cuestión palestina diciendo: «los derechos civiles y religiosos, de las comunidades no judías existentes» no debería ser afectadas en sus derechos.

Tras aquellas líneas, escritas en el agua, los que concernía a los árabes fueron desatendidas. Poco a poco los derechos palestinos comenzaron a ser conculcados al ritmo que miles de inmigrantes judíos desde países remotos como Polonia, Rusia, Reino Unido, Francia, Italia, Portugal, Holanda, Grecia, Túnez, Marruecos, Estados Unidos y Argentina, comenzaban a apropiarse de terrenos que pertenecían a los palestinos. El axioma sionista que describía a Palestina como «Una tierra sin pueblo un eco para un pueblo sin tierra», había sido creído como

Aspiraciones irreconciliables.

Debido a la constante invasión de judíos, que escapaban de un espíritu antisemita que se comenzaba a adueñar fundamentalmente de Europa, en 1937, tras veinte años de soportar la invasión quien eran los verdaderos dueños de la tierra estalló la primera revuelta árabe que ya habían comenzado a ser tratado como extraños en sus propios territorios y cargar con todas las obligaciones tributaria al gobierno británico.

Para abril de 1936 se habían constituido, en las principales ciudades y pueblos de Palestina comités de resistencia, que se transformarían en la plataforma de la revuelta fundando el Alto Comité Árabe, presidido por Haj Amin al-Husseini.

Con la consigna de «Sin representación, no hay impuestos», y como en protesta contra las políticas pro-sionista de los británicos el Alto Comité Árabe llamó a la desobediencia civil y a la huelga general.

Como respuesta Londres llamó implemento medidas represivas contra los palestinos, destruyendo partes de la Ciudad Vieja de al-Quds (Jerusalén) tercer lugar sagrado del Islam. Reino Unido intensificó la represión y sus operaciones militares y al tiempo que fue designado Lord William Peel como jefe de una comisión investigadora para descubrir los motivos de la rebelión Varios jefes de países árabes pidieron el Alto Comité Árabe, levantar la huelga general y recibir a la Comisión Peel, a pesar de esto las dos partes no llegaron a un acuerdo y los británicos reiniciaron la represión, pero esta vez acompañados por elementos judíos que se enrolaron de una fuerza militar creada por os británicos. Muchos de los terroristas que ya militaban en el ejército secreto de la Agencia Judía, la Haganá, fueron organizados, entrenados y armaron en la Jewish Settlement Police, (JSP), que para 1939 contaba con 14 mil efectivos. A mediados de junio de 1938 había sido creada una unidad anglo judía, Special Night Squadrons, (SNS), concentrad a atacar aldeas palestinas indefensas fundamentalmente en horario nocturno. Lo que pagarían en 1946, los 92 asesinados por el grupo terrorismo judío Irgun Zevai Leumi,   el atentado  contra el hotel King David de Jerusalén sede de la Comandancia Militar del Mandato Británico de Palestina.

Finalmente la Comisión Peel estableció que las causas de la violencia, era «aspiraciones irreconciliables» de los dos pueblos. Tras lo que propuso dividir el país en estados judíos y árabes, aunque la cercanía de la Segunda Guerra pospuso la medida.

Para 1939 Londres restringiendo la inmigración y la venta de tierras a judíos prometiendo a la independencia a Palestina lo que una vez terminada la guerra todo había quedado en la nada exactamente hasta hoy, en que cada día Palestina está más cerca de «la solución final».

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.