Recomiendo:
0

La deriva autoritaria del presidente turco

Fuentes: Rebelión

En Turquía nada es casual nunca, del mismo modo que los simbolismos siempre están bien calculados, por eso no deben sorprendernos los acontecimientos que se van sucediendo en este país durante las últimas semanas. Turquía atraviesa un importante y trascendental proceso de transformación ideado y dirigido por su Presidente, Recep Tayyip Erdogan, sin duda la […]

En Turquía nada es casual nunca, del mismo modo que los simbolismos siempre están bien calculados, por eso no deben sorprendernos los acontecimientos que se van sucediendo en este país durante las últimas semanas. Turquía atraviesa un importante y trascendental proceso de transformación ideado y dirigido por su Presidente, Recep Tayyip Erdogan, sin duda la figura política más relevante de las últimas dos décadas. 

Revisando los acontecimientos en retrospectiva, el pasado lunes el Presidente encabezó la reunión del Gabinete de Ministros, haciendo buenas sus declaraciones después de ser elegido a la primera magistratura del país en el sentido de que no pensaba ser un Presidente decorativo.

La reunión ministerial, celebrada en el recién estrenado Palacio Presidencial, un edificio faraónico, se prolongó por más ocho horas. Dirigida por Erdogan, esta reunión se puede considerar histórica pues aunque la Constitución contempla esta prerrogativa presidencial en muy contadas ocasiones se había ejercido por considerarse innecesario que los presidentes se involucrasen directamente en los asuntos de Gobierno, sin embargo Erdogan no es cualquier Presidente.

Hacia una República presidencialista

El 1 de julio del año pasado Erdogan se convirtió en el primer Presidente elegido directamente por voto popular, con un total del 51,8% de los sufragios emitidos. Aquellas elecciones presidenciales directas se convirtieron de hecho en el primer paso de una transición en el sistema político turco, que ha dejado de ser una República parlamentaria para transformarse en una República presidencialista, viejo anhelo del máximo dirigente del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP).

El actual Primer Ministro, Ahmet Davutoglu, quién a su vez ocupara la cartera de Asuntos Exteriores en los tiempos en que el propio Erdogan ocupaba su función, parece haber aceptado sumisamente su papel de segundo de a bordo. Durante la citada reunión del Consejo de Ministros, Erdogan ha anunciado a sus integrantes que se encuentra ultimando una profunda reorganización de Presidencia que contempla la creación de doce oficinas sectoriales para darle seguimiento de cerca a los asuntos del gobierno estatal, una medida, según él, destinada a «construir una mejor armonía entre Presidencia y Gobierno».

Reprimiendo a los «enemigos internos»

Apenas unas horas antes de comenzar la reunión del Gabinete en el Palacio presidencial, el Gobierno había hecho pública una masiva reorganización del Departamento de Policía mediante una circular. Docenas de jefes policiales habían sido remplazados en lo que se ha convertido ya en la más amplia operación contra la denominada «estructura paralela», constituida según el Gobierno por «infiltrados» en los servicios policiales y judiciales, supuestamente pertenecientes al movimiento fundado y dirigido por el intelectual islámico Fethullah Gulen, quien fuera aliado del propio Erdogan, y hoy caído en desgracia al punto de estar considerado como su principal enemigo y ser acusado de querer derrocar su gobierno. Los jefes policiales de 21 provincias han sido sustituidos y transferidos directamente a Ankara. El mismo día en que entraba en vigor la circular que ordenaba la sustitución masiva de mandos policiales, la misma Policía anunciaba nuevas órdenes de detención contra numerosos oficiales acusados de formar parte de la red de Gulen.

A está masiva reorganización de las fuerzas de orden público le había precedido, el 15 de enero, una no menos masiva «depuración» judicial siendo reemplazados casi mil jueces y fiscales al mismo tiempo.

El dossier del apoyo al islamismo radical y el fracaso de la acción exterior

Por otra parte las autoridades de Turquía siguen prestando impunemente apoyo a organizaciones como el Estado Islámico garantizándole ayuda logística y «humanitaria», al tiempo que cierran los ojos ante el paso por su territorio de decenas de combatientes que se dirigen a las zonas controladas por este grupo radical islámico. Buena muestra de esta situación es, por ejemplo, que frente a la lógica y delicada pregunta de por que no detuvieron a la mujer del joven francés autor del secuestro y homicidio de una policía y de los rehenes de una tienda judía en Paris, en los días al ataque a la revista Charlie Hebdo, a pesar de haberla tenido vigilada y controlada durante su estancia en Turquía, las autoridades turcas han respondido ofendidas que «nadie les pasó ninguna información y alerta sobre la mujer y su familia», rechazando de plano cualquier crítica.

Tampoco resulta casual que sea Turquía uno de los países donde más represivas han sido las reacciones a los trágicos sucesos ocurridos en Francia. Por supuesto que el Gobierno condenó los ataques y hasta el Primer Ministro Davutoglu tomo parte en la hipócrita concentración de líderes internacionales en la capital francesa, pero al mismo tiempo las autoridades ordenaban el registro del diario Cumhuriyet tras haber bloqueado inicialmente la distribución del periódico, igualmente se cerraba el acceso a las páginas de internet que publicaron la portada de la primera edición de Charlie Hebdo después del mortífero ataque contra el semanario francés.

En el campo de la política exterior hay que subrayar el fracaso de las políticas impulsadas por Erdogan y que Nuray Mert ha definido sintéticamente como la «introversión agresiva». La suma de un islamismo expansivo y el fomento de una nostalgia otomana solo sirven para encubrir y compensar las debilidades de la acción exterior turca, aunque por ahora no sean muchos los que le reprochen a Ankara sus actitudes en este campo.

La deriva autoritaria de Erdogan

Hace tiempo que diversos comentaristas vienen apuntando la deriva autoritaria del actual Presidente turco, pero pocos habían prestado atención a los avisos hasta ahora, incluso a nivel internacional.

Sin embargo, el autoritarismo puede ser al mismo tiempo que una «demostración de fuerza» un «signo de debilidad», en muchas ocasiones las prácticas de ordeno y mando esconden la falta de voluntad e incapacidad para articular y lograr consensos entre fuerzas y sectores diversos pero legítimos e iguales frente a la ley, Turquía es en este aspecto un caso emblemático.

El AKP obtuvo su poder e influencia gracias a un amplio apoyo popular en tres elecciones consecutivas pero no utilizó esa legitimidad para reforzar las políticas democráticas. El partido islamista de Erdogan no supo o no quiso entender la complejidad y pluralidad de la sociedad turca y optó por el uso mecánico de sus mayorías parlamentarias para gobernar, sin duda una vía rápida y expedita pero que elude asumir los desafíos naturales que plantea una sociedad tan plural y diversa como la turca. En este camino, como una fuga hacia delante, el AKP se ha ido adentrando cada vez más peligrosamente en la construcción de un sistema despótico que usa la mayoría electoral como una apisonadora.

Sin embargo, las prácticas autoritarias pronto generan disidencias internas e inevitablemente el gobierno se ve obligado a «eliminarlas», tarde o temprano cualquier punto de vista diferente a la del «poder supremo» es considerado un obstáculo, un peligro, un enemigo, por eso Erdogan se ve obligado a adoptar actitudes cada vez más agresivas y antidemocráticas para mantener su control personal del poder, aunque también haya que señalar que no aparecen en el horizonte por el momento signos o señales de debilitamiento o peligros que atenten contra su poder, el crecimiento económico sostenido de los últimos años sirve de colchón amortiguador en lo social mientras que la oposición política parece dormir el sueño de los justos.

La cuestión kurda

Como punto final es obligatorio hacer una referencia a un tema fundamental como es la delicada situación en la cual se encuentra el peculiar proceso de negociaciones entre el Gobierno y el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), si es que si se le puede denominar «proceso» al diálogo directo entre emisarios del Gobierno y Abdullah Oçalan, el Presidente del PKK (encarcelado y condenado a cadena perpetua en Turquía).

Realmente se conoce poco últimamente de estos intercambios pues incluso la delegación de diputados del partido pro-kurdo ha sido muy reservada en sus declaraciones, lo cual puede significar indistintamente que este diálogo se encuentra en un buen punto o por el contrario en medio de una nueva crisis.

Sin dejar el tema kurdo hay que añadir que tanto el desarrollo de la guerra en Siria como la capacidad de los kurdos-sirios de Rojava de implementar, contra todo pronóstico, un modelo experimental de Gobierno alternativo y autónomo sobre bases populares y democráticas (que incluye a diversas comunidades étnico-culturales y religiosas) ha roto equilibrios y muchas previsiones, no solo del Gobierno turco, y se ha convertido en una variable a tener muy en cuenta.

Las dinámicas y acontecimientos en el Kurdistán sirio e iraquí han repercutido, y están influenciando, a su vez, en la revisión de posiciones en las organizaciones de los kurdos de Turquía. El próximo marzo el Newroz (celebración del nuevo año kurdo) será ocasión sin duda de nuevos mensajes del indiscutible líder de los kurdos de Turquía, Oçalan, que seguramente aportará nuevas claves sobre el estado de los contactos y los posibles pasos a futuro en este crucial tema que también condiciona las realidades de la política turca.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.