Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Érase una vez, cuando se trataba de armamento en el espacio, que «la frontera final» quedaba en gran parte en manos del USS Enterprise y de tempranos cultistas de Trekkie [Star Trek] (yo mismo entre ellos). Desde los días de la era de Reagan, sin embargo, la investigación y el desarrollo para todo tipo de armamento espacial exótico para su uso contra satélites «enemigos» o contra enemigos en la Tierra, ha estado en las mesas de dibujo, en el desarrollo, o en los sueños de entusiastas de lo aeroespacial.
Acaba de pasar el 25 aniversario del momento de «la Guerra de las Galaxias» del presidente Reagan el 23 de marzo de 1983, cuando hilvanó tres párrafos inolvidables en un discurso en el que llamaba a gastar más en defensa contra la amenaza soviética. Desafió a la «comunidad científica» a emprender un vasto esfuerzo de investigación y desarrollo para crear un escudo «impermeable» contra misiles en el espacio que convertiría a las armas nucleares en «impotentes y obsoletas.» Aunque era en sí la más pura de las fantasías presidenciales, marcó el comienzo de una carrera de un cuarto de siglo por transformar el espacio en un arma, para controlar aquello a lo que la Fuerza Aérea [de EE.UU.] se refiere actualmente como «la posición elevada.»
Ahora, desde luego, tenemos un Comando Espacial de la Fuerza Aérea y un presidente que ha firmado una Política Espacial Nacional «que rechaza futuros acuerdos de control de armas que puedan limitar la flexibilidad de EE.UU. en el espacio y defiende su derecho a negar el acceso al espacio a cualquiera que sea ‘hostil a los intereses de EE.UU.'» Aunque se puedan encontrar numerosas explicaciones para la avidez por desarrollar armamento espacial y dominar esa posición elevada, cuesta no creer que no estén involucradas una serie de profundas fantasías. Convertir el espacio en arma, después de todo, combina la avidez por tomar esa «frontera» (incluso si es un vacío y no hay pieles rojas); el afán por ser o dárselas de Dios – es decir, de abrazar la falsa ilusión de que lo que no puedes controlar de cerca, calle por calle, o aldea por aldea, se pueda controlar de alguna manera desde una distancia increíble, y tal vez el ansia de ser joven y masculino. (¡Guerras espaciales! ¡Estupendo! ¡Las vi en el cine!) Por cierto, como tantas cosas en nuestro mundo militarizado, existe también el afán prosaico, aunque rentable, de gastar cantidades prodigiosas de dinero, de financiar proyectos de vanguardia, de dirigir investigaciones futuras, y de triunfar en las rivalidades entre servicios. Astore se ocupa vertiginosamente del tema en el siguiente artículo. Tom
La Fuerza Aérea por sobre todo
Dominando el aire, el espacio, y el ciberespacio
William J. Astore
Cuando ingresé a la Fuerza Aérea, su declaración de intenciones era clara: volar y combatir. El eslogan de reclutamiento era optimista: la Fuerza Aérea era «un gran modo de vida,» y el programa ROTC [Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva del Ejército de EE.UU.] en el que me registré era la «puerta a un gran modo de vida.»
Es fácil burlarse de las declaraciones de intenciones y de las consignas, y tal vez no debieran ser tomadas demasiado en serio. Habiéndolo dicho, la gente que las desarrolla, las toma en serio, y por eso no pueden ser ignoradas.
Pensemos en la nueva consigna de la Fuerza Aérea: «Fuerza Aérea – Por sobre todo.»
Bueno, admito que es pegadizo, incluso bonito, si, es decir, se puede ir más allá de la altivez de la «posición elevada» y si se ignora la connotación germánica del über alles [por sobre todo]. Su significado literal es bastante obvio y se ajusta al precepto más básico de la Fuerza Aérea, que el dominio del aire significa el dominio en tierra. Sin embargo, la Fuerza Aérea actual busca más que eso. Quiere extender su «dominación» al espacio («la nueva posición elevada») e incluso al ciberespacio. Se trata de una manifestación inquietante más de la busca de nuestros militares de «dominación de espectro total,» lograda a un coste debilitador para el contribuyente estadounidense – y a un coste potencialmente desestabilizador para el planeta.
El esfuerzo por estar «por sobre todo» en todas partes es ambicioso hasta el extremo de ser demencial. En comparación, las consignas de los servicios gemelos de la Fuerza Aérea parecen modestas. El pobre, asediado, Ejército es simplemente «»Army Strong» [Fuerte en el Ejército]. La Armada promete ahora «Acelerar tu Vida.» Bostezo. Los marines, siempre fieles, se niegan a jugar con su consigna, que sigue siendo: «Los pocos. Los orgullosos. Los marines.» Mientras tanto, la Fuerza Aérea se remonta por sobre un apego tan servil a la tradición – así como por sobre cualquier sentido razonable de límites o de moderación.
El nuevo eslogan puede también servir como recuerdo a los aviadores para que mantengan su rama de los servicios «por sobre todo» en sus corazones y mentes – a pesar de que la Fuerza Aérea se desprende actualmente de 40.000 aviadores porque trata de pagar por una nueva generación de cazas jet de alta tecnología. Es con seguridad una medida de la determinación del servicio de denegar el uso del espacio a poderosos rivales, sean China, Rusia – o la Armada de EE.UU.
Tal vez la consigna incluso exprese una cierta superioridad moral – como en un comentario de un piloto de la Fuerza Aérea a quien oí decir que, cuando estaba en lo alto, se sentía «moralmente superior» a la gente pequeña que partía corriendo abajo, en tierra. Posición elevada, por cierto.
Volar y combatir. ¡Por doquier!
Basta de consignas. La nueva declaración de su misión de la Fuerza Aérea comienza – y aguanten conmigo un instante – diciendo:
«La Misión de la Fuerza Aérea de EE.UU. es presentar opciones soberanas para la defensa de los Estados Unidos de América [sic] y sus intereses globales para volar y combatir en el aire, en el espacio y en el ciberespacio.»
Volar y combatir en el ciberespacio suena excitante – pensad en Neo en The Matrix, y en volar y combatir en el espacio – lo que todavía podría ocurrir – es tan «Guerra de las Galaxias,» especialmente si el lado «bueno» de la Fuerza está contigo, lo que tiene que ser así si estás defendiendo a EE.UU.
Pero, espera. La declaración de misión de la Fuerza Aérea da una media vuelta instantánea – que es cualquier cosa menos defensiva – y despliega rápidamente una «visión» de «Vigilancia global, Alcance y Poder,» que, afirma, «orbita alrededor de tres habilidades centrales: «Desarrollar pilotos, Tecnología para librar la guerra y la Integración de operaciones.» No sé cómo una visión puede orbitar alrededor de tres centros – y yo completé una vez el «Curso Breve de Operaciones Espaciales» en la Academia de la Fuerza Aérea de EE.UU. A pesar de todo, esta trinidad de habilidades centrales posibilita de alguna manera seis «capacidades,» que son ofensivas, sin excusas.
La primera de las seis es «superioridad en el aire y el espacio» con la que «podemos dominar las operaciones enemigas en todas las dimensiones: tierra, mar, aire y espacio.» La Capacidad Nº 2 resulta ser «ataque global,» que nos capacita para «atacar, en cualquier sitio, en todo momento, y hacerlo rápidamente y con mayor precisión que nunca antes.» (En lenguaje de Bush, los mataremos allí, para que no nos maten aquí.)
Y cuando atacamos, la capacidad Nº 4, «la confrontación de precisión,» asegura teóricamente que pondremos las bombas en su objetivo, como solíamos decir en tiempos más simples. Actualmente la visión de «precisión» es más prolija: «la esencia [de la confrontación de precisión] se basa en la capacidad de aplicar fuerza selectiva contra objetivos específicos, porque la naturaleza y la variedad de futuras contingencias exigen el uso preciso y fiable del poder militar con un mínimo de riesgo y de daño colateral.»
Compadezco a los reclutas que tienen que recitar este bocado de jerigonza. Por incruenta y evasiva que sea una prosa semejante, sin embargo, la declaración de misión no se anda con miramientos sobre lo que significa realmente «por sobre todo.» Blande palabras como «ataques,» «fuerza,» «poder,» y, lo más revelador, «dominar.» Refleja lo que cuenta más en la nueva visión de la Fuerza Aérea – y por extensión, desde luego, la de nuestro país. Y si no me crees, ve al sitio en la Red de la Fuerza Aérea y pulsa sobre los iconos para «dominación aérea,» «dominación espacial,» y «ciber-dominación.»
Muerte a distancia
Nuestra capacidad de llevar daño y muerte a todo el globo – virtualmente sin riesgo inmediato para nosotros – da un significado adicional a las palabras «por sobre todo.» Pero con mucho poder viene una gran responsabilidad, un lema que aprendí como adolescente de las bandas de dibujos animados «El hombre araña», pero que no es menos válido por eso. El problema es que nuestro «alcance global» excede a menudo el discernimiento de nuestra sabiduría colectiva para emplear responsablemente el «poder global.»
Escucha la verborrea de ventas de la Fuerza Aérea para su «alcance global» y «poder global,» y sabrás que el servicio actual es ciertamente un instrumento imperial concentrado en la «proyección del poder» y la «dominación» (sin ningún pensamiento en cómo otros pueden reaccionar al ser dominados). Peor aún, nuestras «capacidades» nos han distanciado tanto de cuando llevamos la muerte que se ha convertido en algo extraordinariamente cercano a un ejercicio como en un vídeo-juego.
Hace veinticinco años, vi una película de reclutamiento que predecía la era futura de la guerra por control remoto. ¿Y dónde iba a encontrar la Fuerza Aérea sus nuevos «pilotos,» preguntó retóricamente el narrador? La película pasó rápidamente a una sala de juegos de vídeo de los años ochenta, donde jóvenes adolescentes disparaban impulsivamente en juegos como «Missile Command.»
Recuerdo que el público se reía, y a mí también me divirtió, pero ya no me divierte tanto. Porque lo que se profetizaba hace una generación se ha hecho verdad. Utilizando aviones teledirigidos, armados con misiles y «piloteados» por guerreros armados de palancas de juego, a menudo a miles de kilómetros de distancia de los objetivos atacados, la Fuerza Aérea no necesita arriesgar a ninguna tripulación en «batalla.» Nuestros militares hablan despreocupadamente, incluso con excitación, de «matar a ‘Bubba’ [hermano] desde el cielo»; pero, en realidad, lo que significa es que: desde bases aéreas colocadas en seguridad tras las líneas, sea en Qatar en la península arábiga o fuera de Las Vegas. ) En este caso, lo que sucede en Las Vegas, definitivamente no se queda en Las Vegas.
No estoy sugiriendo que nuestros pilotos de Global Hawk [Halcón Global], Predator [Depredador], y Reaper [Segador] (¡Qué nombre!) estén algo menos que dedicados a sus misiones asignadas, incluyendo la minimización del «daño colateral.» Más bien, la propia tecnología de los vehículos aéreos teledirigidos sirve para desconectarlos de sus objetivos. Al rastrear al enemigo, a menudo con sensores infrarrojos que muestran a personas como masas informes de luz provocada por calor, ¿cómo pueden dejar de convertirse en versiones humanas del implacable cazador de extraterrestres que dispara a discreción en la unidad de Arnold Schwarzenegger en una cinta que por coincidencia también se llama «Depredador«?
Como nuestra tecnología en armamentos debilita la empatía y el entendimiento al nivel del terreno, simultáneamente envalentona a la Fuerza Aérea para buscar (engañosamente) muertes «limpias.» Es bien sabido, por ejemplo, que en los primeros días de la invasión de Iraq, en marzo de 2003, el gobierno de Bush trató de «decapitar» a Sadam Husein y su círculo íntimo con armas de precisión. (De hecho, sólo mataron a civiles iraquíes en esos ataques coordinados que apuntaban a la dirigencia iraquí al comenzar la guerra.)
Redes terroristas como al Qaeda ofrecen aún menos y más elusivos objetivos «de alto valor» que los gobiernos organizados. Sin embargo, cuando EE.UU. tiene éxito con ataques de «decapitación» contra tales redes, nuevas cabezas emergen a menudo, como monstruos de siete cabezas, especialmente cuando el «daño colateral» incluye a civiles muertos – y vengadores vivos.
Fantasías de control en el espacio
La visión de dominación total de la Fuerza Aérea solía detenerse en la estratosfera. Sin embargo, según su grandioso sitio en la Red, ahora se extiende «a las estrellas brillantes y más allá.» Me cuesta preguntar qué hay más allá. ¿Dios? Ciertamente, hay algo ilimitado, casi divino, en la fantasía espacial de la Fuerza Aérea.
Cuando tiene que ver con el espacio, la Fuerza Aérea admite fácilmente su deseo de dominar a todos los enemigos potenciales. Como declaró en 2002, Peter B. Teets, ex subsecretario de la Fuerza Aérea y director de la Oficina Nacional de Reconocimiento: «Si no explotamos al máximo el espacio mediante todos los métodos concebibles de combate bélico, otro lo hará – y lo permitimos a nuestro propio riesgo.»
No hay nada sorprendente en esta mentalidad de «Rey de la colina.» Hace una década, como oficial uniformado, asistí a una conferencia espacial en Colorado Springs. Los principales temas de discusión incluían armamento nuclear que ya estaba sobre las mesas de diseño y estaba siendo financiado. Esto incluía armas de energía dirigida basadas en el espacio («distantes unos diez a veinte años» era la predicción en aquel entonces) y «Brilliant Pebbles» [Piedras guiadas] una constelación de miles de satélites asesinos miniatura, propuestas en los años ochenta, que serían utilizadas para interceptar misiles balísticos y que, por suerte, fueron desestimadas, aunque no por falta de cabildeo para resucitar el proyecto.
Gran parte de la discusión, por lo tanto – indudablemente abstruso para los extraños – fue si el espacio representaba una «revolución en los asuntos militares» o un «centro de gravedad estratégico.» Resultó que no importaba. Sea comos sea, evidentemente teníamos que apoderarnos de él y dominarlo primero, ya que el espacio, como «la máxima posición elevada,» iba a ser crítico en futuras guerras.
Varios entusiastas pidieron una fuerza espacial nueva, separada, e independiente, un quinto servicio, con su propia doctrina única e incomparable – una idea que, hasta ahora, ha sido rechazada valerosamente por la Fuerza Aérea. Entre mis notas de esa ocasión había una declaración del general Howell M. Estes III, entonces Comandante en Jefe del Comando Espacial de EE.UU., de que la Fuerza Aérea simplemente no podía permitirse la pérdida de la misión espacial – no sólo frente al «enemigo,» sino también frente a la temida Armada de EE.UU. y al Ejército de EE.UU. que, afirmó, ya estaban explotando los recursos en el espacio de mejor manera que la Fuerza Aérea.
La dominación del espacio (y de nuevo de los otros servicios) ciertamente suena seductor. Por haber trabajado en el Centro de Vigilancia del Espacio en Cheyenne Mountain, sin embargo, puedo decir que el espacio orbital cercano a la tierra ya está abarrotado de satélites y de chatarra espacial – y los delicados sensores en esos satélites ya son vulnerables a fragmentos metálicos espaciales que viajan a 27.000 kilómetros por hora. Batallas explosivas en el espacio significarían disminuir, en lugar de mejorar, cualquier ventaja existente que tiene EE.UU. en la inteligencia y la comunicación basada en el espacio. La desmilitarización del espacio es la única estrategia sensata, pero promete pocos contratos lucrativos para las firmas aeroespaciales y ningún nuevo puesto de comando para una Fuerza Aérea que busca una dominación global (y extra global).
Cerrando el vacío de empatía
Mientras las Fuerza Aérea de EE.UU. muestra su poderío en la tierra, el espacio y en el ciberespacio, pocas veces nos detenemos a pensar en las ventajas asimétricas de las que gozan las fuerzas armadas – la abrumadora ventaja en poder de fuego, movilidad, y tecnología. Esto ha creado lo que sólo puede ser llamado un vacío de empatía.
Por suerte, los estadounidenses no han sido nunca los que sufren una campaña continua de bombardeos en este país. Con la excepción de dos días estremecedores – el 7 de diciembre de 1941 en Pearl Harbor (donde mi tío esquivó el bombardeo aéreo en los barracones Schofield), y el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington – los cielos han sido amigos nuestros, incluso los depositarios de nuestras esperanzas y sueños. Cuando los jets de caza pasan aullando por encima, nuestro primer pensamiento no es «muerte» sino exhibición. Miramos hacia arriba por curiosidad o sorpresa, no sentimos pánico ni corremos para salvar la vida. Esperamos que se inaugure un evento deportivo o de acrobacia aérea, no la llegada de «munición de precisión teleguiada.»
Como resultado, nos cuesta darnos cuenta de que nuestra capacidad de surcar los cielos «por sobre todo» y de hacer llover la muerte desde los cielos, genera resistencia y venganza, más que sobrecogimiento y retirada, o sumisión o acercamiento. Nos sorprende que nuestros enemigos no capten el mensaje – pero nuestras señales son mezcladas, y nuestros receptores deficientes.
Volar y combatir tan por encima de todo ha ciertamente resultado ser engañoso. Nos deja con poca idea de las nuevas realidades que estamos creando por ahí abajo, y ciegos ante las inquietantes desigualdades y resentimientos generados por nuestro poder global/galáctico/cibernético.
Resulta que mientras más alto vuelas – mientras más te ves «por sobre todo» – menos probable es que comprendas a la gente pequeña de ahí abajo, y más probable es que esos mismos de «ahí abajo» resientan que se les esté dominando. Y la solución a ese problema yace no en la dominación de las estrellas o algún otro reino físico superior, sino en mirar adentro de un reino moral superior. «Por sobre todo» en valor moral – ése sería un eslogan hacia el cual yo volaría de buen grado.
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William J. Astore, teniente coronel en retiro (Fuerza Aérea de EE.UU.), ha enseñado en la Academia de la Fuerza Aérea y en la Escuela Naval de Postgrado. Actualmente enseña en el Colegio de Tecnología de Pensilvania. Es autor de «Hindenburg: Icon of German Militarism (Potomac Press, 2005). Para contactos, escriba a: [email protected].
Copyright 2008 William Astore
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