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La gran bicoca de Obama y el regreso a la política de superpotencia

Fuentes: Palestine Monitor

Traducido del inglés por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

En cuestión de meses o años, es decir, si nada cambia, el equilibrio de poder en Oriente Próximo, y de hecho en todo el mundo, cambiará. La emergencia de Irán como un estado capaz de desplegar armas nucleares tendrá un efecto dramático sobre las jerarquías y relaciones regionales. En resumen, habrá dos superpotencias regionales en vez de una sola.

Durante decenios, Israel ha disfrutado de manos relativamente libres en sus injerencias regionales. Con absoluta impunidad, ha ampliado la ocupación de Palestina, ha bombardeado a muchos países vecinos, ha perpetrado numerosos asesinatos selectivos más allá de sus fronteras e incluso ha invadido y ocupado a varios de sus vecinos más allá de Palestina; algunos hasta la fecha.

Aunque la «calle árabe» ha gritado y gemido con cada nuevo acto de beligerancia israelí, los propios Estados han hecho poco en respuesta por miedo a enfrentarse al poder abrumadoramente asimétrico de destrucción que disfruta el Estado de Israel. Esto no significa que el vecindario se haya quedado absolutamente quieto. No; ha efectuado un cierto número de guerras delegadas dirigidas por milicias contra Israel, pero estos intentos por equilibrar las estructuras de poder han sido débiles y carentes de dirección.

Hezbolá no tiene una sede que se pueda destruir, ni Hamás, ni la OLP antes de Oslo. Disponer de una dirección, ser un Estado nación y actuar en la preceptiva representación del Estado nación es demasiado peligroso en un vecindario donde hay una única hegemonía militar. Tener una dirección significa que, a pesar de sus efectivos y fortaleza militar, su ejército y su civilización podrían destruirse en cuestión de minutos por la bomba atómica.

Bien, parece que todo puede empezar a cambiar pronto. Si tanto Israel como Irán están en posesión de un arma nuclear y de la capacidad para desplegarla, la amenaza segura de destrucción mutua ciertamente templará la relación entre ambos. Tanto si a Israel le gusta como si no, se verá forzado a respetar a Irán y a restringir su guerra contra él a la categoría de «fría».

Es bastante comprensible que Israel esté incómodo con esta realidad cambiante, y por eso ha acompañado casi todos los discursos sobre asuntos exteriores con exigencias belicistas de que Irán pare a cualquier precio. De una superpotencia regional, después de todo, no se puede esperar que sencillamente ceda esta posición de buena gana y sin ninguna lucha. Sin considerar el pragmatismo o la individualidad de cualquier líder, el dictado de la realidad mandará en el día a día.

La única elección real que tiene Israel en este punto es aceptar el mar cambiante en la relación de fuerzas en Oriente Próximo o atacar a Irán como medio de prevención en un intento de parar, o de retrasar, su avance hacia la bomba atómica. Si esperamos que Israel se comporte con el mismo molde que cualquier otro Estado nación, entonces seguramente se inclinará hacia la última elección.

Aunque tiene un problema. La superpotencia global única del mundo, Estados Unidos, parece que no está dispuesta a mantenerse de brazos cruzados y observar cómo Israel zambulle de nuevo la región en el caos en su intento por mantener su condición, al menos no sin pagar un precio. En otras palabras, a Israel no se le dejarán manos libres con Irán, con el apoyo público de EEUU, sin un movimiento que avance más que nunca en la cuestión palestina. A fin de contrarrestar el retroceso popular en la calle árabe y musulmana de otro ataque más, tendrá que haber claros progresos, si no una resolución, sobre el punto más populista del mundo árabe y musulmán: la ocupación de Palestina.

El retraso de un mes de la reunión de Netanyahu con el presidente Obama es señal de que está teniendo esto muy en cuenta. Está considerando una gran bicoca en la que Israel mantenga su supremacía regional si abandona su aferramiento y su sueño de controlar todo «Eretz Israel». Está ponderando si vale la pena sacrificar a los, más o menos, 450.000 colonos ideológicos de Cisjordania al estatuto de Israel en la región y la capacidad única de actuar como le plazca.

La gran bicoca permitirá a Israel mantener su posición al tiempo que disminuye el enfado por sus métodos. EEUU, todavía luchando por recobrar un sentido de liderazgo y honradez tras las desastrosas invasiones de Iraq y Afganistán, puede salir de la negociación con una imagen más grata «en las calles» que antes. Palestina, después de todo, es el «corazón sangrante» de Oriente Próximo. Además es, y siempre ha sido, un peón en el juego de la gran política de fuerza. Quizá esta vez juegue realmente a su favor.

Texto original en inglés: http://www.palestinemonitor.org/spip/spip.php?article932