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La guerra de las pistolas caídas

Fuentes: Miradas al Sur

La policía neoyorquina sostiene una huelga de brazos caídos para condicionar las políticas de seguridad del alcalde demócrata Bill de Blasio. El conflicto se inició cuando la fuerza sintió falta de apoyo político por parte del poder local.

Disminuyeron notoriamente el patrullaje por las calles de la ciudad, atienden a desgano los llamados de denuncias al 911 y, en un claro gesto de rebeldía política, desairan la presencia de la máxima autoridad de la ciudad cuando se hace presente en el funeral de un compañero caído. Los agentes de policía de Nueva York están en pie de guerra contra el alcalde demócrata Bill de Blasio porque se consideran desprotegidos por el poder político local desde que comenzaron las protestas ciudadanas a raíz de los flagrantes abusos policiales cometidos contra la comunidad negra en todo el país. La pulseada entre el ícono nacional del progresismo norteamericano -en un breve perfil, De Blasio está casado con una activista y poeta afroamericana; además, en su juventud simpatizó con la revolución cubana- y la fuerza policial que exportó al mundo el know how del restrictivo paradigma en seguridad conocido como «Tolerancia Cero» comenzó el 20 de diciembre pasado cuando una persona decidió no esperar los tiempos de la Justicia y, en consecuencia, tomó su pistola para asesinar a sangre fría a dos policías para vengar la muerte de Eric Garner, un hombre muerto por asfixia seis meses atrás luego de que un oficial le aplicara una violenta maniobra de reducción física para tratar de controlarlo por resistirse al arresto.

El denominado caso Garner, así como previamente un emblemático episodio de gatillo fácil en la ciudad de Ferguson contra un joven afroamericano, había puesto blanco sobre negro en la inquebrantable brecha de segregación racial vigente, incluso, en la cool y cosmopolita Gran Manzana. «Días antes de la muerte de los agentes Wenjian Liu y Rafael Ramos, De Blasio cuestionó la decisión de un gran jurado de no presentar cargos contra un agente involucrado en el caso de Eric Garner. En concreto, los líderes sindicales de la policía acusan a De Blasio de fomentar una atmósfera ‘antipolicía’ con sus comentarios y de haber permitido protestas callejeras sin autorización tras la decisión del gran jurado sobre Garner», contextualiza el portal informativo The Huffington Post. La gente protestó, la Justicia bendijo el accionar policial, Bill de Blasio no se sintió muy a gusto con la situación. La sucesión de hechos no implica que el alcalde de Nueva York haya abrazado el garantismo en las medidas de prevención de delitos. Muy por el contrario, el hombre fuerte de Bill de Blasio en la policía, el bostoniano William Bratton, ex asesor del premier británico David Cameron en políticas públicas de seguridad, promueve una versión soft de la matriz securitista Tolerancia Cero. Una perspectiva conocida como la «teoría de las ventanas rotas», mediante la cual los crímenes menores son vigorosamente perseguidos como manera de prevenir la ocurrencia de infracciones mayores. En resumen, los policías neoyorquinos hacen la vista gorda en los vecindarios, toleran cierto disturbio social y buscan condicionar la relación del alcalde progre con la fuerza de la ley y el orden.

Sin embargo, los sindicatos policiales niegan rotundamente haber iniciado un plan de lucha para mejorar sus relaciones laborales o en perjuicio del destrato del alcalde tras el asesinato de los agentes Rafael Ramos y Wenjian Liu en la semana de festejos navideños. «Todas las llamadas al 911 se están respondiendo», aclaró esta semana a la prensa norteamericana en un comunicado oficial Edward Mullins, presidente del sindicato de sargentos. Pero, aparentemente, a Mullins le debe estar creciendo la nariz de una forma muy pronunciada. En paralelo a su aseveración mediática de buen funcionario público, la prensa neoyorquina contraatacó publicando precisos datos para dar cuenta de la baja intensidad laboral desarrollada en el 2015 por los policías neoyorquinos. De acuerdo al diario The New York Post, en la semana del 22 de diciembre pasado, las boletas de infracción de tránsito labradas por la policía cayeron un 94% comparadas con el mismo período del 2013. Ese mismo porcentaje, según el citado matutino, bajaron las citaciones a tribunales por pequeñas contravenciones como estar intoxicado en vía pública. Además, las multas de estacionamiento cayeron un 92% y los arrestos, en general, un 66%, concluye The New York Post. Otro de los diarios de la ciudad, The New York Daily News, encontró que en las comisarías donde trabajaban los agentes asesinados sólo se emitió una boleta de citación criminal en los siete días posteriores al ataque, cuando en la semana previa se habían presentado 626. «La policía de Nueva York necesita recordar que existe una cadena de mando y que ellos no están a la cabeza de ella. Lo que la ciudad está experimentando ahora equivale nada menos que a una rebelión», sintetizó el columnista Ben Domenech en The Federalist.

Comandante Bratton. Por último, la guerra de las pistolas caídas neoyorquinas no sólo está poniendo en aprietos políticos al dirigente demócrata Bill de Blasio, sino que también jaquea la autoridad de mando del comandante William Bratton. «El primer ministro británico David Cameron recurrió a este bostoniano de 67 años en 2011 para el puesto de jefe de policía de Londres después de sus espectaculares éxitos en el cargo en su ciudad natal, Nueva York y Los Ángeles. No fue posible el fichaje porque el elegido debía ser un británico con conocimientos de las leyes del país, pero Bratton se convirtió en asesor del gobierno de las islas. Eso fue antes de que el alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, lo reclamara en diciembre de 2013 como jefe de policía de la ciudad por segunda vez en su carrera (desempeñó la misma función con el conservador Rudolph Giuliani entre 1994 y 1996)», perfila el cronista Vicente Jiménez, corresponsal en Nueva York para el diario español El País. Aparentemente, Bratton es el jefe de policía ideal para una gestión comunal que se presenta como muy celadora de los índices delictuales pero, a su vez, con un claro vigor pro derechos cívicos. Esos dos vectores, las políticas de mano dura y las garantías constitucionales ciudadanas, no suelen darse la mano pero la dupla De Blasio-Bratton asegura que sí, que en Nueva York ese mundo de distensión progre con ojo orwelliano es posible. «Cuando vine a Nueva York en 1990 había 7,4 millones de habitantes. Cada día, tres millones y medio de personas tomaban el subte. Ese año hubo 22 homicidios en el suburbano. Cada día se cometían 50 delitos mayores. Ahora, con seis millones de usuarios y 8,4 millones de habitantes, solo se cometen seis delitos al día. Una persona tiene una posibilidad entre un millón de ser víctima de un delito en nuestro metro», se hinchó el pecho de orgullo Bratton cuando el último lunes presentó un informe que, supuestamente, atestigua un descenso notorio en el número de hechos delictivos producidos el último año en Nueva York.

¿Cómo seguirá la pulseada entre De Blasio y los uniformados? «El último fin de semana hubo una pausa en la guerra con el alcalde cuando los oficiales lo saludaron respetuosamente al presentarse en el funeral de Liu, en un notable contraste con el abucheo y las espaldas con la que fue recibido la semana pasada cuando acudió a la ceremonia en honor de Ramos», sintetiza la agencia de noticias BBC. Aparentemente, los nubarrones se van disipando. Sólo, aparentemente.

Gorras destituyentes

35 mil agentes patrullan diariamente las calles de Nueva York. la fuerza de policía de la gran manzana es uno de los cuerpos de seguridad más influyentes de los EE.UU. Ellos exportaron al mundo el know how de la «tolerancia cero».

66% disminuyó el porcentaje de arrestos callejeros desde que la policía de Nueva York inició su medida de protesta contra el alcalde demócrata. Además, las multas de estacionamiento labradas por los agentes cayeron en un 92%.

Fuente: http://sur.infonews.com/nota/10295/la-guerra-de-las-pistolas-caidas